Biografía del Escritor
     El absolutismo físico y filosófico
     Una Modelo y un caballo hecho leyenda
     A model and a horse made legend
     El código del verdadero Anticristo
     The code of the true Antichrist
     Amor, eterno amor
     Story of an eternal love
     LA HUMANIDAD EN VIA DE EXTINCIÓN
     Débora Arango Pérez "Pinturas de una verdad prohibida para las mujeres"
     HUMANITY IN THE ROUTE OF EXTINCTION
     La religión de los inteligentes
     LA TERCERA GUERRA MUNDIAL Y LA DESTRUCCIÓN DE LA CIUDAD DE NUEVA YORK
     Los monstruos creados por los transgénicos y por los anticonceptivos
     The religion of the intelligent
     Nuclear holocaust and the destruction of a great nation
     Monsters created by transgenders and by contraceptives
     El nuevo paradigma de nuestra eternidad
     Héctor Abad Gómez UNA CONCIENCIA QUE EVOLUCIONA
     UN VIAJE A LA SUPERVIVENCIA
     A journey to survival
     El milagroso don de la sanación
     THE MIRACULOUS GIFT OF HEALING
     La magia de un gran amor
     The magic of a great love
     RENACE LA LEYENDA DEL CAMPEÓN, FERNANDO GAVIRIA RENDON
     Fernando Gaviria Rendon



LITERATURA UN MUNDO MÁGICO - El código del verdadero Anticristo


EL CÓDIGO DEL VERDADERO ANTICRISTO
                                                                 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
JORGE LEÓN SOTO BUILES
 
 
 
 

 
 
 
 
 
 "POR LA DIGNIDAD DE LOS HOMBRES, REVELARÉ TODOS LOS SECRETOS DE LOS QUE MIENTEN Y EXPLOTAN SIN SENTIR VERGUENZA"
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
EL CÓDIGO DEL VERDADERO ANTICRISTO
 
 
 
 
 
 
 
 
JORGE LEÓN SOTO BUILES
 
 
 
 
 
 
 
 "PORQUE NO COMPRENDO CÓMO HA LLEGADO LA HUMANIDAD HA EQUIVOCARSE TANTO, LUCHARÉ POR DESCUBRIR LA VERDAD Y EL SENTIDO DE NUESTRA EXISTENCIA EN LA TIERRA"
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Otras novelas publicadas en la colección romántica:
 
Una modelo y un caballo hecho leyenda.
 
Amor, eterno amor.
 
El querubín negro.
 
 
 
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Esta novela la escribí como respuesta a una gran mentira que me sumergió en la búsqueda de un secreto imaginario, que me costó el equivalente a diez dólares al comprar un libro promocionado por The New York Times; libro que me introdujo en una aberrante carrera que me llevó de una mentira a otra, de una clave a otra, descifrando mensajes descaradamente inventados sobre las obras de destacados pintores y en las paredes de famosas catedrales. Un rompecabezas complejo que el autor pretende abrigar en el tiempo de una sola noche, en la que destruye la imagen y la honra de un Jesucristo que, según él, es descendiente de unos de los poderosos reyes de la época. Un aterrador juego macabro de claves escondidas, de acertijos satánicos, de mentiras cuidadosamente elaboradas, de suposiciones históricas en una trama de giros inesperados que conducen al lector a una gran mentira. Una mentira floja en la que la esposa del gran maestre al final, en la página 548 dice:
- ...No olvide que el santo grial puede ser engañoso. Igual que mi difunto marido.
¿Cómo es posible que a través de quinientas setenta y siete páginas, hayamos estado descifrando las claves de un mentiroso profesional que no generaba credibilidad ni siquiera en su esposa?... Es tan flojo el final y tan grande la mentira, en la que estábamos buscando los huesos de la supuesta amante de Jesucristo, el autor del conocido libro, necesito un prólogo en otro sitio, en el que el protagonista despertó de un terrible sueño que afectó al mundo entero, para descubrir nuevamente que todo era una vulgar mentira.
                                                                                                       El autor.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Hay escritores que con una sola de sus novelas nos trazan todo un universo perspectivas y nos dejan haciéndonos innumerables preguntas, pero también existen muchos  que han ridiculizado a las grandes e imperfectas religiones, a los musulmanes, a los católicos, al gran profeta Mahoma, a Jesucristo, a buda y a Krisna, para convertirlos en caricaturas en los principales periódicos y cadenas de televisión del mundo, sin importarles los principios eternos de las gentes humildes que todavía están aferrados a sus creencias ancestrales, en el complicado proceso de encontrar la verdad de nuestra existencia.
 
Ama tu ritmo.
Ama tu ritmo y ritma tus acciones
Bajo su ley, así como tus versos;
Eres un universo de universos
Y tu alma una fuente de canciones.
 
La celeste unidad que presupones
Hará brotar en ti mundos diversos,
Y al resonar tus números dispersos
Pitagoriza en tus constelaciones.
 
Escucha la retórica divina
Del pájaro del aire y la nocturna
Irradiación geométrica adivina;
 
Mata la indiferencia taciturna
Y engarza perla y perla cristalina
Donde la verdad vuelca su urna.                                              (Rubén Darío).
 
                             
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPITULO NUMERO UNO
 
 
Todo empezó el día en que me dio por comprar una novelita que fue muy famosa en su tiempo.
Todo sigue con mucha claridad dentro de mi memoria y en mi mente repaso con absoluta precisión cada uno de los textos en los que el sionista mayor hacía que sus personajes dijeran cosas, en la página 288, como ésta:
- La Biblia es un producto del hombre, querida. No de Dios. La Biblia no nos cayó de las nubes. Fue el hombre quien la creó para dejar constancia histórica de unos tiempos tumultuosos, y ha evolucionado a partir de innumerables traducciones, adiciones y revisiones. La historia no ha contado nunca con una versión definitiva del libro.
- Le sigo.
- Jesús fue una figura histórica de inmensa influencia, tal vez el líder más enigmático e inspirador que ha tenido nunca la humanidad. En tanto que encarnación mesiánica de las profecías, Jesús derrocó a reyes, inspiró a millones de personas y fundó nuevas filosofías. Como descendiente de las familias del rey salomón y el rey David, Jesús estaba legitimado para reclamar el trono del monarca de los judíos. Es comprensible que miles de seguidores de su tierra quisieran dejar constancia escrita de su vida. - Teabing se detuvo para darle un sorbo al té y dejó la taza en la repisa de la chimenea -. Para la elaboración del nuevo testamento se tuvieron en cuenta más de ochenta evangelios, pero sólo unos pocos acabaron incluyéndose, entre los que estaban los de Mateo, Marcos, Lucas y Juan.
- ¿Y quién escogió cuáles debían incluirse? - preguntó Sophie.
- ! Aja! - exclamó Teabing con entusiasmo -. Ya hemos llegado a la ironía básica del cristianismo. La Biblia, tal como la conocemos en nuestros días, fue supervisada por el emperador romano Constantino el Grande, que era pagano.
- Yo creía que Constantino era cristiano - intervino Sophie.
- Sólo un poquito - soltó Teabing burlón -. Fue pagano toda su vida y lo bautizaron en su lecho de muerte, cuando ya estaba demasiado débil como para oponerse.
Y en la página 290 continúan diciendo así:
- ¿Y qué tiene que ver todo esto con el Grial?
- Mucho - dijo Teabing -. Durante esa fusión de religiones, a Constantino le hacía falta fortalecer la nueva tradición cristiana, y ordenó la celebración del famoso concilio ecuménico de Nicea.
Sophie sólo había oído hablar de él como lugar de nacimiento del credo niceno.
- Durante ese encuentro - prosiguió Teabing -, se debatió y se votó sobre muchos aspectos del cristianismo, la fecha de pascua, el papel de los obispos, la administración de los sacramentos y, por supuesto, la divinidad de Jesús.
- No lo entiendo. ¿Su divinidad?
- Querida - declaró Sir Leigh - hasta ese momento de la historia, Jesús era, para sus seguidores, un profeta mortal... un hombre grande y poderoso, pero un hombre, un ser mortal.
- ¿No el hijo de Dios?
- Exacto. El hecho de que Jesús pasara a considerarse <<el hijo de Dios>> se propuso y se votó en el Concilio de Nicea.
- Un momento. ¿Me está diciendo que la divinidad de Jesús fue el resultado de una votación?
- Y de una votación muy ajustada, por cierto - añadió Teabing -. Con todo, establecer la divinidad de Cristo era fundamental para la futura unificación del imperio y para el establecimiento de la nueva base del poder en el vaticano. Al proclamar oficialmente a Jesús como hijo de Dios, Constantino lo convirtió en una divinidad que existía más allá del alcance del mundo humano, en una entidad cuyo poder era incuestionable. Así no sólo se sofocaban posibles amenazas paganas al cristianismo, sino que ahora los seguidores de Cristo sólo podían redimirse a través de un canal sagrado bien establecido: la iglesia católica apostólica y romana.
Sophie miró a Langdon, que movió ligeramente la cabeza en señal de asentimiento.
- En el fondo era todo una cuestión de poder - añadió Teabing -. Que Cristo fuera el Mesías era fundamental para el funcionamiento de la iglesia y el Estado. Son muchos los estudiosos convencidos de que la iglesia primitiva usurpó literalmente a Jesús de sus seguidores, secuestrando su verdadero mensaje, cubriéndolo con el manto impenetrable de la divinidad y usándolo para expandir su propio poder. Yo mismo he escrito varios libros sobre el tema.
- Y supongo que los cristianos más recalcitrantes no habrán dejado de enviarle mensajes diarios de protesta.
 
