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     El absolutismo físico y filosófico
     A model and a horse made legend
     El código del verdadero Anticristo
     LOS DOCE APÓSTOLES DE YARUMAL Y DE OTRAS REGIONES
     Amor, eterno amor
     Story of an eternal love
     LA HUMANIDAD EN VIA DE EXTINCIÓN
     Débora Arango Pérez "Pinturas de una verdad prohibida para las mujeres"
     HUMANITY IN THE ROUTE OF EXTINCTION
     La religión de los inteligentes
     LA TERCERA GUERRA MUNDIAL Y LA DESTRUCCIÓN DE LA CIUDAD DE NUEVA YORK
     Los monstruos creados por los transgénicos y por los anticonceptivos
     Nuclear holocaust and the destruction of a great nation
     The religion of the intelligent
     Monsters created by transgenders and by contraceptives
     BUSCANDO EL GALLO DORADO DE DIONISIO PINZÓN
     Héctor Abad Gómez UNA CONCIENCIA QUE EVOLUCIONA
     UN VIAJE A LA SUPERVIVENCIA
     A journey to survival
     El milagroso don de la sanación
     THE MIRACULOUS GIFT OF HEALING
     La magia de un gran amor
     The magic of a great love
     RENACE LA LEYENDA DEL CAMPEÓN, FERNANDO GAVIRIA RENDON
     Fernando Gaviria Rendon



LITERATURA UN MUNDO MÁGICO - LOS DOCE APÓSTOLES DE YARUMAL Y DE OTRAS REGIONES


 

 

  

LOS DOCE APÓSTOLES DE YARUMAL Y DE OTRAS REGIONES

 

 

 

 

 

 

JORGE SOTO BUILES

 

                                                                                       

 

 

 

“Los doce apóstoles de Yarumal” es una crónica de la muerte, en la que se relata la complejidad de la lucha de clases en Colombia, llegando hasta el extremo en que se asesina en nombre de Jesucristo, en una dolorosa semejanza con las antiguas cruzadas que realizó la iglesia católica, apostólica y romana, en otro tiempo.

 

Jorgesotobuiles.es.tl

 

 

 

 

DEDICACIÓN

Dedico este libro a los inmolados Héctor Abad Gómez médico y profesor de la U de A, a Pedro Luis Valencia, médico, profesor de la U de A y senador de la república de Colombia y a Luis Felipe Vélez, presidente del gremio de maestros de Antioquia y a las 6402 víctimas de los falsos positivos realizados por las autoridades de Colombia, en asociación con los grupos de paramilitares.

 

 

 

 

 

“La vida tiene un número infinito de posibilidades y el deber de un buen escritor es el de buscar la paz, el amor, la reconciliación, la felicidad y la grandiosidad humana, en todas sus formas.”

El autor.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

REFLEXIÓN

 

Relaté las terribles experiencias de una parte de mi vida, para que se escribiera este libro, con la esperanza de que no se vuelva a repetir el fenómeno paramilitar que exterminó miles y miles de campesinos de nuestro país. Vivencias en las que asumí el papel del apóstol Judas Iscariote, deseando llevar a cabo una venganza en la lucha de clases sociales, pero cuando fui a cobrar las monedas de oro que iban a ser mi recompensa después de la crucifixión, de la eliminación del gran jefe, recibí un espontáneo gesto de amistad, de amor solidario y fraternal, que me hizo descubrir las inmensas equivocaciones que cometemos cuando dejamos que el pensamiento se nos apasione, se nos confunda y se nos fanatice, sin poder comprender que hasta la guerra se ve desde el punto de vista en que se mire.

El protagonista.

 

ADVERTENCIA

Se ha cambiado el nombre del protagonista y de algunos personajes, por motivo de seguridad para sus familias, porque el fenómeno paramilitar sigue vigente en nuestro martirizado país.

 

 

 

 

 

 

INTRODUCCIÓN

Es necesario, en este ejercicio de introducción, recurrir a unos apartes de otro de mis libros ya conocido por ustedes, que lleva por título “Héctor Abad Gómez y UNA CONSCIENCIA QUE EVOLUCIONA” que pueden leer de forma gratuita, digitando la página jorgesotobuiles.es.tl para que los lectores se enteren, que el fenómeno de los paramilitares se inició hace más de setenta y cinco años y que, todo lo que nos está sucediendo ahora, es la evolución de unas políticas equivocadas desde la época de la colonia y de la esclavitud, que han buscado conservar las tierras y los privilegios de una pequeña burguesía, mientras que el hambre, la pobreza absoluta, la falta de educación, la falta de oportunidades y los atropellos a los derechos humanos, casi que se generalizan, para un inmenso sector de la población que ha continuado bajo el régimen de los esclavistas criollos, que heredaron el poder de los españoles. Se trata de unos documentos que son de dominio público en la internet y dicen así:

     << La muerte del doctor Héctor Abad Gómez y de los otros 15 profesores y alumnos, de la Universidad de Antioquia, fue muy traumática para la familia del alma máter, para la ciudad de Medellín y para todo el país en general. Siempre quise saber cómo se habían originado esos grupos paramilitares, que acabaron con la existencia de un pensamiento libre y humano. >> Me puse a investigar y esto fue lo que encontré en la red de internet:

 

El paramilitarismo en Colombia, hace referencia principalmente al fenómeno histórico relacionado con la acción de grupos armados organizados en distintos momentos históricos del país: como la violencia de los años 50 con los denominados pájaros y chulavitas, y desde los años 60 en el marco del conflicto armado interno de Colombia grupos ilegales (con diferentes denominaciones según su región de acción), organizados con el fin de combatir a las guerrillas (ELN, FARC-EP, EPL, M-19), junto al Ejército Nacional y a la Policía Nacional, sin el velo de la legalidad del que se veían envestidos los militares. Estos grupos paramilitares, también denominados autodefensas, se extendieron por diversas regiones del territorio nacional con la participación de políticos, ricos hacendados, empresarios, colonos, ganaderos, narcotraficantes, mineros, campesinos e industriales. En la década de los años 1990, se crearon diversos grupos de autodefensa denominados como Convivir, los cuales en 1997 con su desintegración, muchos pasaron a conformar una entidad mayor, de influencia nacional, denominada Autodefensas Unidas de Colombia (bajo la sigla AUC). Posterior a la desmovilización de las AUC, los grupos que no hicieron parte de esta, pasarían a ser Bacrim (Bandas Criminales), y GAO (Grupos Armados Organizados) en la actualidad se desconoce si siguen existiendo estos grupos constituidos como paramilitares.

Antecedentes y Orígenes

Durante las guerras civiles del siglo XIX los grandes latifundistas y oligarquías regionales, financiaron y conformaron ejércitos privados para que protegieran sus tierras y sus privilegios.

En la génesis y desarrollo histórico de los grupos paramilitares estuvieron involucrados agentes del Estado como policías y militares, además de representantes políticos y de sectores socioeconómicos como hacendados, ganaderos, industriales, colonos, y campesinos.

Los Chulavitas y Pájaros

A partir de la violencia de los años 40 y 50, mientras que la Policía armó a los campesinos llamados Chulavitas del Departamento de Boyacá, para atacar a las poblaciones liberales y asegurar el triunfo del partido conservador, los terratenientes utilizaron a los llamados “Pájaros o Guerrillas de Paz” como fueron conocidos en los Departamentos del Valle del Cauca y Cauca, con el fin de salvaguardar sus propiedades de las guerrillas liberales, realizar persecución política y extenderse territorialmente. El detonante de la violencia política fue el 9 de abril de 1948, cuando el candidato liberal Jorge Eliécer Gaitán fue asesinado, hecho que dio origen a una revuelta popular conocida como "El Bogotazo" y a un largo periodo de enfrentamientos entre liberales y conservadores, que dejó un saldo de por lo menos 300 mil muertos conocido como La Violencia.

Aparición de las autodefensas

Los partidos políticos dominantes formaron el Frente Nacional, un acuerdo político que les permitió alternarse en el poder durante 16 años dejando al margen a otras fuerzas políticas.

Ya en los años 50, el Coronel Sierra Ochoa (gobernador militar de Caldas y que combatió a las guerrillas liberales del llano​​) sistematizó esta política de represión y en febrero de 1962, luego de una visita al país del General William P. Yarborough, Director de investigaciones del Centro de Guerra Especial de Fort Bragh (Carolina del Norte, Estados Unidos), encargado de evaluar la estrategia militar de Estados Unidos en Vietnam, Argelia y Cuba, redactó un Suplemento Secreto al Informe de su visita que hablaba de la creación de organizaciones de “tipo antiterrorista” y para la “lucha anticomunista”, en los siguientes términos” “Debe crearse ahora mismo un equipo en el país, acordado para seleccionar personal civil y militar con miras a un entrenamiento clandestino en operaciones de represión, por si se necesitaren después”. ​​(Es en este momento que se inicia la influencia extranjera, en el manejo de nuestros problemas políticos internos; recurriendo a los asesinatos selectivos que continúan sucediendo hasta hoy, en el año 2024 con el exterminio de los líderes sociales que reclaman oportunidades de vida.)

En desarrollo de esta estrategia contrainsurgente, y sustentada en la doctrina de seguridad nacional, es dictado el decreto 3398 de 1965, convertido en legislación permanente con la ley 48 de 1968, que sirvieron para que la Fuerza Pública organizara la "defensa nacional", "defensa civil" y entrenará, dotará de armas a habitantes en zonas de Conflicto con la finalidad de involucrarse directamente en la confrontación y los apoyara en la lucha contrainsurgente , es decir estas normas fueron el fundamento para la promoción y organización de las "autodefensas", y/o paramilitares.

El 25 de diciembre de 1965 el gobierno de Guillermo León Valencia expide el Decreto 3398 (luego Ley 48 de 1968 durante el gobierno de Carlos Lleras Restrepo) que permite a los militares entregar armas de uso privativo de las FF.MM a los civiles y constituir grupos armados de autodefensa coordinados por el ejército. ​​ Esta Normativa fue declarada inexequible o inconstitucional por la Corte Suprema de Justicia el 25 de mayo de 1989. Desde 1969 se emitieron una serie de Manuales y Reglamentos Contraguerrillas por el Ejército Colombiano, los cuales evidenciaron la creación de grupos paramilitares bajo la aprobación del Gobierno Colombiano. ​​​

Estatuto de seguridad

Artículos principales: Estatuto de Seguridad y Alianza Americana Anticomunista.

Julio César Turbay Ayala, durante su gobierno se elaboró y se puso en práctica el Estatuto de seguridad, que sería parte de la denominada guerra contrainsurgente.

Ante la nítida constitución y accionar de grupos guerrilleros de izquierda que empezaron a hacer presencia en lugares apartados donde el estado colombiano no la ejercía, tales como las FARC.EP, el ELN, el EPL, y el M-19, en el gobierno de Julio César Turbay se elaboró el Estatuto de Seguridad y Defensa de la Democracia, expedido en 1978, el cual contenía los fundamentos para combatir a los grupos guerrilleros mediante la organización de la "defensa nacional", mecanismos para garantizar la "defensa civil" y la creación de "autodefensas". Con base en dichas normas, los encargados de la fuerza pública colombiana adiestraron, y dotaron de armamento a civiles en áreas de conflicto con la finalidad de que la ciudadanía se involucre en el conflicto armado y ayudará a las fuerzas de gobierno a derrotar a los grupos insurgentes.

Ante las críticas presentadas nacional e internacionalmente frente al Estatuto de Seguridad, debido a las denuncias de violación a los derechos humanos y la involucración de civiles en el conflicto interno, el estado colombiano desarrolló la Estrategia del Conflicto de Baja Intensidad en 1982, el cual demostró su ineficacia para responder a la amenaza representada por el aumento de la acción de los grupos ilegales de izquierda y los nuevos grupos ilegales de derecha. Este incremento, traducido en mayor cantidad de acciones bélicas, atentados y masacres, se logró mediante la infiltración del negocio del narcotráfico como medio de financiación. Los grandes capitales obtenidos de este negocio, primero recaudados mediante el cobro de cuotas a los grupos narcotraficantes por el uso de rutas, insumos y campos para el cultivo, llevaron a que los líderes guerrilleros y paramilitares se apropiaron del negocio, en la medida en que el estado incrementó la persecución a los actores de este negocio ilegal, y obteniendo un fortalecimiento de estos grupos en magnitudes nunca antes vistas.

Se constituyó la Alianza Americana Anticomunista o Triple A. A la cual se le han atribuido el haber cometido actos de guerra sucia contrainsurgente. La existencia del grupo y la identidad de algunos de sus miembros se descubrió por primera vez en el diario mexicano El Día en 1980; y se confirmó en Argentina, durante las investigaciones sobre los crímenes perpetrados por la dictadura militar, por la relación que mantuvieron con la organización homónima argentina Triple A. ​​

Muerte a Secuestradores y Narcoparamilitares

En 1979, presumiblemente el cuarto frente de las FARC-EP, secuestraron al padre de los "hermanos Castaño Gil" (FidelVicente y Rodrigo) Jesús Castaño en AmalfiAntioquia, torturado y asesinado, pese a que sus hijos habían pagado la mitad del rescate exigido por los captores. ​

Su origen se da cuando miembros del M-19 en Antioquia, secuestraron a Martha Nieves Ochoa hermana de los famosos narcotraficantes del Cartel de Medellín los "Ochoa Vásquez" e hija de Fabio Ochoa Restrepo(Jorge LuisJuan David y Fabio) en noviembre de 1981, los capos reaccionan con todos los recursos a su alcance creando el MAS (Muerte A Secuestradores) organización que sería el germen del moderno Paramilitarismo en Colombia. Cada uno de ellos aportó armas, dinero y hombres, poniéndolos a las órdenes del más activo y poderoso de los narcos, que ya entonces contaba con una fuerte organización militar bajo su mando, Pablo Emilio Escobar Gaviria. Tras matar a unas 200 personas en su búsqueda, entre milicianos, colaboradores y familiares de estos, Ochoa fue liberada a principios de 1982. Además pronto el modelo del MAS se aplicaría a la región del Magdalena Medio donde nació la ACDEGAM (Asociación campesina de ganaderos y agricultores del Magdalena medio), una fuerza de autodefensa legal dirigida por el líder liberal Pablo Emilio Guarín y Henry de Jesús Pérez, encargada de combatir la presencia de la guerrilla en la zona con apoyo del Ejército.  ​​

Se atribuye al MAS asesinatos, la explosión de una bomba en la casa de la periodista María Jimena Duzán y amenazas de muerte al exministro Alfredo Vázquez Carrizosa. Era frecuente encontrar a las afueras de las sedes de los periódicos de todo el país, cadáveres acribillados a bala o colgando de árboles con un cartel que rezabaː "soy del M-19. Soy un secuestrador".Realizaron el asesinato de jueces, periodistas, y en general, civiles inocentes. ​

Además participaron en el genocidio de la Unión Patriótica que fue el brazo político de las FARC-EP, a raíz de los acuerdos de La Uribe en 1984. ​ Los asesinatos de miembros de la UP llevaron a la desaparición del movimiento. ​ Dichos asesinatos dieron como resultado la muerte de senadores, diputados, concejales, alcaldes, y candidatos a la presidencia como Bernardo Jaramillo Ossa, asesinado el 22 de marzo de 1990, en el terminal puente aéreo de Bogotá ​, y a Jaime Pardo Leal, asesinado el 11 de octubre de 1987, en el municipio de La Mesa, Cundinamarca. ​​ Los asesinatos fueron encubiertos por el gobierno nacional. ​​

Autodefensas de Puerto Boyacá

El narcotraficante José Gonzalo Rodríguez Gacha, enemistado con las FARC-EP a causa de la destrucción de algunos de sus laboratorios en el sur del país y del robo de dinero en efectivo y pasta base de coca en 1983, tomó las banderas de la contrainsurgencia y empezó a apoyar con cuantiosos recursos, entrenamiento y armas a los paramilitares de Puerto Boyacá, nombrada a la sazón capital antisubversiva de Colombia. Rodríguez Gacha apoyó las nacientes Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá bajo el mando de Fidel y Rodrigo Castaño Gil cuyo padre fue asesinado en cautiverio por el Frente 22 de las FARC.

Entre 1982 y 1993 se desarrolló el origen y colapso de las primeras Autodefensas de Puerto Boyacá comandadas por Henry Pérez y su padre Gonzalo. ​ Tras el asesinato de ambos líderes, el ex oficial del Ejército Luis Meneses alias Ariel Otero comandó el grupo paramilitar hasta ser asesinado meses después. ​ Tras el asesinato del dirigente liberal y precursor del paramilitarismo de Puerto Boyacá, Pablo Guarín, a fines de 1987, Gonzalo Rodríguez Gacha El Mexicano líder del Cártel de Medellín se entrevistó con Henry Pérez. Ambos acordaron en contratar instructores extranjeros para preparar a escoltas con el fin de prevenir nuevos ataques de las guerrillas contra las estructuras paramilitares. ​

El “curso” fue bautizado con el nombre de “Pablo Guarín Vera” y los alumnos seleccionados: 20 del Magdalena Medio, escogidos por Pérez; 20 de Pacho, escogidos por El Mexicano; 5 de los Llanos, escogidos por Víctor Carranza, y 5 de Medellín, escogidos por Pablo Escobar. El paramilitarismo que surgió en la década de 1980 en el Magdalena Medio se constituyó en la experiencia piloto de grupos de autodefensa en Colombia destinados a combatir a las guerrillas izquierdistas. También sentaron las bases para la conformación de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá, que posteriormente degeneraron en las AUC, de hecho los hermanos Castaño, recibieron entrenamiento por parte de las Autodefensas de Puerto Boyacá.

Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá

Conocidas inicialmente como Muerte a Revolucionarios del Nordeste, que fue una etiqueta que enmascara una empresa criminal que operó dentro del Batallón Bomboná en la región.

En Urabá el primer reducto paramilitar se creó en la hacienda "Las Tangas", propiedad de los hermanos Castaño a finales de la década de 1980, exactamente en el año 1987 bajo el nombre de "Los Tangueros",

 Perpetraron en 1988 la masacre de Honduras y La Negra, en Turbo (Antioquia).

La desmovilización del Ejército Popular de Liberación (EPL) ante la Asamblea Constituyente de 1991 fue uno de los aspectos que permitieron el crecimiento del grupo paramilitar. Sin embargo, disidentes de esta guerrilla y algunos miembros de las FARC-EP comenzaron a asesinar a desmovilizados sospechosos por haberse aliado con los Castaño, quienes entretanto utilizaban a ex militantes del EPL para ejecutar asesinatos selectivos. De esta manera, los desmovilizados del EPL fueron claves para la creación de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU) en 1995.

Entretanto, en 1992 los Castaño formaron parte de Los Pepes (Perseguidos por Pablo Escobar), en alianza con el Cartel de Cali, enemigos de Pablo Escobar, para llevar a cabo una guerra contra el capo, el cual los estaba persiguiendo. Se ha especulado que durante este período de transición, la organización colaboró con el Bloque de búsqueda para neutralizar a Escobar.

En 1994 Fidel Castaño fue asesinado y el mando de la organización fue asumido por su hermano Carlos.

Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio

A partir de 1993, durante el período subsiguiente al desplome de las Autodefensas de Puerto Boyacá, comenzó un proceso de autonomización de varios grupos de autodefensa subordinados a la estructura de Puerto Boyacá. Entre los que se destacan están las Autodefensas de Puerto Boyacá (APB), organización reconfigurada en 1996 y comandadas por Arnubio Triana Botalón; y las Autodefensas Campesinas del Magdalena Medio (ACMM), dirigidas por Ramón Isaza.

Convivir

Debido al creciente accionar guerrillero en los años 1990, surgió las convivir a nivel nacional. Fueron creadas por el estado, en el Gobierno del liberal César Gaviria Trujillo que emitió el Decreto Ley 356 de 1994, el cual estableció las condiciones para regular nuevos "servicios especiales de seguridad privada" que operarían en zonas de combate donde el orden público fuese precario y posteriormente reglamentadas por el Gobierno de Ernesto Samper Pizano que el 27 de abril de 1995, una resolución de la Superintendencia de Vigilancia y Seguridad Privada les otorgó a dichos nuevos servicios el nombre de Convivir. Se estima que esta superintendencia autorizó más de 414 Convivir en todo el país.

Los miembros de las CONVIVIR tenían legalmente el derecho a portar armas y equipos de comunicación, de uso exclusivo de las fuerzas militares para proteger a sus comunidades y colaborar con la fuerza pública en la lucha contrainsurgente. El director del Departamento Administrativo de Seguridad (DAS), general Luis Enrique Montenegro, anunció realizar operaciones de inteligencia en asocio con las Convivir.

Las CONVIVIR se organizó a nivel nacional, siendo difícil establecer su número exacto y el de sus miembros porque depende de qué grupos de seguridad privada sean considerados o no como tales. Existen estimativos que contemplan hasta 414 grupos y, según el presidente de la Federación Nacional de Asociaciones de CONVIVIR Carlos Alberto Díaz, a diciembre de 1997 había más de 120.000 miembros de las CONVIVIR en Colombia. Durante la vigencia de las Convivir se crearon más de 500 cooperativas rurales de seguridad en 24 departamentos.

En 1996 y 1997, el entonces gobernador de Antioquia Álvaro Uribe Vélez y el vicegobernador Pedro Juan Moreno permitieron la organización de las CONVIVIR locales en su departamento. Con base en las reglas establecidas por la administración central del estado, permitieron la creación de 67 de ellas. De igual forma lo hicieron otros Alcaldes y Gobernadores del país.

Según una sentencia del Tribunal de Justicia y paz, los grupos paramilitares expandieron sus redes criminales y fortalecieron sus nexos con la Clase dirigente bajo la fachada de las Convivir.

Autodefensas Unidas de Colombia

Al conformarse las AUC el 18 de abril de 1997, las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá, las del Magdalena Medio y las de los Llanos Orientales se unieron creando las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) que en la práctica se trató de una federación de grupos regionales cuya presencia en el territorio del país experimentó un crecimiento sin precedentes durante los diálogos de paz entre el gobierno de Andrés Pastrana y las FARC-EP (1998-2002).

Posteriormente, en diciembre del mismo año, aprovechando la declaración por parte de las AUC de una tregua unilateral durante la época de Navidad, las FARC-EP atacaron el cuartel general de Carlos Castaño en el Nudo de Paramillo. La retaliación a la incursión guerrillera, que por poco le cuesta la vida al comandante de las autodefensas, no se hizo esperar y, en enero de 1999, las ACCU asesinaron a 130 personas por tener supuestos vínculos con la subversión.

Dentro del clan de los hermanos CastañoFidel y Carlos concentraban la atención de la opinión pública, mientras Vicente fue asumiendo las riendas de las autodefensas. Fue él quien consolidó los primeros bloques de autodefensa encargándose de expandir el fenómeno paramilitar. A mediados de 2001 se reformó el estado mayor de las AUC y una cúpula de varios comandantes asumió la comandancia de la organización.

Se organizaron en Bloques que controlaban extensiones de varios Departamentos y regiones de Colombia. Se estima que eran organizadas en 21 grupos al momento de su desmovilización y eran representados políticamente por Carlos Castaño, Salvatore Mancuso entre otros. Buena parte de la financiación de las AUC provenía del tráfico de drogas, de armas y en el contrabando.

Desmovilización de las Autodefensas Unidas de Colombia.

Salvatore Mancuso y Vicente Castaño convencieron a los comandantes de las AUC de sentarse en la mesa de negociación con el gobierno de Álvaro Uribe. Como resultado, a mediados de 2003, el grupo firmó un acuerdo de desmovilización con dicho gobierno, dando inicio a un proceso, encabezado por Salvatore Mancuso, en el que las AUC aceptó un armisticio como requisito para una negociación con el gobierno.

En 2004, miembros de las AUC asesinaron a Carlos Castaño por orden de su hermano Vicente, según las investigaciones de la Fiscalía General de la Nación. El cadáver de Carlos, hallado e identificado en agosto de 2006 por las autoridades y varios miembros forenses, se encontraba en Montería, en una zona rural llamada Las Tangas, localidad donde se formaron las primeras facciones paramilitares de las Autodefensas. Uno de los integrantes del grupo, Jesús Roldán Monoleche, suministró la información sobre el cadáver luego de su desmovilización.

Pese a ello, las negociaciones siguieron su curso teniendo como principal escenario la vereda Santa Fe de Ralito en el municipio de Tierralta en el departamento de Córdoba, conocidas también como las conversaciones de Ralito. Sin embargo, ante el vacío jurídico, el gobierno impulsó una ley en el Congreso, conocida como Ley de Justicia y Paz. Esta ley fue aprobada en 2005 y la Corte Constitucional de Colombia modificó, durante la revisión de la misma, varios apartes de la ley, implantando la exigencia de que quienes mintieron o no confesaran todos sus delitos perderían los beneficios jurídicos que otorgaba dicha ley.

Las AUC se desmovilizaron tras los diálogos de paz en un proceso bajo la verificación de la Organización de los Estados Americanos (OEA). Las desmovilizaciones se iniciaron el 25 de noviembre de 2003 en Medellín con el bloque Cacique Nutibara y terminaron el 15 de agosto de 2006 con el bloque Elmer Cárdenas. Fueron 38 actos en los que se desmovilizaron 30. 150 integrantes de estos grupos armados.

En el mes de julio del año 2004 los jefes Paramilitares Salvatore Mancuso GómezRamón Isaza y Ernesto Báez fueron escuchados por políticos en el Congreso de la República de Colombia, donde justifican las masacres de millones de campesinos indefensos que supuestamente eran colaboradores, cómplices o aliados de las Guerrillas (FARC-EPELNEPLM-19MA Quintín LameERP).. Iván Cepeda saco en una hoja de papel la imagen de su padre y una mujer 'Lilia Solano' dijo "Aquí está una de las fotos de los miles de asesinados y desaparecidos de las víctimas de militares y paramilitares, el Estado creador de Paramilitarismo responda por los crímenes".

El comisionado de paz Luis Carlos Restrepo, designado por el gobierno del presidente Álvaro Uribe Vélez, salió del país tiempo después luego de ser acusado por falsedades en el proceso de desmovilización. La Fiscalía actualmente lo considera "reo ausente". Sin embargo, el 20 de febrero de 2012 el exguerrillero alias 'Olivo Saldaña' declaró en audiencia pública, que él fue quien engañó a Luis Carlos Restrepo y a las Fuerzas Militares de Colombia al inflar el número de desmovilizados del Bloque 'Cacica La Gaitana'  y se responsabilizó de haber infiltrado a falsos paramilitares en la desmovilización.

Parapolítica

El escándalo judicial y político que se denominó Parapolítica. Las autodefensas, que en principio se constituyeron como grupos armados para defenderse de las agresiones guerrilleras y en muchas ocasiones como una estrategia anti insurgente desde diversas instituciones del Estado colombiano, pasaron a ser ellas mismas actores políticos armados independientes de gran influencia. Asimismo, los grupos paramilitares se involucraron directamente con mafias de la droga y cometieron actos atroces contra la población civil como masacres y expulsión de sus regiones, fenómeno conocido como "desplazamiento forzado". Muchos de sus máximos jefes fueron pedidos en extradición por el gobierno de los Estados Unidos por sus vínculos con el tráfico de drogas. Fueron finalmente extraditados en 2008 alias 'Jorge 40', Salvatore Mancuso, alias 'Gordolindo', alias 'Don Berna', alias 'Cuco Vanoy' y Hernán Giraldo. En total, son catorce los que fueron entregados al gobierno estadounidense.