Y aquel famoso autor sigue escandalizando en las páginas 291 de la siguiente manera:
- Pero la cuestión es la siguiente - prosiguió Teabing hablando más de prisa -. Como Constantino <<subió de categoría>> a Jesús cuatro siglos después de su muerte, ya existían miles de crónicas sobre su vida en las que se le consideraba un hombre, un ser mortal. Para poder reescribir los libros de historia, Constantino sabía que tenía que dar un golpe de audacia. Y ese es el momento más trascendental de la historia de la cristiandad. - hizo una pausa y miró a Sophie a los ojos -. Constantino encargó y financió la redacción de una nueva Biblia que omitiera los evangelios en los que se hablara de los rasgos <<humanos>> de Cristo y que exageraran los que lo acercaban a la divinidad. Y los evangelios anteriores fueron prohibidos y quemados.
- Un inciso interesante - dijo Langdon -. Todo el que prefería los evangelios prohibidos y rechazaba los de Constantino era tachado de hereje. La palabra <<herético>> con el sentido que conocemos hoy, viene de ese momento de la historia. En latín, hereticus significa <<opción>> Los que optaron por la historia original de Cristo fueron los primeros <<herejes>> que hubo en el mundo.
Suponer o inventar cosas que, supuestamente, han aparecido en documentos que nadie a certificado como auténticos es muy fácil, o sino observen la interpretación que le da el sionista Dan Brown al Grial, que otros dicen que era un cáliz de oro macizo; otra versión que tampoco nadie cree porque Jesús era demasiado humilde para darse esos lujos, cuando habían tantos hombres esclavizados aguantando hambre.
Observen lo que escribió ese señor en las páginas 296 y 297...
- El cáliz - dijo -, se parece a una copa o a un recipiente y, lo que es más importante, a la forma del vientre femenino. Este símbolo expresa feminidad y fertilidad. - Langdon la miró fijamente -. Sophie, la leyenda dice que el santo Grial es un cáliz, una copa. Pero su descripción como cáliz es una alegoría para proteger la naturaleza del santo Grial. Lo que quiero decir es que la leyenda usa el cáliz como metáfora de algo mucho más importante.
- De una mujer - dijo Sophie.
- Exacto.- Langdon sonrió -. El Grial es, literalmente, el símbolo antiguo de la feminidad, y el santo Grial representa la divinidad femenina y la Diosa, que por supuesto se ha perdido, suprimida de raíz por la iglesia.
El poder de la mujer y su capacidad para engendrar vida fueron en otro tiempo algo muy sagrado, pero suponían una amenaza para el ascenso de una iglesia predominantemente masculina, por lo que la divinidad femenina empezó a demonizarse y a considerarse impura.
El autor de esa novela llega al extremo de coger las pinturas más famosas de Leonardo Da Vinci, para suponer e imaginar cosas que sólo existen en su mente desequilibrada. ¿Cómo se atreve a decir que el famoso pintor en la ultima cena pintó once apóstoles y una mujer que era la concubina de Jesucristo?...
...Sophie se acercó más a la imagen. La mujer a la derecha de Jesús era joven y de aspecto puro, con un rostro discreto, un hermoso pelo rojizo y las manos entrelazadas con gesto sereno. << ¿Y esta es la mujer capaz de destruir ella sola la iglesia?...>>
- ¿Y quién es? - preguntó.
- Esa, querida, es María Magdalena.
- ¿La prostituta?
A Teabing se le cortó la respiración, como si aquella palabra le hubiera insultado personalmente.
- Magdalena no era eso que dice. Esa desgraciada idea errónea es el legado de una campaña de desprestigio lanzada por la iglesia en su primera época. Le hacía falta difamar a María Magdalena para poder ocultar su peligroso secreto: su papel como santo Grial.
- ¿Su papel?
- Como he dicho - aclaró Teabing -. La iglesia primitiva necesita convencer al mundo de que Jesús, el profeta mortal, era un ser divino. Por tanto, todos los evangelios que describieran los aspectos <<terrenales>> de su vida debían omitirse de la Biblia. Por desgracia para aquellos primeros compiladores, había un aspecto <<terrenal>> especialmente recurrente en los evangelios: María Magdalena. - Hizo una pausa -. Y, más concretamente, su matrimonio con Jesús.
- ¿Cómo dice? - Sophie miró un instante a Langdon.
- Está documentado históricamente. ¿Dónde? Y no hay duda de que Leonardo tenía conocimiento de ello. ¿Por qué? En la última cena prácticamente le está gritando al mundo que Jesús y Magdalena son pareja.
Leonardo Da Vinci fue un buen pintor hace tantos años, que sus pinturas, con toda seguridad, han sido retocadas innumerables veces y nada nos garantiza que un charlatán no haya cambiado a uno de los apóstoles por la fotografía de su mujer. ¿Yo no sé porqué el autor, fundamenta sus novelas en las pinturas de un homosexual que estaba tan loco que no había podido definir su identidad sexual?...
Mucho después, el sionista mayor nos sale en la página 306 con el evangelio de Felipe. ¿Y quién es ese?...
- Sophie lo leyó:
Y la compañera del salvador es María Magdalena. Cristo la amaba más que a todos los discípulos y solía besarla en la boca. El resto de los discípulos se mostraban ofendidos por ellos y le expresaban su desaprobación. Le decían: ¿Por qué la amas más que a nosotros?
No he podido entender lo que pasaba allí, ¿Será qué el autor pretende decir que los apóstoles tenían la misma enfermedad del homosexualismo que Leonardo Da Vinci?...
Y en la página 307...
Sir Teabing seguía hablando.
- No quiero aburrirla con las incontables referencias a la unión de Jesús y Magdalena. Eso ya lo han explorado ad nauseam los historiadores modernos. Sin embargo, sí quiero señalarle algo. - Buscó otro párrafo - Esto es el evangelio de María Magdalena.
Sophie desconocía que existiera un evangelio con las palabras de María Magdalena. Leyó el texto:
Y Pedro dijo: << ¿Ha hablado el salvador con una mujer sin nuestro conocimiento? ¿Debemos darnos la vuelta y escucharla? ¿La prefiere a nosotros? >>
Y levi respondió: << Pedro, siempre has sido muy impetuoso. Ahora te veo combatiendo contra la mujer como contra un adversario. Si el salvador la ha hecho digna, ¿Quién eres tú   para rechazarla? Seguro que el salvador la conoce muy bien. Por eso la amaba más que a nosotros. >>
Qué lenguaje tan raro el que emplea es autor en su novela, en nuestra tierra, en Antioquia la grande, siempre hemos sabido que los hombres aman más a las mujeres que a los compañeros de cualquier actividad por importante que sea. No sé cuál será la preferencia sexual del autor, pero a sus personajes se les están escapando muchas cosas raras como las de la página 308.
- La mujer de la que hablaban - aclaró Teabing -, es María Magdalena. Pedro sentía celos de ella. ¿Cómo así, estás insinuando que Pedro también era homosexual como tu adorado Leonardo?...
- ¿Porque Jesús la prefería?
- No solo por eso. La cosa iba mucho más allá del mero afecto. En ese pasaje de los evangelios, Jesús intuye que pronto lo capturarán y lo crucificarán. Y le da a María Magdalena instrucciones para que ponga en marcha la iglesia una vez él ya no esté. En consecuencia, Pedro expresa su descontento por tener que ser el segundón de una mujer. Me atrevería a decir que Pedro era un poco machista.
Sophie intentaba no perderse.
- Están hablando de San Pedro. La piedra sobre la que Jesús construyó su iglesia.
- El mismo, salvo por un detalle. Según estos evangelios no manipulados, no fue a Pedro a quien Jesús encomendó crear la iglesia cristiana. Fue a María Magdalena.
Sophie se quedó mirando.
- ¿Me está diciendo que la iglesia debía ser dirigida por una mujer?
- Sí, ese era el plan. Jesús fue el primer feminista. Pretendía que el futuro de su iglesia estuviera en manos de María Magdalena.
- Y a Pedro no le hacía demasiada gracia...
El sionista mayor, estaba redondeando el argumento para llegar al quid de la cuestión en la página 310
- La leyenda del santo Grial es una leyenda sobre la sangre real. Cuando se dice que el Grial es << el cáliz que contenía la sangre de Cristo>>... Se está hablando, en realidad, de María Magdalena, del vientre femenino que perpetua la sangre real de Cristo.
Las palabras parecieron resonar con un eco por el antiguo salón de baile antes de que Sophie captara totalmente su significado. << ¿María Magdalena perpetuaba la sangre real de Cristo?
- Pero ¿cómo iba a perpetuarse a Jesús, a menos que...?
Se detuvo y observó a Langdon.
Langdon sonrió.
A menos que tuvieran un hijo.
Sophie se quedó helada.
- Ya ve - dijo Teabing -. La verdad mejor disimulada de toda la historia de la humanidad. Jesús no sólo estaba casado, sino que era padre. Y, querida mía, María Magdalena era el santo receptáculo. Era el cáliz que contenía la sangre real de Jesús. Era el vientre que perpetuaba el linaje, y el vino que garantizaba la continuidad del fruto sagrado.
Sophie notó que se le ponía la carne de gallina.
- Pero ¿cómo se puede mantener oculto tantos años un secreto tan importante?
- ¡Por Dios! - dijo Teabing -. Oculto precisamente no ha estado. La perpetuación de la sangre de Cristo ha sido el origen de la leyenda más duradera de todos los tiempos: la del santo Grial. Desde hace siglos, la historia de María Magdalena se ha gritado a los cuatro vientos en todo tipo de metáforas y en todos los idiomas posibles. A poco que se tengan los ojos abiertos, se ve por todas partes.
- ¿Y los documentos del sangreal?- preguntó Sophie -.
¿Contienen la prueba de que Jesús tenía sangre real?
- sí.
- Entonces, ¿toda la leyenda del santo Grial es en realidad sobre la sangre real de Cristo?
- Y bastante al pie de la letra, además. La palabra Sangreal puede descomponerse, como se hace habitualmente, para formar las palabras San Greal. Pero en su forma más antigua la división se hacía de otro modo.
Teabing cogió un trozo de papel, escribió algo y se lo entregó.
Sang Real
San Real significaba, literalmente, sangre real.
Eso era lo único que nos faltaba, que los sionistas dijeran que Jesucristo pertenecía a la realeza y era un multimillonario como ellos. ¿Cómo es posible que un rey se haga crucificar para liberar a sus propios esclavos?... Pero todavía faltaba la gota que rebosó la copa y que me demostró la locura inmensa y la confusión mental que obsesionaba al autor, cuando en la página 402 comparó las catedrales católicas con las vulvas femeninas, de la siguiente manera:
La foto mostraba la puerta principal de una catedral gótica, el arco de la entrada, apuntado y estriado, enmarcando una pequeña puerta.
Collet estudió la foto y levantó la vista.
- ¿Y esto es peculiar?
- Dele la vuelta.
En el reverso, Collet encontró unas anotaciones en las que se describía la única nave del templo, larga y vacía, como un homenaje pagano al útero femenino. Qué raro. Sin embargo, la nota que comentaba el arco de la entrada fue la que le desconcertó.
- ! Pero qué es esto! Cree que la entrada de la catedral representa la... Vulva de las mujeres.
- Sí, señor, con los pliegues de los labios y un hermoso clítoris de cinco pétalos en lo alto. - Suspiró - Te entran ganas de volver a frecuentar una iglesia.
Metí la novela en un sobre y se la envié a un antropólogo muy amigo mío, para que la analizara y me diera su opinión.
Pasaron los días.
Y en mi alma la curiosidad crecía mientras que miraba los montes oscuros, las casas abandonadas en cerros de desilusiones por culpa del paramilitarismo y por el narcotráfico que nos azotaba.
<<Me siento solo y trato de pensar en cuántos amigos inteligentes poseo, para que me ayuden a descubrir la verdad de nuestras vidas. Cuántos atardeceres tristes hemos tenido que soportar en Latinoamérica en los últimos tiempos, por culpa de la ambición desmedida de los sionistas del norte que, ahora, hasta las creencias religiosas intervienen. Muchos caminos se abren ante mí; la venganza o el perdón, el reclamo justo o el silencio, lo novedoso o lo tradicional, la aventura o la resignación, lo revolucionario o la sumisión, la contradicción o la aceptación pasiva, lo real o lo mágico, la verdad o la mentira, la vida o la muerte. ¿Cuál de todos será el sendero que al fin elegiré para que me ayude a descubrir la verdad de nuestra existencia?...>>
Mi vida quedó rota en mil pedazos al darme cuenta de la forma desvergonzada en la que utilizan la publicidad y las letras, para desvirtuar o para afirmar las creencias de los pueblos. Pero que no vayan a pensar que ellos son los dueños de la verdad y de la ciencia, yo también estuve estudiando en una universidad y voy a poner las matemáticas puras, las letras y la química al servicio de la humanidad. Mi corazón está inundado de emociones salvajes y de sueños locos y fugaces, que me permitirán desmentir a los paganos que le mienten al pueblo porque en sus corazones sucios no ha podido habitar el amor.
No es tarde aún, apenas cuento con los veinte años que son suficientes para comprender que estamos completamente perdidos en el mundo de la ambición sin medida, en un mundo que no respeta las creencias religiosas de los demás  por muy descabelladas que sean. ¿Cómo es posible que el director de un diario civilizado, permita la publicación de una caricatura que ridiculiza al profeta que adoran y veneran millones de hombres humildes y naciones enteras?... ¿Cómo es posible que un editor como Jason Kaufman se involucre en un proyecto de muerte en el que se asesina las creencias de los hombres, sin tener la sustentación científica y verdadera de los hechos?...
No quise ser médico, ni doctor de leyes, no quiero ser ingeniero de puentes estáticos y grises, no quiero ser un eslabón en la cadena interminable de trabajadores en favor de la industria, no quiero ser un famoso artista al que todos le hablen con la hipocresía de la conveniencia, solamente quiero ser el filósofo que señale un nuevo camino para la humanidad que está totalmente equivocada.
Me he convertido en un pensador que pasa los días tirado en la grama, contemplando las formas caprichosas de las indiferentes nubes y rumiando el sinsabor del vacío existencial que ha llegado hasta mí, después de haber leído la novela de gran aceptación mundial que deshonraba la fe de muchos. El mundo me deja apreciar la polaridad y el contraste de las cosas. las mujeres lindas y los hombres angustiados, el día y la noche, el pasado triste y el futuro desalentador, las dulzuras de una infancia feliz y las amarguras de un compromiso sagrado conmigo mismo y con la humanidad. Todo gira en torno al carrusel de los extremos opuestos: lo alto y lo bajo, lo hermoso y lo feo, la verdad y la mentira. ¿La mentira?... ¿Cuál es la mentira? Hay libros que dicen que la Biblia es una completa mentira retocada a favor de los ricos, y los Parisinos dicen que El Corán es otra mentira y por todo el mundo surgen los contradictores de los Vedas, del Talmut, de el Bhagavadgita, de El tripitaka, de los sutras y de los libros confusionistas...¿Son malas las sombras o es buena la luz? ¿Qué es mejor, lo dulce o lo ácido? ¿Cuál color es más bonito, el gris o el rojo intenso de la sangre de los pobres hombres que mueren peleando en una guerra santa, en la que les quiere robar el petróleo?... Así eran las preguntas que yo me hacía en aquellos días de inquietud, hasta que se reportó Juan, el antropólogo de la universidad de Antioquia, que estudio conmigo cuando éramos unos chicos, y al que yo le había enviado el libro para que lo analizara y me diera una opinión, con una propuesta muy original.
- Primero que todo, quiero darte las gracias por haberme enviado esa novela, y por tenerme en cuenta en tan espinoso tema. Yo también he quedado muy ofendido con la cantidad de mentiras, desde el punto de vista científico, que escribe ese señor, pero ahora necesito ver al hombre que no le teme a los sionistas ni a sus inmensas fortunas, necesito ver al hombre que no le da miedo de la oscuridad, que no le teme a las fieras del monte, que nunca perdió una pelea con los compañeros del colegio, que no se deja impresionar por la falsedad de los libros escritos sin la investigación necesaria. Necesito ver al último valiente que quedó en esta zona después de que el gobierno acabó con los bobos que se hicieron matar por un puño de tierra. Necesito ver el hombre que es capaz de entregar su vida por defender a la humanidad. Necesito ver el hombre que es capaz de descubrir la verdad de nuestras existencias.
- ¡Aquí lo tienes! - exclamé ofuscado ante las palabras del genial antropólogo, que sólo servían para avivar la hoguera que me estaba consumiendo por dentro - Si estás dudando de mi valentía, apostamos a que yo soy capaz de descubrir todos los secretos que encierra nuestra existencia, y, por ahí derecho, nos jugamos la vida explorando lo desconocido, que es  a lo que los sionistas le temen tanto, porque ellos no creen en la vida eterna después de la muerte. Mi vida no vale nada sin verdades y si resulta un Antioqueño más valiente que yo, me enfrentaré con él, para reducir la población de los que no se merecen el aire que respiran.
- ¡Ay!  ¡Qué vendaval!... El que te oiga dirá que eres un valiente de verdad, claro que hoy traigo la prueba que nos dirá si tienes tanto valor como dices.
- Eso es lo que yo necesito - dije aceptando lo que viniera -. Necesito pruebas que me ayuden a descubrir el sentido de nuestras vidas, porque todas las religiones están equivocadas y la humanidad camina a tientas. Bueno... ¿De qué se trata?
- Dina Luz, novia mía y amor platónico tuyo, que, como ya sabes, también es antropóloga, me estuvo colaborando en el análisis del sacrílego libro que me enviaste, del Corán, de la Biblia, del tripitaka, de el talmut, de los sutras y de los libros confusionistas  y hemos llegado a la conclusión de que necesitamos un compañero en una aventura por la dignidad de la humanidad, que vamos a emprender, y, ahí, es donde entras tú a jugar el papel de valiente.
- ¿Cómo así que un compañero?... ¿De qué se trata todo esto?... - pregunté, un poco avergonzado de que mi amigo supiera que yo estaba enamorado de su novia.
- Lo que pasa es que las grandes religiones del mundo son organizaciones comerciales, que vienen explotando a la humanidad en un mundo caótico y sin dirección, para poder controlar todos y cada uno de los aspectos del diario vivir. Yo pienso que detrás de toda esa charlatanería hay un complot en contra de toda la humanidad, para manejarlos con sus más profundas creencias y después robarles el petróleo, el oro, el carbón y hasta la libertad. Desde tiempos inmemoriales venimos adorando diferentes dioses de barro, de oro y de todas las formas que te quieras imaginar  y por eso he convencido a Dina Luz y trato de convencerte a ti, para que me acompañen en una aventura que nos llevará a descubrir la verdad de nuestra existencia en la tierra.
En el monte de “El capiro”, en todo el centro del oriente Antioqueño, existe un brujo inmensamente rico que recluta hombres para el culto a “Lucifer”. Aquel mercenario del demonio, en un templo muy conocido en la región, les compra el alma a los nuevos visitantes a cambio de inmensas cantidades de dinero, que los vendedores pueden disfrutar hasta que les llegue la hora de viajar al infierno del sionismo eterno. Nosotros vamos a acudir donde ese poderoso brujo y fingiremos que le vendemos nuestra alma al sionismo deshumanizado y, después de que estemos apoderados de una inmensa cantidad de oro, con esa misma fortuna vamos a financiar la empresa que nos llevará a descubrir los conocimientos ocultos que aquel brujo domina. Cuando estemos al frente del brujo todopoderoso, sólo podremos utilizar nuestra inteligencia como mecanismo de defensa y vamos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance para penetrar en los intrincados caminos de la mágica estrella del oriente, de lo metafísico y de lo sobrenatural. No nos podemos quedar resignados en Latinoamérica, dentro de estos cuerpos que nos limitan materialmente, mientras que otros deciden el futuro de nuestros Dioses, de la banca internacional, del petróleo, de la energía nuclear y hablan de poderes en la mente que mueven montañas, doblan cucharas y producen bombas atómicas. Si hay otra dimensión en la que viven los sionistas, los yankees, las brujas y los duendes, nosotros vamos a tratar de estar ahí, para ser tan inmensamente poderosos como ellos y construir nuestro universo desde adentro. ¿Qué te parece? - me preguntó Juan.