Bacrim, Águilas Negras y Grupos Armados Organizados

 

Han surgido diversos grupos, también llamados Bandas Emergentes o Bacrim (acrónimo de Bandas Criminales), entre las que destacan el Clan del Golfo (Autodefensas Gaitanistas de Colombia), Los Buitragueños, Los CaparraposLos Rastrojos, el Ejército Revolucionario Popular Antisubversivo de Colombia (ERPAC),y la Oficina de Envigado, entre otros. Estos grupos emergentes se han conformado como mafias y grupos sicariales al servicio de mafias narcotraficantes y son propuestos por algunos analistas como descendientes directos del paramilitarismo. Sin embargo, debido a los tipos de acciones de dichos grupos emergentes, se ha cuestionado si puedan clasificarse con el término "paramilitares" o "paracos".

Se denunció a las denominadas Águilas Negras de no cumplir con el proceso de la desmovilización de los paramilitares, al formar nuevos grupos paramilitares en 2006, y de continuar con sus actividades de narcotráfico (vinculados incluso con las guerrillas) y terrorismo. Se denuncia al grupo del Clan del Golfo como continuador de las acciones paramilitares con un cambio de estrategia de encubrimiento. Estos grupos continúan con sus acciones delictivas, combates con el ELN, narcotráfico, acusados de ser los autores de masacres y asesinato de líderes sociales

 Víctimas y Crímenes

Los grupos paramilitares o de autodefensa como se autodenominan son responsables de asesinatos, secuestros, masacres, desapariciones, enfrentamientos armados, reclutamiento forzado, atentados, narcotráfico, el secuestro, la expropiación de tierras y la extorsión a funcionarios públicos, empresas, políticos y ciudadanos. Y otras acciones violentas muchas en conjunto o complicidad con el Estado Colombiano y sus Fuerzas Militares y Policía Nacional.

En 2008 se realizó en varias ciudades de Colombia y el mundo una marcha en contra de los Crímenes de Estado y del paramilitarismo. Seis personas que participaron en la organización y promoción local de dicha marcha fueron asesinadas, otras desaparecidas y otras varias amenazadas de muerte a través de correos electrónicos y comunicados, por parte de grupos paramilitares surgidos tras la desmovilización de las AUC y que son conocidos como las Águilas Negras. La ONU expresó su preocupación ante los asesinatos y amenazas.

 

 

 

PRIMERA PARTE

Mi nombre es José Fernando Pérez Sierra, nací en el municipio de Yarumal Antioquia, en una familia numerosa de trece hijos, y fui el séptimo integrante de ese hogar disfuncional, en el que muchas veces escaseó la comida. Cuando era un niño, me tocó aprender la profesión de un tío exitoso, con el que fui vendedor de ropa para poder completar la alimentación que teníamos que rebuscar entre todos, porque a mi padre no le alcanzaba lo que ganaba para llevar esa obligación tan grande. También desarrollé esa honrosa profesión de vendedor de mercancía en la plaza de mercado, para poder comprar la bicicleta y los regalos que durante años le pedí al niño Dios de nuestra religión católica, que, para mí trauma infantil, nunca los quiso traer, por los inexistentes poderes que le atribuimos los niños inocentes, engañados por las mentiras de la escasa cultura de los adultos. Fui creciendo en el abandono de mí familia, aunque siempre tuve claro que debía de estudiar para salir adelante. Cuando estaba en el bachillerato ingresé en los scouts de Colombia, una excelente institución que nos brindaba educación para la vida, y fue en ese genial grupo de amigos, que casi me salvan como persona, y digo casi, porque las circunstancias de la vida me llevaron más adelante a ser un vergonzoso delincuente.

En los scouts de Colombia nos daban clases de liderazgo y también nos enseñaron a trabajar en equipo. Yo ingresé directamente a la tropa, que era el grupo para los chicos y chicas, entre los diez y quince años, y fue en esa tropa de “los lobos” en la que me apodaron “El alemán”, porque desde mi infancia era más alto que todos mis amiguitos, y porque tenía el cabello muy rubio y largo hasta los hombros. Estar en ese grupo juvenil fue una de las mejores cosas que me han pasado en la vida, porque me enseñaron a ser leal, a servir sin esperar nada a cambio, a ser honrado y respetar las cosas ajenas, a ser amigo de todos y a ver la vida desde un punto de vista más amable. Sinceramente, en los scouts de Colombia me ayudaron mucho, a vencer mis traumas y mis miedos, a luchar y trabajar por lo que quiero y por lo que pretendía ser, aunque, por circunstancias de la vida, me desvié del camino y terminé cayendo es esa terrible polaridad en la que está sumergida nuestra patria; dualidad en la que la que todo se dirige a esa despiadada batalla entre los ricos ancestralmente dueños de las tierras buenas y los pobres que no tienen dónde caer muertos. Me perdí, tratando de ser como ese exitoso terrateniente que, de vez en cuando, llegaba hasta su finca en un helicóptero espectacular. Nosotros éramos unos adolescentes de 16 o 17 años, cuando los caballistas y ganaderos, dueños de las fértiles tierras de la gran finca, llegaban al pueblo y se paseaban en un carruaje tirado por cuatro hermosos caballos negros, que parecían sacados de un sueño de película. Recuerdo la imagen de ese hombre rico y poderoso al que, después, nosotros llamábamos secretamente el apóstol san Pedro, cuando se paseaba en ese carruaje con una hermosa mujer de piel blanca y cabello negro brillante, que era la dama más hermosa que mis humanos ojos hubieran podido contemplar. Ese espectáculo maravilloso, solamente lo pude ver dos o tres veces en la vida, pero no lo pude olvidar, porque nosotros éramos unos humildes campesinos que nunca habíamos visto tanto poderío económico y ni siquiera habíamos visto volar de cerca un helicóptero, hasta que esos hacendados todopoderosos, lo hicieron pilotear sobre nuestras cabezas en las fiestas de la virgen de La Merced, un 24 de septiembre colorido, soleado y feliz, en el que se lanzaron pétalos de rosa desde el cielo. Yo seguí estudiando el bachillerato lentamente y la situación económica de nuestra casa mejoró, porque mi hermano Ricardo, el mayor de los hombres, emigró a los Estados Unidos de Norteamérica y empezó a mandar los dólares necesarios para que viviéramos bien.

El tiempo pasó y yo terminé el bachillerato en el año de 1982, el mismo año en el que nuestro genial escritor, Gabriel García Márquez, ganó el premio nobel de literatura, después de haber escrito la inmortal “Cien años de soledad”, una de las mejores obras de literatura de todos los tiempos, escrita en el idioma español. Ese año afortunado, me gradué como bachiller, con honores, porque fui uno de los mejores estudiantes de esa promoción. Me inscribí en la universidad de Antioquia y empecé a estudiar ingeniería química en el mes de febrero de 1983 y pude darme cuenta de lo convulsionado que estaba nuestro país políticamente. En la universidad mandaba la JUCO, que era la juventud revolucionaria de Colombia, una organización estudiantil, perteneciente al ejército de liberación nacional < ELN > y como ese grupo insurgente mandaba en la oficina de bienestar estudiantil, que era en la secretaría en la que repartían los tiquetes para comer de forma gratuita en el restaurante universitario,  y como también era la oficina en la que condonaban la pensión de los estudiantes sin recursos económicos y en la que daban un subsidio para el transporte y las necesidades más básicas, tuve ingresar en esa cofradía de subversión, para poder sobrevivir en la universidad pública. Mientras que estudiábamos la interesante carrera de ingeniería, la gran mayoría de estudiantes pobres, que éramos casi todos, íbamos recibiendo adoctrinamiento político y militar, porque en una finca, supuestamente privada, del corregimiento “El hatillo” en Copacabana, que nunca supimos de quién era, nos daban clases de tiro, manejo de explosivos y de armas. Clases en las que me destaqué por mi excelente puntería, hasta el punto que recibí de regalo un revólver calibre treinta y ocho, dizque para que practicara en mi casa y que fue con el cometí el doble asesinato que les voy a relatar más adelante.

Participé en todas las protestas sociales, tirando piedras y bombas molotov y fuimos testigos directos del nacimiento de los grupos de autodefensas en el departamento de Antioquia, que, en el año de 1987, cuando yo llevaba cursados apenas cinco semestres de mi carrera profesional, empezaron a asesinar a los dirigentes estudiantiles y a los profesores que hablaran de derechos humanos o que fueran sospechosos de ser guerrilleros comunistas o de pertenecer a el naciente partido político la Unión Patriótica (UP), dentro de la universidad.

Se canceló el semestre académico y entramos en un paro estudiantil tan prolongado, que yo me fui para mi pueblo a dirigir la construcción de un edificio de tres pisos, que empezó a financiar mi familia, con los dólares que nos estaba mandando mi hermano, Ricardo, desde los Estados Unidos de Norteamérica.

Entre julio y diciembre de 1987, los paramilitares asesinaron 16 profesores y estudiantes de la Universidad de Antioquia; que, supuestamente, eran los principales líderes del comité de los derechos humanos y los más importantes activistas de la Unión Patriótica y de la JUCO, Juventud comunista de Colombia, de nuestra querida alma mater.

Aunque nunca pudimos olvidar a nuestros muertos, se terminó el paro y tuvimos que empezar a estudiar nuevamente, al mismo tiempo en que la organización guerrillera del M 19 estaba promocionando un proceso de paz, para reintegrarse a la vida civil y ser parte de la contienda política de un nuevo país. Fue en esos días, en los que ellos visitaban la Universidad de Antioquia para, con emotivos discursos, explicarnos a los estudiantes que el camino de la liberación de Colombia no eran las armas sino la contienda política, en los que me hice amigo personal del comandante Carlos Pizarro Leongómez y del ingeniero sanitario y al mismo tiempo profesor universitario, Antonio Navarro Wolf, con los que compartí mucho, en las correrías políticas que se hicieron por los diferentes municipios, en el proceso de desmovilización de ese movimiento subversivo. Después del adoctrinamiento político del que fui víctima en la Universidad de Antioquia, estuve a punto de ser un militante activo del popular movimiento revolucionario M-19, convencido por la desigualdad  económica que impera en este país, en el que un puñado de burgueses corruptos y asesinos, herederos de los antiguos esclavistas que fueron y son, los dueños del ochenta por ciento de las tierras fértiles y de todo, mientras que los negros del pacífico, los indígenas de La Guajira y los campesinos del Valle del Cauca, no tienen ni educación, ni salud, ni empleo y ni un metro de tierra para sembrar una cebolla,  pero mi trabajo de director en la construcción del edificio de mi hermano, me impidió ingresar en ese grupo insurgente.

Las cosas marchaban de excelente manera, hasta el día en que nos empezaron a extorsionar unos supuestos guerrilleros, que dizque también eran los guardaespaldas de un narcotraficante de mi pueblo.

De un mensajero que todas las personas conocíamos y que no se preocupó en ocultar el rostro, recibí una nota que decía así:

-         Respetado amigo, como todos sabemos, ustedes están invirtiendo grandes cantidades de dinero en el edificio que están construyendo en la carrera 17 a siete cuadras del parque municipal, y nuestra organización de seguridad comunitaria y de limpieza social, necesita que ustedes nos paguen un pequeño impuesto de dos millones de pesos, para continuar con el exterminio de los vendedores de droga, de los cuatreros y de los comunistas. Esperamos que usted los lleve al bar “El paraíso” mañana sábado, a las diez de la mañana, que allá lo vamos a estar esperando, para no tener que ir con todo el combo por usted. Le advertimos que, por la salud de toda su familia, esperamos no le informe nada de esto a los policías, que son nuestros amigos y también están trabajando en este mismo proyecto. Gracias.

Aquella nota extorsiva, hizo que se agitara de forma violenta mi corazón lleno de furia y ya no quise seguir trabajando más. Me fui para la finca de Alicia Vásquez Tobón, una amiga mía muy querida y, desde muy temprano, empecé a tomar licor en aquella tarde que estaba más oscura y más gris que mi ánimo. No podía dejar de pensar en la cita que tenía al otro día, con esos sicarios que yo conocía y que sabía que eran bravos, que nos estaban extorsionando y que, con toda seguridad, no iban a dejar que nuestro proyecto familiar llegara a feliz término. Empezó a llover de una manera torrencial y todos estábamos reunidos en el inmenso salón social de esa finca de amigos, cuando llegó Ángela Restrepo, la niña mimada y única mujer, de una de las familias más adineradas del pueblo y, sin pensarlo mucho, salí en medio del fuerte aguacero a recibirla con un paraguas, para que no se mojara la hermosa princesa, y, ese gesto de mi amabilidad, como que le gustó mucho a la deseada y popular mujer, porque me abrazó delante de todos y me dio un beso en la boca, en señal de agradecimiento por mi noble intensión de protegerla de la lluvia, y, para sorpresa de todos, que nunca la habían visto coquetear con nadie, la hermosa chiquilla se quedó toda la tarde a mi lado y, tomados de la mano, bailamos y disfrutamos de un noviazgo espontáneo, que esa noche se consumó, totalmente, en el mejor hotel de nuestro municipio, en el que amanecimos amándonos, tomando licor y consumiendo la cocaína, la marihuana, la bazuca o crakc (que es la base de coca) y las anfetaminas, que mi adorable y sorprendente amiguita, me hizo comprar, dizque porque quería probar todas las drogas esa misma maravillosa y fatídica velada. Aquella fue una de las mejores noches de mi vida y aunque no dejaba de pensar en el compromiso con la muerte que tenía al día siguiente, también probé por primera vez todas esas drogas, que fueron un coctel muy perjudicial para mi cordura. Mi hermosa y atrevida compañera, se quedó dormida después de todos los excesos que cometimos y como a las nueve de la mañana, completamente loco, me guardé el revólver en el cinto, pedí un taxi y me fui en busca de los pandilleros que nos iban a hacer la vida imposible, porque, cuando uno muestra debilidad y les entrega la primera cantidad de dinero que le exigen, ellos, que no tienen ninguna clase de escrúpulos, le van a seguir exigiendo más y más billetes, hasta que se torne insoportable la cuestión y se haga inviable el proyecto.

Llegué a la cantina de “El paraíso” y en una mesa del fondo del salón, vi a los tres hermanos “terribles”, que eran muy famosos por problemáticos, por pandilleros y dizque por ser los guardaespaldas de un naciente narcotraficante local. Me senté en una de las butacas del mostrador y le pedí una cerveza a la hermosa mujer que estaba atendiendo. Me quedé sorprendido con la belleza de la empleada, que era una mujer muy alta y con un cuerpo espectacular, y no había terminado de contemplar bien ese monumento al desperdicio, porque era casi inaudito tener a esa hermosa reina vendiendo licor en una cantina de mala muerte, cuando llegó el menor de los hermanos extorsionistas y me dijo:

-         Amigo, qué si trajo el dinero, lo entregue inmediatamente y se largue, porque mis hermanos no lo quieren ver mucho tiempo en este lugar.

-         Claro que lo traje, por eso vine hasta aquí, pero deja que vaya al baño a orinar, y, enseguida, se los llevo a la mesa.

Me fui para el orinal temblando de rabia, saqué el revólver de mi pretina, revisé que tuviera la carga completa y con la respiración agitada, sin pensar en las consecuencias de mis actos, salí casi corriendo y sin darles ninguna oportunidad, disparé en la cabeza de los dos hermanos mayores, que cayeron de bruces al suelo, como si fueran bultos de papa, muertos inmediatamente. El menor de los hermanos que era el muchacho, como de unos dieciocho años de edad, que me había entregado la nota extorsiva, se arrodilló asustado al ver los hermanos muertos y me imploró, rogándome para que no lo matara.  Le coloqué el revólver en la cabeza y le hice un tiro rasante, que le arrancó un pedazo de piel y de pelo y le dije:

-         ¿Sí ves lo que has hecho?... Hiciste matar a tus hermanos por andar extorsionando con boleticas y si continuas con ese negocio, en la próxima ocasión, vengo y mato a todos los de tu familia.

Salí rápidamente del local y pude observar dos agentes de la policía, que venían del banco de Colombia, que quedaba en la esquina de esa cuadra y desde una distancia prudencial me gritaron:

-         ¡Alto ahí! ¡Tire el arma y entréguese!

Les disparé al aire, tratando de alejarlos sin herirlos, y, cuando se me acabaron las balas, salí corriendo desesperado. Doblé en la esquina a toda carrera y una cuadra más abajo, me resbalé en el piso húmedo, cuando ya casi llegaba a refugiarme en un negocio que tenía otro de mis hermanos menores. Me caí en la mitad de la calle y quedé muy lastimado sobre el pavimento. Llegaron los agentes del orden, me capturaron, me quitaron el revólver que ya no tenía municiones y me llevaron para la estación de la policía y allá me dejaron, supuestamente, incomunicado por lo del asesinato, aunque esa misma noche dejaron entrar a mi mejor amigo y compañero de estudio en la universidad de Antioquia, que me trajo una comida del restaurante y vino a hablar para que trazáramos un desesperado plan de defensa.

-         En la audiencia de indagación, que va a ser el próximo lunes a las tres de la tarde en la fiscalía, no te puedes declarar culpable de asesinato, porque tú eres otra más de las innumerables víctimas de la extorsión y el secuestro que está azotando a este pueblo y a todo el país – me dijo mi leal amigo, que estaba enterado de la cita extorsiva que me habían mandado esos delincuentes, aunque él nunca se imaginó la suicida reacción que tuve para salvar el patrimonio económico de mi familia -. No debiste tomar la justicia por tus propias manos, pero después de cometer ese terrible error, tenemos que buscar la forma de que salgas lo más bien librado que puedas.

-         Era la vida de ellos o la vida de mis familiares y también la mía, porque existen una clase de delincuentes que no les importa el futuro, se juegan la vida por unos pocos pesos y ni siquiera se cubren el rostro cuando van a realizar un atropello de semejante magnitud, con una familia tan humilde como la nuestra, que apenas estamos saliendo de la pobreza absoluta, gracias al esfuerzo de mi hermano mayor que se rompe la espalda en los Estados Unidos de Norteamérica, para mandar un puñado de dólares que van a ser su patrimonio y nuestro único apoyo económico en el futuro – le expliqué a mi leal amigo, tratando de justificar el inmenso error que había cometido bajo el efecto del licor y de las drogas -. Si a esos delincuentes no les importaba la vida, a mí tampoco me importa mi futuro, cuando de salvar a mi familia se trata.

-         Yo me comuniqué con Antonio Navarro Wolf, ese camarada tuyo del M - 19 y puso a nuestra disposición uno abogado muy bueno de apellido Naranjo, que es concejal en el municipio de la Unión Antioquia y que va a venir el lunes a defenderte. No digas en la indagatoria que habías estado consumiendo licor y estupefacientes durante toda la noche.

 Me advirtió mi fiel amigo que siempre había sido leal a nuestra amistad, desde que estudiamos juntos en la Universidad de Antioquia y que era de mi absoluta confianza. Le entregué la tarjeta de CONAVI, una entidad bancaria en la que yo tenía guardados unos ahorros, que equivalían como a tres millones cuatrocientos cincuenta mil pesos y le dije:

-         Necesito que vayas a un cajero electrónico y sacas todo el dinero que tengo en esta tarjeta de ahorros, antes de que la fiscalía disponga de él, dizque para indemnizar a los familiares de esos delincuentes que asesinan y extorsionan en este país, porque las instituciones de democráticas no hacen nada para proteger a los hombres que trabajamos y pagamos los impuestos sagradamente, pero sí están pendientes a ver qué posesiones tiene el sindicado para hacer uso de ellas -. Le dije a mi querido compañero y le anoté la clave de la tarjeta y mi firma en un papel, para que hiciera la forma de sacar ese dinero con urgencia del sistema bancario, porque lo íbamos a necesitar mucho en mi proceso de defensa.

Al otro día, el domingo a las doce del día, exactamente, llegó el doctor Naranjo, mi abogado, que era militante de la Unión Patriótica (UP) y amigo personal de Calos Pizarro y de Antonio Navarro Wolf, con la disculpa de traerme el almuerzo, que era parte de la rutina alimenticia que había establecido mi más querido amigo, abusando de la generosidad de los señores agentes de la policía porque yo, legalmente, debía de estar incomunicado y no podía hablar con nadie, pero los guardianes del orden eran muy flexibles y nos dieron la oportunidad de hacer todo el plan para mi defensa. El brillante abogado me explicó qué era lo que debía decir y se marchó para las oficinas de la fiscalía, dizque para ver en qué estado iban las investigaciones y no regresó más esa tarde.

Me dejaron encerrado en ese oscuro y frio calabozo, pero los agentes de policía me traían comida y café caliente, con el dinero que les había entregado mi fiel compañero de la U de A.

El lunes, como a las tres de la tarde, me llevaron esposado a la indagatoria, en la fiscalía general de la nación, que es el acto que se realiza ante un juez competente, en el que me comunicaron las razones por las que fui citado a declarar personalmente, para que, de una forma libre y voluntaria, rindiera las explicaciones relativas a mí defensa, suministrando información de los hechos que sucedieron cuando fui capturado en flagrancia, después de haber disparado contra dos sujetos. El fiscal me informó que me estaban acusando de un doble crimen y se me hicieron muchas preguntas personales como la siguiente:

-         ¿Quién es usted, amigo justiciero? – Me preguntó el juez, cómo sorprendido con mi apariencia física.

-         Yo soy un humilde estudiante de la Universidad de Antioquia, que nací en este municipio a tan sólo siete cuadras del parque principal y fui un niño muy feliz, aunque me tocó trabajar en mi infancia llevando mercados en una carreta, me tocó vender mamoncillos y mangos en tiempo de cosecha, pero en general, estoy muy orgullosos de ser antioqueño y de ser colombiano también, aunque me considero un hombre derrotado porque no he podido lograr el más grande de mis objetivos en la vida.

-         ¿Y cuál es el más grande de sus objetivos? – me preguntó el señor juez, como interesado en mis argumentos.

-         Siempre he querido que todos los seres humanos comprendan que la vida e un proceso evolutivo que experimentamos, para ser conscientes de nuestra eternidad como hijos de Dios, pero la humanidad está atrapada en el capitalismo salvaje y se está autodestruyendo lentamente… La humanidad está sumergida en el fanatismo de religiones medioevales, en un materialismo generalizado que está acabando con el planeta tierra, sin poder descubrir la alegría, la paz y el amor que se haya en las cosas sencillas. Me he pasado todos los años de mi vida, tratando de hacer comprender la grandiosidad humana, porque el pensamiento humano es libre e inmortal, pero ya ven en el problema tan grande en el que me he metido, por un instante de furia en el que creí defender mi derecho a vivir en paz. Tres cosas son esenciales en nuestra sociedad para poder vivir bien, y yo, lo único que he hecho es buscarlas, porque estoy convencido que entre todos podemos encontrar esas soluciones para ser felices en este país.

-         ¿Y cuáles son esas soluciones básicas? – me preguntó el juez, como interesado en un tema completamente ajeno al proceso en el que estábamos involucrados.

-         El más importante de nuestros problemas como sociedad, es la seguridad alimentaria, porque no puede ser que los niños de este país, netamente agrícola, estén muriendo de hambre y de desnutrición. No puede ser que, en las grandes ciudades de Colombia, millones y millones de personas se tengan que ir a dormir con hambre, mientras que los más adinerados de nuestros gobernantes, nos muestran sus fincas en las que se crían miles y miles de novillos gordos, que se exportan para el extranjero. ¿No sé de qué manera vamos a llevar el pan recién horneado a todas las mesas de los hogares colombianos, para que todos nuestros paisanos sepan que están hechos a la imagen y semejanza de Dios?... Porque, definitivamente, no pueden existir buenos ciudadanos con hambre. El segundo problema es la violencia que se genera en las acciones demenciales de la guerrilla, de los paramilitares y de las bandas criminales, que son fenómenos sociales financiados por el narcotráfico, que se originó en las sociedades desarrolladas y enfermas, como la de los Estados Unidos de Norteamérica. Un problema de salud pública que, desafortunadamente, hemos heredado debido a su rentabilidad millonaria y es nuestro deber, tratar de destruir ese poder del mal y el sufrimiento que aqueja las comunidades desamparadas, que lo sufren y lo viven en los campos colombianos, porque, afortunadamente, la guerra que mutila con la motosierra, no ha llegado por completo a las grandes ciudades de nuestro país. El tercer problema es la marginalidad y el hacinamiento, que es la acumulación de individuos en un mismo lugar, que no está físicamente preparado para albergarlos y que es el fenómeno que la gran mayoría de los colombianos estamos viviendo, porque si un jefe de hogar no tiene un pedazo de tierra fértil, un terruño o ni tan siquiera una casa, entonces, ¿qué va a defender? ¿Cuál va a ser su sentido de pertenencia, si ese pobre individuo no tiene futuro?... Y es de esa manera, como surgen los muchachos de la primera línea de las manifestaciones, que tanto les incomodan a los burgueses privilegiados que disfrutan de todas las oportunidades.

-         Ahora cuéntanos, ¿cómo es posible que un hombre con esas apreciaciones sociales y con educación superior universitaria, haya terminado envuelto en un vulgar doble crimen? – me preguntó el fiscal, dándome la oportunidad de explicar mi violenta reacción contra los extorsionadores.

-         En la unidad eterna del universo, todos estamos interconectados y afectados por los mismos patrones espacio temporales y es de esa forma en la que cualquier individuo puede nacer y ser muy bueno como fue Jesucristo, como Mahoma, como buda, como krishna, como Abraham, como sor Teresa de Calcuta, como Gandhi, como Nelson Mandela, como José Mujica o ser terriblemente malo como Adolf Hitler, o como Stalin, como Pablo Escobar o como el chapo Guzmán; también sabemos que la subsistencia en estos países subdesarrollados es muy difícil y aunque mi intención no era la de eliminar esos dos individuos, si no la de proteger el escaso patrimonio económico que le ha costado tanto esfuerzo conseguir a mí familia, resulté involucrado en este desagradable problema. Me hubiera gustado encontrarme con esos dos pobres hombres, en otras circunstancias, para enseñarles a recuperar la confianza en sus virtudes, para ayudarles a descubrir la grandiosidad del ser humano, que lo hace muy semejante a los dioses. Me gustaría haberles explicado que todo va más allá de lo que nuestros limitados sentidos perciben, porque existen innumerables fuentes de energía celestial, que nos permiten evolucionar de la forma en que deseemos, porque no hay espacio vacío ni en este planeta ni en todo el universo, que nos impida realizar todos nuestros sueños. El dinero, las riquezas y todas las cosas materiales que existen, se crean a partir de esa energía eterna que conocemos como luz, como pensamiento. Las estrellas, los planetas, el hombre y sus conflictos, existen porque nuestros pensamientos los crean o los destruyen. En esencia, la materia, los hombres y sus disputas, son la expresión de una infinidad de pensamientos, porque el poder de los seres humanos es mayor de lo que podemos concebir. Existen tres leyes invariables dentro del universo, que todos, por muy humildes que seamos, debemos de comprender y esas leyes pueden ser manejadas a nuestro antojo, por nuestra mente… La primera ley, es que la fuente de todos esos problemas en los que nos metemos y que nos parecen confusos, es debido a nuestro propio pensamiento y es la consecuencia de nuestra falta de amor en el corazón y la consecuencia de todos los errores y de todas las injusticias que hemos cometido a través del tiempo, porque nuestra escasa educación y nuestros limitados conocimientos, no nos permiten solucionar esos problemas de una forma pacífica y más razonable. Definitivamente, los colombianos debemos trabajar en el fortalecimiento del amor, de la justicia social y del perdón, para poder lograr esa paz tan anhelada. La segunda ley es la del amor expansivo, que es la verdadera virtud del ser humano y de toda la naturaleza en la tierra, que nos brinda sus dulces frutos sin esperar nada a cambio y la tercera y última ley, es que no hay ni principio ni fin… Las tres leyes que he descrito, se hacen realidad siempre, en este universo que es una unidad eterna de sabiduría. Espero que ustedes sean conscientes, de que la violencia no es el estado natural del hombre y que ese homicidio que cometí, fue en un acto de libre y autentica defensa personal y familiar. Es la mente de nosotros, los colombianos, la que no puede entender el funcionamiento del universo, por la falta de educación en la que nos han tenido sumergidos esa burguesía de terratenientes privilegiados y asesinos, que dominan los medios de comunicación y que no respetan los derechos humanos de la gran mayoría de los habitantes de este país, que viven pagando arriendos carísimos y trabajando ocho horas diarias, para poder medio subsistir, sin darse cuenta que tienen derecho a vivir dignamente, disfrutando de una pequeña porción del territorio de este hermoso país que debería ser de todos. Soy parte vital de Colombia y de sus costumbres. La libertad es mi bandera y en las montañas de Antioquia, mi patria chica, vivimos, sentimos y disfrutamos de esa libertad, porque, afortunadamente, hemos tenido acceso a la posesión de la tierra, aunque se trate de tierras montañosas y regulares, por apenas ser medianamente fértiles. La gran fortaleza de nuestro departamento antioqueño, son los pequeños minifundios de esas tierras baratas, que cualquiera puede comprar con el fruto de su trabajo, y que los campesinos han convertido con su dedicación, en una reserva agrícola que ha ido evolucionando hacia la industrialización, después de que tuvimos las necesidades básicas satisfechas. Los paisas siempre le hemos dado mucha importancia a la educación, a la escuela y a la academia, porque el conocimiento ha sido y sigue siendo muy importante para nosotros, porque desde siempre hemos sabido que el conocimiento es el motor que hace evolucionar las sociedades. Las clases en las humildes escuelitas de la sierra, siempre han llevado mensajes a las mentes de los niños, sobre el significado y sobre el objetivo de nuestra existencia en el planeta tierra. En esos humildes pero respetables centros de sabiduría, nos enseñaron que el universo existe en perfecta armonía y que la felicidad, la paz y el éxito, son el efecto y el resultado de nuestras acciones, como parte pensante e integral de esta hermosa naturaleza -. Guardé silencio un segundo y como nadie argumentó nada, continué explicando - La vida es el ciclo eterno del universo, en el que, hasta la criatura más pequeña y el hombre más pobre y desarraigado, forma parte de la sinfonía celestial. Los latidos de los corazones de los hombres, sin importar las ideologías o las clases sociales, son parte vital en el entramado social, que evoluciona constantemente hacia la consciencia de eternidad, en la que somos parte activa y pensante de Dios. El ser humano descubrió desde hace siglos, la existencia de una ley de armonía en el universo, que es todo lo contrario de esta interminable guerra civil que azota nuestro país, en la que nos matamos por un pedazo de tierra, por el derecho a la educación y por el derecho a vivir dignamente. En Antioquia, las pequeñas parcelas han existido desde siempre y son estas unidades agrícolas, el motor que mantiene el departamento en armonía y el desarrollo en constante evolución.

-         Es sorprendente la forma en la que hablas de nuestro país y el enfoque político que le das, a esa violencia en la que estás metido hasta el cuello, y en la que, posiblemente, vas a perder la vida, pero ya que has tocado esos problemas de importancia general, porque no nos dices, ¿cuáles son las condiciones necesarias para vivir en paz en Colombia? Tomando como referencia los departamentos de Antioquia, Cundinamarca, Atlántico, Boyacá y Nariño, que son los más estables económica y socialmente -. Me preguntó nuevamente el señor juez, dándome la oportunidad para argumentar que los crímenes que cometí, fueron originados en una lucha de clases sociales en los que se defiende el derecho a la vida.

-         La primera condición es ser consciente de tu misión en la tierra y de tener claro el objetivo de tu vida en medio del universo, y para lograr estos conocimientos, deben de existir unos mínimos derechos de existencia, en los que se disponga de un hogar, de un trabajo que garantice la alimentación, la educación y la salud, que son los derechos humanos fundamentales, constantemente violados en nuestro país. No se le puede pedir cordura a un hombre que observa con desesperación, el desplazamiento urbano y rural, al que son sometidos los miserables que no tienen con qué pagar el arriendo en las propiedades privadas de los burgueses. No se le puede pedir prudencia a un joven que ve morir de hambre a su madre y a sus hermanos menores. No se le puede pedir calma y resignación a un adolescente que no tiene posibilidad de estudiar, ni de trabajar dignamente. No se les puede pedir paz a los habitantes de los cordones de miseria, en las grandes ciudades, que ven pasar a los burgueses corruptos en sus autos de lujo, mientras que ellos se pudren en la miseria. No se puede pedir la finalización de la guerra civil en Colombia, violencia de la que ya estoy haciendo parte, porque el estado no me pudo garantizar el derecho a la protección de nuestros bienes, hasta que no haya una reforma agraria seria, consciente e inteligente, que le permita tener a todos los colombianos un techo digno sobre sus cabezas, un hogar, un refugio o una propiedad, que les despierte el sentido de pertenencia.

-         Te quejas mucho de la supuesta violación de los derechos humanos en nuestro país y nos quieres argumentar que eliminaste a esos dos ciudadanos, que también hacían parte de nuestra sociedad democrática, defendiendo tu derecho a la vida, tu derecho a la propiedad privada y tu derecho a la seguridad, tomando la justicia por mano propia, porque en esa nota extorsiva que le has aportado a este proceso, se lee claramente, que fuiste citado en ese lugar y que desde que te fuiste a tomar licor y a consumir estupefacientes, según lo que nos han informado, estabas premeditando el doble asesinato y fuiste a embriagar tus sentidos, para parecer menos culpable ante la sociedad, ante ti mismo y ante el aparato judicial -. Me dijo el señor fiscal, como un poco molesto por el discurso que argumenté en contra del estado democrático que favorece, ampliamente, a esa clase de privilegiados que son los dueños de las tierras buenas, de las propiedades y de todo.

-         Espero, señor fiscal, que ustedes puedan comprender que existen una cantidad de psicópatas que, desafortunadamente, han sido lastimados por una sociedad injusta y no sienten ningún remordimiento, ni ninguna clase de compasión en medio de su accionar delictivo, y que son capaces de secuestrar, extorsionar y asesinar al que sea. En este caso ha sido mi familia la afectada, pero pudo ser la familia o los hijos de cualquiera de ustedes, y alguien se tenía que sacrificar para poder eliminarlos de forma definitiva, de la sociedad y ese he sido yo, porque les he dado de baja conscientemente, con mucho dolor en el alma, porque yo soy un hombre inteligente y un hombre bueno, y hoy tengo que asumir las consecuencias en la defensa del patrimonio económico de mi familia, que mi hermano ha conseguido con mucho esfuerzo en los Estados Unidos de Norteamérica, ahorrando cada dólar que se ha ganado conduciendo una limusina de lujo. Espero que ustedes comprendan que, más que un crimen, ha sido un acto de valor en favor de nuestra sociedad indefensa, para que me den otra oportunidad, la que sea, para reiniciar mi vida en libertad. Espero que esos psicópatas sin escrúpulos, no vayan a robar, a secuestrar o a violar a ninguna de sus hijas, porque si eso llega a suceder, yo voy a estar a vuestra disposición para defenderlos porque, desafortunadamente, en este país la justicia no funciona y el noventa por ciento de los crímenes se quedan en la impunidad. Se necesitan hombres valientes como yo, que sean capaces de jugarse la vida contra esos criminales, que no tienen ninguna clase de respeto por esta sociedad de la que hago parte integral. La descomposición social es muy grande y casi que generalizada, y ustedes y yo, que hemos tenido la oportunidad de estudiar, debemos tratar de fortalecer el orden y la justicia, aunque yo, haya empezado de mala manera, tratando de eliminar el problema con mis propias manos.

Eso fue todo lo que terminé de decir y clavé la mirada en el suelo, bajando mi cabeza completamente abatido por la culpa y esperé humildemente la decisión de aquellos magistrados.

-         Documentaremos todas tus palabras querido exterminador de extorsionistas, pero debes comprender que existen unas leyes escritas, en las que un asesinato premeditado, sin importar los acontecimientos que lo originen, tiene un castigo preestablecido -. Me dijo el juez, suavizando la dura posición que tenía hasta ese momento -. Comprendemos que las cosas son difíciles en este país, pero para impartir justicia están las instituciones correspondientes y el uso de las armas es único y exclusivo de las fuerzas armadas. Has incurrido en el porte ilegal de armas y en un doble asesinato con clara y evidente premeditación. Vamos a ver qué podemos hacer por ti, pero no te puedes hacer muchas ilusiones. Lo lamento.

 

 Todos me trataban con mucho respeto y consideración. Me dieron todas las garantías y también y se me dio la oportunidad de defenderme, aceptando como prueba la nota en la que me estaban extorsionando.

Se terminó la indagatoria y cuando el juez y el fiscal se fueron y nos dejaron solos. El abogado defensor me pidió que, de ahí en adelante, siempre dijera toda la verdad con exactitud, porque lo mío se trataba de un caso de legítima defensa, aunque estaba un poco complicado.

Al otro día, el abogado me trajo el almuerzo porque yo todavía estaba en el comando de la policía y, en absoluto secreto, me pidió que le pidiera a mi amigo, el que estaba manejando el escaso dinero del que él ya tenía conocimiento, que le llevara a la oficina un millón de pesos para el papeleo, un millón de pesos para el fiscal y un millón de pesos para el juez, porque, por teléfono, ya habían llegado a un acuerdo compasivo, en el que me iban a dejar vencer los términos, para que pudiera salir en libertad y me perdiera del país, para rehacer mi vida en otro lado y con una identidad diferente.

Se hizo todo lo dicho, se entregó el dinero a todos los funcionarios de la sobornable justicia colombiana y me mandaron a la cárcel durante seis meses, en los que me dejaron vencer los términos y, después de consignar una fianza de ochocientos mil pesos, salí en libertad condicional, con presentaciones regulares ante la fiscalía.

Cuando salí de la cárcel, un guardián del INPEC que se hizo muy amigo mío, en las interminables tardes en las que jugábamos ajedrez para pasar el tiempo amargo de la reclusión, me entregó una frase escrita en un papelito que decía:

DE REGRESO A LA BATALLA

LA ÚLTIMA CUESTIÓN IMPORTANTE PARA TI, SERÁ:

VIVIRÉ O MORIRÉ HOY

MORIRÉ O VIVIRÉ HOY.

Guardé ese sentido mensaje en mi billetera y en mi corazón, y me concentré en mi nueva vida porque, el amigo querido que me manejó el dinero cuando estaba en la cárcel, hizo una fiesta de bienvenida en la casa de Alicia Vásquez Tobón y, allá, en la finca donde conocí a la hermosa Ángela Restrepo, me presentaron a don Camilo Botero, un ganadero muy adinerado que me dijo:

-         Tengo unos amigos muy importantes que te quieren ofrecer trabajo, bien remunerado, porque les gustó mucho lo que les hiciste a ese par de guerrilleros que pertenecían a las FARC, que extorsionaban a tu familia y que tenían azotado este pueblo, porque resulta que era, a varios, a los que nos estaban extorsionando, pero, ahora, esa organización subversiva que tiene mil tentáculos, te debe de haber convertido objetivo militar y con toda seguridad te van a estar esperando para asesinarte.

-         ¿Y en qué consiste el trabajo? – Pregunté interesado, porque lo que decía el elegante ganadero era verdad. Yo no podía salir con tranquilidad a la calle, después de haber eliminado aquel par de alimañas que debían de ser parte de organizaciones muy grandes, que tenían azotadas a las personas adineradas.

-         Te vas a ir para una finca ganadera, muy importante en este norte lechero de Antioquia y vas a recibir entrenamiento militar por parte del gobierno, para ser el guardaespaldas de un amigo mío, que es un caballista y el criador de ganado de lidia, más importante de este país y allá mismo puedes seguir combatiendo a esos criminales, que ya enredaron tu vida – me dijo don Camilo y, sin pensarlo mucho, acepté de una vez y fue de esa forma que llegué a la hacienda en la que entrenaban los grupos armados de la derecha, cuando yo toda la vida había sido un militante de los progresistas de izquierda, que luchábamos por los intereses de los más necesitados, por los indígenas muertos de hambre de La Guajira, por los negros abandonados del pacífico y por los campesinos sin tierra, sin educación y sin ninguna clase de oportunidades, en un país que no protege el sector agropecuario y que importa el setenta por ciento del maíz, de la soya y del arroz que consume. Era una terrible contradicción en la que estaba siendo lanzado por la necesidad de salvar mi pellejo, pero me resigné porque era la única forma de conocer esos grupos paramilitares de ultraderecha, que venían asesinando los líderes sociales y campesinos liberales, desde hacía más de setenta y cinco años.

Aquella finca, prácticamente, era el refugio central de las autodefensas, porque en ella se vivía un régimen militar en el que se trabajaba con caballos y con ganado desde las cinco de la madrugada, pero a las nueve y media de la mañana, después de que todos habíamos desayunado, nos íbamos para la plaza de toros a trotar en el círculo de arenilla y, después, cuando ya estábamos sudando un poco en aquellas tierras de promisión, nos llevaban para la pista de obstáculos, en la que había paredes para escalar, telaraña de lazos para trepar, zangas, trincheras y obstáculos para saltar. Eran tres horas de entrenamiento físico intenso, por la mañana antes del almuerzo, y, por la tarde, antes de ir a cuidar los caballos y ordeñar el ganado, una hora obligatoria de tiro al blanco, en la que gastábamos millones y millones de pesos en municiones de “INDUMIL” que llegaban por toneladas, sin conocer su financiación. En el entrenamiento físico no tuve ningún problema, porque yo era un atleta natural, que pertenecí a los scouts de Colombia y que jugué mucho futbol en el bachillerato y en la universidad. En el campo de tiro fui el mejor desde el principio, porque yo, donde ponía el ojo ponía la bala, y el patrón, sorprendido con mi puntería y con mi imponente masa muscular, decidió que me hicieran un entrenamiento especial, para ser su escolta personal. Para que vean lo que son las ironías de la vida, el paramilitar más adinerado de la ultraderecha, había elegido al guerrillero más humano y más progresista de la izquierda, para que fuera su escolta personal y fuera el responsable de su vida en todo momento, era como poner un ratón a que cuidara el queso.

Todos los días vivíamos la misma rutina, sonaba la sirena a las cuatro de la mañana, nos duchábamos y nos poníamos el camuflado, todos, porque hasta el médico veterinario que atendía el ganado, iba vestido de militar y tenía su fusil, cuando estaba en las fincas, porque aquella organización tenía varias fincas en todos los municipios del norte lechero de Antioquia. Cuando ya estábamos arreglados, nos daban chocolate caliente con una arepa inmensa, quesito y un buñuelo, y esos eran dizque los tragos, porque a las nueve de la mañana, después de peinar los caballos y limpiar las pesebreras, que era el oficio que me tocaba a mí, nos daban el desayuno fuerte, con calentado de frijoles, arroz y carne, huevos fritos, otra arepa gigante y más chocolate oscuro o con leche. Con esos ricos el trajín físico era duro, pero abundaba la comida buena.

Ninguno de los habitantes del norte lechero de Antioquia, nos dimos cuenta de cuándo empezó este nuevo fenómeno paramilitar, porque desde el 9 de abril de 1948 se recrudeció la violencia que siempre ha existido desde la época de la colonia, en la que empezaron a suceder las ejecuciones extrajudiciales de los liberales socialistas, de los cuatreros que se robaban el ganado y de los campesinos sin tierra que mendigaban los derechos humanos, pero nunca se habían conocido estructuras paramilitares dedicadas a la limpieza étnica, de sectores de la población que no fueran del agrado del régimen, supuestamente democrático. Es triste reconocerlo, pero los ciudadanos colombianos, nunca hemos tenido la conciencia exacta del modelo político y económico que debemos de seguir, debido a que nos liberamos de los españoles colonialistas a medias, porque los grandes esclavistas y los terratenientes que accedieron a la tierra realenga por “Las Mercedes”, que eran unos títulos de propiedad que entregaban los españoles, en el momento en que se fundaba un pueblo o, más tarde, en la medida en que las solicitaban los interesados que eran los virreyes, los gobernadores, los auditores o cualquier vasallo español, que pudiera alegar servicios a la corona imperialista. Se invocaba la responsabilidad de una familia a la que había que sustentar, el tener la calidad de “Vecino” o el ser reconocido como persona honrada, que glorificaba el imperialismo español; categorías en las que no podían ingresar los negros esclavizados, ni los indios ni los campesinos mestizos y analfabetas, que iban surgiendo con la colonización. Los esclavistas y los terratenientes criollos, que recibieron inmensas cantidades de tierra, directamente de la corona española, continuaron gobernando de manera siniestra, para poder continuar conservando los privilegios adquiridos en la época de la colonia. Nuestro país, el del sagrado corazón de Jesús, nunca ha podido dejar de sentir el terror que se sintió la noche del 9 de abril de 1948 en la que asesinaron el caudillo del pueblo humilde, el abogado Jorge Eliecer Gaitán. Ejecución extrajudicial que originó una guerra civil interminable, que ha llenado de cadáveres los ríos, las veredas, los montes y las ciudades de nuestra patria querida. Una lucha fratricida, en la que se elimina sin ninguna clase de escrúpulos a todo el que piense diferente, y quiera modificar el orden establecido por la iglesia católica y por el estado, y yo, que era biznieto de un negro africano, de una indígena wayú y de un inmigrante alemán. Yo que estaba más pobre que una rata y era fugitivo de la justicia, tenía que estar pendiente del patrón que salía de sus habitaciones privadas, como a las diez de la mañana, después de estudiar todos los libros y de llevar la contabilidad y los registros de la finca, que le reportaba inmensas cantidades de dinero. La prioridad mía, era estar pendiente de lo que el gran jefe necesitara, aunque siempre se respetaba el horario de mi entrenamiento físico, cuando estábamos en la finca, porque salíamos muchas veces a otras haciendas o al pueblo, como ocurrió un sábado por la tarde, en el que fuimos a visitar al teniente Juan Rodrigo Meneses Quintero, que iba a ser el nuevo comandante de la policía.

-         Mucho gusto teniente, bienvenido al municipio de Yarumal – le dijo el jefe, con la autoridad del que manda más en un pueblo -. Yo tengo un grupo de hombres muy bien entrenados, que van a colaborar mucho con usted y, además, yo necesito que usted colabore con ellos, porque te van a dar mucha información y le van a pacificar toda la zona, cuando usted lo necesite. Tenga este dinero para sus gastos menores…  – El jefe se agitó enfadado, cuando el policía no quiso recibir el fajo de billetes que le estaba ofreciendo y lo dejó con la mano estirada -, Si quiere no los reciba, pero sepa que nosotros tenemos el apoyo de la policía a nivel departamental y nacional, y, de todas maneras, con su ayuda o sin ella, nosotros vamos a seguir saneando esta región.

Después de pensar unos segundos en completo silencio, el teniente recibió el dinero y dijo:

-         Bueno pues, para adelante.

 

Ese fue el sencillo compromiso que llenó de cadáveres toda la zona del norte lechero de Antioquia.

Nos invitaron para la oficina del teniente y la secretaria nos trajo tinto caliente, porque la tarde estaba más fría que nuestros corazones. El gran jefe sacó una lista en una hoja de bloc y le dijo al comandante:

-         Estos son los colaboradores de la guerrilla que tenemos que empezar a eliminar, porque, mañana mismo, dizque van a atacar el peaje de la autopista, según lo que me han informado unos infiltrados que tengo por allá.

-         Si quieren, mañana temprano vienen, que yo les presto dos agentes de “LA SIGUIN”, que son los de la inteligencia policial, para que vayan con ustedes y resuelvan esa situación.

Así se hizo, y el gran jefe y yo, coordinamos toda la operación personalmente. Nuestros hombres esperaron en las camionetas con vidrios polarizados y, efectivamente, en la hora boba del almuerzo, exactamente a la una de la tarde, llegaron dos sujetos en una motocicleta dizque a robar el peaje. Los de “LA SIJIN” con una precisión militar, le dieron de baja a los dos delincuentes para demostrarnos lo eficientes que eran, y se empezó la época más sangrienta de la hermosa tierra donde nació Epifanio Mejía, el insigne poeta que escribió el himno antioqueño que dice así:

¡Oh libertad que perfumas

las montañas de mi tierra

deja que aspiren mis hijos

tus olorosas esencias!

 

Amo el sol porque anda libre

Sobre la azulada esfera

Y al huracán porque silba

Con libertad en las selvas.

 

El hacha que mis mayores

Me dejaron por herencia

La quiero porque a sus golpes

Libres acentos resuenan.

 

Forjen déspotas tiranos

Largas y duras cadenas

Para el esclavo que humilde

sus pies, de rodillas, besa.

 

Yo que nací; altivo y libre

Sobre una sierra antioqueña,

Llevo el hierro entre las manos

Porque en el cuello me pesa

 

Nací sobre una montaña

Mi dulce madre me cuenta

Que el sol alumbró mi cuna

Sobre una pelada sierra

 

Nací libre como el viento

De las selvas antioqueñas

Como el cóndor de los andes

Que de monte en monte vuela

 

Pichón de águila que nace

Sobre el pico de una peña

Siempre le gustan las cumbres

Donde los vientos refrescan

 

Cuando desciendo hasta el valle

Y oigo tocar la corneta,

Subo a las altas montañas

A dar el grito de alerta

 

Muchachos, le digo a todos

Los vecinos de las selvas

La corneta está sonando…

¡tiranos hay en la sierra!

 

Mis compañeros, alegres,

el hacha, en el monte dejan,

para empuñar en sus manos

La lanza que el sol platea

 

Con el morral a la espalda

Cruzamos llanos y cuestas,

Y atravesamos montañas

Y anchos ríos y altas sierras.

 

Y cuando al fin divisamos,

Allá en la llanura extensa,

Las toldas del enemigo

Que entre humo y gente blanquean

 

Volamos como huracanes

Regados sobre la tierra

¡ay del que espere el empuje

de nuestras lanzas revueltas!

 

Perdonamos al rendido

Porque también hay nobleza

En los bravos corazones

Que nutren las viejas selvas

 

Cuando volvemos triunfantes

Las niñas de las aldeas

Rinden coronas de flores

A nuestras frentes serenas

 

A la luz, de alegre tarde

Pálida, bronceada, fresca

De la montaña en la cima

Nuestras cabañas blanquean

 

Bajamos cantando al valle

Porque el corazón se alegra;

Porque siempre arranca gritos

La vista de nuestra tierra.

 

Es la oración; las campanas

Con golpe pausado suenan;

Con el morral a la espalda

Vamos subiendo la cuesta

 

Las brisas de las colinas

Bajan cargadas de esencia.

La luna brilla redonda

y el camino amarillea.

 

Ladran alegres los perros

Detrás de las arboledas;

El corazón oprimido

Del gozo palpita y tiembla…

 

Caminamos…

Caminamos…

Y blanqueas…

Y blanquean…

Y se abren con su ruido

 De las cabañas las puertas

 

Lágrimas, gritos, suspiros,

Besos y sonrisa tiernas,

entre apretados abrazos

y entre emociones revientan.

 

Oh libertad que perfumas

 Las montañas de mi tierra,

deja que aspiren mis hijos,

tus olorosas esencias!

 

Todos los días entrenábamos en las pistas de la finca, éramos casi treinta hombres, de distintas procedencias, y como sólo había tres fusiles y dos escopetas viejas, fabricamos nuestras armas con pedazos de madera, para acostumbrarnos al peso y a las dificultades de la guerra, pero el 19 de abril del año 1993, llegó un helicóptero como a la tres de la tarde y aterrizó en el inmenso jardín de “La Mayoría”, que así era como llamábamos la casa principal de la finca.

Con un ruido aterrador y un ventarrón que me hizo volar el sombrero, llegó el monstruoso aparato cargado con diez cajas de fusiles AR 15 y de municiones para los mismos. Unas cajas rectangulares tan pesadas, que traían maniguetas de cuero, para que fueran bajadas, una por una, por cuatro hombres, porque, con toda seguridad, esas cajas debían de pesar más de ciento veinte kilos cada una.

El patrón les entregó un fajo de billetes, a los cuatro integrantes de la tripulación, que los aceptaron con una sentida manifestación de agradecimiento y, entre todos, fuimos poniendo las cajas en la sala de la mansión y después salimos a ver el despegue del inmenso helicóptero color naranja, de la gobernación de Antioquia, tripulado por militares uniformados del gobierno.

Todos estábamos felices porque, en tan solo media hora, las autodefensas del norte lechero de Antioquia, habían sido equipadas con seis cajas de armamento pesado y cuatro cajas de municiones de alto calibre, que llenarían de muerte y de terror a todo el nordeste de Antioquia. El jefe, uno de los ganaderos más educados, más católico y más próspero del departamento, había quedado encargado de la dirección absoluta de aquel grupo de bandidos, y sin poder ocultar la emoción que lo embargaba, se paró en la mitad del inmenso salón y nos dijo:

-         Queridos compatriotas, estoy muy contento de tenerlos a todos ustedes, que son representantes fieles de la iglesia católica, apostólica y romana, encabezada por el honorable padre Gonzalo Palacio, aquí presente, y que dentro de unos minutos va a bendecir estas armas, que hemos recibido de la gobernación de Antioquia y del glorioso ejército nacional de Colombia que, con este acto de generosidad, nos ha convertido en los defensores de la democracia, del orden establecido en la constitución y de la tradición centenaria. Existe la terrible posibilidad de que las guerrillas comunistas, exterminen a los hombres conservadores de nuestras tradiciones y a los liberales socialdemócratas, que nos hemos ido estableciendo en el senado de la república y en el futuro de este hermoso y próspero país. Es muy aterrador el ser testigos de la constante amenaza de los diferentes grupos guerrilleros, que pretenden exterminar a todas las comunidades religiosas y principalmente a las de la fe cristiana, y para que sepan de lo que estoy hablando, voy a poner por ejemplo la matazón del 9 de abril del año 1948, cuando dieron de baja al comunista del Jorge Eliecer Gaitán y las chusmas de los socialistas , enloquecidas, le prendieron fuego a las iglesias y asesinaron, cobardemente, a centenares de sacerdotes y de monjitas de la caridad, que no tenían nada que ver en el asunto. Somos los poseedores de los fúsiles, somos los poseedores de la verdad y con la convicción profunda, de que estamos cumpliendo con nuestro deber de católicos y de buenos ciudadanos, vamos a limpiar esta sociedad que se debate en el acoso de la extorsión y del secuestro. Existen una cantidad de mendigos desechables, de drogadictos, de cuatreros, de sindicalistas y de comunistas, que deben de ser eliminados para que las personas de bien, podamos vivir en paz. Es inaudito que ya no podamos pasear en nuestros autos por las autopistas de Colombia, porque en cualquiera de esos caseríos miserables, podemos ser víctimas de la famosa “PESCA MILAGROSA” en la que somos retenidos, mientras que nuestros familiares tienen que consignar gruesas sumas de dinero, para que podamos ser liberados, es por todo eso que, a sangre y fuego, vamos a eliminar a los integrantes de la unión patriótica (UP) y a todos los que no le sirvan a la sociedad. Muchas gracias queridos defensores de la patria y de las buenas costumbres.