- Yo, personalmente, estoy muy inquieto y pienso en muchas cosas, aunque no tengan sentido, por ejemplo: ¿Qué pueden hacer tres latinoamericanos ante el sionismo internacional y multimillonario?.... No he podido entender cómo he llegado a descubrir los inmensos proyectos de esas sociedades secretas, que me conducirán a una muerte segura y nada más. Estoy tratando de encontrar el sendero que me lleve a encontrarme con la evolución mental que tuvo Jesucristo. No sé si algún hombre vaya a ser el humano vengador elegido por la unidad eterna, para que le de muerte a esos personajes macabros que pretenden sumergir la tierra en una guerra santa, en la que los únicos triunfadores serán los sionistas que no tienen ni tierra, ni religión, porque no tienen corazón. Todos tenemos un determinado desarrollo en el camino de la evolución, aunque algunos se comportan como verdaderos animales irracionales, que destruyen pueblos enteros y que pisotean los sueños de sus hermanos... Cada persona tiene sus propias inquietudes y cada una avanza hacia su propia realización - argumenté pensando en la propuesta que me hacía mi amigo -, y es por eso que estoy avergonzado, con ustedes, por haberlos involucrado en esta empresa de muerte. Estoy tratando de interpretar el destino que nos espera, pero eso es una cosa que no se puede determinar y, desafortunadamente, en esta misión sagrada tenemos muy pocas probabilidades de triunfar. Vamos a correr unos peligros tan grandes, que no sé si podrán ser interpretados en su verdadera dimensión. Existe un mundo que se nos hace más o menos comprensible; el amor sincero de los padres, la ilusión brillante de una compañera de ojos claros, las matemáticas de líneas y puntos precisos, los vehículos que nos permiten curiosear en el fondo del mar y en la superficie de los planetas, los sueños de amor que nos permiten vivir en la armonía de una paz interior, y las leyes naturales que vamos asimilando dolorosamente, pero... ¿Qué hay detrás de esas organizaciones secretas que pretenden controlar hasta las creencias del pueblo?... ¿Cuál es el lado oculto de las cosas que manejan los brujos paisas y de las águilas del Norte? ¿Existe algo sobrenatural que nos garantice la continuidad en el mundo de los dioses humildes que no protegen a los pobres, ni a los negros, ni a las minorías étnicas? ¿Seguiremos libres después de que ellos controlen hasta nuestras creencias?... Sólo hay una forma horrorosa de saberlo y es la que tú propones, y digo horrorosa por que nos tocará infiltrarnos en el mundo mágico de los brujas Antioqueñas, en el campo sobrenatural de la maldad diabólica que absorbe billetes, petróleo y pueblos enteros, en la oscuridad terrible de un futuro insospechado donde nos castigarán por defender el ser humano humilde que, cuando lo golpeaban, colocaba la otra mejilla. La vida es difícil porque empezamos a vivir influenciados por unas circunstancias que no hemos sido nosotros, precisamente, los que las hemos elegido. Es difícil ser un norteamericano sin ser ambicioso, egoísta y despiadado. Es difícil ser un colombiano honesto cuando los dineros fáciles del narcotráfico se ofrecen como una tentación constante. Es difícil ser un Israelita sin tierra y sin Dios, queriéndose vengar de hombres que les hicieron mucho daño y que ya están muertos. Es difícil ser un francés cuando el ministerio de cultura apoya trabajos que destruyen la identidad religiosa de otros pueblos. Es difícil ser un Ingles cuando el dinero de sus contribuciones, es empleado para arrojar bombas de varias toneladas sobre los ojos tristes de una cantidad de niños del desierto, que no sabían lo que les estaba pasando. Así es la vida si la miramos en el macrocosmos de los países con identidades específicas. ¿Qué se dirá si nos detenemos a observar los chicos que nacen en el hogar de una prostituta y un drogadicto?  ¿Cuál es el futuro? ¿De qué serán culpables esas pobres criaturas que no tuvieron ni una sola oportunidad? ¿Será que la mano negra del demonio los lanzó a la cara oscura de este mundo de contrastes?...
Las preguntas se quedaron en el aire porque, Juan, estaba demasiado interesado en la investigación antropológica que iba a empezar; él estaba entusiasmado con la aventura que nos iba a llevar a la verdad de nuestra existencia, y mientras me explicaba que lo que íbamos a hacer era una práctica común entre los chamanes de la selvas Colombianas, yo me puse a meditar y sí, definitivamente, en la vida existen dos polos opuestos: la luz y la oscuridad, el odio y el amor, la guerra y la paz, el crimen y el arrepentimiento, el orden y el desorden, los escritores que hacen tambalear el universo con una sarta de mentiras disfrazadas de enigmas y los escritores que escriben libros llenos de amor y de perdón para vengarse. ¿A cuál de esos dos lados pertenezco yo?... ¿Por qué tengo que revolcarme en el fango de la ignorancia, si me hubiera gustado tener las manos limpias y pertenecer al universo de los sabios?... <<No vayas a pensar que las prostitutas venden su cuerpo porque les gusta, ellas lo venden por necesidad.>> - me decía yo mismo, en la mitad de mis agitados pensamientos - ¿Cuál es la persona que desea vivir en la oscuridad y el dolor de la ignorancia, sabiendo que al otro lado le ofrecen la paz y la alegría del conocimiento?...
En ese mar de confusiones se agitaba mi vida desde el momento en que me pregunté por el verdadero sentido de mi existencia. Hasta ese momento, en el que tuve la oportunidad de empezar a viajar en la eternidad por el sendero de las historias de fantasmas escandalosos y enigmáticos. Desde ese instante empecé a avanzar, mentalmente, en medio de sacrilegios, robos, asesinatos y complots internacionales. Tomé el camino que nos llevaría a vivir en el mundo prohibido, con la esperanza de llegar a través de la maldad, la falsedad y la hipocresía, hasta el descubrimiento de todas las verdades que nos encierran y agobian en este mundo que parece una jaula de castigo. El camino era arriesgado porque nos íbamos a enfrentar con los brujos paisas, una de las organizaciones secretas más poderosas del mundo, pero estábamos convencidos de nuestra inmortalidad y de la fuerza de nuestros pensamientos. Nos podíamos quedar atrapados en las ardientes cavernas del infierno de la ignorancia, pero no me importó, porque es preferible morir buscando la verdad que vivir en un mundo de engaños y mentiras.
La idea de la aventura de la verdad me tenía preocupado desde que decidimos venderle el alma al enviado de los brujos del oriente.
Yo observaba con atención la figura de Juan, mi amigo de infancia. Observé detenidamente a mi compañero y su rostro, su pecho musculoso, su vientre plano, sus pies ligeros y su seguridad energética me parecieron increíbles. Me pareció que cualquier parte de su cuerpo era una doctrina nueva; él respiraba, emanaba y vivía verdad. De su rostro emanaba la luz de la sabiduría, la tranquilidad del que no se deja afectar por la voluntad de los otros, la calma del que conoce todo en su esencia, la paz del que está de acuerdo con los sucesos y el amor de los que descubren que los demás son sus hermanos. Se sentía perteneciente a la unidad. Tenía su cabeza rodeada de un resplandor especial y su cuerpo rebosante de magia y luz. Ese hombre era el ser más parecido a un ángel. Nunca había admirado y respetado tanto a un hombre, como lo estaba haciendo con aquél y, sin embargo, me salía con la idea de vender nuestra alma al diablo, cómo si el supuesto diablo existiera.
Pasé toda la tarde al lado de Juan, escuchando el plan que más que un plan era un suicidio colectivo. Su voz perfecta, tranquila y sonora, llenaba de sosiego el ambiente. Juan me enseñó el origen de su seguridad y me indicó el camino para convertir todas las experiencias en aprendizaje y felicidad. Su teoría era clara y sencilla: El mundo es un paraíso en la paz y en la sabiduría de la unidad eterna. La tierra está llena de cosas buenas; todo depende de la concepción mental del que esté viviendo tal o cual situación. Aquel hombre me explicaba con su voz suave pero firme, haciendo énfasis en la fe absoluta que deberíamos tener en aquel proyecto macabro. Repitiendo con paciencia y constancia sus conocimientos. Su voz sonaba clara y sosegada, como un poema o como un chorro de luz que me iluminaba por dentro.
Ya era de noche cuando terminó de programar lo planeado. Se quedó mirándome a los ojos y me dijo:
- Espero que esta empresa te sirva para redactar un libro que, ojalá, le lleve la verdad al resto del universo.
El antropólogo guardó silencio. Se despidió con profundo respeto y me miró con sus ojos llenos de paz y bondad. Yo me quedé cómo hechizado y empecé a decir:
- He tenido el honor de escuchar tu detallado plan y espero que no te defraude el libro que pienso escribir con el resumen de nuestra singular aventura.
- Tranquilo, que yo confío en tus capacidades - dijo mi amigo con amabilidad.
- No sé si estoy cometiendo un error al querer despejar una duda que me quedó, después de lo hablado - empecé a decir con sinceridad -, pero no quiero embarcarme en esta misión sin haber aquietado mi espíritu... ¿Me permites hacer unas cuantas preguntas?
¡Claro que sí! - Exclamó Juan con cortesía.
- Respetado amigo, me ha sorprendido totalmente tu estrategia. Todo está perfectamente claro. Nos muestras el universo como un inmenso campo de amor en movimiento; un movimiento que no se interrumpe en sus causas y efectos. Todo es como un rompecabezas de libre albedrío, libre de ensalzar a los diablos o a los dioses. Es como un pulido diamante que por el lado que se le mire despide hermosos destellos de amor, felicidad, paz o guerra. Queda muy claro que en la vida no hay nada malo. La unidad del universo, el perfecto equilibrio en todo lo que sucede, la acción y la reacción de las cosas y la fuente inagotable de amor, felicidad y dicha, que es nuestro pensamiento en la vida, nos han quedado muy claras en tu increíble plan de buscar la verdad, pero, sin embargo, el objetivo final es nuestra sabiduría. Lo que vamos a estar buscando y lo que vamos a encontrar no es la destrucción de los sionistas que mienten, que no son todos, sino el fortalecimiento de la religión de los inteligentes, de nuestra unión y de nuestras creencias.
El mayor tesoro que nos brindará el brujo no es su doctrina, sino su esencia, lo inexplicable, su habilidad para convertirse en un racimo de platanos, en un árbol, en un perro, o en lo que él desee. Tenemos que descubrir su magia, aquello que no puede convertirse en palabras que lo distorsionen; eso mismo que hacia Jesucristo cuando multiplicaba los panes y los peces, cuando caminaba sobre el agua, ese mismo amor o fuerza que tú has vivido en esos momentos de inspiración que te llevan a brindarle un pedazo de pan al hambriento... ¿No entiendo por qué hay hombres que se empeñan en distorsionar nuestras creencias? ¿Por qué se sumergen en un pasado milenario, para tratar de enfrentar el arte con la religión? ¿Porqué eligen el camino oscuro de la maldad, siendo que el del amor es más claro y ventajoso?... Discúlpame por hacer estas preguntas tan tontas.
Juan me escuchó con mucha atención y con voz bondadosa, cortés y clara, me respondió:
- Tu intelectualidad te permite comprender un mensaje que, desafortunadamente, sólo puede ser capturado por mentes avanzadas. En el mundo existen seres que han tenido problemas de estructuración mental, física y psicológica, que no les permiten apropiarse de un mensaje que les evitaría el penoso destino de andarse dando tumbos contra las paredes de sus arruinadas vidas. Mi objetivo no es el de arreglar el mundo, mi objetivo es el de señalar el camino a las personas para que por fin comprendan la grandiosidad del ser humano.
- ¿Tienes una guía especial que te muestre los ejemplos, que trace las rutas que hay que seguir en la vida y te haga sentir seguro en el camino?... - Exclamé al ver el giro que habían tomado las cosas -. No he tratado de hallar errores en tu teoría y no estoy dudando de que tú hayas logrado la máxima meta en el amor. Has encontrado la eternidad que te brindó el conocimiento del saber que el pensamiento es todo, que su fuerza es el universo y que sus enemigos no lo podrán calumniar, ¿pero lo has hallado por tus propios medios, sin seguir las enseñanzas de un maestro?... Yo pienso, respetable amigo, que es necesario que nos apoyemos en una persona sabia, para que nos colabore en esta aventura a través de una doctrina de amor. A nadie le podremos comunicar nuestros planes; a nadie le podremos decir lo que se siente cuando le vamos a servir a la gran familia  de la humanidad que necesita de nuestra ayuda. A muchos les daría un poco de felicidad, a otros les enseñaría a comportarse con caridad en mitad del equilibrio perfecto, y a todos nos llevaría a la eternidad que es el único y verdadero fin que perseguimos los hombres en nuestra concientización de ser parte de la unidad eterna. Eso es lo que he pensado y comprendido cuando escuchaba tu relato, y por eso voy a tener muy en cuenta las palabras que nos has regalado y que desde hoy serán la brújula que guiará mi destino. No sé si yo voy a ser eterno a tu lado, pero lo que sí sé es que este día nunca lo voy a olvidar, porque en él he tenido la oportunidad de compartir el principio de una misión que nos llevará a recuperar la dignidad de los hombres.
- Espera un momento, Mateo, sí hay algo especial que me orienta, que me conduce y me guía en los momentos de oscuridad, pero no se trata de un libro, ni de una religión; se trata de una sola palabra: Amor. El amor resume todas las ideas de la Biblia. El amor sintetiza todos los razonamientos del Corán. El amor es el principio de todas las creencias y el que lo siente percibe la vida en el corazón. He tenido muchas ideas, pero son muy difíciles de comunicar... La sabiduría no se puede comunicar, porque al convertirla en palabras, se torna en ridiculez, pero el amor a la humanidad te llevará a esa sabiduría que te enseñará tu propio camino. El amor nos llevará a destruir ese sionista mentiroso que ha calumniado al pueblo.
- ¿Eso es verdad? - pregunté un poco desorientado.
- ¡Claro! - Exclamó mi sabio amigo - El conocimiento es comunicable, pero la sabiduría no. Amar es ser sabio. El amor destruye la maldad de una u otra manera, sin necesidad de dispararle a ese sujeto. El amor se vive, nos alienta, hace milagros. El amor se puede explicar y se puede enseñar, pero empieza a ser amor cuando se siente en el corazón. Sólo hay un sentimiento completamente puro y ése es el amor, porque lo demás es mediocre y combinado, porque carece de integridad, de redondez, de autenticidad. El amor no acepta puntos medios; o es amor o es mediocridad; o es amor o es hipocresía; o es amor o es falsa amistad; o es amor o es engaño. Nuestra misión es amor. La hipocresía, la mentira, el engaño y la falsedad de novelas que destilan rencor y ambición, se combaten con novelas que destilen amor y amistad. Las mentiras de falsos historiadores, son fantasías que necesitan de tiempo para formarse y desarrollarse, pero, si tenemos en cuenta que el tiempo es relativo, esos sentimientos dejarán de ser reales para convertirse en ilusiones paganas que rápidamente serán olvidadas. El mundo, querido amigo, es perfecto. El universo es perfecto en todo momento. Todo pecado lleva en sí el perdón. En los mentirosos, hipócritas y ladrones, se esconden los santos. Todo es bueno. Todo lo que existe y pasa es bueno. Si anulamos el tiempo todo es pasado, presente y futuro, a la vez. Todo es vida y amor. Todo es eternidad. Todo es la unidad ETERNA. Nada nos puede afectar en la unidad del mundo. Las derrotas son ganancias de experiencias, las conclusiones de los escritores malos, fortalecen las verdades de nuestras experiencias. El pecado no existe. Nada es malo, todo es bueno. Así debe de ser tanto la vida como la muerte que es nuestra evolución a la quinta dimensión. Algunos sienten la necesidad del pecado, de la voluptuosidad, de la vanidad, de la ambición y es, por eso, que no debemos preocuparnos y desesperarnos luchando contra esas organizaciones que deseamos cambiar en un mundo que lo único que espera es que lo amemos y lo vivamos a gusto. Somos energía en un universo de energía. Somos la energía de las frutas, de los minerales, de los animales. Somos manzana, calcio y proteínas de animales. Somos todo y todo es nuestro universo. Somos universo. Somos eternos. Las piedras se convierten en el polvo que conforma la tierra que abona las plantas; las plantas dan los frutos que se convierten en gallinas y cerdos; los cerdos alimentan a los hombres y los hombres se mueren y los entierran cerca al palo de mangos que da frutos y vuelven a la mesa de los hombres. El agua nutre las semillas para que crezca la vida, pero yo no la venero porque puede ser que, algún día, esa agua pueda ser mi cuerpo, o un animal; yo la venero porque esa agua es gaviota y aire desde hace tiempo; la venero porque es todo desde siempre. Todo es el amor eterno de la sabiduría suprema. El agua, la tierra, el aire, son partes de nosotros; eso es lo que me gusta y me parece digno de admiración. Amigo, podemos amar a un animal, a un árbol, a un río. Son cosas que pueden amarse hasta que desaparecen; cuando ellas desaparecen y se transforman en otras cosas, sólo queda palpitando la experiencia de ese amor. Querido escritor malo, amor es acción y no importan los pequeños detalles; si el grial era de oro o de madera, si el Opus Dei se flagela o no se flagela, lo que importa es el amor, los conocimientos, el pan y las golosinas que el Opus Dei entregó en mis propias manos cuando apenas era un niño muerto de hambre. Gracias hermano Andrés, Gracias hermano Carlos, donde quiera que se encuentren, por haber calmado el hambre de una familia entera que hoy tiene un representante en la misión que va a recuperar vuestra honra.
- Querido antropólogo - dije para aclarar algo -, amor no es tan solo un término. Amor es un pensamiento.
No, amigo, amor es un sentimiento, amor es una entrega, amor es alegría, amor es felicidad, amor es vida, amor es la misión que va a defender la humanidad en todo el mundo. Explicar el amor es tarea para los grandes filósofos. A mí sólo me interesa el poder amar el universo, sólo me interesa la felicidad que experimento al contemplar la alegría que sienten todos los seres que me producen admiración y respeto.
- Ahora sí lo entiendo - argumenté sin estar convencido del todo -. ¿La contemplación del mundo y de mi mismo, con amor y respeto, no te parece un tanto egoísta?... Todas las religiones nos prohíben atar nuestro corazón con el amor a lo terrenal.
- Lo sé - anotó Juan -, pero esas teorías son sólo palabras. Yo prefiero las obras de caridad, yo prefiero el sacrificio que las religiones tienen al ayudar a sus semejantes. Es imposible que no conozcan el amor, después de que todos ellos se han dedicado a favorecer al prójimo. Yo creo que es mala interpretación de las palabras, por parte de los que no conocen esas religiones.
Permanecimos callados unos minutos, cómo esperando una conclusión...
- Te agradezco, amigo, que me hayas analizado la novela de los sionistas y que me hayas invitado a participar en tu búsqueda de la verdad. Gracias por haberme ofrecido tus pensamientos; son un poco revolucionarios pero confío que le hagan mucho bien a la humanidad. Ojalá que sigas viviendo esa paz y esa fortaleza, cuando estemos enfrentando el anticristo del nuevo milenio. Yo estoy furioso con los que han calumniado mi vida y espero tener tu fortaleza y tu seguridad en nuestra empresa.
- El antropólogo permaneció en silencio; me miró con mucha tranquilidad y yo fijé mis ojos en su rostro con curiosidad y anhelo.
El fiel amigo se quedó mirándome y sonrió.
- Ven a mi lado - me invitó con seguridad - ¡Acércate a mí y necesito que pongas toda tu fe, para que mires a mis ojos con atención, por favor!
El rostro de mi amigo desapareció en un destello de luz. Empezaron a moverse muchas caras; una hilera de rostros y energías como en los videos; todas se transformaban, se renovaban continuamente y al mismo tiempo seguían siendo la misma. Aquel hombre fue molusco, pez, batracio, reptil, simio, hombre, hijo, padre, abuelo, familia, vengador y santo. Todo fue cambiando y no percibí la muerte en ningún lado. No existía el tiempo. Todas las figuras eran cambiantes, pero conservaban la esencia y la fuerza de mi amigo el antropólogo. Aquella mirada me llenó de energía y en ese momento empecé a ver todo claro, y entendí lo que era la inmensidad de aquel pensamiento. De mi mente no se podía borrar la maravillosa sonrisa de aquel ser. Una sonrisa serena, exquisita, fina, bondadosa, amable e inteligente. En ese momento lo supe. Así sonríen los que se han dado cuenta de la eternidad de nuestras  Vidas.
Convencido de la relatividad del tiempo y del espacio, permanecí contemplando la realidad que se reflejaba en los ojos de mi amigo, para revelarme la eternidad de UNIVERSO hecho hombre. De aquella claridad aprendí todo lo que había que saber de la existencia y me regocijé del amor que había brindado en la vida; porque en ese momento era lo más sagrado y valioso.
Los ojos de mi querido amigo miraron al suelo y en su rostro sereno resplandecía la tranquilidad de un alma en paz con el universo.
- ¡Ojala qué esta misión sirva para la evolución de tu conciencia! - Invocó Juan, con calma - ¡Qué se cumplan nuestras metas!... ¿Tú crees qué estos pensamientos le puedan servir a los hombres sencillos que sufren a diario? ¿Seremos capaces de despejar un poco las sombras de ignorancia y fanatismo que tanto agobian al mundo?
- Ese es uno de mis objetivos - repliqué entusiasmado - ¡Qué los hombres se preparen para crear y dar el amor que impulsará la felicidad de todos! ¡Qué tengan una nueva alternativa para juzgar, elegir o rechazar lo que deseen!... Nosotros, los pensadores, buscamos el poder de la sabiduría y desde ahora soy uno de tus discípulos, porque mi alma ha alcanzado la tranquilidad, la redención y el reposo al conocer el camino. Ahora tengo la verdad de nuestra existencia y eso me hace más importante, porque llevo dentro de mí el legado de un conocimiento perfecto.
Con una inmensa sonrisa y con una amabilidad sincera, aquel genial antropólogo fijó sus ojos en mis ojos y se despidió con un apretón de manos.
- Eres el aliado que desde hace tiempo necesitaba - reconoció mi querido amigo - . Dominas el arte de la escritura y con tu ayuda este mensaje volará como una gaviota encantada.
El antropólogo siguió el camino y su sonrisa y su voz clara, se gravaron para siempre en mi mente.
<< Su mirada, su sonrisa, su forma de caminar y su forma de hablar son especiales - pensé admirado - ojala que algún día yo pueda mirar y sonreír de esa misma manera. Yo creo que sólo mira y camina así, una persona que ha subido muy alto en el sendero de la sabiduría. Yo también voy a intentar el progreso en ese camino. >>
Mi genial amigo me había regalado todo un paquete de conocimientos y de imágenes sagradas, que habían ayudado a que yo encontrara el sentido de esta vida que definitivamente es muy hermosa. 
No existen verdades absolutas y todo es el reflejo de lo que tú desees ver, por lo tanto, no deseo influenciar a nadie con el pensamiento claro y libre de mi confidente amigo, ni pretendo excusarme por la fría realidad de una historia, que más que una historia es una misión para hallar el camino que toda la humanidad ha perdido en sus múltiples equivocaciones.  
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPITULO NÚMERO DOS
 