En aquella fatídica tarde, el norte lechero de Antioquia había sido incorporado a la cadena de terror, de los tradicionales pero ilegales grupos de autodefensas, fomentados desde hace más de setenta y cinco años, por todos los gobiernos supuestamente democráticos de Colombia, recomendados y asesorados por el gobierno de los Estados Unidos de Norteamérica, que nos envió al general William P. Yauhorough director de las investigaciones del centro de guerra especial de Fort Bragh, Carolina del norte, encargado de evaluar la estrategia milita en Vietnam, Argelia y Cuba. Militar extranjero que recomendó y ayudó a financiar, con recursos de la DEA, los grupos paramilitares en la supuesta lucha anticomunista de nuestro país.

Mientras que el sacerdote Gonzalo Palacio rezaba y le tiraba agua bendita la los fúsiles y a las municiones, las mujeres del servicio empezaron a repartir chocolate caliente, pan de queso y arepas grandes con cuajada, porque en nuestro pueblo tenemos la costumbre de hacer las arepas grandes, porque de lo bueno es mejor comer más. Nos sentamos con gran algarabía a tomar la merienda y cuando terminamos, el patrón fue llamando a cada uno de los comandantes de zona y nos entregó de a una caja con seis fusiles nuevecitos y seis mil municiones calibre punto cincuenta, y repartió el personal de la siguiente forma:

-         En el corregimiento de “El Pueblito” va a organizar a la comunidad “El alemán” que es mi guardaespaldas personal y el hombre de mi absoluta confianza, porque ese es el corregimiento más importante en esta lucha anti subversiva. En el campo militar le va a colaborar alias “Simón Bolívar” y lo va a ayudar a dirigir Henry de Jesús Múnera Sierra, alías “El Palomo”. En los llanos de “El Cuivá” el cerebro va a ser Carlos Enrique Ariza, que es el corregidor de la zona y le van a colaborar Walter Emilio Rodríguez “El Conejo” y Léonidas Pemberty. En la zona urbana el líder va a ser el padre Gonzalo Palacio, que les va a pasar la lista de los que le han confesado ser de la guerrilla y cometer secuestros, robos, extorsiones y crímenes, y, usted, “Pelo de Chonta” acompañado con Nonato de la Cruz Varas, van a recibir la información que les pase el sacerdote con mucha discreción y van a cumplir, al pie de la letra, la única exigencia de ese maravilloso enviado de Dios, es que por ningún motivo quiere muertos al frente de la iglesia, ni muy cerca de la casa parroquial, mejor dicho, el cura no quiere ver sangre, ni cabezas tiradas por donde el pase, ¿entendido? – les preguntó el patrón y sin esperar respuesta continuó -. En el otro corregimiento, que para nosotros es muy importante, en “La Loma” va a mandar “Jairo Rodríguez Vargas, que ha tenido mucho entrenamiento militar y le va a colaborar Alirio Rojas, que hoy no se encuentra presente, pero que es un hombre de mi absoluta confianza, y también va con ellos Jorge Alberto Osorio, porque por allá hay mucho desechable que hay que entrar tumbando, porque están afeando mucho el paisaje, pidiendo ligas para comprar “bazuca” y pegante. En las veredas de “El llano” y de “La Ceja” van a estar Jhon Fredy Echavarría alias “Chamizo”, que tiene familiares en esa zona y que con toda seguridad le van a colaborar, y lo acompañan, Luis Ernesto Espinal y Darío “El Relojero” que es el que va a manejar la inteligencia, porque en esa región están extorsionando y atracando a todos los finqueros. En “Montebello” y todos sus alrededores, que es una zona muy grande y muy complicada por la topografía del terreno, y porque la guerrilla tiene campamentos establecidos desde hace tiempo, va a mandar Horacio Javier Huertas, que es un militar con experiencia y le van a colaborar, lo más que puedan, porque él no tiene casi tiempo, Jorge Wilson Díaz, Miguel Alfredo Palacios, Álvaro de Jesús Vásquez encargado de las finanzas y José Raúl Martínez. Todos los otros que no mencioné, van a patrullar en la autopista, entre Santa Rosa de osos y Caucasia, y quiero que tiren al río a todo el que parezca guerrillero, comunista, sindicalista o que esté molestando con ese cuento de los derechos humanos. Me dejan limpio de limosneros y de esos locos que son habitantes de la calle, a Valdivia, puerto Valdivia, y quiero que despedacen a los muertos y los dejen tirados al bordo de la autopista, para que los camioneros les cuenten a los costeños, que, en Antioquia la grande, estamos matando a los guerrilleros comunistas y que los liberales se salvaron, porque César Gaviria nos tiene muy bien controlados y nos volvió más godos que los mismos godos. Bueno muchachos, eso es todo en materia de organización, porque ya mismo, los trabajadores de la finca van a matar el novillo más gordo, para que comamos carne asada y para que celebremos tomando cerveza, aguardiente y ron Medellín añejo, la llegada de la paz al Norte ganadero y lechero, de Antioquia federal. Muchas gracias a todos y si van a tomar licor, lo toman con calma o mejor toman cerveza, porque ese aguardiente antioqueño es muy bravo y muy traicionero.

Esa noche rumbeamos, tomamos licor hasta el amanecer y ensayamos todos los fusiles, haciendo tiros al aire, para que el pueblo supiera con el traqueteo de las balas, quiénes eran los que mandábamos de ese día en adelante.

Al otro día nadie hizo nada, porque, escasamente, cuidamos los caballos que estaban en las pesebreras y casi todos lo pasamos tomando limonada con hielo y durmiendo. Recuperando fuerzas porque después de esa fiesta espectacular, empezaba la pasificación de nuestro querido país.

El 29 de abril de 1993 aparecieron los primeros muertos en las calles de Yarumal, de Ituango, de Campamento, de Angostura, de Briceño, de San Andrés de Cuerquia, de Santa Rosa de osos, de Valdivia y de puerto Valdivia, pero en la famosa emisora de “Cerro Azul” y en el periódico “El Yarumaleño” no se mencionó nada, porque el patrón ya les había pedido absoluta discreción y silencio total, sobre lo que sucediera en el pueblo de esa fecha en adelante. En esa fatídica y tenebrosa primera noche, el jefe, que no le gustaba participar en acciones paramilitares, me pidió que condujera una de las camionetas en la masacre de Santa Rosa de osos, en la que se ejecutaron tres miembros de una misma familia, sindicados de ser los cuatreros que mataron y pelaron, el más famoso de los toros indultados de la finca. Fue un comando de diez hombres encapuchados en dos camionetas Toyota, una roja que nos prestaba el F2 y la otra negra, que nos había regalado el ultra secreto apóstol San Pedro, que era el automotor que yo empecé a manejar desde ese día. Los sacamos de la vivienda para torturarlos y obtener información de los que mataban y pelaban las reses, para vender la carne en las carnicerías del pueblo. Fue en esa operación que descubrimos todas las conexiones del sorprendente y famoso “Cartel de la Carne”, en el que un grupo de delincuentes, se dedicaban a robar y matar el ganado de las fincas lecheras, para después vender la carne en las carnicerías de Santa Rosa de osos, de Yarumal y de la plaza minorista de Medellín.

Había empezado la limpieza social, financiada los ganaderos y por los comerciantes del norte lechero de Antioquia.

Fueron Liliana Soto, personera del municipio y su amiga Clarita Carmona, las primeras personas que encontraron los cadáveres de los cuatreros que estaban tirados a una cuadra del parque municipal, visiblemente muertos por la palidez de sus rostros y por las manchas de sangre reseca en toda su mugrienta ropa. Interrumpieron su camino hacia la misa de seis, para ir a informar en la estación de policía, la existencia de esos tres muertos, para que hicieran el levantamiento de los cadáveres. El procedimiento oficial de reconocimiento no se realizó, porque los agentes de la policía, después de apartar una inmensa cantidad de gente que se había aglomerado alrededor de los tres difuntos, se los llevaron en un carro particular, hasta el cementerio, sin hacer ninguna clase de registro legal del proceso. Fue de esa manera en que la gran mayoría de los muertos, de esa etapa oscura de nuestro país, fueron enterrados como N.N. y no fueron registrados porque nunca existieron oficialmente.

La personera del municipio y su más querida amiga, pendieron la radio para escuchar el noticiero, pero en la emisora de “Cerro Azul” no dijeron nada. Se escuchó música popular toda la mañana y se canceló el noticiero matutino sin ninguna explicación. En el periódico “EL Yarumaleño” tampoco se enteraron del asunto, pero en la personería le informaron a doña Liliana, que no habían sido tres los muertos, sino cinco, porque en la carretera del alto de ventanas, habían aparecido unos costales con los cuerpos de dos sujetos completamente descuartizados.

En el noticiero de la noche, el locutor de la radio dio la noticia de la aparición de unos muertos y leyó un comunicado del comandante de la policía, que hablaba de siete muertes violentas, como consecuencia de la limpieza social que se había iniciado en toda la zona, y pidió a todos los actores del conflicto, muy encarecidamente, que dejaran las armas y se integraran al proceso democrático de pacificación, porque de lo contrario, serían exterminados sin misericordia.

Las personas que escucharon las noticias y los que habían observado los cadáveres, supieron inmediatamente, que se había iniciado la supuesta limpieza social, que se había estado promocionando en unos panfletos amenazantes, que desde hacía dos meses venían circulando por el pueblo, en contra de los comunistas de la UP, de los guerrilleros, de los extorsionistas, de los consumidores y expendedores de drogas ilícitas, de los cuatreros y de los ladrones en general.

No se conoció el nombre de los muertos y tampoco se supo el número exacto, porque no se hizo un registro oficial de ellos. Nadie los reclamó en la morgue municipal, donde estuvieron todo ese día y toda la noche, y en un viernes triste, oscuro y lluvioso, fueron enterrados como N.N. en el cementerio municipal en el que, por fortuna, había muchas tumbas vacías, porque en nuestro pueblo casi no se moría nadie por muerte natural. El locutor de la radio como que olvidó los muertos del día anterior, porque en el noticiero de las seis de la mañana no se mencionó nada y estuvo hablando de una especie de árboles que estaban en vía de extinción y de unas orquídeas microscópicas que sólo existían en la selva tropical húmeda de Yarumal, y para sorpresa de la honorable personera, todos, en la administración municipal, ignoraron el asesinato de “Chucho azadón” un retrasado mental que tenía el índice de la mano derecha fracturado y rígido, como un pequeño garfio, con el que perseguía a las muchachas del colegio gruñendo como un cerdo, en una charla inofensiva que llenaba de risotadas el ambiente. ¿Quién dio la orden para asesinar un pobre hombre especial, que no le hacía daño a nadie y que era un personaje folclórico?... Era la ultraderecha Hitleriana de los nazis, que no toleraba a los que pensaran diferente y mucho menos a los retrasados mentales que contaminaban el ambiente de los ricos perfectos, rubios y hermosos, y para sorpresa de todos, esa misma noche habían matado a “La palomita” un pobre reciclador y drogadicto, que pedía comida en la puerta de los restaurantes y caminaba desgreñado y mugriento, siempre vestido de harapos, aunque era el único hijo de una mujer muy trabajadora, que laboró muchos años en el matadero municipal de reses y de cerdos. Mucha gente lamentó la muerte de aquel par de mendigos, que alegraban el ambiente de este hermoso pueblo clavado en las montañas de Antioquia. En el anfiteatro dejaron otros cuatro cuerpos más, que presentaban tiros de gracia en la frente y que los trajeron en el camión de la escalera, del principal corregimiento del municipio, al que ya no iban las autoridades, porque ahora estaba totalmente controlado e invadido por los paramilitares. Allá en “El pueblito” estaban apareciendo tantos cadáveres de campesinos muertos, que los mismos paramilitares empezaron a enterrarlos en la finca de don Antonio Tobón, el dueño del supermercado donde toda la gente mercaba.

Toda la gente empezó a reconocer las camionetas en las que andábamos y empezamos a gozar de una popularidad en la que nos hicimos muy atractivos para las chicas, por un extraño fenómeno que nunca pude entender. Las mujeres nos amaban con devoción y siempre estaban dispuestas a complacernos, viajando y rumbeando con nosotros en interminables fiestas, en las que abundaba la comida, el licor, las drogas, el sexo y todas las exageraciones que el ser humano se pueda imaginar. La tentación era muy grande y como en todas partes nos invitaban a comer y a tomar licor, establecimos un campamento definitivo en “El pueblito” y ya casi no íbamos a la finca del gran jefe. Nosotros éramos la autoridad armada y hacíamos lo que nos daba la gana, bañando con la sangre de, los supuestos guerrilleros y de todos los bandidos, el norte lechero de Antioquia.

Los ganaderos, los comerciantes, los agricultores, aportaban gruesas sumas de dinero a la causa, que nosotros empezamos a manejar a nuestro antojo, mientras que recorríamos las veredas en lujosos autos de alta gama, que decomisábamos en la autopista en nombre de la pacificación del país. Nos paseábamos patrullando toda la zona, acompañados de las mujeres más hermosas del pueblo, que ahora eran nuestras amantes incondicionales, porque nosotros éramos los que mandábamos. Nunca imaginé que la pacificación de nuestro país fuera tan divertida, porque las mujeres más hermosas se convirtieron en un preciado trofeo de guerra, aunque, desafortunadamente, los novios y esposos celosos, se tuvieron que ir muriendo en extrañas circunstancias, que fueron muy criticadas en aquella guerra fratricida que nos envolvió.

Me convertí en el comandante general de una tropa de veinticinco hombres, que fui incorporando con voluntarios de otros pueblos y de la misma zona, atraídos por el poder de las armas. Nos pasábamos la mayoría del tiempo tomando licor y comiendo bueno, porque cuando se acababan los víveres, íbamos a cualquier supermercado y pedíamos lo que quisiéramos en nombre de la pacificación del país. Semanalmente recibíamos una lista con los nombres de los supuestos colaboradores de la guerrilla, que había que fusilar, sin hacer más investigaciones, porque el sacerdote Gonzalo Palacio conocía a todos los maltratadores de mujeres, a todos los homosexuales y a todos los delincuentes de esa región, y se convirtió en el informante más efectivo porque, con su conexión celestial, Jesucristo no le permitía que se equivocara.

Mi estrategia de guerra era muy sencilla y me liberaba de toda culpa moral, porque yo personalmente no asesinaba a nadie. Si el enviado de Dios, que era el padre Gonzalo Palacio, alías “Apóstol san Marcos”, ordenaba la muerte de un feligrés, mi bloque militar la ejecutaba, porque era una orden sagrada. Muy sencillo: Si Dios manda, nosotros obedecemos y de esa forma no nos podemos equivocar.

Yo no sé cómo trabajaban los otros comandantes de bloque, pero de todas formas el gran jefe estaba feliz con los resultados de nosotros, y los políticos y las fuerzas militares se pusieron a nuestra disposición. Cuando empezamos a hacer operativos con el glorioso ejército de Colombia y con la policía nacional, nos tocó mermar el licor y la fiesta, para guardar las apariencias, porque descansábamos, comíamos y dormíamos en los batallones del ejército, sin ningún problema, aunque nos tuvimos que integrar a sus entrenamientos físicos, a sus estrategias de guerra y a su disciplina militar, aunque nos resultaba muy difícil, porque extrañábamos dormir hasta tarde, el dinero a manos llenas y las mujeres hermosas.

El señor alcalde como que no se enteraba de lo que estaba sucediendo, aunque fue otro de los que prohibieron al director de la emisora “Cerro Azul” divulgar noticias negativas que podrían aterrorizar al pueblo.

Al tercer día hicimos una masacre en el barrio “La pegadilla” que era donde quedaba la zona de tolerancia. Exactamente a los doce y diez minutos de la noche, llegamos hasta ese callejón con las camionetas del exterminio. Diez hombres armados hasta los dientes, porque todos llevaban un fúsil, una pistola nueve milímetros con dos cargadores y un puñal de guerra norteamericano, que fue otro de los regalos que nos mandó ese día el apóstol san Pedro, que nunca se dejaba ver en la zona, pero que era el que gestionaba todos los recursos y todos los contactos en el gobierno nacional y con las élites económicas de la región, que le tenían una fe ciega a su liderazgo político.

Todos los habitantes trasnochadores que se encontraban en ese callejón, se quedaron pasmados cuando se vieron rodeados por diez hombres armados, vestidos de civil. Yo era el que estaba dirigiendo la operación limpieza y grité:

-         Somos miembros certificados de la defensa civil de Colombia y venimos a hacer un control de rutina, pero tranquilos que el que nada debe, nada teme. Todos se van a quitar las chaquetas y las camisas y mientras más ligero lo hagan mejor, porque con este frío tan verraco les puede dar una pulmonía, y después les muestran las manos a los funcionarios, para mirar a ver quién tiene los dedos manchados con el humo de la “bazuca”

Todos se quitaron la camisa, se pusieron de frente contra la pared y yo fui apartando los que tenían las marcas que les dejaban los pesados morrales de la subversión en los hombros. Había exactamente cinco campesinos jóvenes y fornidos, con las características marcas que les dejaban el fusil y los morrales, en sus correrías de guerrilleros, aunque después supe que las pesadas bombas para fumigar la papa y los otros cultivos, también dejaban las mismas marcas en los cuerpos de los campesinos, pero ya no había nada qué hacer, después de los múltiples errores cometidos.  Empecé a mirar los dedos índice y pulgar, el rostro demacrado y los dientes arruinados de los habituales consumidores de droga, que presentaban manchas en los dedos de un café rojizo, como si hubieran manipulado de ese yodo que se utiliza para desinfectar los animales y encontré seis reconocidos drogadictos que también separé, obligándolos a que se acostaran boca abajo en mitad de la calle con los guerrilleros, supuestamente, para requisarlos bien y sin necesidad de dar la orden, mis compañeros de limpieza social empezaron a disparar y los mataron a todos, mientras que los otros pueblerinos que estaban parados contra la pared, huyeron despavoridos, como si hubieran visto al diablo. Ese día cayó alías “El flaco”, alías “El camaján” y alías “El ronco”, famosos consumidores o expendedores de droga, pero, desafortunadamente, no les sirvió de experiencia a los que quedaron vivos, porque al otro día continuó la fiesta en las cantinas, como si nada hubiera pasado. Fueron once los abatidos que mandamos para el anfiteatro esa misma noche.

La noticia de esa masacre se esparció como un reguero de pólvora, por toda la región del norte lechero de Antioquia, y empezaron los chismes y comentarios que vinculaban a los patrones, con las convivir y con los paramilitares que estábamos limpiando toda la zona de guerrilleros, de extorsionistas, de secuestradores, de ladrones de ganado y de expendedores y consumidores de drogas ilícitas. Las murmuraciones empezaron porque habían estado llegando muchos helicópteros a la finca, y porque la entrada y salida, de camionetas lujosas, se había incrementado de una forma poco acostumbrada. También surgieron muchos comentarios, porque vieron a nuestro jefe entregando una gruesa suma de dinero al gerente de la funeraria, dizque para que le entregara un féretro humilde, a todos los muertos que no tuvieran familiares o que no tuvieran con qué comprar el cajón, que eran casi todos. Era una prueba fehaciente de la caridad y del humanismo de aquel prospero ganadero, con los dolientes de los difuntos que, inmediatamente, dijeron que el diablo estaba haciendo hostias, pero tuvieron que aceptar el obsequio, porque necesitaban con urgencia ese féretro y esos cirios, para poderle dar cristiana sepultura a sus muertos. El padre Gonzalo Palacio también hizo la misa de forma gratuita para esos muertos. Las lenguas viperinas empezaron a vincular nuestros patrones, que eran unos santos dedicados a limpiar el pueblo de las supuestas alimañas de la Unión Patriótica (UP), con las extrañas ejecuciones extrajudiciales y con los panfletos que amanecían todos los días debajo de las puertas de las casas y que decían:

-         “Señor padre de familia: si su hijo es sano, acuéstelo temprano, porque después de las ocho de la noche no respondemos por la vida de los que estén en las esquinas haciendo corrillos, atracando, vendiendo drogas o asociándose para delinquir.”

Liliana Soto, la honorable personera, fue la primera que empezó a protestar y a tratar de llamar la atención de las autoridades departamentales, por la inmensa cantidad de homicidios que se contaban por centenares en toda la zona y fue de la gobernación de Antioquia, que le contestaron en un comunicado oficial, que tratara de guardar silencio ante ese fenómeno paramilitar, que se había salido del control de las autoridades, porque de otra manera iba a colocar su propia vida en peligro.

La histeria era colectiva y los chismes de que el patrón y sus familiares eran los creadores de las “CONVIVIR”, que se habían degenerado en grupos de limpieza social, ya no paraban, pero él no podía permitir que se dijeran esas cosas, que se deteriorara su imagen pública, porque lo iban a salir relacionando con toda esa cantidad de ejecuciones extrajudiciales, hasta que tuvo que vivir ese señalamiento directamente, el día en que entró en uno de los bares del parque y un borracho le gritó desde una de las mesas:

-         Abran paso que llegó el nazi que detesta a los pobres y a los feos… Tiendan una alfombra roja para que pase ese terrateniente fascista, al que le gusta torturar los pobres toros de casta y a los retrasados mentales que están apareciendo muertos en las calles. Abran paso manada de miserables, que llegó el hermano del famoso senador que va a convertir a Antioquia en una federación independiente de los negros del pacífico y del chocó, de los indígenas de La Guajira y de los mestizos del Casanare, y mírenme bien, porque, con toda seguridad, mañana o pasado mañana voy a estar muerto, porque a estos riquitos poderosos, les gusta mandar a asesinar a todo el que hable mal de ellos, porque no son capaces de enfrentarse con un campesino, frente a frente, como lo hacemos los hombres de verdad.

El jefe se quedó mirándolo a los ojos, después de ese largo discurso y pálido de la furia le preguntó:

-         ¿Usted, es muy bravo o qué?... y diga si es que se quiere morir, porque si así lo desea, yo le puedo ayudar a cumplir ese sueño.

-         Ustedes son muy guapos y, en su familia, dizque les pegan a los hombres en la cara, cuando están protegidos con guardaespaldas armados, pero vamos a ver si es verdad que tienes los testículos para mandarme a matar delante de todos estos testigos, porque, para mí, usted es un enano afeminado, homosexual y pálido, que no aguanta con la mano de un hombre de verdad, como yo.

El patrón de quedó mirándolo en silencio y, con la mirada furiosa, trató de decirle todo lo que un hombre inteligente no le podía decir en la presencia de tantos testigos. Yo avancé con la intención de pegarle un puñetazo al borracho grosero, que era un hombre muy alto y muy elegante, pero el patrón me detuvo sujetándome del brazo y me dijo en voz baja:

-         Tranquilo Alemán, que a ese hijo de puta lo cogemos cuando esté solito.

Nos marchamos para la finca en completo silencio y no se volvió a hablar del tema por el camino, pero yo después averigüé que el borracho bravucón se llamaba Jairo Ríos, que vivía en una finca pequeña en la vereda de “Los Charcos”, que era “El putas de Aguadas” para pelear con machete y que tenía más de diez muertos encima. Que tenía un pacto con el diablo, que no le entraba la bala y que se convertía en un racimo de plátano o en un animal del monte, cuando la policía iba por él. La cosa iba a ser difícil, pero esa misma tarde le dije a todos mis hombres que les dibujaran una cruz a las balas, con la punta de la navaja, para ver si era verdad que a esa gonorrea no le entraban ni las balas cruzadas.

La operación se hizo sin pedirle permiso a nadie y, después, dijeron las viejas chismosas del pueblo, que esa misma noche llegaron a la finca, de color verde triste, dos camionetas Toyota, con diez hombres rápidos y furiosos, que levantaron a don Jairo Ríos de la cama, donde estaba durmiendo la borrachera y se lo llevaron, para desvirtuar el terrible pacto que tenía con el diablo.

Ese fue el comienzo de una serie de desapariciones, en las que también se perdieron los hermanos del borracho aquel, que tenían azotadas las veredas del “Río Nechí” porque todos ellos eran muy bravos. Le robaban la plata a los que estaban jugando cartas o dados y mataban a la gente, dizque para ensayar los revólveres que compraban, según lo que me contó un paisano.

Empezamos a matar a todos los que se creían bravos en las veredas.

Estábamos en esa labor cuando Juan Esteban Zuluaga, alias “Montecristo”, un amigo mío de la infancia, que vinculé en las autodefensas porque no tenía trabajo y, después de que la mamá los abandonó para largarse con un vecino, prácticamente estaban aguantando hambre y decidió refugiarse en nuestras milicias, que le daban mejor calidad de vida. Ese querido amigo de mi infancia se acercó y me dijo:

-         Existe en el pueblo un hombre muy bravo, se llama Guillermo López y fue el que me quebró el tabique de un puñetazo, cuando yo tenía trece años, y me dejó esta nariz toda torcida. Eso sucedió un día en la gallera, dizque porque se le había perdido un estuche de espuelas y que yo fui el único que entró a su casa en toda esa semana... Es un malparido que les pega a las mujeres de los bares, las obliga a que le entreguen el dinero que se ganan y le ha pegado hasta al papá, que utiliza gafas de lentes gruesos porque es casi ciego y también ha estrujado a la mamá.

-         ¿Y vos qué deseas que hagamos? – le pregunté, después de fijarme, bien, en esa nariz que tenía visiblemente torcida.

-         Yo solamente te voy a pedir un favor, por el que te voy a estar agradecido toda la vida, y es que me dejes darle una lección a ese hijo de perra, para que aprenda a respetar a los niños y a las mujeres, aunque sea en la otra vida.

Me quedé pensándolo un solo instante y por ser leal, con esos hombres que arriesgaban sus vidas por mí, aunque nos estábamos alejando del objetivo inicial de las “CONVIVIR” que era el de eliminar a los comunistas de la Unión Patriótica, le dije:

-         Vamos pues.

Llegamos hasta la casa del individuo, que quedaba en la entrada del pueblo y Juan Esteban “Montecristo” y otros dos hombres, se bajaron de la camioneta, tumbaron la puerta de la casa con una barra de acero y sacaron al maltratador, arrastrando del pelo y en calzoncillos, porque el hombre ya estaba acostado durmiendo. Lo llevamos en la camioneta hasta el alto de ventanas y “Montecristo” le amarró las manos con un alambre de púas, lo sujetó en la parte trasera del carro con una cadena y nos fuimos arrastrándolo por el pavimento, durante muchos kilómetros, hasta que quedaron casi los meros huesos y unos guiñapos de carne, que tiramos al rio Cauca. Desde esa noche asumimos una nueva misión, en la que nos convertimos en los justicieros que corregíamos a los malos vecinos, a los maridos irresponsables, a los que debían dinero y a los que habían engañado a las mujeres hermosas que eran complacientes con nosotros. Desde ese momento fuimos la autoridad en toda la zona.