Así fue el principio de los planes que inicié con Juan y, sinceramente, quedé impresionado y atrapado en sus conceptos. En ese tiempo yo visitaba la biblioteca de la universidad de Antioquia todos los días. La mayoría de los antropólogos de aquel claustro eran mis amigos y casi siempre estábamos juntos. Eran jóvenes inquietos y desorientados en la mitad de una de las sociedades más violentas del mundo. En aquel grupo de amigos militaba Juan que siempre, desde que era un niño, fue mí mejor amigo, y al día siguiente me encontré con él en la universidad y me dijo:
- Esta aventura de nosotros, se inició con la lectura de un libro malo, que criticaba una más de las religiones que se han inventado los hombres a través de la historia, pero nos creó la inquietud y nos llevó a comprender que existen muchos misterios sin resolver y nosotros los vamos a clarificar así nos cueste la vida. ¿Qué te parece Mateo?
- Me parece muy interesante - contesté con valor, sin poder apartar de mi mente a Dina Luz, la hermosa mujer que sería nuestra compañera en la aventura que proponía mi amigo. Ella era una mujer alta, elegante, sensual, muy dulce y con un cuerpo escultural. La diversión estaba asegurada con el placer de lo desconocido y con la espectacular mirada de aquella mujer especial. Lástima que ella fuera la prometida de mi mejor amigo, porque era una excelente mujer.
Dina Luz era una Antropóloga muy hermosa, tenía unos grandes ojos claros y un cuerpo espectacular, era la admiración de la facultad de ciencias sociales y nunca me imaginé que su espíritu tranquilo, le permitiera estar indagando en guerras santas, en cosas de magia y en caminos al otro lado de la muerte. Ella fue mi amor platónico desde que la conocí y Juan lo supo desde antes de que fuera la novia de él. Desde hacía algún tiempo, el solo hecho de encontrarme con aquella hermosa princesa, me producía una deliciosa impresión. El corazón me latía violentamente y se me erizaba la piel. Me enamoré de ella desde el primer momento en que la vi. Todos sabían que yo la amaba y mi sentimiento no alcanzó a disolverse en el olvido, antes de que Juan me invitara a compartir esta aventura en la que voy a permanecer mucho tiempo a su lado, aspirando las fragancias de su feminidad exquisita. La primera vez que la encontré fue en un salón de moda de Envigado, mi pueblo adorado, en ese sitio se podía jugar billar, se podía ingresar al mundo de la realidad virtual, se podía beber y comer lo que se deseara. En el fondo, en un sitio completamente aparte, funcionaba una discoteca muy moderna; a ese establecimiento acudían las chicas más hermosas de la zona y ella por su puesto. El primer día en que la vi, llevaba un vestido que era de una tela muy suave y en su caída inocente dejaba apreciar la inmensidad de unas caderas jugosas y vibrantes. La magia del verde claro de su vestido, contrastaba con el dorado tono de sus piernas alegres. Era una niña maravillosa; su sonrisa llenaba el ambiente de alegría y sus gritos juguetones llamaban la atención de los muchachos que se distraían jugando billar. Yo, ese día lejano, estaba sentado en la barra disfrutando la fría sensación de un refresco con hielo. La miré y no pude imaginarme el sentimiento grandioso que iba a crecer en mi corazón. La perfección de su rostro y sus modales, la alegría de su corazón y la espontaneidad de sus palabras, la fragilidad de su cuerpo y la hermosura perfecta de sus manos, fueron el resumen de la mujer especial con la que siempre soñé. Sólo bastó la cercanía de su cuerpo y la amabilidad de su sonrisa, ante un tímido piropo que le lancé en aquella primera ocasión, para enloquecer mi espíritu y empezar a soñar siempre con ella. Fuimos amigos pero la distancia y la diferencia de nuestros compromisos nos alejaron irremediablemente, hasta el instante en que mi amigo me informó que era su novia. Nunca me imaginé que él la iba a invitar a que participara en la difícil aventura. El recuerdo de aquel hermoso ángel nunca desapareció de mi mente; su imagen se metió en mi sangre y en cada una de las células de mi cuerpo desde el primer momento en que la conocí. En mis días de soledad yo buscaba con la mirada, por todas partes, a esa hermosa criatura que siempre me tuvo hechizado.
Pocos días después de haberla conocido, la encontré en aquel mismo establecimiento y ella me saludó como si fuéramos viejos amigos. Pasó el tiempo y un sábado, en las horas de la noche, la encontré del brazo de Juan en la discoteca. Me asombró que le gustaran aficiones tan rudas como la de ir a bailar y a tomar cerveza a una disco. Esa noche estaba radiante y su hermosura la hacía contrastar deliciosamente con el machismo generalizado de aquel sitio. Juan la dejó sola en las tribunas improvisadas para ver el baile de los´profesionales y se fue hasta el lugar donde yo estaba y, estrechando mi mano, me saludó con efusividad.
- Hola amigo... ¡Pero qué suerte la tuya! - exclamé admirado.
- ¿Qué pasó?
- ¡Qué suerte la de estar al lado de esa mujer! - dije con atrevimiento.
- ¿Estás enamorado de mi novia, o qué?
- No - dije sin perder el dominio de la situación -, pero me gustaría ser su amigo.
- Ven yo te la presento. Aunque yo sé que te mueres por ella.
Sentí un poco de temor ante aquella situación, pero empecé a caminar con decisión. Con la esperanza de poder ser su amigo, me sentí con fuerzas para emprenderlo todo, con voluntad para conquistar el mundo.
Llegamos hasta su lado y ella me saludó con amabilidad, mientras abrazaba a su novio por la espalda, como para marcar la diferencia entre los dos. En ese momento supe que iba a sufrir mucho por esa mujer, porque yo deseaba que me brindara su amistad y que me concediera un poco de ese amor que desde hace tiempo ya pertenecía a mi amigo.
Así soy yo de apasionado y no me avergüenzo, porque es una suerte que la imaginación me llene de poesía los sentidos y que los deseos de mi cuerpo hagan estremecer hasta el último rincón de mi alma, antes de caer en el vacío de la mediocridad.
Esa noche hubiera aceptado la muerte gustoso, para terminar con aquel sufrimiento secreto. Deseaba hablar con ella, pero tenía que ser muy discreto para no ofender a mi estimado amigo.
Seguramente ella se imaginaba mis sentimientos, porque a cada instante se quedaba mirándome. Yo bajaba los ojos y me sonrojaba sin saber qué decir.
Dina Luz observaba el espectáculo como distraída y mi amigo dijo:
- Dina, ¿has percibido la agitación que provoca tu presencia en este pobre muchacho?
- Yo creo, más bien, que él está aburrido en este lugar.
- No... Sinceramente, nunca me había sentido tan nervioso al lado de una mujer - argumenté, para seguir con el juego que había iniciado mi amigo -. Señorita, usted me hace temblar desde la cabeza hasta los pies.
- No digas mentiras, que yo sé que tú eres un intelectual que no se enamora de nadie. Mis amigas dijeron que tú eres un ratón de biblioteca.
Me sentí muy mal con ese comentario, pero pude controlar mi enojo.
- Para mí ha sido un placer haberlos saludado. Me marcho para que puedan estar solos y gracias por su amistad - les dije y sin aceptar la invitación que me hizo Juan para que me quedara a su lado, me fui para el otro lado de las tribunas a seguir disfrutando del espectáculo. Se iba a comenzar una nueva demostración de baile profesional y todo el mundo ocupó las graderías.
Juan avanzó con dificultad hasta donde yo había ido a parar.
- ¿Qué te pasó? - dijo cuando se sentó a mi lado - ¿No te gustó mi novia, o qué?
- ¿Qué dijo ella cuando me marché? - pregunté como un idiota.
- Se puso seria y le pareció muy extraña tu actitud. Le dio la impresión de que te falta elegancia y educación.
- Eso está bien - argumenté fingiendo tranquilidad -. Ustedes son clase aparte y se merecen el uno al otro. Yo no quiero meterme en sus asuntos.
-. Deja de ser tan infantil y trata de ser un buen amigo de ella. No le hagas caso a las palabras de las mujeres, porque ellas nunca miden el alcance de lo que dicen. Convéncete de que lo único que nos pueden aportar es su compañía y su belleza - dijo Juan, deseando que su novia y yo fuéramos buenos amigos sin imaginarse que mucho tiempo después nos íbamos a embarcar juntos en la más diabólica de las aventuras.
Se empezó el baile brutal, la gritería de los fanáticos no nos dejó seguir conversando y Juan se marchó. No recuerdo nada de lo que pasó en esa noche. Lo único que recuerdo fue la inmensa hermosura de aquella maravillosa mujer que me miraba con sus ojos sonrientes.
Después de todo, nunca había renunciado a la amistad de Dina Luz. Consideré que había actuado con mucha inmadurez al enamorarme de esa hermosa desconocida y me juré, a mí mismo, que trataría de olvidar esa mujer que era ajena y que no concordaba con mi forma de ser.
Me quedé pensando largo rato y sin poder evitarlo, me percaté de la especialidad del comportamiento que ella tenía con Juan, y yo, sin poder resistir la tirante situación de aquella noche, me alejé en busca de mi humilde y tibio hogar.
A partir de ese día me encontré con ella en muchos lugares, y siempre admiré su energía y sentí la arrolladora emoción que se agitaba en mi pecho, pero siempre guardé silencio.
Transcurrieron algunos meses sin verla por ninguna parte, y la impresión y el recuerdo se empezaron a borrar lentamente de mi espíritu. Trabajé mucho y el estudio, las diversiones, el deporte y los compromisos, sustituyeron aquella admiración por indiferencia y cuando pensaba en ella por algún motivo, me empeñaba en verla como una de esas ilusiones que suelen nacer cuando uno es joven y de las que uno no se acuerda cuando ya han pasado los días.
Sin embargo, cuando mi amigo, después de leer el libro que le envié, me propuso la misión de la dignidad a su lado, comprendí que todavía estaba enamorado de ella y sentí que ese sentimiento era más fuerte que nunca, al comparar la exquisitez de esa mujer maravillosa con las limitaciones y los complejos de las últimas mujeres que tuve a mi disposición. Estuve más seguro y más tranquilo que antes, y desee encontrarme con Dina Luz para saludarla y contemplar sus ojos hermosos.
Me sentí muy feliz con la próxima aventura que íbamos a emprender, con el gran amor que estaba renaciendo dentro de mi corazón por la hermosa chica y con la oportunidad que tendríamos de encontrar nuestro camino hacia el infinito.
Pasaron dos o tres días y una tarde en que estaba en el parque del pueblo, después de los preparativos para la búsqueda de la dignidad, me encontré con Dina Luz cuando estaba haciendo fila en un teléfono público y ella, con gran emoción, me abrazó y me estampó un beso en la mejilla que rozó mis labios y, entre sonrisas y miradas de interés, me dijo entusiasmada que estaba muy feliz de participar en aquella gran aventura con sus dos mejores amigos. Me sentí un poco incómodo con aquella situación, pero la cuestión había llegado hasta ahí y aunque nos encontrábamos a cada rato y me sorprendía su especialidad conmigo, nunca me imaginé que detrás de aquel exótico y hermoso rostro se escondiera el terrible destino que nos tenía preparado Satanás.
Se preparó la excursión.
Reunimos todo lo necesario y en la tarde del 6 de junio del año 2116, llegaron hasta mi casa Juan y Dina Luz. Ella regresó igual de atractiva e igual de especial. No pude dejar de recordar que siempre fue demasiado amable conmigo y en mi alma y en mi mente renació el conflicto que había tratado de olvidar.
Juan daba las órdenes y explicaba todo, como si fuera un brujo consumado en las prácticas de la magia negra. Estábamos sentados en el jardín de mi casa. Todo estaba listo. En un costal teníamos un gato negro, un frasco con ácido sulfúrico, un paquete de soda cáustica, una libra de azufre y en una caja de zapatos se escuchaba el aletear del murciélago que capturamos en los baños de la piscina del seminario mayor de Cristo sacerdote. A un lado, en una bolsa de plástico, reposaban los catorce huesillos de los dedos de la mano derecha de un muerto anónimo, al que le profanamos la tumba. También teníamos una camándula, con el Cristo totalmente cubierto por un pañuelo negro, una linterna y al lado de todo eso, en una talega de tela cruda, se mezclaban la uñas, los cabellos y unas telarañas empapadas con saliva de nosotros tres, los participantes en el rito con el que le íbamos a vender el alma al diablo sionista. Todos contábamos historias un poco exageradas, pero en el fondo del corazón teníamos claro el objetivo por el que íbamos a realizar aquel acto macabro. Yo guardé silencio porque en mi mente estaba claramente definida la misión que perseguía con aquella espeluznante aventura. Quería descubrir la verdad de nuestra existencia en la tierra, quería proteger la dignidad de los hombres y deseaba encontrar el camino que nos alejara de todas las mentiras con las que nos estaban gobernando desde hacia dos mil años los pedófilos y quería demostrarme, a mí mismo, que no existía nada más poderoso que la fe de las gentes humildes y sencillas como nosotros. Yo no estaba bien seguro de la existencia o no existencia de la brujería y de aquellos poderes diabólicos de los brujos paisas, pero sólo había una forma de comprobarlo y era penetrando en sus estructuras de base, para aprender a volar desde adentro. Me gustaba la aventura como aventura, y me encantaba la compañía de Dina Luz, que era la mujer más dulce, más tierna y más interesante que había visto en mi vida. Ella le ponía el toque de romanticismo y un nuevo e insospechado interés al asunto. También quería viajar con Juan, por aquel mundo de fantasías y supersticiones que manejaban los antropólogos.
 