Habíamos encontrado el método efectivo para silenciar mucha gente, sin escándalo, porque la opinión pública ya se estaba alarmando con tantos muertos, y aunque el jefe siempre nos recalcaba que no se hacía responsable de las múltiples desapariciones que estábamos cometiendo, sin su autorización, tampoco dijo nada para detenerlas, porque él sabía que nosotros nos equivocábamos muy pocas veces. Nos apoderamos de varias fincas en el corregimiento de “El Pueblito” y empezamos a enterrar a los secuestrados que íbamos a ejecutar, porque en los pueblos ribereños del rio, se estaban quejando por la gran cantidad de muertos que estaban bajando. Poníamos a los sindicados que teníamos amarrados, a que cavaran sus propias tumbas, después, mis hombres le pegaban un tiro de gracia y traían a otro, de los que teníamos en la lista, para que tapara el cadáver con tierra, mientras que la gran mayoría de nuestros hombres, tomaban licor y rumbeaban con las mujeres más hermosas del pueblo, que llegaban sin ninguna dificultad hasta nuestro campamento, atraídas por el poder de las armas y del dinero.

El gran jefe creó, a su alrededor, un verdadero gabinete de estado, en el que fui el secretario general, porque cuando él no se encontraba, las ordenes las daba yo, y se dio comienzo a una limpieza social sin precedentes, que el norte lechero de Antioquia no se ha podido explicar cómo fue qué pudo suceder.

El día en que secuestramos y torturamos a Jairo Ríos, el hombre más peleador y más bravo del corregimiento de “El Pueblito”, en el que había asesinado más de diez hombres a punta de peinilla, porque se sabía los treinta y dos movimientos de la esgrima del machete y, además, dizque era ayudado por el diablo, porque tenía un pacto secreto con las entidades del mal, que le permitían convertirse en un racimo de plátanos o en una escurridiza zarigüeya, cuando estaba en peligros de ser capturado por las autoridades, nos dimos cuenta del inmenso poder de las autodefensas campesinas de Colombia, porque con las balas cruzadas de nuestros combatientes y con las plegarias exorcistas del padre Gonzalo Palacio, que fue uno de los más grandes colaboradores en esa operación, el temible bravucón que había ofendido al jefe supremo, cuando le dijo que era un fascista, no pudo librarse de la decapitación, ni de la extracción de los ojos que ordenó el sacerdote, dizque para que nunca se pudiera salir del infierno, porque, al perder la cabeza y la visión por completo, se sumergía en la terrible oscuridad del infierno, por toda la eternidad. Desde ese glorioso día, nos dimos cuenta que las autodefensas estaban por encima del bien y del mal, porque ya habíamos vencido al enviado del mismísimo satanás. El sacerdote nos ordenó que le entregáramos el cadáver de Jairo Ríos, a las autoridades, para el poder llevar el cuerpo del endemoniado guerrillero, completamente derrotado, hasta la basílica menor, en la que se celebró una misa a la que acudió toda la gente del pueblo, atraídos por la curiosidad de ver los supuestos cuernos que le estaban saliendo en el cráneo, al mutilado difunto protegido por Belcebú, que le tuvieron que cocer la cabeza con una cabuya de fique y le dejaron las cuencas de los ojos vacías, para que fueran un escarnio público, para todos los que persiguieran el mal. El padre Gonzalo Palacio, lanzó un sermón con rayos y centellas, en contra de los satánicos, de los brujos, de los ladrones, de los expendedores de drogas, de los comunistas de la Unión Patriótica, de los que no pagaban sagradamente los diezmos y de los que no le daban ofrendas al altar de san Isidro labrador, iniciando el día más largo de su vida como confesor, porque apenas terminó la eucaristía, había una fila en el único confesionario, de decenas y decenas de pecadores arrepentidos de sus fechorías, y fue, desde ese día, que empezaron a aparecer más muertos tirados en las calles del municipio.

El padre nos pasó la lista de los nuevos pecadores confesos y esa misma noche, empezó la inquisición que castigaba los delitos contra la fe.

Cuando el máximo jerarca de la iglesia en nuestro municipio, escuchó los primeros disparos en la lejanía, pensó en todos los pecados que le habían confesado esos miserables y se entristeció, por el castigo que en esos momentos estaban recibiendo, por haberse revelado contra las instituciones democráticas y contra la iglesia. Se puso a rezar el rosario y le pidió con mucho fervor a Jesucristo, para que acogiera en el purgatorio a todas esas ovejas negras, que en esta terrible noche se enfrentaban al juicio final. No pudo dormir en toda la noche y al final rezó un “Yo pecador” por cada balazo que escuchaba. La noche oscura se le prolongó eternamente, porque seguía escuchando las detonaciones que a lo lejos retumbaban. En esa terrible y fatídica velada, circularon carros y motocicletas a toda velocidad, y no dejaron dormir. Se asomó a la ventana y observó dos camionetas Toyota, una roja y otra negra, que estuvieron volteando hasta el amanecer, en una inédita labor de limpieza social. A las cinco de la mañana imperó el silencio y se dejaron de escuchar los carros y los disparos. Se duchó, se vistió elegantemente, se perfumó y se fue a celebrar la eucaristía más concurrida que había tenido en toda su vida sacerdotal. La iglesia estaba abarrotada de centenares de personas muy tristes, que en completo silencio empezaron a escuchar el discurso del padre, Gonzalo Palacio que empezó diciendo lo siguiente:

-         El castigo del pecado es la muerte, pero tranquilos, que cuando el cuerpo físico muere, el espíritu sigue viviendo. En el mundo de la santidad, las almas de los justos son recibidas en el cielo, que es un estado de felicidad que Dios ha llamado el paraíso. Un estado de descanso, un estado de paz absoluta, donde vamos a descansar de todas las aflicciones, de toda preocupación y de toda pena. Todos sabemos que el que secuestra, vende drogas ilícitas, extorsiona, es comunista, pertenece a las fuerzas armadas revolucionarias de Colombia o es un partidario de la unión patriótica (UP), tendrá que morir irremediablemente, porque va en contra del establecimiento, va en contra de la democracia y del orden general. Somos los cristianos “Miles cristi” y la vida en cristo es la única milicia válida y verdadera, porque, de ninguna manera, nos podemos apartar de la obediencia a las autoridades civiles y militares, por parte del pensamiento cristiano, establecido desde hace más de dos mil años, desde el siglo primero, con la venida del hijo de Dios a la tierra y no me explico por qué, a estos campesinos de hoy, les ha dado dizque por seguir las doctrinas de los comunistas, de unos socialistas que no creen en el único Dios verdadero y proclaman la igualdad en la sociedad, en el pecado y en la muerte, pero no se preocupen queridos feligreses, que para eso creó Dios el purgatorio, entidad a la que están yendo esos familiares muertos, que, sin quererlo, estaban tomando el camino equivocado, ambicionando las propiedades, las mujeres, los autos y las comodidades destinadas a las familias más honorables de nuestra comunidad y que, afortunadamente, existen, para que sean los alférez de la fiesta de la virgen de la misericordia, para que sean los más grandes contribuyentes de esta parroquia y los guardianes de la democracia y de las buenas costumbres de nuestro municipio. Estamos afrontando tiempos difíciles, en los que, probablemente, cualquiera de nuestros familiares o amigos, puede caer en el purgatorio, entidad de sufrimiento, de la que sólo pueden ser liberados por ustedes, los familiares, que pueden comprar las indulgencias a la iglesia, o si hacen las obras de caridad donando un lote de tierra a la parroquia o si pagan sagradamente los diezmos. Porque una sola cosa si tenemos clara todos los cristianos de corazón, el que viene a misa todos los días, paga los diezmos y dan limosna a la parroquia, con desprendimiento de corazón, no le pasa nada. Todos los que murieron anoche y los que están desaparecidos, son los que habían establecido pactos con los enviados de satanás, y, ahora, podemos ver las consecuencias. Elevemos un “Yo pecador” a los cielos y seamos conscientes de nuestras culpas.

-         Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante ustedes hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa. Por eso ruego a santa María siempre virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes hermanos, que intercedan por mí ante Dios, nuestro señor amén.

Todos los fieles arrodillados, recibieron el abrazo protector de la iglesia católica, apostólica y romana.

Los fieles después de la santa misa, regresaron a sus hogares, en completo silencio, sin ni siquiera preguntar por la identidad de los numerosos cadáveres, que reposaban desnudos en el anfiteatro municipal, solamente acompañados por las moscas y por los gallinazos, que revoloteaban atraídos por el olor de la sangre.

Ese fue el día más triste en la historia no escrita, no oficial, del municipio de Yarumal Antioquia. El padre Gonzalo Palacio, tuvo que ir a todos los barrios y a casi todas las cuadras del municipio, a dar una voz de aliento y el pésame, por un muerto o por un desaparecido. En muchos hogares conservaban la esperanza, de que los paramilitares de las “CONVIVIR” se hubieran equivocado y el ausente pudiera regresar sano y salvo.

El locutor y director de la emisora “Cerro Azul”, dijo en el noticiero de la noche, que habían más de treinta desaparecidos, fuera de los catorce muertos que ya habían sido enterrados como N.N. porque nadie los reclamó a tiempo y entonces, el alcalde le puso un millón de pesos de multa y le selló la emisora por siete días hábiles, en los que solamente se podía escuchar música orquestada.

Hasta la iglesia llegó Catalina López, una mujer alta y delgada, llorando a los gritos, dizque porque habían enterrado a sus dos hijos como N.N. sin que nadie hubiera tenido la caridad de haberle avisado que se encontraban en la morgue. Era la misma mujer que había estado gritándole, asesino, al señor alcalde municipal y llorando sin consuelo. Resultó que esa mujer desesperada, que estaba reclamando a sus hijos, era hermana de un prestigioso sacerdote en Santa Rosa de osos y el padre Gonzalo Palacio, la tuvo que acompañar hasta el cementerio, para que el sepulturero exhumara los cadáveres. El funcionario del cementerio, conocía perfectamente el número de las bóvedas en las que habían sido enterrados los dos jóvenes que habían sido sindicados de ser drogadictos y de haber intentado incendiar la panadería y cafetería, de uno de los hombres más ricos del pueblo.

Sacaron las humildes cajas de madera, las colocaron en el piso y cuando las destaparon, la desesperada madre gritó enloquecida y se abalanzó sobre el más ensangrentado de sus hijos, que tenía el cráneo completamente destrozado, como si hubiera recibido varios impactos de fúsil, porque sólo le quedaban dos o tres dientes fracturados, de lo que se veía que fue una hermosa dentadura, y tenía un hueco en la frente que dejaba ver parte de la masa encefálica, completamente deshecha. El otro muchacho tenía un tiro de gracia en la frente y una profunda herida en la garganta, como si lo hubieran degollado con un puñal, una práctica muy común, utilizada por los paramilitares para amedrentar, para generar terror. La mujer enloqueció por completo, salió corriendo para la alcaldía, le arañó la cara al portero, se metió en la oficina del alcalde y tiró el teléfono y la máquina de escribir al suelo, aunque, afortunadamente, el alcalde no se encontraba en ese lugar, porque había salido para una diligencia. Tuvieron que venir unos funcionarios de la defensa civil para retener a la loca y se la llevaron con rumbo desconocido y, esa misma noche, la adolorida mujer apareció muerta en un basurero semidesnuda, con signos de haber sido torturada y violada. Al otro día vino el sacerdote de esa familia, celebro una concurrida eucaristía con los tres muertos, en la basílica menor, y el padre Gonzalo Palacio no apareció por ningún lado, ni siquiera para saludar al colega y dicen las malas lenguas, que ese clérigo se quejó ante la curia departamental, por la actuación parcializada del padre Gonzalo y empezó un proceso legal en contra de los paramilitares, que estaban sembrando el terror en el norte lechero de Antioquia, con una gran cantidad de cadáveres mutilados.

A todos los muertos les quitaban los documentos de identificación y los mutilaban, para que nadie los reconociera, para que no se iniciaran procesos legales de reclamos y después de que se los llevaban para el anfiteatro, nadie los reclamaba y al otro día, ya los habían olvidado. Solamente una señora, doña Elvira García, que toda la vida trabajó en un restaurante muy famoso de Yarumal y era una mujer muy valiente, llegó hasta la morgue y trató de meterse a la fuerza, dizque a buscar el cadáver de Julio césar alias “El flaco”, en la mitad de la pila de muertos, porque habían colocado los difuntos, unos encima de los otros, en un rincón detrás de la mesa de baldosines blancos en la que, en tiempos de paz, hacían las necropsias. Estaban todos esos cuerpos allí desnudos y no se aguantaba el mal olor de la descomposición, ni la gran cantidad de moscas que estaban realizando un banquete con la sangre reseca de los campesinos muertos.

Los vecinos, con mucho pánico, habían visto descargar una volqueta llena de muertos y como las tumbas vacías rápidamente se terminaron, el alcalde mandó una retroexcavadora para que hiciera una fosa común, en un potrero detrás del cementerio, para enterrar todos esos muertos que dizque venían de Santa Rosa de osos, de Carolina del príncipe, de Toledo y del municipio de Anorí, porque los muertos de “El alto de ventanas”, del municipio de Valdivia y de puerto Valdivia, los tiraban al río Cauca, para que se los comieran las pirañas que por allá abundaban.

Cuando doña Elvira trató de entrar a la morgue, visiblemente alterada bajo el efecto de unas copas de licor, porque a ella siempre le gustó el aguardiente, le dijo al policía que siempre estaba cuidando la puerta:

-         Vengo a reclamar a Julio César Ocampo García, mi hijo, que era un muchacho muy bueno y trabajador, que no se metía con nadie y esos paramilitares me lo asesinaron por nada.

-         Qué pena, señora - contestó el uniformado que ese día estaba cuidando el anfiteatro -, pero estos muertos no son de aquí, de este municipio, estos son guerrilleros que vienen de otras partes.

Yarumal entero había decidido ignorar la masacre y achacarle los muertos a los pueblos vecinos, que dizque eran la mata de los comunistas y de los colaboradores de la guerrilla. El señor agente se atravesó en la puerta y no dejó entrar a la pobre señora.

Doña Elvira se fue para la alcaldía y como el alcalde no la quiso atender, armó un escándalo el verraco y les gritó a todos los funcionarios, que ellos eran cómplices de los fascistas asesinos de los jóvenes del municipio. Después se fue para donde el sacerdote Gonzalo Palacio y el padre se ofreció para acompañarla a reclamar el cadáver de “El flaco”, que hacía pocos años había hecho la primera comunión con él mismo, aunque no lo había vuelto a ver en misa. Se fueron juntos para el anfiteatro y el guardia, apenas la vio con el padre Palacio, los dejó entrar al pequeño salón atiborrado de cadáveres, pensando que le podían rezar una oración a todos esos muertos que ya estaban oliendo muy feo, pero cuando escuchó gritar a doña Elvira, esa mujer que había insistido tanto, se dio cuenta que los cadáveres sí podían ser del municipio, pero que los dolientes no los reclamaban por miedo a que los vincularan con ser auxiliadores de las guerrillas de la unión patriótica. La mujer, entre la pila de muertos, reconoció el cuerpo blanco y delgado de su hijo, que hacia honor al apodo que siempre llevó de “El flaco”. La señora lo jaló de una mano y desequilibro otros dos cadáveres que cayeron al piso, sonando cómo si estuvieran hechos de madera. El padre Gonzalo le ayudó a sacar el cadáver que les interesaba, porque pese a su delgadez, pesaba mucho para la débil mujer, que abrazó y besó a su hijo ensangrentado. El agente de policía entró furioso y le dijo al padre:

-         Por eso es que no me gusta que la gente entre a desacomodar los muertos… Ahora me tienen que ayudar a acomodar esos difuntos que se cayeron y que le deben de estar pesando mucho, a usted, en la conciencia, padrecito, ¿o no?

 El padre lo miró con furia y se marchó, ignorándolo a él y a la mujer, que continuaba limpiando el cadáver de su hijo, con el pañolón negro que había traído para ocultar su dolor. El agente le tuvo que ayudar a sacar el muerto, arrastrándolo hasta el parqueadero. Pidieron un taxi de esos viejos, que tuviera la maleta bien grande para meter el cadáver, que quedó con las patas afuera, y de esa forma, sin hacerle necropsia ni nada, doña Elvira de llevó “El flaco” para su casa.

Lo llevaron para el hogar familiar, lo acostaron en su propia cama, porque no había dinero para comprar un ataúd y yo, el guardaespaldas de confianza del Nazi, que supuestamente era el que estaba ordenando esas masacres, cometí el error de ir al velorio de mi amigo de infancia, un muchacho bueno al que solamente le faltaron oportunidades de educación y de vida, que empezó a fumar marihuana y bazuca, pero que nunca supo de comunismo ni de las guerrillas de Gaitán. Fui hasta la casa donde lo estaban velando, recé dos oraciones y me tuve que ir, porque todos los del velorio me miraban como si yo fuera el culpable de esa muerte. Parecía que todos ya sabían, que yo era uno de los doce apóstoles, que estaban acabando con la gente más fea del pueblo y me tuve que salir rápidamente del velorio, porque los hermanos del muerto y alias “El manchado”, un hombre que tenía un inmenso lunar en la cara, mejor dicho, el hombre lobo, me estaban mirando y murmurando cómo con ganas de agredirme. Me sentí muy mal por las equivocaciones que estaban cometiendo mis compañeros de la gran finca de reses de lidia, pero yo estaba luchando por mi vida, que también estaba siendo muy amenazada en la terrible polarización del país. La misa del funeral se realizó en la basílica del parque y la celebró el padre Gonzalo Palacio, sin ningún discurso especial, con el cadáver tirado en el suelo y envuelto en una cobija, porque los cajones de caridad ya se habían agotado. El sacerdote rezó las oraciones de rigor, con visible mal humor, porque él mismo había sido el que señaló a ese muchacho, para que nuestra organización lo liquidara, porque estaba mostrando puñados de droga a los otros jóvenes e incitándolos para que entraran en el vicio de los alucinógenos. Cuando se terminó la eucaristía, los obreros de la administración municipal, ya habían trasladado los otros cadáveres que había en la morgue, en la vieja volqueta del municipio que recogía la basura, para la fosa común de los N.N. que iban siendo tapados con tierra.

“El flaco” fue el único de los veinticinco muertos de ese día, que recibió cristiana sepultura, porque los familiares de los otros muertos, no fueron a reclamarlos por el miedo que los embargaba. Todos los habitantes de Yarumal sabíamos que el apóstol mayor, el jinete del apocalipsis que recorría, de vez en cuando y casi siempre en las noches, las calles y las veredas del pueblo, montada en el más hermoso de los caballos de paso fino colombiano, no se iba a detener hasta que fuera eliminado hasta el último de “los feos”, que a él no le gustaban. Varias personas fueron hasta donde el director de la emisora, para que divulgara la noticia de la terrible masacre, pero el hombre dijo que estaba vetado y, además, él no se podía poner en contra de los ganaderos poderosos, que eran los que estaban mandando a matar la gente con la bendición de la iglesia.

La violencia no se terminó ahí, porque en la próxima noche, aparecieron siete cadáveres más. El doctor Gaviria lo anunció en el periódico “El yarumaleño”, pero alegando que los muertos eran del oriente antioqueño, unos hombres de los Municipios de Rionegro y de El Retiro, que habían venido a robar ganado en la región y se encontraron la muerte en medio de sus fechorías, cuando los hallaron en medio de su faena, sacrificando unas vacas en los llanos de “Cuibá”. La violencia continuaba y el padre Gonzalo tuvo que hacer una procesión con el santísimo, con la custodia del cuerpo sagrado de Jesucristo, por todos los barrios del pueblo, entonando el santo rosario, para que la gente se arrepienta de los pecados que los están llevando al infierno, sin misericordia. Los dioses del cielo se estaban olvidando del norte lechero de Antioquia y la muerte continuaba cabalgando por los campos, desplazando a los campesinos atemorizados, que fueron a refugiarse en la iglesia y en las escuelas del casco urbano del municipio, para convertirse en un verdadero problema social, porque hasta los campesinos de Santa Rosa de osos, se tuvieron que venir para Yarumal, porque en ese pueblo dizque la cosa estaba peor. La gente no se imaginaba cómo era posible que la situación estuviera más mala, si aquí estábamos viviendo en un infierno.

Tres días después, mataron a un muchacho y lo tiraron en la pila de agua del parque. Ya no respetaban nada, porque a un hermano de Sofía la chancera, lo persiguieron cuando trató de refugiarse en la iglesia y, hasta allá, fueron y lo mataron en presencia del padre Palacio que, temblando del susto, el aplicó los santos oleos antes de que diera el último suspiro.

Habían irrespetado la casa del señor y eso era lo que más había tratado de evitar el sacerdote, que esa misma tarde salió con los dos monaguillos de la iglesia, a rociar con agua bendita, en todas las puertas de las casas del pueblo, pero parecía que, Jesucristo y todos los santos del cielo, ya se habían olvidado de Yarumal Antioquia, porque las ejecuciones extrajudiciales y las masacres seguían sucediendo, y ya no valían ni las promesas al señor caído de Buga, ni los rezos, ni las plegarias de las hermanitas descalzas de la clausura al dios omnipotente, que nos quería seguir educando con la cruda realidad de la muerte.

A los dos días siguientes, fue cuando mataron a Juan Andrés Builes, el hijo de uno de los hombres más ricos del pueblo. Había salido en el campero Suzuki SJ 410 que le había regalado el papá, el día en el que cumplió los quince años, y empezaba a ser un hombre hecho y derecho. Salió dizque a comprar un potro en la hacienda “Miraflores”, un criadero de caballos criollos de silla, que fue propiedad de Fernando Galeano y de Gerardo “Tiko” Moncada. Asesinados recientemente por el narcotraficante Pablo Escobar Gaviria, en la cárcel de “La catedral” en el municipio de Envigado pluricultural cuna de artistas. El muchacho se fue solo y no quiso que lo acompañara ninguno de los paramilitares, que desde hacía unos meses tenían al servicio de su familia, para protegerlos de los guerrilleros comunistas que habían secuestrado y asesinado a su abuelo, que fue otro de los prestigiosos ganaderos de la región víctima de la delincuencia común. El adinerado jovencito llegó hasta la finca de los Galeano, negoció el potro con don Mario, el mayordomo fiel, que ahora estaba liquidando las pertenencias del difunto narcotraficante, asesinado por Pablo Escobar dentro de “La Catedral” y cuando ya se marchaba, después de realizar el negocio, y estaba esperando que se abriera la pesada puerta eléctrica de la finca, apareció un sicario que le propinó dos disparos de revólver en la cabeza, para después huir por los potreros de esa solitaria vereda.

Después de este terrible suceso en el que asesinaron a ese muchacho de buena familia, me contó “Montecristo”, que era muy amigo del muerto y andaba con él para arriba y para abajo, que lo debe de haber asesinado el hijo de un campesino anónimo, al que Juan Andrés ejecutó y colgó del mentón, en un estacón con punta, en la cerca de un camino, dizque para probar su valor ante sus amigos los paramilitares. Resulta que el campesino iba caminando por una vereda, sin hacer mal a nadie y Juan Andrés lo mató, para probar la sangre fría ante sus amigos y después, haciendo gala de su extraordinaria fuerza física, lo levantó y lo clavó en la punta del estacón y, sin ninguna compasión, lo dejaron ahí colgado para que se lo comieran los gallinazos.

Estábamos en una guerra demencial en la que la vida no valía nada, y solamente se pensaba en el dinero y en las posiciones socioeconómicas. La esposa del mayordomo le colocó a Juan Andrés, la imagen de una virgencita de María Auxiliadora entre los dedos, y dos trabajadores de la finca llevaron el cadáver del prestigioso muchacho, en el mismo auto de él, hasta la morgue del hospital en el pueblo, porque las autoridades ya no se atrevían a recoger los despojos mortales en el campo. El revuelo y la algarabía fue general, porque habían asesinado al único hijo varón de uno de los hombres más adinerados de Yarumal. Todo el mundo lloró y se lamentó, porque era increíble que hubieran asesinado a ese muchacho tan joven, tan elegante y tan adinerado. Lo ingresaron en el instituto de medicina legal, le hicieron la autopsia con un examen médico detallado, por parte de un funcionario del instituto nacional de medicina legal y ciencias forenses y lo entregaron a las cuatro de la tarde de ese recordado día, para que lo pusieran en cámara ardiente en el salón de velaciones de la funeraria más costosa del pueblo, para que acudieran todos sus familiares y amigos a darle el último adiós de despedida. Es el velorio más elegante al que he asistido, porque Juan Andrés era mi pequeño amigo, desde que estudió en la escuela con mi hermanito el menor, y porque todos sus familiares eran financiadores, colaboradores y casi que los fundadores, en compañía con nuestro gran jefe, de nuestra organización paramilitar. Llegaron los ramos de flores por decenas y el féretro fue rodeado por hermosas rosas rojas, que apenas dejaban un pequeño espacio para que las personas entraran en fila a observar el difunto. Las serenatas con grupos de mariachis y de música popular, se sucedían unas detrás de las otras y repartían aguardiente, tinto y bebidas aromáticas a todo el que quisiera. El padre Gonzalo Palacio, que acudió con el sacristán y con todos los monaguillos, tenía que interrumpir a los músicos, para que lo dejaran rezar el santo rosario, que la gente entonaba con mucho fervor. El gentío que acudió al velorio era enorme y uno se tenía que salir del tumulto, para que los otros parroquianos pudieran entrar a despedirse del cadáver del elegante muchacho, al que solamente se le medio notaban una pequeña perforación en la frente y otra en la mejilla derecha, aunque los trabajadores de la funeraria le suturaron las heridas y se las cubrieron con maquillaje para que no se le notaran. La hermosa madre de Juan Andrés, una rubia espectacular de ojos verdes, lloraba inconsolable como una Magdalena y la única hermana del difunto, no se apartaba del féretro, como queriéndolo proteger con su celestial figura. Las beatas del pueblo y los rezadores profesionales, acudieron en masa, porque seguramente iban a recibir una retribución económica de la poderosa familia, por sus sentidas oraciones. Repartían aguardiente, tinto y aromáticas, constantemente, pero eso se convirtió en un problema, porque los integrantes de nuestras milicias de paramilitares, bajo el efecto del licor, empezaron a hacer tiros al aire y jurar venganza contra los miembros de la Unión Patriótica, que, con toda seguridad, eran los que lo habían asesinado. Las personas honorables entraron en pánico por los disturbios y se marcharon para sus casas en busca de un refugio seguro. La mamá de Juan Andrés se desmayó, y la tuvieron que llevar completamente desmadejada para la casa. La hermanita del muerto que debía de tener unos 16 años, era la criatura más hermosa que mis humanos ojos habían visto, tenía unos ojos verde azules y el cuerpo de una modelo internacional, se quedó llorando a los gritos cuando vio sacar a su madre, pálida cómo un papel. Me paré como a unos cinco metros de distancia, observando a toda la gente que venía a darle las condolencias y el pésame, para acompañarla en ese dolor tan inmenso que debería de estar sintiendo, después de ver marchar a su madre enferma y, aunque sentí el deseo de ir a abrazarla y de secar sus ardientes lágrimas, no tuve el valor, porque a ella sólo se le acercaban las personas elegantes de su clase y los amigos más cercanos de su colegio. Me quedé allí, observándola en silencio y mi corazón se contagió de su infinita tristeza, y cuando mis ojos se llenaron de lágrimas, ella se quedó mirándome fijamente y, para mi absoluta sorpresa, vino corriendo hacia mis brazos, me abrazó con fuerza y me dijo:

-         Alemán, ¿por qué dejaste que asesinaran a mi hermano?