Mi seguridad interior me permitía jugar con las creencias de mis dos asustados amigos y empecé a enunciar la lista de las cosas que le íbamos a pedir al diablo, como si se tratara de un pacto anticipado.
- Querido Satanás, nosotros: Dina Luz, Juan y yo, nos comprometemos a ser fieles adoradores de la maldad, el engaño, la hipocresía, la ambición y todos los demás actos que nos permitan ser aceptados por el repudiado diablo de los infiernos. Asegurando que siempre permaneceremos fieles a él y a las sombras malignas de la perdición, el llanto y las angustias de los que nuestras manos tocasen. Nosotros juramos que pasaremos el resto de nuestras vidas disfrutando de las orgías de sexo sin límite, del licor, la gula, las drogas y la violencia. También destruiremos el amor y lo reemplazaremos por las lágrimas de las madres, que nunca más volverán a ver los hijos que se refugiarán en las sectas satánicas y en la prostitución. Te juramos que llenaremos el mundo de dolor y lágrimas inocentes, si tú nos concedes el placer de tener dinero, autos veloces, mujeres hermosas, mansiones soñadas, ropajes lujosos, licores y comidas exquisitas. Ninguno de nosotros quiere vivir una vida larga y aburridora como la de los monjes; nosotros queremos vivir vidas intensas y morir jóvenes. Nuestras almas serán tuyas en el momento en que se hayan cumplido nuestros sueños. Como constancia de lo anteriormente dicho, lo testificamos con nuestra presencia voluntaria.
Al terminar el descabellado compromiso, me quedé esperando los aplausos de mis compañeros en la cruzada. De todas formas, ellos habían sido los que me metieron en el cuento, sin embargo, mis dos amigos permanecieron en silencio como asustados.
- ¿Tú eres capaz de cumplir lo que has dicho?
- ¡Claro! - contesté entusiasmado con la fantasía.
- ¿Lo puedes jurar ante Dios?
Aquella pregunta me dio mucha alegría porque Juan, en la mitad de su miedo, estaba dejando que yo tomara la delantera.
- ¿Cuál Dios?... Juan, ¿Usted es retrasado o qué?... Sólo existe una unidad eterna de sabiduría y si vamos a invocar las fuerzas ocultas, es porque deseamos hacer parte de ella y de sus ventajas, porque si no, ¿cuál es el objetivo?... Claro que si los dos pichones de Antropólogo están asustados, entonces dejamos esto y nos vamos a refugiar en las faldas de nuestras alcahuetas madres. ¿Ustedes qué dicen? ¿Usted qué piensa, hermosura? - le dije a mi idolatrado amor, sin poder apartar la mirada de su hermoso rostro. Yo estaba radiante de felicidad, porque iba a tener la oportunidad de estar al lado de mi sueño dorado. Dina Luz era la mujer más inteligente, más valiente y más interesante que yo había conocido.
Las preguntas se quedaron flotando en el aire y yo tuve que intervenir para que el proyecto no se fuera a pique.
- Ese silencio me hace suponer que están de acuerdo, entonces van a repetir conmigo las siguientes palabras - dije para continuar con la charla - Juro por Belcebú, padre de todos los infiernos...
- Juro por Belcebú, padre de todos los infiernos - repitieron ellos completamente asustados -, que si nos da poder y satisfacciones ilimitadas - Ellos repitieron -, seremos sus esclavos por toda la eternidad, en el dolor, la angustia y el desconsuelo. Lo juramos anteponiendo como garantía la vida de nuestras madres, padres y hermanos. Lo juramos.
Ellos se miraron como asustados y, por seguir la corriente de mi inusitada broma, repitieron todo al pie de la letra. Desde aquel momento me adueñé de la situación y arrebaté el libro maldito de la brujería, que reposaba en las manos del asustado Juan que no se atrevió a protestar.
Todos empezamos a mostrar un inusitado valor y en la tarde de aquel viernes trece fatídico, analicen lo que ocurrió.
Yo pensé que Dina Luz desertaría cuando empezáramos a penetrar en la oscuridad del monte, pero no fue así. Alzamos la olla en que íbamos a cocinar el gato y también cargamos con el murciélago y las otras cosas. Yo tomé la delantera y sin despedirme de nadie avancé a paso largo.
- No corra tanto, Mateo, que tenemos mucho tiempo antes de que sea la media noche - dijo Dina Luz completamente segura de sí misma.
Juan caminaba en silencio y yo no podía flaquear, aunque presentí que aquella broma nos llevaría a la destrucción; éramos tres orgullosos muchachos encartados con una idea infernal. La tarde empezó a caer y la oscuridad tornó sombrío el paisaje. A mi derecha Dina Luz caminaba en silencio y Juan nos seguía un poco retrasado. Me encontré con unos arbustos que obstaculizaban el camino y sentí alegría porque esa era, seguramente, la disculpa que estaban esperando mis amigos para renunciar a la macabra empresa, pero no fue así. Juan se adelantó y con el machete destapó el camino en unos pocos minutos. Continué caminando al frente de la expedición y al poco tiempo tuve que encender la linterna porque la noche había caído con su completa oscuridad. Dina Luz se apresuró un poco y cuando estuvo a mi lado me cogió del brazo y me dijo:
- ¿Por qué no te quitas ese crucifijo que tienes colgado en el cuello y botas el salmo del pergamino católico que te protege?...
- ¡Cierto! - exclamé inundado de valor ante la irónica pregunta que me hacía aquel ángel y grité a todo pulmón, arrancándome el Cristo del pecho - Querido Belcebú, padre de la noche y de las lágrimas desesperadas, me estoy desprendiendo del por nosotros despreciado crucifijo, como prueba de que marchamos con valor hacia la perdición total de nuestras almas. Garantizándote que si nos concedes los favores ya solicitados, en cualquier momento, y dependiendo de la calidad y cantidad de tus servicios, podrás disponer a tu voluntad de nuestras sucias y pecaminosas almas.
Guardé silencio y después miré a mi asustado amor platónico, que lanzaba otro pergamino en el mismo sitio en que lo arrojamos su novio y yo. Ella no dijo nada, pero su mano atenazaba mi brazo con una fuerza descomunal. Me pregunté en qué estarían pensando. Si yo hubiera abierto la boca y les hubiera dicho que todo era una broma de mi parte, seguramente ellos soltarían la carcajada y daríamos por terminada la peligrosa aventura, pero mis labios se cerraron sin pronunciar palabra.
- ¿Qué sucede? - le pregunté a Dina Luz, que me miraba con deseos de decir algo. - ¿Qué deseas?
- Nada importante, quería proponerte que cada uno hiciera una solicitud de castigo ante el poderoso de la perdición, si es que nuestros corazones quieren revelarse ante esta aventura por la dignidad humana.
- ¡Sí, claro! - exclamé envalentonado ante la mirada profunda de aquella maravillosa mujer - Nosotros tres, organizadores de esta expedición satánica, nos comprometemos voluntariamente a recibir el castigo de la invalides corporal, de la condenación irremediable de nuestras almas y de todas las torturas, diablo todo poderoso, que tú nos quieras aplicar, si uno de nosotros comete el error de renunciar al proyecto que desde hace mucho tiempo hemos iniciado. Como constancia vamos a repetir en coro: “Nos hacemos merecedores del castigo y del dolor que tú nos quieras imponer, príncipe de las tinieblas, si uno de nosotros tres renuncia al poderoso reino de la bestia - fui diciendo, mientras que ellos repetían sin olvidar ni una sola palabra -. Yo atestiguo, en nombre de los que han repetido estas palabras, que si alguno incumple lo acordado, será merecedor de enfermedades como la epilepsia, la locura y el SIDA. Así sea, grandioso Belcebú.”
Seguimos caminando en mitad de la oscuridad impenetrable y nadie daba señales de estar arrepentido. El camino se hacía difícil por la gran cantidad de piedras sueltas y por la irregularidad del terreno. El calor se subió a nuestros rostros y gruesas gotas de sudor resbalaban por nuestras frentes. La respiración se nos hizo difícil y el cansancio apareció en nuestras piernas, que se negaban a continuar el rápido ascenso. Nos deteníamos cada veinte o treinta metros para tomar aire y descansar los músculos que ya nos empezaban a doler por el esfuerzo. Ninguno decía nada y yo pensé que ellos también debían de estar pensando en las miles de bobadas que se estaban cruzando por mi acalorado cerebro. << De verdad, estoy muy asustado. Cada persona es dueña de las palabras que deja de decir, pero es esclavo de todas las ideas que haya alcanzado a pronunciar. Me estoy enfrentando a las creencias que han orientado a los hombres en los últimos dos mil años, y voy a cargar con el peso de una responsabilidad que adquiere límites insospechados, a medida que avanzamos hacia el dragón grande, la antigua serpiente asesina, también llamado diablo o Satanás. >>
Caminábamos en silencio y, de pronto, a mí me dio por echar más leña al fuego para asustar a mi amor y...
- Repitan conmigo - ordené a mis asustados compañeros -, vamos a fornicar, vamos a matar, vamos a robar, vamos a destrozar religiones y a realizar muchos maleficios por los que nunca pediremos perdón al Dios de los hombres sencillos y, si así lo hacemos, en medio de un arrepentimiento, que ojala no llegue, como castigo seremos convertidos en demonios de piedra o de hielo. Demonios que no podrán ver, ni oír, ni andar, ni sentir.
Mi gran amor y mi amigo repetían en cada una de las pausas, aunque sabían que se estaban metiendo en una trampa de fuego, azufre y tristezas.
Sin pensarlo mucho, llegamos hasta una casa que se hallaba en mitad de inmensos pinos y eucaliptos. Las puertas de la humilde vivienda estaban pintadas de un color oscuro como el de la sangre reseca. Yo, haciendo gala de mi valentía, pregunté en voz alta:
- ¿Este es el palacio del temido Belcebú?...
Nadie contestó. Sólo escuchábamos el canto de los grillos y el aletear de un ave que se despertó con nuestra presencia. En el interior del rancho se encendió la luz de una antorcha, que alumbró el principio del camino de nuestra perdición. Las otras luces se fueron encendiendo, una a una, como por arte de magia y en el corredor apareció un hombre cubierto con una capa color púrpura, como la de un sacerdote. Nos miró en silencio y el brillo de sus inmensos ojos azules nos cubrió con la seguridad de estar hablando con una persona seria.
- Pasen, muchachos, que ya hace mucho tiempo que los estaba esperando. Bienvenidos. Yo me llamo Mefistófeles y estoy encantado de que se cumpla la profecía de la gran bestia el 666 del nuevo siglo - nos dijo con marcado acento paisa.
Todos estábamos impresionados, imagínense un hombre muy rubio como un alemán sacado de uno de los criaderos que para mejorar la pureza de la raza proyectó Hitler; era alto, rubio, fuerte y con sus penetrantes ojos azules que seguían brillando en la oscuridad como si tuvieran luz propia. Estaba vestido con la misma elegancia que se vestían los reyes en la antigüedad. En sus dedos brillaban los anillos que soportaban inmensos rubíes y en su garganta una cadena de oro macizo sujetaba un Cristo, adornado con esmeraldas y diamantes, que estaba colgado cabeza abajo. Su camisa era blanca, de manga larga y llevaba un pantalón cuidadosamente confeccionado. Todo delataba en él, algo que lo hacía muy especial. La fortaleza de sus brazos nos hacía pensar en las rudas labores del campo, que seguramente lo habían forzado a desarrollar su increíble musculatura. Su rostro limpio y pulido, terminaba en un mentón que cualquier artista de cine hubiera envidiado. Eran tan perfectos sus dientes y tan carnosos sus labios que daba gusto mirarlo. Parecía un modelo internacional que se ofrecía ante los ojos de nuestra hechizada compañera, que no le quitaba la mirada de encima, como embelesada, lo que despertó unos profundos celos en mi corazón. Con la frente iluminada y con sus modales reales, nos envolvía en la magia de su personalidad, haciéndonos sentir un gran afecto por su cálida voz y por su mirada profunda. Aquel espectáculo nos puso a pensar más en Jesucristo que en el mismo diablo. La calma de un sacerdote reflejada en la actitud tranquila que tomaba ante nuestras propuestas descabezadas, anunciaba la sabiduría de un genio. Era imposible sorprender a ese hombre, que parecía leer los pensamientos más escondidos de nuestros calculadores cerebros. Los refinamientos de la más alta clase social y la sabiduría del más grande de nuestros científicos, se concentraban en la serenidad de aquel rostro varonil. Todo estaba bajo su dominio, hasta nuestras emociones que se reposaban bajo la tranquilizante mirada de esos dos grandes y transparentes ojos azules. En esa faz estábamos leyendo la inteligente tranquilidad de un Dios que lo controlaba todo, o la orgullosa serenidad de un hombre que, después de haber estudiado con detenimiento a la humanidad, lo sabía todo. La más hermosa de las mujeres, con toda seguridad, hubiera caído bajo los encantos de aquel Dios rubio y musculoso, y así lo hacía nuestra adorable compañera que lo miraba sin poder ocultar el brillo del deseo en sus ojos; cosa que a mí me molestaba profundamente. Yo estaba celoso ante los encantos de aquel galán que le estaba robando la novia a mi tonto amigo, sin que él se diera cuenta. En esos momentos no podíamos ver la diferencia entre Jesucristo, Mahoma o krisna y Mefistófeles. En su frente se reflejaba la luz del poder supremo y en su sonrisa se agitaban las siniestras ironías del pecado y la corrupción del alma. Juntando todas las penas y todas las alegrías, se podía decir que aquel hombre ya había disfrutado de todos los placeres y que también ya había soportado todas las deshonras de nuestro humano vivir. Se agitaban nuestros corazones ante la presencia de un brujo que nunca lo imaginamos así. Aquel sujeto vivía como en una dimensión distinta a la nuestra. Su paz  reflejaba la tranquilidad del que no tiene placeres porque ya mató todas sus ilusiones. El brujo seguía en silencio; inmóvil y seguro como una estatua del más pulido marfil. Sus inmensos ojos azules, que nos cobijaban con la luminosidad de su asombrosa paz espiritual, parecían revelarnos todos los secretos de las verdades que pretendíamos buscar en aquel recinto misterioso. Ese era el cuadro que nos encontramos observando, cuando despertamos del hechizo que nos había obligado a permanecer, más de cinco minutos, contemplando la imagen limpia de nuestro nuevo profesor en los laberintos de la magia negra. Si nos habíamos quedado como hechizados, si por un momento cruzaron por nuestras mentes las ideas del placer carnal y del goce de los sentidos, si habíamos guardado silencio ante un hombre al que antes creíamos un estafador, todo se debía a la orientación que habíamos dado a nuestras vidas, intentando descubrir el verdadero significado de las cosas sobre naturales que decían manejar los brujos paisas. Aquel lugar era mágico y nuestra misión estaba perdiendo la batalla. Pensé en los pergaminos con el salmo 91 que, supuestamente, protege a los católicos y sentí una gran pena cuando recordé que, en la mitad de las bromas, mis amigos y yo los habíamos botado. El ambiente estaba sumergido en una rara penumbra donde sólo brillaba la luz natural de aquel Dios dorado.
El impacto que nos provocaba aquel ambiente, sólo era comparable con la felicidad de un amor verdadero o con el deleite que provoca un orgasmo prolongado. Aquel encuentro tenía lugar en Colombia, en un monte llamado “El Capiro”; cuna de brujas, espantos y misterios que nunca fueron comprendidos por los humildes habitantes del lugar. Tierra antioqueña en la que siempre predominó el gusto generalizado por los caminos que llevan las mentes sencillas, a disputarse el espacio con los Dioses y los Diablos. Estudiantes de antropología y asustados defensores de la dignidad humana, estábamos rompiendo el delicado celofán que nos separaba de las cosas que sólo se manejan con la energía universal de los Dioses blancos o negros. Admiradores declarados de la incredulidad, discípulos de Nietzsche,  Schopenhauer y Julio Verne, deseábamos hacer un viaje, no al centro de la tierra ni a la superficie de la fría luna, sino al centro mismo de la razón y del poder de la mente. Sólo obedecíamos a esas románticas fascinaciones que les da a los humanos sobresalientes, el desafío del poder monopolizado por los dioses. Estábamos temblando ante la luz de los ojos del brujo, agitados por la sospecha de un inmenso poder, y sentíamos una emoción muy parecida a la que deben haber sentido los hombres en presencia de Picasso, Einstein, Napoleón, Hitler, Gandhi, Jesucristo, Mahoma, Buda, krisna y muchos otros. Hombres revestidos de genio, Cubiertos de fama en sus aciertos y en sus errores.
- Estimados jóvenes, ¿desean ingresar a la quinta dimensión del poder absoluto? - nos preguntó cortésmente el brujo, con una voz de corte varonil que tenía algo de sagrada y, sin esperar la respuesta, cruzó el pasillo y encendió las últimas antorchas que colgaban en las columnas de la rústica cabaña. Ante la luz que iluminó el ambiente por completo, olvidamos la fantasía de los primeros momentos y volvimos a ser normales, reconociendo en aquel hombre a un paisa de carne y hueso como nosotros. Absolutamente normal, sin nada de fantasmagórico, sin nada de sobrenatural y más moreno de lo que lo habíamos visto al principio. La dulzura de su voz, la suave serenidad de su rostro y la elegancia de sus movimientos, influyeron inmediatamente en nuestros espíritus alterados. El ambiente se llenó con el delicioso aroma del incienso y a pesar de la ausencia de la magia, continuamos muy a gusto con nuestra empresa, los ojos de aquel hombre se tornaron oscuros pero seguían siendo atractivos y de su frente le seguía emanando un fulgor muy especial. La serena sencillez de aquel hombre adorable, prometía un refugio tan grande y tan cálido como el que ofrecía la religión católica o cualquier otra religión. Aquel hombre parecía la representación de Jesucristo, de krisna, de Mahoma o de Buda; era la traducción del evangelio, del Corán, del bhagavadgita, de los libros confusionistas, del tripitaka, en la paz y en la seguridad de la vida de un sabio que parecía decir con su sonrisa tranquila: <<Yo soy la resurrección y la vida... >> Estábamos completamente perdidos y mi corazón dio un vuelco de temor, al percibir el engaño de un diablo que se nos apareció como un ser muy especial.
El sabio examinaba con mirada dulce el rostro de sus tres inesperados clientes. Seguramente le extrañaba nuestro inusitado valor.
- ¿Cuáles son los desengaños que los impulsan a poner sus almas en juego?... ¿Qué los obliga a romper la agradable rutina de una vida sencilla?
- Eso es precisamente lo que nos está matando - dije, yo, impulsado por la desconfianza que me brindaba aquel hombre maravilloso -. Si deseáramos permanecer en la cárcel de la rutina que mata y de la sencillez que angustia, no estaríamos ante ti, para que nos orientaras en el vuelo majestuoso de los paisas que vuelan envueltos en bolas de fuego. Queremos ser águilas reales en el universo que se disputan los cuervos con las urracas parlanchinas. Queremos conocer la verdad de nuestras existencias  y poseer mucho dinero.
- ¿ Poseer mucho dinero para qué si están muy jóvenes?...¿Los han marginado de la clase social alta o los han obligado a cantar en los parques para ganarse la comida?... ¿Los ha picado el terrible bicho de la ambición o los ha invadido el terrible mal del vacío existencial?... Mejor dicho, ¿qué los anima a saltar en el abismo oscuro de lo desconocido?
- No creas que a nuestros corazones los mueven las pasiones vulgares que desengañan a los hombres comunes y corrientes - dijo la hermosa Dina Luz, como ofendida -; nosotros somos seres especiales, que nos cuestionamos con las cosas sobrenaturales y con el verdadero objetivo de nuestras vidas. ¿Cuál es nuestro destino? ¿Para qué vivir una vida difícil de comprender? ¿Por qué tantos sueños de grandeza y tanta debilidad en nuestros efímeros cuerpos?... ¿Qué significa este lapso de tiempo en nuestras vidas, cuando Einstein con una ecuación sencilla nos hizo comprender que todo es relativo? Deseamos evolucionar, aprender...
- ¡Comprendo! ¡Comprendo! - exclamó el brujo con el brillo de la inteligencia en sus ojos - Sin que se sientan comprometidos con lo que les voy a decir, quiero proponerles un trato con la sabiduría absoluta y con la unidad eterna. ¿Desean llevar una vida por el camino del triunfo y de la felicidad sin medida, que disfrutamos los brujos paisas de la estrella del Oriente?
- Sí, señor. - contestamos todos en coro, contagiados por la capacidad de sugestión que tenía nuestro interlocutor y visualizando la meta de estar metidos en esa poderosa organización.
- ¿Desean encontrar el camino que los llevará a descubrir el verdadero objetivo de sus vidas?... Si desean saber el porqué de sus existencias y el cómo transitar por los maravillosos e inimaginables senderos de la alegría y la felicidad, entonces han elegido bien - profetizó el amable señor -. Desde este preciso instante se tienen que hacer a la idea de que el mundo está compuesto de fuerzas contradictorias pero verdaderas. La oscuridad y la luz, el movimiento y el reposo, el hombre y la mujer, lo positivo y lo negativo. Lo buenos es bueno y lo malo también es bueno. Si pierden y tienen un pensamiento bien formado, los obstáculos se convertirán en aprendizage y en la incalculable ganancia de la experiencia. Yo conozco las leyes que los llevarán por el sendero recto del triunfo. Yo domino la magia blanca y la magia negra, que es el lado oscuro del mundo que los mediocres han partido en dos. Mejor dicho, el universo es una unidad eterna en la que todo es permitido e igual. Yo creo en el amor de Jesucristo, yo creo en Mahoma, yo creo en buda, yo creo en Krisna, porque son dioses originados en la imaginación de los hombres, asustados por la soledad, pero deseosos de amor. No creo en las leyes de una sociedad de fuerza. Sólo creo en el poder ilimitado de los paisas que somos una raza superior. La mente es el universo y nosotros la dominamos. Creo en la unidad eterna que somos ustedes mismos y yo.
- ¿Piensa, usted, que existen hombres superiores que saben controlar y manejar la banca internacional y dominar la libertad de los otros que trabajan para ellos? - preguntó Juan, como para poner en duda lo antes dicho.
- ¡Sí! ¡Claro! - afirmó con seguridad el brujo, aunque yo no pude entender el significado de esa pregunta tan tonta, que estaba poniendo en peligro nuestra misión redentora - Ustedes tres, son esos seres especiales que desean encontrar las incógnitas de la vida y en los que se va a cumplir, hoy seis de junio del dos mil dieciséis, la maravillosa profecía con la que al biblia y Nostradamus anunciaron la venida del anticristo, El 666 que estará muy relacionada con uno de ustedes, sin importar el sexo o la edad. Ustedes viajarán por el camino del dolor y la desesperación y surgirá la maravillosa rosa de los paisas, que tendrá cinco pétalos y un futuro inmenso. Ustedes ya están preparados para celebrar el nacimiento del verdadero anticristo que trascenderá a Jesucristo y su defectuosa iglesia católica que reprime y obstaculiza el progreso y la paz de la humanidad, sin embargo, yo les voy a dar la clave que ustedes mismos se han ganado al llegar hasta aquí, ¿no sé cómo?...  Y van a cumplir una misión que aún se empeñan en negar. Sin obligarlos a que me den nada a cambio, sin escandalizarlos ni darles un solo billete, sin ofrecerles nada en oro o en riquezas, voy a hacerlos ricos, poderosos y famosos como todos los presidentes que han colaborado con el proceso de paz en Colombia; comportándose como unos verdaderos paisas.
Todos nos quedamos en silencio y el brujo fue hasta un armario y sacó un criptex de pulido mármol negro. Me lo entregó y mis compañeros se quedaron asombrados ante la hermosura y el brillo del aparato. Después sacó un huesillo con un pedazo de piel amarrada y...
- Observen con atención - dijo Mefistófeles con entusiasmo, mientras acercaba el talismán junto a una de las antorchas -. Miren este sagrado hueso de gato, amarrado con un pedazo de las alas disecadas de un murciélago de la noche.
Todos nos quedamos sorprendidos ante la luminosidad del diminuto hueso; aquel talismán despedía luz cómo si se tratara de un objeto fosforescente. Nos acercamos al talismán que nos iba a salvar de la perdición y del desespero, y mentalmente me burlé de aquel hombre ingenuo que nos ofrecía el objeto mágico que nadie se atrevía tocar. Un segundo después, me entró una gran curiosidad y yo, tomándolo en mis manos, lo acerqué para que mis compañeros lo pudieran apreciar bien. Tenía la textura natural de un hueso, aunque no sabíamos la procedencia de la luz interior. Mentalmente todos tratábamos de explicarnos aquella extraña luminosidad y tímidamente expusimos nuestras ocurrencias sobre el fenómeno, a lo que Mefistófeles, por toda respuesta sonrió con amabilidad. Esa sonrisa de superioridad nos hizo creer que estábamos siendo las víctimas de una broma más, de los brujos paisas. No aguanté el desconcierto y quise desatar el nudo que apretaba al huesillo por toda la mitad.
- No, no - advirtió con fortaleza aquel hombre -. Esa es la unión que sintetiza todo el poder de los brujos Antioqueños sobre el mundo.
- ¡Ah!... - exclamé - Ese es el lazo que absorberá nuestra energía mental para después multiplicarla hasta la infinidad.
- Sí, es algo más o menos así - argumentó Mefistófeles, haciendo un movimiento con sus manos, que nos clarificó más ideas de las que nos hubiera podido transmitir con sus palabras -. Como ustedes son los atrevidos que quieren capturar la verdad que hay detrás de nuestras vidas en la brujería Antioqueña, hoy, y primero que todo, les voy a revelar los más grandes secretos que han logrado recopilar las  matronas Antioqueñas en su vida de meditación y recogimiento. Dio media vuelta y de un cajón extrajo unos pergaminos que eran tan luminosos y bien escritos, que parecían unos documentos emitidos por la realeza inglesa. Ahí fue cuando me entregó los postulados de la religión de los inteligentes. No hubo ninguna ceremonia y ninguno de nosotros se fijó mucho en lo que tenían escrito aquellos pergaminos de piel. Dina Luz me recibió los pellejos, los miró, y después me los introdujo en el bolsillo sin percatarse de lo importante que sería para nosotros.
- Esas letras son el resumen de la filosofía de la vida paisa, esas letras son el resumen de la religión de los inteligentes. Si son dignos de comprenderla y practicarla, no tendrán la necesidad de hacer pactos ni con el diablo ni con Dios, porque todo les será concedido.
Todos nos miramos como defraudados. Íbamos a cambiar el alma por las riquezas que necesitábamos para llevar la verdad de nuestra existencia por todo el mundo y aquel hombre nos entregaba todos los secretos de los brujos paisas completamente gratis.
- Mire, señor, nosotros no vinimos hasta aquí para recibir un “criptex” de mármol y unos pergaminos llenos de conocimientos sabios, nosotros vinimos en busca de aventuras vibrantes y diabólicas. Queremos aventuras espeluznantes que nos hagan sentir vivos y nos llenen de dinero - dijo Juan.
El hombre abrió los ojos como comprendiendo nuestros gustos y después empezó a decir algo que yo no entendí muy bien.
- Nadie sabe el porqué se originan las profecías, las supersticiones y las creencias, y nadie sabe si detrás de ellas existe, realmente, un poder fabuloso que nos obligue a sumergirnos en el misticismo de los santos o los demonios. Por ejemplo, existe una profecía que decía que después del año dos mil, la iglesia católica iba a estar muy amenazada por el anticristo que la iba a destruir completamente. La profecía también dice que va a llegar un humilde hombre de Latinoamérica, con una filosofía nueva, que va a poner al descubierto todos los pecados de la iglesia y ese es el motivo de mi permanencia en este recinto sagrado, porque los brujos antioqueños pensábamos que el sucesor de Juan Pablo primero iba a ser el cardenal Colombiano Darío Castrillón, pero no. Sucede que el nuevo pontífice fue un Argentino igual de pecador a todos los otros. Así que desde el día de hoy, pueden disponer de la recopilación del conocimiento paisa, que es lo único que les calmará la sed de lo eterno, que es lo único que les señalará el camino de los caminos, para encontrarse con el poder de la sabiduría absoluta que todo lo permite, con la única condición de hacer llegar los conocimientos de la religión de los inteligentes a toda la humanidad.
- Reconozco - anoté inmediatamente, para no dejarlo pensar en más tareas que hicieran desagradable nuestro triunfo - que este huesillo está muy bien trabajado.
Cogiendo el objeto en mi mano, lo levanté hasta la altura de los ojos y disfruté de la luz maravillosa que tranquilizaba mi espíritu, hasta que descubrí unas pequeñas letras grabadas en él. Dirigí la mirada a todos lados, como buscando algo. El buen hombre me ofreció una lupa y pude leer la inscripción con detenimiento.
- Hay artesanos que son muy hábiles cuando de grabar algo se trata - dije observando a mis amigos e intentando disipar mi inquietud... <<Es mejor sumergirnos en la mediocridad de los hombres, antes que reconocer las pruebas de lo sobrenatural. >> pensé completamente asustado.
Las impresionantes palabras estaban escritas sin saber cómo, y yo las empecé a leer en voz alta:
 