-         Tranquila, mi reina linda, que él ya está en el cielo cuidándote y protegiéndote, para que no le pase nada a tu familia de aquí en adelante.

La hermosa princesa me abrazó con todas sus fuerzas y, muy agitada por el llanto, acercó su rostro hasta que sus labios rozaron con los míos y sentí el sabor salado de sus lágrimas en mi boca, mientras que con un murmullo me decía que yo la tenía que cuidar.

-         Yo tengo miedo de que algo le suceda a mis padres, porque si ya mataron a Juan Andrés y a mi abuelo, entonces, también pueden venir por nosotros y yo estoy muy asustada.

-         Tranquila mi reina linda, que yo voy a poner mis hombres a su disposición, para que la cuiden de día y de noche – le prometí para tranquilizarla, pero ella me dijo:

-         No. Yo quiero que seas tú, personalmente, el que nos protejas y, desde hoy, te vengas a vivir a mi casa. Te puedes quedar durmiendo en el cuarto de los huéspedes, para que seas mi guardaespaldas privado y, tranquilo, que mi papá te puede pagar lo que sea.

-         Bueno, amor – le dije, apartando suavemente su cuerpo espectacular, de mi virilidad excitada que ya estaba empezando a reaccionar, porque siempre me enamoro de las mujeres lloronas. Ella me tomó de la mano y me llevó a observar el cuerpo de su querido hermano, que yacía sin vida en la mitad de esas miles y miles de rosas rojas. Nos quedamos observando el rostro del cadáver, sin poder contener las lágrimas y la hermosa princesa me abrazó un largo rato y, sin soltarme, se quedó mirándome a los ojos y me dio un beso en la boca, yo me quedé petrificado y ella me beso nuevamente, pero con mucha pasión. Sentí la presión de sus hermosos senos contra mi pecho, en un contacto que no era el apropiado para ese lugar, porque había mucha gente mirándonos. Me aparté con suavidad y, tomándola de la mano, la conduje para que nos sentáramos en la primera fila de esas sillas blancas, que siempre hay en todas las salas de velación. Nos sentamos en silencio y yo recé, en voz baja, esperando que la gente no hubiera visto la escena del beso, en frente del ataúd.  Esperé que la gente no se percatara de la locura que la hermosa adolescente estaba cometiendo conmigo, porque yo era mucho mayor que ella y hasta le podía doblar la edad. Nos quedamos allí sentados, escuchando las oraciones, pero sin decir nada. Ella sujetaba mi mano con fuerza y solamente me soltaba cuando venían las amiguitas del colegio a saludarla, y sentí gran alivio cuando la llamaron por su nombre, porque yo no sabía ni siquiera cómo se llamaba esa muchachita, que era la princesa más linda del pueblo.

-         Vichy mi amor, ¿usted se quiere quedar aquí, toda la noche, o quiere que la lleve hasta su casa para que descanse un poco y acompañe a su mamá?

-         Vichy me llaman mis amigas del colegio, pero tú, que desde hoy vas a ser mi hombre, quiero que me empieces a llamar María Victoria, que es mi nombre real y es el que más me gusta, y tú y yo, no nos vamos a separar de mi hermano, porque ya todos los de la casa se fueron a dormir y, ahora, somos los encargados de acompañarlo y cuidarlo hasta mañana, a las diez, que es la hora en que está programada la misa para enterrarlo.

Desde la doce de la noche, la gente empezó a marcharse para sus casas y después de los escándalos de los milicianos que continuaron haciendo disparos al aire y lanzando amenazas con palabras obscenas, cada vez quedaban menos personas en la sala de velación. Se fueron los músicos, se fueron los curiosos y se fueron los rezanderos profesionales, porque hasta los velorios llegan ciertos personajes que rezan a cambio de unos billetes que, seguramente, don Rodrigo, el papá de María Victoria, les va a dar mañana, cuando se le haya pasado un poco el dolor de la muerte de su único hijo varón. Un mañana que ya era hoy, porque el reloj de la funeraria marcaba las dos y veinte minutos de la madrugada. María Victoria me tomó de la mano y me dijo:

-         Acompáñame hasta la cocina por un café caliente, que está haciendo mucho frío.

En ese lugar había una cocina en el fondo, alejada como unos veinte metros del salón principal donde se velaban los muertos. Nos fuimos tomados de la mano en busca del café, porque las mujeres del servicio ya se habían ido a dormir desde hacía rato y en el inmenso salón solo quedábamos nosotros y seis o siete amigos de Juan Andrés, que estaban tan pasados de tomar licor, que ya estaban contando historias chistes graciosos. La hermosa princesa me abrazó tiritando de frío y se recostó tratando de abrigarse con el calor de mi pecho, yo me aparté y me quité la chaqueta para cubrirla, pero ella mirándome a los ojos se acercó y empezó a desabrochar los botones de mi camisa e introdujo su mano para acariciar mi bronceado pecho. jugueteó con mis tetillas, estimulándolas con sus dedos y después bajo recorriendo mi abdomen con una larga y atrevida caricia.

-         ¡Qué cuerpazo el que ustedes desarrollan con esos entrenamientos militares! – Me dijo con la voz entrecortada por la emoción.

Yo bese su boca dulce y ella dando media vuelta, fue y cerró la puerta de la cocina y colocó el pasador de seguridad que nos aislaba de la realidad, se acercó y me beso nuevamente, mordisqueando mis labios con mucha pasión, después se bajó el corpiño para liberar los senos perfectos que se agitaron libres, esperando una caricia atrevida. Esos eran los senos más hermosos del mundo y yo los acaricié con lujuria, tratando de meterlos dentro de mi boca caliente, pero no fui capaz de tragarlos enteros, porque no me cabían por completo. La hermosa adolescente me ayudó a quitar la camisa, desabrochó la correa de mi pantalón y, se apartó un poco, para quitarse las diminutas pantaletas de color rojo, que llevaba debajo de su encantador y corto vestido, mientras que yo me terminaba de desnudar. Mi corazón palpitó con violencia y adivinando lo que la hermosa adolescente quería, enarbolé mi hombría excitada y ella, poniéndose de rodillas, se la introdujo en la boca, chupando mi excitado pene con mucha pasión, mientras que lo recorría con la suavidad de su lengua, como si se tratara del más delicioso de los helados. Yo la levanté del piso, porque esa sumisa posición de rodillas ante mí, no me gustaba, y empecé a besar su boca deliciosa mientras que profanaba con mis dedos, la humedad de su vagina estrecha y excitada, y, sin poder aguantar más, la hice girar y tomándola por la espalda, la coloqué de frente contra el baldosín del mesón, en el que reposaban las cafeteras apagadas. Ella a poyó la cabeza contra la fría superficie, apartó las piernas y sujetando las caderas con sus dos manos, me dejó apreciar su conchita ardiente que deseaba que la penetraran. Le sobé mi glande inflamado, para abrir los labios húmedos de esa conchita hermosa y la penetré hasta el fondo, de un solo golpe que la hizo gritar de pasión. La penetré con rapidez y con fuerza, hasta que ella empezó a chillar y a temblar, como si se estuviera muriendo. Bajé el ritmo y saqué mi tranca por completo, del delicioso agujero y empecé a penetrarla lentamente desde afuera, para que sintiera todo el recorrido de mi verga caliente, hasta que ella, apoyando el rostro contra el frío baldosín que se cubrió con la abundante y dorada cabellera que desparramó enmarañada debajo de su rostro, agitó sus hermosas caderas, moviéndose en un vaivén hacía atrás, para que yo se lo metiera por completo. Levantó la cabeza y blanqueando los ojos, desesperada con mí lentitud, me dijo:

-          Más rápido y más duro por favor.

La penetré con toda la fuerza de mi cuerpo y con la velocidad de un conejo, la penetré hasta que ella empezó a gritar llorando de pasión, pero se liberó con rapidez de esa posición en que la tenía de espaldas e indefensa y dando la vuelta, vino y me mordió la boca, hasta que sentimos el sabor de mi sangre. Levantó una pierna contra mi cuerpo y me invitó para que se lo metiera de frente. La sujeté de la pierna derecha y se lo metí con toda la fuerza de mi humanidad, hasta que empezó a convulsionar llorando de la emoción y orinando, mientras que su cuerpo de agitaba en un delicioso orgasmo sin control, que emparamó toda mi humanidad y el piso de la cocina. Le tuve que tapar la boca con mi mano, derecha, porque sus gritos apasionados se debían de estar escuchando en toda la sala de velación. Ella se acostó del todo sobre el mesón y rodeando mi cintura con sus piernas, se agitó como una loca, hasta que yo sentí que me iba a morir de la emoción y con un grito placentero que salió desde el fondo de mi alma, la llené toda por dentro, con una gran cantidad tan grande de semen caliente, que hasta a ella misma le sorprendió, porque después, cuando yo recuperé la conciencia y el equilibrio, me dijo:

- ¿Pero que fue todo eso, amor?... Usted cómo que hacía mucho tiempo que no tenía relaciones sexuales, porque estabas tan cargado que casi me inundas por dentro y todavía me está correando semen por las piernas, hasta los tobillos.

Yo no aguantaba la risa. Estábamos felices y hasta nos habíamos olvidado del lugar en el que encontrábamos. Me acordé de Juan Andrés y me coloqué el pantalón a toda prisa, aunque estaba todo empapado con la orina de mi amada princesa. Busqué la camisa que siempre estuvo tirada en el suelo y por desgracia también estaba toda empapada de orines. María Victoria fue hasta el baño y trajo un rayo de papel higiénico y se limpió el semen, que todavía le estaba chorreando por las piernas y con mucha vergüenza, trató de secar mi ropa, para poder salir de ese indiscreto lugar, sin levantar sospechas de lo que habíamos hecho. Saqué un vaso de café negro, de una de las cafeteras apagadas y lo derramé sobre mi ropa mojada, para que pareciera que se nos había regado un tinto. María Victoria salió primero y se fue a rezar junto al cadáver de su hermano, mientras que yo me puse la chaqueta que había colocado junto a las cafeteras y que por fortuna estaba seca, y me fui hasta donde ella se encontraba, para acompañarla. La abracé con mucho amor por la espalda y nos quedamos ahí, rezando, hasta que se calmó nuestra respiración y olvidamos lo que había pasado en la cocina.

Amanecimos de claro en claro, cuidando a nuestro amado difunto y ese mismo día, como a las siete de la mañana, empezó a llegar la gente nuevamente y cuando llegó don Rodrigo, el papá de María Victoria, visiblemente demacrado, ella no se despegó de su lado en el resto del tiempo y yo me fui para la finca a pegarme una ducha y a cambiarme esa ropa, que ya estaba oliendo a puro berrinche. Regresé exactamente a las diez de la mañana, cuando ya estaban saliendo con el cadáver para llevarlo a la catedral del municipio.

María Victoria estaba llorando a los gritos y apenas me vio, se abalanzó sobre mí, abrazándome con desesperación como si hubiéramos estado separados una eternidad. Nos fuimos caminando, con don Rodrigo, al lado del féretro y, en la iglesia, la hermosa chiquilla se sentó en la mitad de los dos, agarrándome todo el tiempo de la mano. Yo me sentía un poco incómodo con el papá, pero como el señor no dijo nada, entonces me relajé y traté de ser lo más discreto posible, tratando de ser muy serio con la hermosa muchachita, que siempre quería estar a mi lado. La iglesia estaba abarrotada de gente y el padre Gonzalo Palacio, pronunció el mejor discurso de toda su carrera sacerdotal, en una alegoría de la vida y de la muerte, en el que analizó porqué las personas de buena familia no deberían de morir. Todo el pueblo lloró la muerte de Juan Andrés y nadie se ha podido explicar, cómo fue que ese muchacho tan adinerado y tan elegante, se hubiera metido a trabajar con las organizaciones paramilitares del bloque norte de Antioquia. Estos acontecimientos eran las consecuencias de una guerra fratricida, que lastimó hasta a las más honorables familias, porque, desafortunadamente, los ricos también se mueren.

Permanecimos toda la misa tomados de la mano, y me preocupé de que, doña Patricia, la mamá de María Victoria, no estuviera por ningún lado, porque después de que se la llevaron desmayada, no volví a saber nada de ella. Guardé silencio para no preocupar a mi hermosa princesa y marchamos por las calles, abarrotadas de personas, que salían a observar el cortejo fúnebre. El cadáver de juan Andrés, lo llevaban en el coche fúnebre, porque en esa familia había muy pocos hombres, dispuestos a cargar en los hombros el pesado ataúd, porque, aquel joven, media más de uno ochenta y pesaba como unos noventa kilos aproximadamente. María Victoria me abrazó por la espalda y cuando sintió la pistola nueve milímetros, que yo llevaba en la pretina, quitó la mano inmediatamente, como si se hubiera asustado con el arma.

-         ¿Qué es lo que llevas ahí? – me preguntó con discreción

-         Una pistola para protegernos -. Le respondí en voz baja y no se habló más del asunto.

Llegamos al cementerio y las tías y los tíos, del prestigioso muchacho, se abalanzaron desesperados sobre el féretro, para darle el último adiós. Victoria gritaba como una loca y yo destapé el ataúd para que ella besara a su hermano por última vez. Estaba inconsolable y yo la llevé del brazo, hasta la sombra de un rincón, porque ya era el medio día y el sol estaba muy picante. Allí permanecimos abrazados hasta que el sepulturero terminó de cerrar el sepulcro y todos los curiosos ya se habían marchado. Victoria estaba muy triste y cuando salimos del cementerio, don Rodrigo regresó visiblemente demacrado, como si estuviera estado buscando a su pequeña hija. No nos dijo nada y los tres nos fuimos caminando hasta la casa, que quedaba en una esquina, a una cuadra del parque. Llegamos a la residencia y doña Patricia, que no tuvo las fuerzas para asistir al sepelio de su hijo, cuando ellos la abrazaron llorando, se desmayó nuevamente y la enfermera que la estaba atendiendo, se apresuró a colocarle una máscara de oxígeno, para que recuperara el aliento. La escena era demasiado triste, yo me deslicé en silencio y me marché sin despedirme, del triste escenario de esa pobre familia que había sido víctima de la cruel guerra civil colombiana.

Me fui para la finca y me acosté un rato, porque estaba muy cansado después de haber pasado toda la noche despierto.

Dormí como hasta las cuatro de la tarde y cuando me fui para la cocina a pedir un poco de almuerzo, porque llevaba mucho tiempo sin comer, me encontré con el patrón que me dijo:

-         Ahí me llamó don Rodrigo Builes, el dueño de la finca “El pescadero”, el papá de ese muchacho del velorio en el que estuviste anoche, para ver si es posible que los acompañes en su casa, siquiera durante unos quince días, para que les prestes protección porque se encuentran muy asustados.

-         Con mucho gusto patrón, ¿y qué armas debo llevar? – le pregunté, porque debía de estar prevenido.

-         Tranquilo, porque hasta con una pistola de agua los podrías cuidar. Lo que pasó es que a ese muchacho se le subió el poder y el dinero a la cabeza, y estaba cometiendo muchas exageraciones con sus nefastos amigos. Andaba rumbeando y haciendo daños con “Montecristo”, con “Rambo” y con “El costeño”, traspasando las líneas rojas con los campesinos inocentes y, rápidamente, tuvo que pagar el karma de sus acciones. En este mundo no se puede asesinar por asesinar, porque tarde o temprano se terminan pagando en carne propia, todos esos crímenes. Debemos tratar de ser justicieros y eliminar al que, realmente, sea un delincuente y se merezca la muerte, porque nosotros seguimos siendo unos simples humanos, sujetos a la justicia divina. Pero vaya de una vez, hijo, llévese una pistola nueve milímetros y una de las motocicletas para que se movilice y recuerde, que esa señora y esa muchachita son intocables, para que no se vaya a meter en un problema bien grande, por culpa de ellas.

Esas últimas palabras me dejaron frío… ¿Será que ya le llegaron con el cuento de que yo me estaba besando con la chiquilla, en la mitad del salón del velorio?... De todas formas, la cosa estaba buena para mí y yo, por esa hermosa princesa, me hacía matar donde fuera. Me fui para “el cambuche”, porque en esa finca, todos los mercenarios dormíamos en unos colchones tirados en el suelo de un gran salón, donde cada uno tenía la ropa y los utensilios de aseo, al lado de la almohada, como si estuviéramos en un campamento de guerra. Yo estaba feliz, porque iba a pasar de las incomodidades del infierno, al cielo de una piel dorada, de las caderas anchas de una princesa con boca de fresa, que daba los besos más deliciosos del mundo. Definitivamente, yo era un bandido con mucha suerte.

Me fui para el pueblo y doña Patricia me recibió como si yo fuera un rey. Me llevó hasta el cuarto de huéspedes para que descargara mi equipaje y después me llevó por toda la casa, para que conociera cada una de las habitaciones, empezando por la suite matrimonial y terminando con el cuarto de María Victoria, que era una sinfonía de color rosa, en el que estaba toda la colección de las muñequitas de la Barbie y las fotografías de Pete Sampras y de Andrea Agassi, los dos tenistas más famosos del mundo. El cuarto de Juan Andrés estaba cerrado con llave y la adolorida madre no fue, ni siquiera, capaz de pronunciar su nombre, cuando me lo señaló, pero con sus abundantes lágrimas me lo dijo todo.

Don Rodrigo y la princesa, estaban en la finca bañando un ganado y llegaron como a las seis y cuarenta minutos de la tarde, cuando la señora del servicio ya nos había preguntado que deseábamos para la cena. Yo les dije que no tenía gustos especiales, que comía de todo lo que pudieran brindarme, pero que me encantaba la bandeja paisa y los jugos de frutas en leche.

Llegó don Rodrigo y me saludó afectivamente. Tenía el rostro demasiado pálido y eso me llevó a pensar que debía de estar muy enfermo. María Victoria se comportó distante, como si yo fuera un extraño, y apenas esbozó una tímida sonrisa cuando la madre me la presentó. Nos llamaron a la mesa, nos sentamos a comer en familia y me quedé sorprendido cuando nos sirvieron los platos, porque a las dos mujeres les trajeron unas ensaladas de hojas verdes, un plato con arándanos, fresas, uvas, almendras y un vaso con agua mineral. A don Rodrigo le sirvieron un plato de sopa de arroz, con trocitos de pechuga de pollo y a mí me sirvieron una bandeja paisa con frijoles, arroz, chicharrón tostado, huevo frito, carne el polvo, tajadas de plátano maduro, medio aguacate, dos arepas y un vaso de jugo de maracuyá en leche. A mí me agarró un ataque de risa, cuando vi la gran cantidad de comida que habían servido para mí, que era tres o cuatro veces más abundante que la de ellos y don Rodrigo comprendiendo lo que pasaba me dijo:

-         Tranquilo, querido amigo, que a nosotros nos sirvieron exactamente lo que podemos comer, porque, por si no lo sabías, yo tengo un problema de cirrosis crónica, que es la consecuencia de haber abusado con la ingesta de whisky. Yo, en mi juventud, tuve varios negocios de licor y, prácticamente, me embriagaba todos los días, hasta que el cuerpo me pasó factura y ahora trato de controlar una deficiencia renal y las molestias de una cirrosis en el hígado . Mis dos reinas comen inteligentemente, porque ellas quieren ser eternamente hermosas. Así que tranquilo y dedíquese a lo suyo.

La explicación me pareció razonable y, sin pensarlo mucho, me devoré todo lo que me habían servido, porque tenía un gran apetito. María Victoria no se atrevía ni siquiera a mirarme y don Rodrigo, durante la comida, me explicó que el principal objetivo de mi permanencia en esa familia, era el de proteger a sus dos mujeres, porque no quería que les sucediera ningún accidente.

-         Has llegado a mi hogar, muy bien recomendado por el ganadero más prestigiosos de la región y dentro de tus deberes está el de prevenir y evitar, cualquier agresión por parte de las guerrillas comunistas o por parte cualquier grupo de delincuencia común, que busque lastimar física o moralmente a mi familia.  Voy a confiar absolutamente en tu profesionalismo, y mis dos hermosas mujeres ya saben que, cuando yo no me encuentre en este hogar, tienen que hacer lo que tú les órdenes. Tengo una camioneta Chevrolet y un auto Mazda último modelo, que puedes utilizar cuando desees. Aquí te entrego las llaves de mi casa, las llaves de las puertas de la finca, perfectamente especificadas, y las llaves de los carros. En el momento en que necesites dinero, para los gastos generales, cuando te estés movilizando con ellas, le dices a mi esposa que te lo entregue, porque ella es la encargada de las finanzas familiares de esta casa. Te voy a pagar dos millones de pesos mensuales por nuestra protección y todos los gastos extras, cuando tengas que llamar a tus compañeros, para que nos refuercen el esquema de seguridad. Apenas termines de comer, mi mujer te va a entregar el dinero de tu primer mes de sueldo, para que empieces a cubrir tus gastos. ¿Cómo te parece la propuesta?

-         Muy interesante don Rodrigo y muchas gracias por la confianza –. Fue lo único que pude decir ante esa propuesta que multiplicaba mi salario y que reducía mis riesgos, porque me sacaba del conflicto general del país, en el que los paramilitares éramos un blanco relativamente fácil, para los guerrilleros que nos atacan con esos carros bombas que habían hecho volar a muchos de mis compañeros, sin tener la mínima oportunidad de defenderse.

-         Bueno, querido amigo, si ya está todo claro, con permiso yo me retiro a dormir, porque tengo un dolor en los pies que me está matando, por culpa del maldito ácido úrico, que es otra de las consecuencias de ese alcoholismo que no pude controlar a tiempo. Espero que usted evite el licor, porque el alcohol es un veneno que acabó con mi salud y con la de casi todos los amigos míos, unos ganaderos muy prestigiosos, que no supimos manejar el éxito y ahora estamos pagando las consecuencias de todos esos vicios, porque nosotros mezclábamos de todo y hasta bazuca fumamos.

Yo me quedé mirándolo en silencio y no pude argumentar nada, porque esas revelaciones tan serias, delante de sus mujeres, me parecieron demasiado sinceras, porque estaba revelando abiertamente que había sido un alcohólico y un drogadicto. El hombre había sido demasiado sincero conmigo y eso me comprometía más, porque empecé a comprender la vulnerabilidad de esa familia, que necesitaba mi protección más de lo que yo me imaginaba, porque la imagen de ganadero rudo del patriarca, se había desfigurado y empecé a contemplarlo como un hombre enfermo, que estaba muriendo lentamente.

Se terminó la comida, doña Patricia me entregó los dos millones de pesos y María Victoria nos invitó para la sala de recepciones, a ver una película de caballos, que era el animal que más la apasionaba. La chiquilla como que trataba de ignorarme, como si estuviera arrepentida de lo que habíamos hecho en la cocina de la funeraria y siempre, observando para otro lado, trataba de evitar mirarme directamente. Era un nuevo hogar, unas nuevas reglas y tuve que acomodarme a lo que ellos dijeran, y acepté la propuesta de quedarnos en casa mirando una película, aunque yo había dormido solamente tres horas y el cansancio de la faena pasada, aún continuaba en mi cuerpo.

Don Rodrigo se retiró temprano, a ver el noticiero nacional en el televisor de su cuarto. Se encontraba visiblemente enfermo y siempre tenía en sus manos un frasco de suero medicinal, del que iba tomando pequeños tragos, para evitar la deshidratación. Se encerró en el cuarto, se acostó en la inmensa cama del matrimonio, prendió el televisor, apagó la luz y yo me quedé observando como pensativo, hasta que la abnegada y todavía atractiva esposa me dijo:

-         Es que él y yo, ya no dormimos juntos, desde hace como seis meses, cuando lo tuvieron internado 62 días en el hospital San Vicente de Paul de Medellín, por esa cirrosis hepática que le dio de tanto tomar aguardiente en “El Billar” y que casi lo mata. Mejor dicho, él está vivo de milagro, pero ya no sirve para nada.

Yo sonreí tímidamente y me quedé pensando en ese último comentario, que no entendí completamente, porque, según lo que tenía entendido, ese señor era un ganadero y un empresario muy exitoso.

La película que colocó María Victoria, fue muy divertida y muy interesante, porque nos dejó un fuerte mensaje de tenacidad y de persistencia. Era la historia de un criador de caballos que lo perdió casi todo en el juego y solamente le dejó, a su única hija, un rancho improductivo y una potranca coja, porque, la hermosa hembra, que venía ganando en sus primeras las carreras, tuvo una delicada fractura que le hizo perder todo su valor comercial y la dejó inservible para las pistas, pero la inteligente y audaz heredera, redujo los costos de la hacienda y le colocó, a la potranca, un salto del más ganador de los sementales. Pasó el tiempo, ella se enamoró de un hombre luchador como yo y trabajaron con paciencia, hasta que nació el potro más hermoso y ligero del universo, que fue creciendo lentamente, hasta que empezó a ganar mucho dinero en las pistas de carreras de todo el mundo, con el que recuperaron la grandiosidad de la finca, pagaron sus deudas y fueron muy felices por toda la eternidad, como, seguramente, lo íbamos a ser nosotros.

Ya estaba muy tarde, llegó la hora de dormir y fue de la siguiente manera, en el primer cuarto ya estaba roncando don Rodrigo desde hacía una hora, en el segundo cuarto dormía la niña, que ahora estaba durmiendo con la mamá, desde que el papá se enfermó. El tercer cuarto era el de Juan Andrés, que ahora estaba completamente cerrado, después seguía el cuarto de los huéspedes, que era en el que me tocaba dormir a mí y la señora del servicio se acostó, después de lavar los platos de la cena, en un cuartito pequeño que quedaba muy alejado, en el segundo piso, y era mejor que las dos hermosas mujeres estuvieran durmiendo juntas, para evitar tentaciones.

Me acosté a dormir plácidamente, porque estaba muy cansado, y cuando estaba en mi quinto sueño, sentí que una manito delicada y hermosa me tapó la boca para que no hablara. Era María Victoria que venía con una infantil y perfumada pijama de osito, a visitarme. Yo la empujé para que se fuera, porque no podíamos cometer el error de estar juntos tan cerca de su protectora familia. Ella no se quiso ir, se deshizo de la tierna pijama y completamente desnuda, se montó sobre mí y cabalgó a la fuerza sobre mi asustada humanidad. Me besó con pasión, me acarició y cogiéndome las manos, las puso sobre sus senos deseosos, hasta que mi cuerpo reaccionó con su piel caliente y olvidando el peligro abracé su torneado cuerpo y apartando sus piernas, la penetré profundamente con mi excitada verga, tratando de no hacer ruido, aunque los quejidos apasionados resonaron en toda la casa. Le tapé la boca con fuerza y ella siguió cabalgando con locura, sobre mi pene inflamado y caliente, hasta que empezó a convulsionar y clavando sus uñas contra mi pecho, chilló y explotó a chorros, en un orgasmo salvaje que mojó toda la cama y todo mi cuerpo. Yo no lo pude impedir y sujetando sus redondeadas caderas, la penetré con rapidez y violencia, hasta que toqué el cielo y abriendo la boca, buscando aire para no suspirar, le llené toda esa conchita con el semen caliente y esposo de mi amor desesperado. Nos quedamos abrazados con fuerza, disfrutando de esa pasión desenfrenada y esperando a que nuestros corazones se calmaran y que sus padres no hubieran escuchado nuestros gemidos de placer. Ella me empujó con desesperación, me hizo bajar de la cama, quito la sabana y empezó a secar mi cuerpo, que estaba todo empapado, se secó ella también y trató de secar, un poco, el colchón que quedó completamente mojado con la orina. Agarró la ropa de dormir y se marchó corriendo desnuda, en la mitad de la noche y de sus locuras. Yo me quedé petrificado, rezando para que el viejo no se hubiera dado cuenta, que yo me estaba comiendo su hermosa princesa, que todavía era menor de edad, pero busqué la pistola que había dejado sobre el   nochero y la puse cerca de la almohada, por si la cosa se complicaba y el señor se ponía furioso.

El silencio era absoluto. Sentí el colchón muy mojado y recé para que no se manchara mucho, porque era muy vergonzoso que un guardaespaldas profesional, se orinara en la cama como un niño chiquito, porque no podía haber otra explicación.

-         ¡Dios Mío, en qué locura me estoy metiendo! – exclamé angustiado, pero feliz.

Después me dormí como un lirón, hasta las seis de la mañana, cuando llegó María Victoria con una sábana nueva, un trapo enjabonado con el que limpió el colchón y cuando se metió al baño para enjabonar el trapo nuevamente, la agarré contra el lavamanos y besé su boca dulce, hasta que se estremeció con pasión. Le metí la mano entre las sensuales tangas, invadí su hermosa vulva con mis dedos traviesos y acaricié el clítoris inflamado, que palpitaba en medio de su conchita golosa. Le agarré los dos senos con las dos manos y abrazándola por la espalda, ella separó las piernas, levantó la cola y yo penetré, con mi pene caliente, su húmeda y hermosa cosita que palpitaba deseosa y, con el estilo veloz del conejo, la clavé muchas veces, hasta que empezó a convulsionar y le mordí el cuello con fuerza, para que no se volviera a orinar, y le llené, nuevamente, esa vulva insaciable, con la leche espesa y caliente que tanto le gustaba.

Estábamos completamente locos de pasión, y yo me estaba arriesgando, porque esa era la mujer más hermosa y más sensual del mundo, y yo no podía desaprovechar esa oportunidad que me estaba dando la vida, seguro de que  en circunstancias normales, si no hubiera guerra, esa hermosa princesa nunca hubiera estado a mi disposición, porque éramos de diferentes clases sociales.

Guerra es guerra y las mujeres siempre han sido el mejor trofeo de esas contiendas.

En medio de mi locura, yo le estaba echando todo el semen adentro, sin preguntarle si estaba planificando, porque si ella quedaba en embarazo, para mí mejor, porque tener un hijo con esa hermosura de mujer, sería lo mejor que a uno le pudiera pasar en la vida.

Me metí al elegante baño de mi habitación, me pegué una ducha prolongada, con agua caliente, me sequé todo el cuerpo con una de las toallas y fui y la coloqué sobre el colchón, que todavía estaba medio mojado, para que la señora de las labores domésticas pensara, que la toalla fue la que lo mojó. Me vestí con el mejor de mis trajes y cuando me estaba perfumando, vino la señora del servicio y me dijo:

-         Señor guardaespaldas, el desayuno está servido.

-         Bueno señora, muchas gracias. -. Le contesté a la amable mujer y me fui para la mesa del comedor, porque ya tenía mucha hambre.

Me sirvieron una taza de chocolate con leche, huevos revueltos, una arepa de chócolo con una tajada de quesito encima, un chicharrón frito y dos buñuelos deliciosos. Definitivamente en esa casa se comía de la mejor manera y las atenciones que me brindaban eran tan grandes, que ya me estaba acostumbrando a la comodidad de la vida de los ricos y fue, en ese momento, cuando la confusión empezó a invadir mi mente, porque, aunque estaba disfrutando del amor y de las caricias prohibidas de la mujer más alta y más hermosa del pueblo, sentía que estaba desviando mi camino del objetivo inicial que me había propuesto, mentalmente, cuando me metí en esta guerra fratricida. Desde el principio, yo fui consciente del peligro tan grande que corría al hacer parte de las milicias paramilitares de las autodefensas de Colombia, que eran el brazo armado de la ultraderecha de nuestro país;  organización militar que pertenecía exclusivamente, a esos escasos tres mil terratenientes que son los dueños del 90 por ciento de las tierras fértiles de la nación, mientras que siguen existiendo más de 10 millones de campesinos sin tierra, que son ese sector de la población sin recursos y sin esperanzas, al que hemos pertenecido mis abuelos, mis padres, mis hermanos y yo, porque siempre hemos sido unos campesinos jornaleros sin tierra y cuando tuvimos la oportunidad de vivir en el pueblo, siempre estuvimos en casas arrendadas y cuando, por el esfuerzo de mi querido hermano, el mayor, que emigró a los Estados Unidos de Norteamérica, pudimos empezar a construir una casa propia y yo ingresé a la facultad de ingenierías de la gloriosa Universidad de Antioquia, me auto bauticé “El Campesino sin tierra” y me gustaba que todos mis amigos me llamarán así, para que nunca se me olvidara que en gran parte de mi juventud, anduve vestido de harapos y aguantando hambre. Siempre tuve claro que la inmensa desigualdad que impera en este país, en el que un puñado de familias son muy ricas y la gran mayoría somos pobres, se debe a que, después de la liberación del dominio colonial de España, los grandes terratenientes amigos de los españoles, continuaron heredando el monopolio de las tierras y de las concesiones mineras. Es un círculo cerrado de poder, en el que los burgueses que aprendieron a matar a los líderes sociales que protestan, a los negros que se quisieron liberar de la esclavitud y a todos los miserables que han querido alzar la voz del inconformismo. Tuve que vincularme a las autodefensas de Colombia por obligación, porque mi vida corría peligro en la rutina civil, después de cometer ese gran error que durante mucho tiempo me costó la libertad. Me vinculé en este grupo de exterminio étnico, por conveniencia, pero con el secreto propósito de ascender en la organización, con el único objetivo de conocer al creador y jefe de esas crueles organizaciones criminales llamadas “Convivir”, que ha llenado los campos de nuestro hermoso país, de miles y miles de campesinos muertos, que lo único que pedían eran servicios básicos sanitarios, un pedazo de tierra para cultivar, un centro de salud y una escuela para que sus hijos estudiaran,  y por todo eso, fue que yo, “El Campesino sin tierra” fui el hombre elegido por los dioses, para identificar y eliminar a ese hombre poderoso, que nos ha hecho tanto daño, pero, por los azares del destino, ahora estoy viviendo en una hermosa mansión y disfrutando de los más grandes placeres que puede tener un ser humano. Permanecí tirado toda la mañana en la cama, a la que, por fortuna, ya se le había secado el colchón, tratando de idear una disculpa para escaparme un rato para la famosa finca del ganado bravo, a ver si me encontraba con el apóstol San Pedro, para pegarle un tiro en la frente, en nombre de todos los huérfanos y de todas las viudas que han dejado sus políticas en este país. Estaba pensando en la venganza de los miserables hambreados de Colombia, cuando sentí que empujaron con mucha suavidad la puerta, que yo había dejado entreabierta y era don Rodrigo Builes, que me dijo:

-         Estas mujeres mías, quieren que las llevemos a una exposición de caballos criollos de silla, que se va a realizar hoy en la sede de “ASDESILLA”. El evento empieza desde muy temprano, pero yo creo que nos debemos ir después del almuerzo, para que lleguemos a ese coliseo como a las tres de la tarde, para ver únicamente lo mejor del espectáculo. Yo tengo una colección de sombreros americanos en un cuarto del segundo piso y le puedes decir a Margarita, la señora del servicio, que te los muestre para que escojas uno y que también te muestre las botas tejanas, de las que también tengo muchas, para que escojas y te pongas las que más te gusten. Yo, mientras que ustedes se arreglan, me voy para la finca de “El Pescadero” a ver qué es lo que están haciendo esos locos de hermanos míos, que no hacen sino tomar alcohol y consumir de todos los vicios.

-         Bueno, señor. Muchísimas gracias -. Fue lo único que pude decir ante esa maravillosa invitación, que era como una orden, pero muy placentera, porque si él iba acompañado de la mujer, a mí me tocaba ser el parejo de la hermosa María Victoria. Me quedé en la cama acostado, mirando una película en el inmenso televisor que tenía a todo el frente de mi cama, hasta que llegó Margarita, la señora del servicio, y me invitó para que escogiera las botas y el sombrero que me iba a poner para ir a la exposición equina. Esa mansión era impresionante y yo todavía no la conocía toda, porque en el segundo piso, había un gimnasio para que las mujeres se ejercitaran, aunque también había pesas y toda clase de equipos de gimnasia para los hombres. En otro de los salones estaba el vestidero de doña Patricia y de la princesa, que tenían centenares de zapatos, de zapatillas deportivas y de bolsos elegantes. En otro cuarto había decenas de sillas y de aperos para montar a caballo, y en otro de los cuartos estaba el vestidero de don Rodrigo y del difunto Juan Andrés, en otra habitación se encontraban varias vitrinas llenas de sombreros, de correas, de espuelas y de chamarras para montar, y después de un pequeño patio de ropas, se encontraba el pequeño cuarto donde dormía doña Margarita, la anciana mujer del servicio. Esa mansión, era el paraíso de los aficionados a los caballos y yo, sintiéndome un poco avergonzado, escogí un sombrero de los más sencillos para no opacar al patrón, me medí unas botas texanas de tacón cuadrado, cuero liso sin muchos arabescos, pero muy elegantes. Doña Margarita, que era una mujer muy amable, me escogió una correa con caballitos grabados y con unos tejidos rojos y negros, de un hilo que la hacía ver muy mejicana, muy artesanal y muy hermosa. Estábamos en esa labor, cuando llegó doña Patricia, la mujer cuarentona del nuevo jefe, que todavía estaba con un baby doll muy sexy y que yo, por respeto, no me atrevía ni siquiera a mirarla a la cara.

-         Buenos días, mi comandante – me dijo cuando entró, colocándose la mano en la cien, para imitar un saludo militar.

-         Buenos días, señora -. Le contesté, sin atreverme a mirarla directamente a los ojos. Ella lanzó un grito de dolor, se fue para el vestidero de Juan Andrés y abrazando las chaquetas de cuero, empezó a llorar desconsoladamente. Yo me puse sin saber qué hacer y busqué con la mirada a la señora del servicio, que también se puso a llorar, porque ella había criado a ese muchacho desde que nació y sin poder contener las lágrimas, se fue de prisa a refugiarse en la cocina del primer piso. La patrona lloraba desconsolada y yo la abracé por la espalda para consolarla, pero ella giró sobre los talones y abrazándome de frente, apretó su voluptuoso y bien formado cuerpo contra el mío y empezó a llorar recostada en mi pecho, sin soltarme, hasta que sentí mi camisa húmeda con sus lágrimas. Me abrazó con más fuerza y levantando sus ojos grandes y hermosos, se quedó mirándome con la boca entreabierta y se levantó en las puntas de sus pies descalzos, como para que la besara, pero yo giré mi rostro, inmediatamente, para evitar la confusión.

-         ¡Tranquilo “alemán” que no pasa nada! – me dijo con serenidad y tomando entre sus manos mi rostro, me quiso besar de nuevo, pero yo la aparté con mucha suavidad y le dije:

-         Qué vergüenza doña Patricia, pero don Rodrigo me brindó toda su confianza y nosotros no le podemos hacer esto.

-         Tranquilo que no se va a enterar y, además, a él no le importa lo que yo haga, porque después de que se enfermó de cirrosis, cómo su cuerpo está tan lastimado, ya es impotente y el miembro no se le para y, varias veces, me ha dicho que cuando esté muy caliente, me autoriza que haga el amor con el que yo desee, hasta que se me calmen las ganas y, para que lo sepas, por eso fue que la niña y yo, llamamos a tu patrón y fue para que nos prestaras todos tus servicios en esta casa a las dos y seas nuestro guardaespaldas personal.

-         Entonces, a él no… -. Empecé a decir, tentado por el diablo y por la sensualidad de ese cuerpo espectacular de la hermosa mujer, y ella continuó diciendo.

-         Esos hombres que consumen cocaína, bazuca y tanto licor, terminan siendo impotentes, porque el corazón se les cansa y empiezan a sufrir del mismo síndrome que sufren los deportistas de alto rendimiento, que a los treinta y cinco años ya están acabados y con el corazón cansado.

Yo no podía permitir el acercamiento de esa voluptuosa mujer, sabiendo que ya me estaba comiendo a su hija. Me tocó hacerme el digno y con la mirada clavada en el piso, me quedé en silencio hasta que la señora se calmó y, al ver mi rechazo, se fue para la cocina a terminar de preparar el almuerzo con doña Margarita. Era muy extraño que la cercanía de la muerte excitara tanto a las mujeres, porque no era únicamente esas dos, sino todas, porque las mujeres más hermosas del pueblo, sabiendo que los paramilitares eran los que mataban a sus vecinos, familiares y amigos, no tenían ningún problema en venir a rumbear con nosotros, completamente dispuestas a participar en una orgía de sexo y de sangre. La muerte parece no ser extraña para ellas, porque es lo único real que tenemos asegurado, además del sexo, que es la función biológica que busca prolongar la vida para derrotar a la muerte y, de esa forma, seguir evolucionando hacia la eternidad consciente.

Me quedé cohibido, mirando las sillas, los sombreros y unas ruanas mejicanas que antes no habíamos visto, después del desplante que le había hecho a la patrona, porque, de ninguna manera, yo podía caer en ese triángulo amoroso, que era jugar con fuego y que podía lastimar a María Victoria. Pasaron los minutos y yo no me atrevía abajar al primer piso, hasta que Margarita me llamó porque el almuerzo ya estaba servido. Bajé todavía cabizbajo y me confundí con los dos platos servidos, en uno había un cuarto de pollo asado, con varias papas cocidas, una ensalada de repollo y tomate, un vaso de jugo en leche y un pedazo de torta de moras. Al otro lado había un plato de ensalada de lechuga y tomates rojos, un racimo de uvas negras, un puñado de mortiños, dos huevos cocidos y un pedacito de pechuga a la plancha. Margarita se asomó y al ver mis dudas me aclaró:

-         Cada que sirva la comida, tu plato va a ser el más abundante, porque usted es el más joven y el más musculoso, el otro plato es el de la niña, que tiene que cuidar la silueta y que ya está terminando de arreglarse para que, cuando venga don Rodrigo, se puedan ir para la exposición. La señora no quiso almorzar en el comedor, para que ustedes dos estén más tranquilos y me pidió que le sirviera el de ella en su cuarto.

Doña Patricia venía saliendo del baño principal, envuelta en una toalla y cuando pasó por mi lado, me agarró con fuerza de una mejilla, en una dolorosa caricia que nunca esperé y después me lanzó un beso, desde lejos, sin importarle la presencia de Margarita, que observó la atrevida escena que me ponía en peligro. La hermosa mujer continuó sonriendo con alegría y cuando cerró la puerta de su cuarto, sentí que me cubrían con una abundante cabellera dorada y me estampaban un beso en la adolorida mejilla. Era María Victoria que venía vestida con un top blanco que apenas alcanzaban a cubrir sus senos espectaculares, con un jeans azul desgastado sin correa y con unas botas vaqueras de piel de caimán, que la hacían ver inmensa como una modelo internacional, de uno ochenta de estatura. Se sentó a mi lado y sin ningún problema me dio un besito en la boca y con mucha dulzura me dijo:

-         Amor, desde mañana quiero que empecemos a hacer ejercicio en el gimnasio, porque quiero estar muy tonificada y muy hermosa, para que siempre te sientas muy orgullosa de mí.

-         Bueno mi reina -. Fue lo único que alcancé a contestar en voz baja, porque esas mujeres no estaban guardando discreción y las cosas se iban a poner muy difíciles para mí.

Don Rodrigo llegó muy cansado y muy enfermo de la finca, porque apenas si podía caminar con unos pasitos lentos, como si fuera un anciano. Margarita le sirvió una sopa de verduras, un poquito de arroz, unos pedacitos de pollo, un pan de maíz y un vaso con agua, y después de que almorzó, empezó a contarme la historia de su difunto padre, que fue una de los primeros ganaderos de la región y que era un hombre muy valiente y muy serio.

-         Mi viejo siempre nos advirtió, qué si los guerrilleros lo llegaban a secuestrar, no fuéramos a pagar ni un solo peso por su rescate, porque eso sería fomentar esa práctica criminal e inhumana del secuestro. Nos recalcó que él, que ya estaba viejo y acabado, y prefería morir antes de entregarles una sola moneda de la fortuna que tanto trabajo le costó conseguir. Fue una decisión muy difícil, porque esos criminales, cuando lo tenían secuestrado, nos llamaban por teléfono y lo torturaban para que él gritara de dolor y nosotros escucháramos esos gritos lastimeros. Pero no quisimos escuchar ninguna de las propuestas extorsivas y, con mucho dolor, a los tres días, tuvimos que mandar a unos coteros, hasta una vereda del municipio de Ituango, a recoger el cadáver de mi padre, por el que tuvimos que pagar diez millones de pesos para que nos lo entregaran y, por lo menos, tener la tranquilidad de darle una cristiana sepultura. Fue muy injusto que esos mal llamados defensores del pueblo, asesinaran a un hombre tan bueno, tan trabajador y tan honorable como era nuestro querido padre y, también, fue en ese tiempo que empecé a abusar del alcohol, de las drogas y descuidé mi familia. Mejor dicho, en esos días perdimos la cordura y perdimos el rumbo. Le dimos la espalda a nuestros dioses y empezamos a tomarnos la justicia por mano propia, hasta el momento en el que ejecutaron a mi adorado hijo y terminaron con mis deseos de vivir, porque dentro de muy pocos días, yo los voy a dejar en este valle de lágrimas y espero que cuides muy bien a mi hija y a mi adorada esposa.

Las mujeres se estaban demorando mucho para salir, porque se estaban arreglando para ir muy hermosas a la exposición equina y don Rodrigo, que estaba visiblemente enfermo, se puso de mal genio y las recriminó con mucha fuerza y les dijo:

-         Es que con ustedes dos, todo es un problema, ¿no tuvieron toda la mañana para arreglarse?... Llevamos más de media hora esperándolas y ustedes nada que acaban de salir.

-         Amor, es que nos queremos poner bien lindas, para que ustedes dos se sientan muy orgullosos de nosotras -. Fue lo único que dijo doña Patricia, cuando por fin salió, porque María Victoria siempre permanecía callada, para no alterar el mal genio del papá, que se fue conduciendo el auto, sin pronunciar ni una sola palabra durante el largo camino.

María Victoria y yo, que íbamos en los asientos de atrás, nos fuimos también en silencio, totalmente cohibidos por el mal genio del poderoso hombre, que estaba visiblemente enfermo. Yo me fui pensando en el maltrato psicológico, constante, que le ejercía mi nuevo jefe a su hermosa y abnegada esposa, como si ya estuviera cansado de ella, porque desde que yo llegué al seno se esa familia, nunca escuché una palabra cariñosa o un gesto amable para la elegante dama. Yo me fui por todo el camino en silencio, contemplando el paisaje de las hermosas montañas en las que vivíamos y pensando en todas las desventajas de la condición femenina, que tiene que soportar el liderazgo de los supuestos machos alfa, que disfrutan torturando a las mujeres enamoradas, hasta que llegamos a las modernas y amplias instalaciones de ASDESILLA.

En la portería nos señalaron la ruta del parqueadero, en el que debíamos dejar el carro y me quedé sorprendido por la belleza de todos los autos de alta gama, que allí estaban estacionados, porque, siendo el auto en el que nosotros viajábamos, muy moderno y confortable, era el más viejo y el más feo de todos. Nos fuimos caminando por los senderos de piedritas del parqueadero y cuando llegamos a las taquillas de la boletería, don Rodrigo pagó las entradas y, a todos, nos colocaron una manilla de color verde fosforescente en la muñeca de la mano derecha. Ingresamos a las instalaciones que estaban abarrotadas de toda clase de personas, porque había unas chicas con uniformes de una institución de caridad, que cuando me vieron entrar al lado de la hermosa María Victoria, se acercaron inmediatamente y me dijeron:

-         Estas haciendo una rifa de caridad, en la que rifamos un millón de pesos por las tres últimas cifras de la lotería de Medellín, con el objetivo de conseguir recursos para una institución protectora de los perritos de la calle y la boleta cuesta cincuenta mil pesos, por si nos deseas colaborar.

-         Claro que sí quiero colaborar con los pobres animalitos -. Dije inmediatamente y, sacando la billetera en la que tenía los dos millones de mi primer sueldo, les entregué la pequeña colaboración, que me hizo sentir importante y poderoso ante mi hermosa mujer, que me miraba con naturalidad, acostumbrada al derroche de los burgueses que viven en la abundancia. Ella con su altura imponente y con su belleza espectacular, era el centro de atención de todos los hombres, que no podían dejar de mirarla. Yo caminaba muy orgulloso a su lado y cuando ingresamos en el corredor, en busca de las escaleras que nos llevaban a las tribunas del impresionante coliseo, ella me tomó de la mano para apoyarse en el difícil trayecto, y ya no me soltó en toda la tarde. Don Rodrigo, cuando nos vio tomados de la mano, la miró cómo disgustado, pero ella lo ignoró por completo y continuó revelando nuestro romance, porque desde ese momento empezó a tratarme como si fuera su prometido. Nos sentamos a contemplar los costosos ejemplares equinos que, por lo visto, eran la pasión de mi nueva familia. María Victoria había llevado unas chocolatinas y unas golosinas en su bolsito de mano, y cada rato nos daba de esos dulces, visiblemente feliz. Yo me relajé y aceptando todas las atenciones que nos brindaban las dos hermosas mujeres, y pasé una de las tardes más agradables de toda mi vida. La madre y la hija se fueron para el baño y cuando nos quedamos solos don Rodrigo me dijo:

-         Necesito que mañana mismo, vayamos con María Victoria para la finca, para que ustedes dos sepan cuál es el ganado que yo tengo y para que conozcan bien los linderos de esas tierras, porque yo pienso que en muy pocos días voy a morir.

-         No, don Rodrigo, usted tiene que tener mentalidad positiva y listo, porque esta familia lo necesita y usted tiene que seguir viviendo -. Fue lo primero que se me ocurrió decir, para tratar de elevar el ánimo de aquel hombre que estaba visiblemente enfermo.

-         Yo he tirado mucho vicio y he cometido muchos pecados, y la muerte es el castigo que me tiene reservado Dios, por haber mandado a matar tanta gente. Después de que la guerrilla secuestro y asesinó brutalmente a nuestro padre, hemos mandado a asesinar a mucha gente, supuestamente vinculados con el socialismo y, con la vida de mi único hijo varón, he tenido que pagar la soberbia de nuestro poderío económico, que nos ha llevado a cometer tantos crímenes – me explicó el papá de María Victoria, con toda sinceridad y continuó diciendo -. Por lo que he visto y he escuchado, la niña está muy ilusionada contigo y yo les voy a dejar, a ustedes dos, todo lo que tengo, porque sé que ella adora a la mamá y nunca la va a dejar desprotegida. Espero que usted se comporte a la altura y cuide bien a mis dos mujeres, cuando yo haya partido de este mundo ingrato.

-         Tranquilo, don Rodrigo. No piense en eso, que a usted le faltan muchos años por vivir y muchas gracias por la confianza que me está brindando -. Le dije, sinceramente agradecido.

-         Yo sé que tú eres un muchacho bueno, que estás metido en esta guerra porque no te dejaron otra alternativa y espero que retires de las autodefensas, para que cuides y ames mucho a mi hija.

-         Bueno, señor – fue lo último que dije, antes de que llegaran las dos mujeres con cuatro perros calientes y con cuatro cocacolas, que devoramos con mucho apetito, porque ya llevábamos mucho tiempo allí sentamos mirando el espectáculo de los caballos y teníamos mucha hambre.

Esa espectacular familia no se cansaba de observar y de hablar de caballos, y nos quedamos en ese coliseo, hasta las nueve y media de la noche, cuando se terminó el evento con la parada de campeones. En otro de los galpones del coliseo, había un remate de fiesta con un grupo de vallenatos, pero nosotros no contemplamos ni siquiera la idea de asistir, porque don Rodrigo se notaba visiblemente agotado. Viajamos comentando los pormenores de la exposición, porque María Victoria conocía mucho de la genética de los caballos y estaba deseosa de iniciar su propio criadero. Llegamos al pueblo como a la una de la madrugada. Todos estaban muy cansados, por la larga jornada, pero yo la pasé muy feliz y no sentí el cansancio, porque estuve en compañía de la mujer más hermosa que había en ese coliseo de ferias.

Al otro día, todos los miembros de esa familia, se quedaron durmiendo hasta muy tarde, porque esa es una de las ventajas que brinda el poder económico, y es que los ricos no tienen que madrugar a trabajarle a nadie. Mi hermosa mujer, que ahora se la pasaba durmiendo y que ya no me daba ni siquiera un beso, estudiaba medicina veterinaria en la Universidad Bolivariana, una de las mejores universidades privadas de Medellín y, aunque había sido muy responsable con los estudios, desde la muerte de su querido hermano, no había regresado a la ciudad para seguir con su carrera universitaria.

Esa mañana, a pesar de habernos acostado tarde, desperté, como siempre, antes de las cinco de la mañana y escuché a lo lejos el rugido inconfundible de las camionetas del exterminio, que continuaban asesinando a los campesinos por cualquier motivo. Afortunadamente, yo había salido de esa guerra, en este maravilloso giro del destino, que había traído hasta mis brazos a la más espectacular de las mujeres nacida en Yarumal Antioquia, en toda la historia, y la heredera de una inmensa fortuna económica que iba a estar a mi disposición dentro de muy pronto, pero yo me sentía muy mal, estaba muy confundido porque, en la lucha de clases que siempre se había sufrido en nuestro país, yo era “El Campesino sin tierra” un elegido del destino para acabar con la vida del fascista, del ultraderechista, del astuto e inteligente creador de las “CONVIVIR” y, últimamente, senador de la república de Colombia. Mi alma estaba confundida porque yo, que viví las inclemencias de los pobres proletarios que van a la escuela muertos de hambre y que tienen que trabajar toda la vida por un salario miserable, mientras que los burgueses terratenientes los humillan y los ultrajan, en el afán desmedido de conservar los privilegios, que desde la época de la colonia han tenido; privilegios de una clase tradicional que ha sido la dueña de las tierras fértiles desde siempre. Yo, que fui un adoctrinado de El ejército de Liberación Nacional (ELN) en la gloriosa Universidad de Antioquia, cuando pertenecí a la Juventud Revolucionaria de Colombia (JUCO). Yo, que fui capturado por las fuerzas militares del estado colombiano y torturado, durante tres dolorosos días, en el batallón Bomboná de la ciudad de Medellín, del que escapé milagrosamente. Yo que había tenido la oportunidad de recibir educación superior. Yo que había sido el elegido de Dios y del proletariado, para aniquilar el Nazi que estaba acabando, a tiros, con casi todos los pobres, ahora estaba durmiendo hasta tarde, comiendo los mejores manjares, disfrutando del más puro y sincero de los amores, y disfrutando de las comodidades de esos ricos a los que tanto critiqué, porque para nosotros los de clase baja, un rico es malo y humillante, por el sólo hecho de tener dinero y sentirse de clase aparte.