Perdí el oro del de...
 
Mefistófeles tomó el talismán en su mano y se quedó mirándonos con una sonrisa irónica.
- ¿Eso es verdad o es producto de su imaginación? - preguntó Dina Luz profundamente impresionada.
- La imaginación y los sueños son la vida, porque primero hay que pensar las cosas para que puedan convertirse en realidad. El pensamiento es la fuente inagotable de la vida, porque lo demás es relativo. - anotó el antropólogo, que por fin recuperó el habla.
- ¿Es verdad que lo tendremos todo? - volvió a preguntar Dina Luz, sin poder creer en el ofrecimiento.
- Ya lo poseen todo. No existe ni el tiempo, ni el espacio, ni la materia, ni las formas; sólo existe la conciencia de lo eterno y ustedes son esa conciencia. Pero yo no sé los puedo hacer entender si ustedes no tienen el valor suficiente para ingresar en las dimensiones del pensamiento elevado. Si no evolucionan, seguirán haciendo parte del corral de los mediocres y no podrán abrir el “criptex” porque no se lo van a merecer.
- ¿Usted ya probó el poder de los brujos paisas? - preguntó ingenuamente nuestra compañera.
- Yo no tengo necesidad de probarlo porque yo, al igual que ustedes, desde hoy, somos parte de la eternidad. ¿Son capaces, ustedes, de lanzarse al vacío espeluznante de la verdad sin asideros?... No renieguen de la religión que se han inventado los amigos de Jesucristo, porque esa también fue fundamentada en el amor, pero no crean mucho en la cantidad de mentiras que les han repetido durante toda la vida en esa iglesia, porque está muy mal dirigida. Ustedes, ahora, son los mensajeros de la verdad que restablecerá la dignidad de la humanidad. ¿Para qué venderle el alma a Satanás inventado por los católicos si ya poseen la gran verdad?... Para llevar este mensaje por el mundo se necesita mucho valor, pero en esa verdad misma, que les he revelado en esos pergaminos, está el valor que necesitan. Es un acto en el que ahuyentarán la muerte y empezarán a ser eternos. Eso es lo único que les puedo decir. Piénsenlo bien. Yo he estado en condiciones peores que las suyas, he aguantado hambre y humillaciones sin cesar. Las mujeres se hicieron esquivas ante mi pobreza, la injusticia social y el poder de los materialistas aniquiló mi familia y, sin embargo, me hice rico de pensamiento y pude detener el tiempo en mí.
- ¿Cuántos años tiene usted, señor? - preguntó otra vez mi adorada ilusión, entrando en el juego que nos proponía aquel hombre.
- Tengo toda la eternidad del universo, porque el tiempo es relativo y sólo existe en esta dimensión material, pero en realidad, son sólo muchas experiencias y pienso acumular muchas más. Hoy quiero revelarles un secreto para que logren todo lo que se propongan. Lo único que nos mantiene en equilibrio y en paz, es el conocimiento. Estudien con mucho detenimiento el mapa que hay dentro del criptex que les he dado para ser inmensamente felices y todo lo tendrán por añadidura. Ustedes quieren muchas cosas, pero esa misma urgencia los mortifica, los hace sufrir, los bloquea y los hace sentir vacíos, sin sed, sin deseos, sin sueños, sin ilusiones, sin alegrías. Para encontrar la felicidad en un corazón vacío, sin vida, es casi imposible. El camino al poder está en la religión de los inteligentes y en la cantidad de sueños que ustedes le puedan aportar, pero mucho cuidado que el poder corrompe y los llevará a pisotear a los humildes. Los conocimientos que les estoy entregando en esos pergaminos sagrados, los llevarán a la vida eterna y a corregir los errores. Esta noche les ofrecí un inmenso tesoro que les abrirá todas las puertas; el manejo de él, depende de su estado interior y de su corazón, si no es que su juventud los hace chocar contra las lacerantes rocas de las exageraciones... Materialmente lo van a poseer todo, ¿pero qué quedará de todo eso?... Pensamientos, pensamientos nada más. Este talismán - prosiguió diciendo con voz recia - son todas las reuniones sociales que ustedes quieran, son las mujeres más hermosas y dispuestas. En él está el lujo, el derroche y la exageración. Se podrán embriagar con licores finos y podrán disfrutar de viandas exquisitas. Los productos del mar y las más robustas aves del corral estarán a vuestra disposición mientras ustedes planean los paseos en sus autos y las excursiones a las montañas. También se darán cuenta de que lo malo es un placer desacostumbrado y que no tiene nada de aburridor el disfrute de la mujer de otro. ¿Qué es lo malo y qué es lo bueno?... Se habrán preguntado seguramente: ¿Lo malo es hacer el amor a una adolescente de carnes firmes y senos de diosa? ¿Lo malo es disfrutar del dinero que otros se ganaron rompiéndose los brazos porque sus cerebros eran muy pequeños para ganarlo de otra forma?... ¿Qué dicen?... ¿Quieren vivir con exceso?... Yo les garantizo que ese camino también los puede conducir a la sabiduría.
- Yo sí - me adelanté a contestar. Dina Luz me tomó de la mano y afirmó con vehemencia:
- Yo también me someto a todo lo que me pueda pasar en el cumplimiento de esta nueva misión.
Todos nos quedamos mirando a Juan, que había permanecido muy pálido y muy callado desde el principio.
- Yo también estoy dispuesto a vivir el desafió de llevar la verdad de nuestra existencia por el mundo, aunque, sinceramente, no creo mucho en él.
- Tranquilo, que la vida fácil te irá convenciendo. Antes de empezar el rito de introducción, un último consejo: jóvenes, váyanse con cuidado que el poder corrompe - dijo con mucha seriedad el brujo -. ¿Trajeron todas las cosas? - preguntó mirando a Juan.
- Sí, señor.
Empezó la función.
El hombre sacó el gato del costal y alzándolo por encima de su cabeza empezó a decir:
- En nombre mío y de estos tres elegidos por la unidad eterna y fieles seguidores de los brujos antioqueños, me permito ofrecer este gato negro a la sabiduría absoluta, para que se aumente la evolución en las conciencias de estos seres. Renunciamos a todo lo establecido y hoy, seis de junio, faltando poco para las doce de la noche, instante en que Jesucristo está sumergido en las garras de una muerte que finalmente pudo superar y que es totalmente ajena a nosotros, nos dedicaremos a fabricar tres amuletos que serán la salvación y guía de estas tres almas, que son los fieles voceros de los brujos antioqueños. ¡Amén!
El cielo se iluminó con el resplandor de un rayo y el trueno partió el firmamento, haciendo vibrar las entrañas de la madre tierra. Nosotros estábamos aterrorizados, pero ninguno se atrevió a renunciar. Empezó a llover con intensidad y en las afueras del rancho se sacudían los árboles agitados por el viento. Mefistófeles sacó una navaja y sujetando al gato de las patas traseras y de las patas delanteras, me pidió que le hiciera un corte de un centímetro en el pecho del animal. Yo tomé la navaja y se la iba a clavar al gato cuando él me detuvo diciendo:
- Sujeta la piel con los dedos y le haces una cortada superficial. Yo hice lo indicado sin prestar atención a los chillidos de dolor del animal. Después me dijo que tomara un tubo metálico que estaba dispuesto sobre una mesa, al lado de una caja de fósforos, unas tijeras y un cuchillo grande y afilado. Tomé el tubo metálico y, según sus instrucciones, lo introduje en el orificio de la piel, apreté los bordes ensangrentados de la incisión contra el artefacto y soplé con toda la fuerza de mis pulmones hasta que la piel se infló como una bomba. El gato lanzó un chillido que retumbó en toda la montaña y que nos congeló la sangre de espanto.
- Apresurémonos que ya van a dar las doce - dijo el brujo muy animado -. Dina Luz, hágame el favor y va a la cocina y me trae una olla con agua que se está calentando en el fogón.
- Bueno, señor - contestó la aguerrida muchacha y tomando a Juan de la mano, se fueron en busca del agua que se calentaba en un rústico fogón en la parte trasera del rancho. El gato chillaba sin cesar y, mientras que yo se lo sujetaba, el brujo le hizo un corte de piel a todo el rededor del cuello, después le cortó las cuatro patas y de un tirón se quedó con la piel en sus manos. El animal chillaba herido de muerte y, cuando Dina Luz y Juan llegaban, por poco dejan caer la olla con el agua ante el horrible espectáculo. Los muchachos colocaron el recipiente sobre la mesa y el brujo introdujo el ensangrentado cuerpo del animal, que lanzó un grito demoníaco antes de morir. Todo quedó en silencio. Sólo se escuchaba el latir de nuestros corazones asustados y el golpear del murciélago que se quería escapar de la caja de cartón.
- Éste cómo que se dio cuenta de que le llegó la hora - dijo el brujo, sin descomponer el rostro ante la orgía de sangre. Sacó el vampiro de la caja de cartón, de un tajo lo decapitó y dejó que las pocas gotas de sangre cayeran sobre el cuerpo del gato que ya estaba muerto. Vació la libra de azufre, el frasco con los trescientos mililitros de ácido sulfúrico y los doscientos cincuenta gramos de soda cáustica; después arrojó en la olla los huesos de los restos humanos, las uñas, los cabellos y las telarañas impregnadas con nuestra saliva. El ambiente se cubrió con el humo que salía del recipiente y los ojos se nos empezaron a irritar. Con una cuchara de madera empezó a agitar el caldo y se quedó mirándonos mientras decía:
- Unidad eterna de sabiduría, acoge estos tres pensamientos evolucionados y permíteles el dominio total y absoluto sobre la materia, para que puedan conocer por el tenebroso mundo de las exageraciones, el derroche, la ambición, la hipocresía y la falsedad, hasta que estén completamente fortalecidos. Cuando estamos jóvenes, todos deseamos disfrutar del goce de la carne, de los sentidos, del amor, del placer carnal sin distinciones de sexo, edades o condiciones sociales; no nos importan las opiniones de las viejas anticuadas, porque este ejercicio se hace en busca del conocimiento total.    Í Amén!
El brujo fue hasta una repisa y trajo un líquido que vació en el recipiente donde estaba el gato, la sangre del murciélago y las otras cosas. Cogió los fósforos y prendió fuego al recipiente por encima. La choza se iluminó con el resplandor de una llama azul y Dina Luz, sin poder aguantar la curiosidad, preguntó:
- ¿Qué le has echado?
- Eso me gusta - dijo el brujo con felicidad - , que me trates con confianza, ya que somos hermanos de pensamiento. Le eché alcohol, que es el causante de peleas, accidentes de tránsito y de muchas otras desgracias que les suceden a los chicos jóvenes como ustedes. Bueno, muchachos, tenemos que esperar veinte minutos para que el gato quede listo y mientras tanto vamos a hacer el juramento de sangre, ¿listos?...
Preguntó el hombre con voz fuerte y nosotros afirmamos con la cabeza, aunque permanecimos callados por el susto.
- Aprieten el puño y apoyen la mano derecha aquí en la mesa.
Dina Luz fue la primera que la colocó y Juan y yo la seguimos, aunque nos encontrábamos muertos de miedo. Mefistófeles nos untó una sustancia de un frasco y se quedó con los ojos cerrados como invocando el más allá.. Pasó un minuto que se nos hizo muy largo y tomando la navaja nos cortó y se cortó en el mismo punto donde nos había colocado el líquido que, por la ausencia del dolor, seguramente era un anestésico. La sangre brotó y él, cogiendo el cuerpo del murciélago decapitado, lo chuzó con la navaja y lo apretó para que cayeran las últimas gotas de sangre. Dejó caer una gota de esa sangre en la mano de Dina Luz, una gota en la mano de Juan, una gota en mi mano y otra en la suya. Después pasó con una cuchara y recogió la sangre que se coagulaba en nuestras muñecas y la arrojó en la olla donde se cocía el gato. Yo sentí que la religión en que me criaron estaba muy lejos de la verdad y no lo pude creer cuando Dina Luz y Juan cayeron desmayados al suelo. Mefistófeles corrió por el alcohol y empapando un pedazo de gasa, les dio a oler hasta que recuperaron el conocimiento y empezamos a cantar una canción que brotaba de nuestros cerebros.
Demos gracias a la unidad
Madre de todos los misterios
Por habernos acogido
Muy gustosa en su seno.
 