Estuve pensando toda esa mañana y, al final, llenándome de valor, decidí que voy a propiciar un encuentro con el gran apóstol San Pedro, que es el más habilidoso de los políticos de nuestro país, gestor y fundador de las “CONVIVIR”, que son otra de las versiones de las autodefensas de Colombia, que han existido en nuestra patria durante más de cien años, desde la época en que la burguesía terrateniente aprendió a manejar la muerte como la más valiosa de sus armas. La violencia continuaba en las calles de mi pueblo y yo, en medio de mis reflexiones, como mi nueva familia continuaba sumergida en el sueño y la comodidad de sus privilegios, salí de la casa y me fui para la iglesia a conversar con el sacerdote Gonzalo Palacio, que era mi asesor espiritual, y a buscar la respuesta de ese Dios, que un día me sumergía en la desesperación, en el hambre y en las frías paredes de la cárcel, y al otro día me lanzaba en los brazos de la más hermosa y adinerada de las princesas. Llegué hasta la iglesia, que a esa hora estaba completamente vacía y me senté en la primera fila, ante la imagen del impresionante Jesucristo crucificado. Me quedé mirando la monumental estatua de madera y con desesperación le grité en voz alta:

-         Necesito que me señales el camino que debo de seguir.

Mi angustiada voz resonó en todo el templo y el padre Gonzalo Palacio, que estaba descansando en la sacristía, salió a observar a ver quién había sido el que se atrevió a romper el silencio del templo sagrado, y cuando me vio, esbozó una complaciente sonrisa y me dijo:

-         El sagrado corazón de Jesús y mi pensamiento, te han traído hasta aquí, porque necesito encomendarte una sagrada misión-. Todos mis sentidos se pusieron en alerta, porque a eso era que había venido, precisamente, y el padre continuó diciendo -. La situación se está poniendo muy difícil para mí, por todos los errores que están cometiendo nuestros hombres, porque están ajusticiando a los pecadores sin ninguna estrategia que proteja mi nombre. Ya he recibido muchos reclamos de los feligreses, porque la gente está sospechando que yo soy el informante, que les transmite todos los datos a ustedes, entonces, necesito que vayas donde el gran jefe y me consigas una pistola pequeña, puede ser calibre 22 o una 765, mejor dicho, un arma que me quepa camuflada en esta biblia.

El sacerdote me entregó una hermosa biblia forrada en cuero negro, con letras doradas y continuó diciendo:

-         Usted se las ingenia para camuflar el arma, puede romper las páginas con un bisturí y fabrica el espacio para que la pistola quede dentro de la sagrada biblia, bien camuflada, porque yo necesito protección y, a punta de bala, va a ser la única forma de defenderme, después de que alías “Rambo” y “El Costeño” mataron a uno de esos socialistas aquí, en esta misma banca en la que estamos sentados, después de que el hijo de perra se vino corriendo, a ver si Jesucristo lo salvaba de las fechorías que realizó como presidente del sindicato de una fábrica de muebles que llevó a la quiebra. Pero vaya pues para la finca y me trae esa pistola, que desde hoy va a ser mi protección divina, porque uno también se tiene que ayudar.

Yo me levanté de esa banca y sin despedirme, sin opinar nada sobre las barbaridades que se le ocurrían a ese monstruo, salí a cumplir la diabólica misión que me estaba encomendando nuestro director espiritual, y que me daba la oportunidad de encontrarme con el poderoso apóstol San Pedro.

Salí al parque, me metí la biblia dentro de la camisa, para poder manejar la motocicleta con las dos manos y me fui hasta la casa de “La Mayoría” donde viví tantos días. Cuando llegué a la finca me bajé y acomodé la hermosa biblia, como un escudo contra mi corazón y, para mi sorpresa, había tres camionetas blindadas en el parqueadero y un gran dispositivo de seguridad, con francotiradores apostados los lugares más estratégicos, y, cuando pisé los corredores de la hacienda, se me acercaron dos hombres armados con sub ametralladoras mini uzi, vestidos con elegantes trajes y con escarapelas del gobierno colgadas en el pecho, y me preguntaron sin saludarme:

-         ¿Qué se le ofrece joven y qué es lo que lleva ahí?

-         Yo soy el guardaespaldas elegido por el dueño de la finca y traigo contra mi pecho una biblia, para cumplir una misión que me encomendó el párroco de la basílica de la iglesia.

Los hombres se tranquilizaron cuando saqué la hermosa biblia y me dejaron seguir, sin ni siquiera requisarme, y me sentí aliviado, porque yo siempre llevaba una pistola nueve milímetros conmigo. Entré en la finca sin pensarlo mucho y cuando ingresé en la sala de visitas, los cinco hombres que estaban allí reunidos, se quedaron mirándome cómo sorprendidos por mi repentina incursión.

-         Ahhh qué pena interrumpirlos, disculpen -. Dije avergonzado, pero el jefe se puso de pie y me dijo:

-         Pase “alemán” que le voy a presentar a mi querido hermano, el senador de la república y el próximo presidente de este país.

El reconocido político de ojos claros y de rostro agradable, se puso de pie y viniendo a estrechar mi mano, me dijo:

-         ¿Tú eres el famoso “Campesino sin Tierra” que nos ha servido tanto en esta región?

-         Sí, señor - le contesté con amabilidad -, y, como siempre, estoy a sus órdenes.

-         Y cuéntanos muchacho, ¿por qué te gusta que te llamen “El campesino sin tierra”? – me preguntó el honorable senador, delante de todos esos señores que me continuaban mirando en silencio.

-         Ese es el título de un libro escrito por Eduardo Caballero Calderón, que me toco analizar y exponer en el bachillerato, y como nosotros siempre fuimos campesinos jornaleros, mis amigos me pusieron ese apodo, porque yo siempre andaba con el librito en la mano.

- ahh bueno, muy importante que te guste leer, y tú, ¿quieres seguir siendo un “Siervo con Tierra? – me preguntó el gran jefe, demostrando su gran conocimiento, porque, realmente, esa obra literaria se titulaba “El siervo sin tierra”. Yo no supe qué decir y sonriendo nervioso, abracé la biblia que todavía tenía en mis manos y permanecí en silencio -. Escoja una tierra, más o menos de 20 hectáreas, que yo muevo todas mis influencias para que el instituto nacional de tierras (INCODER) se la adjudique y le obsequie unos 20 millones de pesos, para que su padre y sus hermanos desarrollen un proyecto productivo. Ahora me anota el nombre completo, el número de la cédula y el número del teléfono, que esta misma semana le mando buenas noticias -. Terminó de decir el carismático político, que hablaba con la elocuencia y con la dulzura de un verdadero santo.

Yo, sin perder mucho tiempo, me fui hasta la oficina, busqué un lapicero y arrancándole una página a la contra portada de la biblia, anoté en ella todos mis datos y, regresando al gran salón, la coloqué en la mesa, a todo el frente del honorable senador, que continuaba adoctrinando a todos esos hombres, que lo escuchaban con mucha atención. Después me fui para el depósito de armas y encontré una pistola 765 TAURUS PT, con una brillante cacha de madera y sin querer escuchar una voz interior, que me decía que esa era la oportunidad que siempre estuve esperando, para asesinar al ultraderechista que me iba a regalar una finca, pero, ¿cómo lo iba a matar, sin darle la oportunidad de cumplir la promesa de la tierra que me iba a regalar?... Ignoré esos pensamientos de venganza y me dirigí a la cocina, saqué un cuchillo afilado y después de dibujar la pistola con el mismo lapicero, perforé las páginas de la sagrada biblia, hasta que la pistola de la muerte encajó perfectamente, en la mitad de las palabras de Dios, y quedó allí camuflada, para que el sacerdote, Gonzalo Palacio, siguiera manejando esa dualidad entre la redención y el pecado.

Pasé nuevamente, por el gran salón y levantando la mano derecha, con un movimiento casi que hitleriano, me despedí en silencio de esos políticos que estaban definiendo la vida o la muerte, de todos los sindicalistas y de todos los líderes sociales que se atrevieran a luchar por los derechos humanos.

Me fui sorprendido con la amabilidad del famoso senador que yo venía dispuesto a matar, y que me neutralizó con su extraordinaria amabilidad. Era sorprendente la claridad mental de ese individuo que, a pesar de estar muy ocupado con las complejas tareas del gobierno, sabía exactamente, quienes éramos cada uno de sus subalternos, porque, legalmente, ese hombre era el máximo líder de esta nefasta organización que me ha permitido comer y sobrevivir durante los últimos meses.

Me fui derechito para la iglesia y le entregué al padre, la diabólica encomienda, sin poder comprender la filosofía del extraño sacerdote, que continuaba viviendo en la época de las cruzadas, en las que se imponía la religión cristiana a sangre y fuego. El extraño sujeto trató de explicarme su comportamiento, porque cuando ya me estaba marchando me dijo:

-         Muchas gracias querido “alemán”, por comprender mi difícil situación, porque debemos entender que Dios nos ayuda, pero nosotros estamos en la obligación de hacer la parte que nos corresponde, porque él no puede venir personalmente a salvarnos.

Yo sonreí, sin comprender bien lo que quiso decirme y sin más preámbulos, di media vuelta y me fui para la casa de mi amada princesa, que continuaba durmiendo y que, escasamente, se levantó un ratico para almorzar y, después, sin prestarme mucha atención, se encerró en su cuarto para seguir durmiendo.

Don Rodrigo estaba muy enfermo, vomitando hasta las tripas, porque dizque le había hecho daño la coca cola, la comida chatarra y las golosinas, que habíamos comido en las instalaciones de ASDESILLA. Doña Patricia se la pasó el resto del día, pavoneándose con el tentador baby doll, que no le alcanzaba a cubrir la celulitis de las piernas robustas, ni las estrías que le dejaron en el abdomen los partos de sus dos hijos; aunque no dejaba de ser una mujer muy voluptuosa, muy sexy y muy inteligente, pero demasiado gorda para mi gusto. Don Rodrigo llegó hasta mi habitación y con su palidez mortal me dijo:

-         Muchacho, me estoy muriendo, tengo el hígado completamente deshecho, siento que me gotea la sangre por dentro y yo creo que es mejor que me acompañes a la finca, para que sepas cuál es el ganado de María Victoria, porque si me muero sin dejar todo claro, esos viciosos de hermanos míos, los van a dejar sin nada.

Nos fuimos para la finca y yo tuve que manejar el auto, porque ese hombre, literalmente, se estaba muriendo. Don Rodrigo llevaba una carpeta repleta de documentos, y en los dos escasos kilómetros que nos separaban de la finca, se fue mostrándome las escrituras de las seis propiedades que tenía en el pueblo. También me dijo que todos los equinos que había en esa finca paterna, porque esa propiedad era la que les había dejado el papá de herencia y que todavía no habían partido, eran de María Victoria, porque a los hermanos y hermanas, de él, no les gustaban los caballos. Me mostró el registro de las seis yeguas de cría y el de todas las potrancas buenas y cuando llegamos a la finca, mandó a don Lázaro, el fiel mayordomo que había trabajado con ellos desde siempre, a que ensillara dos mulas y después trajera todos los registros del ganado.

Lo ayudamos a montar, con mucha dificultad, sobre una mula, porque le estaba doliendo mucho el abdomen y el pecho. Nos fuimos y, primero que todo, se dirigió a un potrero en el que tenía 96 novillonas F1 tipo leche, preñadas, una vacía y otras dos lisiadas que se habían fracturado en los ridículos accidentes del campo y ahora caminaban cojas, después nos fuimos para el corral de los novillos, en el que había 35 toros gordos y 72 toretes de mayor a menor, todos en proceso de ceba. Después nos fuimos para el establo en el que había 42 vacas en el ordeño, con sus respectivas crías y otros siete terneros que él había comprado en una subasta de Chigorodó, porque le parecieron muy baratos. En total, María Victoria tenía como 297 reses, perfectamente marcadas. En otro potrero había trece vacas y una ternera paturra, que eran de Antonio, el drogadicto y alcohólico de la familia, que, aunque no podía dejar de consumir cocaína, de vez en cuando le gustaba negociar con ganado.

Don Rodrigo trató de explicarme todo, hasta en los más mínimos detalles, como si se fuera a morir verdaderamente, y fue muy oportuno, porque esa misma noche nos lo tuvimos que llevar para el hospital “San Vicente de Paul” en la sede de llanogrande, en Rio negro Antioquia.

El médico que lo recibió, que era uno de los más famosos médicos de Latinoamérica, por la gran cantidad de trasplantes, exitosos, de hígado y de corazón que había realizado, se sentó, con aspecto sombrío, a revisar los más recientes exámenes que le habían hecho y que estaban en la historia clínica que le entregamos, y alzando los ojos de los documentos me dijo:

-         Mire joven, la condición médica de su señor padre, es desesperada y muy crítica. No me explico por qué, todavía, estaba en la casa, cuando desde hace varios días se le había ordenado una revisión, para una probable hospitalización. Ustedes deben de ser conscientes, que la mortalidad hospitalaria en pacientes cirróticos es demasiado elevada. Yo sé que ustedes tienen los recursos económicos para pagar el costoso trasplante de hígado, de forma particular, y créame que lo voy a poner en el primer lugar de la lista de espera, de los escogidos para un trasplante, porque, desafortunadamente, tiene una sepsis y un sangrado constante, muy elevados, y esos dos eventos, nos precipitan la insuficiencia hepática y lo están colocando al borde de un desenlace fatal. Tiene un puntaje MELD demasiado alto y los leucocitos también están muy elevados. Yo creo que lo mejor es que usted vaya preparando a su señora madre y a su hermanita, para lo peor – me advirtió el prestigioso galeno, pensando, desde el principio, que yo era Juan Andrés el hijo querido del patrón, al ver mi abatimiento y mi sincera desesperación por la salud de don Rodrigo-. Es muy difícil de que encontremos un donante compatible, de esta forma tan urgente… Ese es mi más sincero diagnóstico y con su permiso me retiro, a ver qué más puedo hacer por el señor.

Yo me quedé petrificado con el informe que me había dado el médico y salí corriendo del sector de los cubículos de urgencias, avancé por el pasillo, en busca de las dos mujeres que iban a quedar bajo mi responsabilidad.  Las encontré en la sala de espera, que quedaba como a unos ochenta metros de la sección de urgencias, en la que tenían a don Rodrigo y las encontré con los ojos hinchados de tanto llorar. María Victoria me abrazó desesperada y permaneció abrazada contra mi pecho, esperando las noticias que yo les empecé a relatar.

-         La situación está muy complicada, pero tenemos que tener mucha fe y rezar para que aparezca un donante compatible, para un trasplante de hígado, lo más rápido posible.

 La tristeza había invadido ese hogar desde que asesinaron a Juan Andrés y María Victoria, doña Patricia y yo, nos tuvimos que quedar en ese centro hospitalario, acompañando a don Rodrigo, que cada vez se enfermaba más. Nos pasábamos todo el resto de esa tarde cuidando al enfermo, que llevaron para la Unidad de cuidados intensivos (UCI), lo sometieron a un coma inducido, lo conectaron a un respirador artificial y no habían pasado ni diez minutos, después de la conexión, cuando sonó la alarma del código azul y todos los doctores y las enfermaras corrieron hacia el cubículo número nueve, que era el que le había tocado a don Rodrigo y pese a todos los ejercicios de reanimación que le hicieron, no resistió y falleció, de un paro cardiaco a las ocho y veinte minutos, de una oscura y fatídica noche.

Cuando salió el médico de turno, a darnos la cruel noticia, mis dos mujeres enloquecieron de dolor y me tuve que esforzar para controlarlas, hasta que fueron asimilando la cruda realidad. Fueron momentos muy difíciles y empecé a comprender el compromiso y la responsabilidad que estaba adquiriendo, con la muerte de mi suegro. María Victoria se desmayó por el dolor y las enfermeras la colocaron en una camilla y le frotaron alcohol, hasta que recuperó la conciencia y empezó a vomitar inmediatamente, mientras que la madre lloraba como una magdalena, observando la palidez intensa de su hija, que estaba blanca como un papel.

Nos fuimos para la cafetería del inmenso salón de espera, en busca de una aromática que las tranquilizara y una de las meseras, al ver la tristeza y la desesperación de las dos mujeres, se acercó y en voz baja me dijo:

-         Aquí vendemos pastillas tranquilizantes, para que les des con la aromática, y puedan calmar ese inmenso dolor que están sintiendo.

-         Pedí tres aromáticas en leche y la mujer me trajo dos pastillas muy pequeñas, que les ofrecí a mis dos bellas mujeres. Doña Patricia aceptó la droga con tranquilidad y María Victoria, en tono más calmado, la rechazó con mucha suavidad, como deseando seguir experimentando la triste realidad de la muerte de su padre y me dijo:

-         Yo no puedo tomar drogas psiquiátricas en mi posible estado.

El efecto de la pastilla fue casi que inmediato, porque doña Patricia entró en una especie de letargo, que le duró hasta el otro día.

A don Rodrigo se lo llevaron para la morgue y yo me tuve que ir a buscar los funcionarios de la funeraria, a la que estaba afiliada la familia, que se tardaron más de dos horas en aparecer, pero cuando llegaron, se pusieron a mi disposición, hicieron todo el papeleo con la administración hospitalaria y me dijeron que ellos llevarían el cuerpo a los hornos de cremación y nos entregaban las cenizas a la una de la tarde, en la basílica de Yarumal, para que estuviera en cámara ardiente, hasta la hora en que nosotros decidiéramos que lo iban a enterrar, y así se hizo, porque nosotros nos fuimos a dormir y, al otro día, nos entregaron las cenizas a la una de la tarde,  y, después de dos horas de velación, el padre Gonzalo Palacio, párroco de la iglesia de la misericordia, empezó a celebrar la misa de los difuntos, para don Rodrigo Builes,  uno de los ganaderos y caballistas más prestigioso de la región.

Asistió casi todo el pueblo al funeral y yo, personalmente, me sentí muy afligido y decepcionado, al comprender que, en esa pequeña caja de madera, reposaban las cenizas de ese hombre que fue tan poderoso e importante. Mucha gente vino a darnos su sentido pésame y todos me abrazaban con sentimiento, como si yo ya hiciera parte de la popular y elegante familia.

Doña Patricia continuaba con su extraño mutismo y aunque su rostro pálido, estaba completamente desdibujado por el dolor, se le notaba el efecto tranquilizante de esas pastillas que compró en la cafetería del hospital, cuando yo estaba en la morgue lidiando con el difunto y que continuó tomando, para que no la dejaran llorar. Cuando se terminó la celebración eucarística del patriarca, María Victoria me esperó en la puerta lateral de la iglesia, que era la puerta del perdón por la que salían todos los muertos, hasta que yo llegué con la pesada cajita que contenía los restos de aquel hombre, que pagó con la muerte todas las equivocaciones que cometió en su corta vida, porque había fallecido apenas con 46 años, por culpa del alcoholismo y la drogadicción, a la que lo llevaron su extraordinaria vida llena de excesos. Todos estábamos muy cansados y nos fuimos caminando, con los hermanos y las hermanas del difunto don Rodrigo, que, por ser el mayor de los hijos, había sido el líder indiscutible de esa disfuncional familia. Llegamos hasta la casa que, afortunadamente, quedaba a solo una cuadra del parque municipal. María Victoria se encerró en el baño a vomitar y después se metió al cuarto con doña Patricia, cómo queriendo compartir su inmenso dolor en privado. Yo me llevé la cajita con las cenizas para mi cuarto y la coloqué sobre el escaparate de madera en el que guardaba mi ropa, esperando a ver qué decidían hacer con ellas. Los familiares se quedaron un rato, tomando el café que les sirvió Margarita, hasta que empezó a oscurecer y se marcharon para sus casas, a continuar con sus vidas, en ese pueblo frío y maldito, que se vestía con el luto de la muerte con demasiada frecuencia.

Esa noche dormimos con tranquilidad y ni siquiera pensamos en las cenizas del muerto.

Al otro día, como a las diez de la mañana, el senador, hermano del gran jefe, me hizo una llamada telefónica y me pidió todos los datos precisos, de la finca que yo había escogido y me quedé sorprendido, porque a los cuatro días me llamaron del INCODER para que fuera a firmar las escrituras y a recibir un cheque de quince millones de pesos para el proyecto agropecuario. Fue en ese preciso momento que perdoné a todos esos burgueses, que desde niño me habían enseñado a odiar y nunca más volví a juzgar a nadie, porque comprendí que en Colombia nos hace falta más educación, para que aprendamos a comunicarnos y a comprendernos.

Ya tenía una finca de 17 hectáreas y media, con una buena casa, luz eléctrica y agua propia, una tierra que mi padre siempre cultivó al jornal y que, ahora, era de nosotros. Se me acabaron las disculpas para agredir a la gente y aunque no pude celebrar la adquisición de esa finca, que le traía tanta paz y tanta tranquilidad a mi familia, porque don Rodrigo continuaba en cenizas dentro de la cajita y María Victoria continuaba con sus mareos y con su tristeza inconsolable.

La suegra me contó confidencialmente, que como su hermosa hija venía tan soñolienta y se había desmayado varias veces, aprovechando que estaban en ese hospital, le hicieron unos exámenes de sangre, mientras que yo estaba ocupado con los de la funeraria, y resultó que estaba embarazada y que ahora íbamos a ser padres de una hermosa hija, que después se llamó Carolina. Yo sabía que esa dormidera y esa pasividad sexual estaba muy rara, porque los primeros días había sido caliente como un volcán y después se llenó de calma y de dulzura. Bueno, pero mejor así, porque a pesar de la muerte de don Rodrigo, el futuro se mostraba esperanzador con la llegada de nuestro primer hijo. Unos se mueren y los otros empiezan a nacer para reemplazarlos.

Todo el norte lechero de Antioquia, continuó sumergido en un terrible baño de sangre, pero, gracias a Dios, yo me alejé de ese conflicto, porque estaba muy ocupado acompañando a mi hermosa mujer, que se fue recuperando lentamente. Doña Patricia era muy habilidosa con las finanzas y no tuvo ningún problema para administrar todas las propiedades, mientras que nosotros dos, asimilábamos todo lo que nos estaba ocurriendo. La tranquilidad regresó a nuestros corazones y yo estaba muy ocupado siendo feliz, administrando el ganado que nos había dejado mi suegro y viviendo la vida de millonario que siempre deseé, aunque nunca pude olvidar las dificultades que sufre la mayor parte del pueblo, que necesita con urgencia nuevas oportunidades de educación y de trabajo, y una reforma agraria integral, como la que proponía el senador hermano de mi antiguo patrón.

Fue por la educación que recibí y por el adoctrinamiento, del que fui víctima en la universidad pública, que siempre pensé que un rico era malo por el solo hecho de poseer muchas cosas materiales, aunque haya sido un gran trabajador, o un gran emprendedor y también llegué a pensar, que un pobre era bueno por el solo hecho de ser pobre, aunque fuera un perezoso o un vicioso de esos que todo lo derrochan. Ahora estaba disfrutando de las comodidades de la burguesía y, después de las terribles experiencias que me tocó vivir cuando estaba en la guerra, me di cuenta que lo que necesitamos en este país, son más oportunidades de educación, porque si llegamos a un entendimiento sincero y establecemos un sistema democrático justo, le podemos brindar oportunidades de vida a ese pueblo marginal, que sigue siendo feliz a pesar de la miseria en que viven, porque, afortunadamente, las posesiones materiales no establecen la diferencia entre la felicidad y el hastío, porque ahora, que me encontraba en un hogar en el que sobraba el dinero y los lujos, me di cuenta de los grandes problemas y de las preocupaciones que sufren y viven algunos hombres adinerados, que terminan refugiándose en el alcohol y las drogas.

Después de esta difícil experiencia, comprendí que toda la responsabilidad de lo que he vivido, siempre ha sido mía. La pobreza económica, las injusticias que ha cometido el gobierno contra los más pobres, contra mí familia y contra mí, me llevaron en ese otro tiempo, a asumir el papel del vengador, de ser el justiciero en contra de una clase social a la que no pertenecía, y todo eso lo elegí yo, en un estado del desarrollo superior de la consciencia, en el que, desde siempre, he elegido lo que he querido experimentar en la vida, para poder llegar a descubrir la grandiosidad del ser humano. Con anticipación, elegí las batallas que iba a pelear, elegí la clase social en la que iba a participar, elegí todas las pruebas que le iba a poner a mi conciencia y todas las circunstancias que me permitirían asimilar la sabiduría, que me ha llevado a trascender a la quinta dimensión de la eternidad, porque el ser humano lo es todo. ¡Tú, como ser humano único e irrepetible, eres todo! ¡Tú eres todos los arquetipos, tú eres todo lo que honras y amas, tú eres todo lo que idealizas, tú eres todo lo que sacrificas y eres todo lo que luchas! ¡Eres el bien y el mal!... Cuando encontré el amor verdadero, salí del juicio, porque dejé de juzgar, salí de las culpas que nos impone esta sociedad atrasada e inculta y me alejé de todas esas luchas diabólicas, que ha fabricado la burguesía dominante y dejé de creer en la lucha de clases entre los ricos y los pobres, porque comprendí que, yo mismo, era el responsable de lo que estaba pasando. Comprendí que no soy culpable de lo que pasó, porque el sentimiento de culpabilidad hay que sacarlo de nuestras vidas, y lo que debemos de asumir es la responsabilidad, porque depende exclusivamente de mí, resolver pacíficamente los problemas que se presentan en mi vida, porque todo lo que sucedió, fue lo que elegí, en ese grado de evolución en el que me encontraba y fue, después del terrible error que cometí disparándole a esos dos pobres seres humanos, cuando empecé a sintonizarme con el perfecto equilibrio del universo, y para llegar a este grado de sabiduría, fue fundamental empezar a  dirigir mi vida con el corazón, dejando atrás las conveniencias que nos imponen el egoísmo y la ambición. Vivir siguiendo los impulsos del corazón, no es algo menor, porque el corazón es el lugar donde no hay ideologías políticas, donde no hay creencias religiosas, donde no hay tiempo ni espacio, donde no hay tradiciones regionales, donde no hay modelos de gobierno, donde no hay castas ni grupos étnicos, porque dentro de ese corazón podemos amar al negro, a un comunista o a un pobre miserable. A través del amor te proyectas en todo lo que existe y fue por amor, que elegí defender los derechos humanos de los campesinos SIN TIERRA, y fue por amor que elegí vivir esta aventura que me ayudó a evolucionar.

Nadie es mejor que nadie, nunca serás mejor, pero tampoco serás peor que otro. Las ideologías y la desigualdad de las clases sociales son el problema, y lo que debes hacer, es ser consciente de lo que eliges y muy responsable de tus acciones, porque los seres humanos, como tenemos conciencia divina, tenemos la sagrada oportunidad de elegir, tenemos una mente y permitimos que la vida nos golpee, pero, al mismo tiempo, aceptamos ser los creadores de la vida y de la muerte y, de repente, nos encontramos en un mundo de conflictos, de los que solo nos puede librar el amor. En esta terrible experiencia, pude trascender mi desagradable costumbre de juzgar y pude dejar atrás todas las doctrinas que me manipulaban, porque pude comprender quién era, y me vi reflejado en esos pobres campesinos que masacraron mis compañeros, y me vi reflejado en todas partes y empecé a programar cada paso que tenía que dar, porque la tierra es un paraíso, porque los seres humanos somos los arquitectos y los creadores de la realidad y, al final, pude comprender que la vida se trata de elegir caminos con mucho amor, para poder crear la existencia que te mereces.

Aquí empieza mi nueva vida.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 

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