Demos gracias a la vida
Y a toda la eternidad
Por permitirnos surgir
Descubriendo la verdad.
 
Alabada sea la vida
Por toda la eternidad
Que nos permite vivir
En su reino universal.
 
Amigos paisas creyentes
De la total libertad
Los amamos con el alma
Por su grandiosa lealtad .
 
Somos los adoradores
De la libertad de amar
Que nos mantendrá por siempre
Unidos en esta hermandad.
 
Unidos en la hermandad
Unidos en la libertad.
 
El poder de sugestión de aquel hombre era inmenso; nosotros estábamos como drogados y no alcanzábamos a controlar nuestras mentes.
El hombre tomó la olla donde había cocinado el gato y en nuestra presencia vació el pestilente caldo y en el fondo quedaron solamente tres huesillos iguales al del amuleto que él nos había mostrado. No lo podíamos creer; los huesillos despedían luz y mientras nosotros los contemplábamos con embeleso, él cortó las alas del murciélago y formó unos cordoncillos que puso en nuestras manos.
- Cada uno toma el hueso que desee y después repite conmigo, mientras lo amarra por toda la mitad.
Nosotros sentimos una fuerza que nos impulsaba las manos mientras bregábamos, con desesperación, a coger el huesillo deseado. Yo sentí que las uñas de Dina Luz me hicieron daño pero no me importó; cogí el hueso y amarrándolo con el cuero de murciélago repetí:
- Hoy amarro mi alma, mi vida y mis pasiones al servicio de la unidad eterna, de la sabiduría absoluta y del placer y la felicidad sin límites. Í Amén!
Todos repetimos lo mismo.
Pidan algo o digan lo que deseen - gritó con emoción el brujo.
Yo, personalmente - Empecé a decir, adelantándome a Juan y a Dina Luz, que estaban como hechizados -, me he pasado toda la vida estudiando y ahora todo lo que poseo difícilmente me alcanza para un plato de sopa. No quiero ver pasar la vida ante mis ojos. Deseo mujeres hermosas y ricamente vestidas, autos de lujo, fiestas y carnavales que permanecen vedados para mi espíritu que todo lo quiere probar. Pasan los años y cada vez estoy más viejo y sin disfrutar nada. No puedo continuar con esta vida de privaciones y por eso, desde hoy, quiero ser rico y acepto el desafío de las fuerzas misteriosas que puedan regir este amuleto y también deseo la felicidad y la sabiduría.
- Piénsenlo con cuidado, muchachos, que este es un pacto irreversiblemente sagrado. - Dijo Mefistófeles con tono de advertencia.
- Yo deseo pertenecer al sionismo que controla la banca mundial, el poder de los estados y todas las mafias del mundo. Yo quiero darme cuenta si tengo un alma eterna, para después replantear mi comportamiento y mi estilo de vida - terminó de decir Juan, gritando como loco.
- Para mí, las cosas son muy sencillas - Exclamó Dina Luz, brindándonos una nueva sorpresa -; yo quiero andar elegantemente vestida, vivir de fiesta en fiesta, disfrutando de los más deliciosos manjares... ¡Qué mis pretendientes sean apuestos, inteligentes y adinerados galanes!... ¡Qué las otras mujeres sientan envidia cuando yo pase y que todos los hombres se enloquezcan de deseo ante la exquisitez de mis finos movimientos!
- Sí, eso está muy bien pensado - dije interrumpiendo a nuestra inteligente compañera -, yo también deseo abrasar todos los placeres mundanos... ¡Vamos a ver! - exclamé apretando el huesillo y mirando tranquilamente al brujo - Yo quiero que mis bolsillos se me llenen de oro y que la unidad eterna me dé salud para poder gozar de una fiesta interminable, donde esté rodeado de mujeres jóvenes y hermosas... ¡Qué el licor corra con abundancia entre mis inteligentes amigos! ¡Que todas las personas que me rodeen estén libres de perjuicios y de moralismos ridículos! ¡Qué mis más cercanas admiradoras estén dispuestas a viajar alrededor del mundo conmigo!... De esta manera, unidad eterna que todo lo puede, te ordeno que se cumplan nuestros deseos, así nos toque entregarte el alma como forma de pago.
Todos se quedaron en silencio ante la contundencia de mi propuesta. El brujo nos observaba con tranquilidad y empezó a decir con su voz sonora:
- No vayan a pensar que la montaña se va a partir para que salga el oro y las bacanales que ustedes desean. He visto en sus miradas la sinceridad que me garantiza el cumplimiento del compromiso que ahora tenemos. Han cambiado sus almas por todos los goces posibles. Las cosas se les irán cumpliendo lentamente, al ritmo que su calidad de compromiso lo permita. Sus vidas tendrán un límite que lo marcará la unidad eterna y es así: El que más pida y más derroche, más ligero llegará al límite en que su cuerpo anhelará el descanso en la paz de la sabiduría absoluta. Gozarán de una forma tan desaforada, que sus cuerpos y sus almas clamarán por un descanso que sólo les puede brindar la quinta dimensión sin relativos... - dijo el brujo con entonación y entregándole un papel a la única mujer del equipo le dijo - Espero que tú seas la verdadera Luz del equipo y por eso te voy a dar este mensaje, con mis últimas indicaciones, por si en algún momento necesitan de mi ayuda.
Sorprendidos por la seriedad de las palabras de Mefistófeles y desconcertados ante su actitud compasiva, nos miramos unos a otros y yo empecé a decir:
- Ya veremos, amigo brujo mayor, si es verdad toda esta payasada que usted monta con los gatos negros en la mitad del monte, y sepa una cosa, querido amigo, si usted se está burlando de nosotros y la suerte no nos ha cambiado cuando lleguemos al centro de la ciudad, volveré y lo degollaré con mis propias manos, para que deje de estar estafando a la pobre gente.
Juan no pidió ni un solo deseo.
Salimos sin mirar hacia atrás.
Nos marchamos sin dar las gracias.
Estábamos como desesperados y empezamos a bajar por el sendero a toda velocidad, como si estuviéramos escapando de nuestro gran atrevimiento. El criptex que me había entregado el brujo era demasiado pesado y golpeaba dolorosamente mi pierna, lo sujeté con la mano izquierda y lo llevé apretado contra mi vientre por el escarpado sendero.
Cuando llegamos al final del camino, que se nos hizo increíblemente corto, nos percatamos de que cada uno tenía empuñado el huesillo que ahora estaba más luminoso que nunca. Los traíamos tan empuñados que los talismanes nos hicieron daño y extrañamente la sangre empezó a correr entre nuestros dedos. Yo sentí que el amuleto me quemaba y que no era capaz de soltarlo. Me asusté mucho y empecé a correr hacia una casa que estaba en la base de la misteriosa montaña.
- Vamos a buscar agua - fue lo único que alcancé a decir en medio de mi desesperación. Corrimos como unos trescientos metros sin percibir que la oscuridad ya no era un obstáculo para nosotros y al final llegamos al destartalado rancho. Nos acercamos con sigilo, al percatarnos que en el interior se movía la luz de un candelabro. Eran dos hombres que cavaban en una de las gruesas paredes de tapia, como queriendo extraer algo. Yo, sin pensarlo mucho, entré y...
- Í Ayyyyyyyyy! - gritaron los hombres que, descompuestos por el susto, salieron corriendo por la puerta de atrás completamente aterrorizados. A nosotros nos sorprendió la actitud de los campesinos que creyeron ver un espanto en nuestras humanidades. Tomamos la lámpara que los labriegos nerviosos habían dejado en el suelo y nos fuimos a lavar las manos en una fuente que quedaba en el patio, después regresamos más tranquilos y observamos lo que estaban haciendo los dos extraños hombres antes de que los asustáramos. En la gruesa pared se apreciaban los huecos que habían hecho como buscando un tesoro. Yo guardé el talismán en el mismo bolsillo en el que tenía el pesado criptex y tomando el original candado cilíndrico, lo levanté con una inmensa sonrisa de satisfacción.
- ¿Qué fue lo que nos regaló ese hermoso semental?... - preguntó nuestra extrovertida compañera que, aparentemente, no sabía de qué se trataba el pulido y hermoso objeto.
- Se llama “criptex”, es un invento de Leonardo Da Vinci y sirve para guardar mensajes secretos - explicó el inteligente antropólogo -. Como ustedes ven, se trata de un recipiente que puede contener un mapa o un mensaje cualquiera y después de que la carta esté dentro de los seis cilindros cifrados, sólo lo puede abrir el que tenga la clave.
- Necesitamos descubrir una palabra con seis letras - argumentó Dina Luz, señalando los discos giratorios que se parecían a uno de esos candados chinos en los que el dueño es el único que conoce la clave.
Si alineamos las letras de los discos perfectamente, el criptex se abre suavemente y podremos descubrir el regalo que nos han dado, los brujos paisas, después de señalarnos el camino que nos conducirá a la sabiduría total - dijo el antropólogo que tomó el criptex para analizarlo después de hacer sonar el líquido que se agitaba por dentro - Si uno de nosotros intenta forzar este cilindro para abrirlo, el tubo de cristal que tiene por dentro se rompe y el vinagre que contiene disuelve inmediatamente el papiro y se destruye el mensaje. Como pueden ver, la única forma de conocer el mensaje es descubriendo la clave.
Dina Luz estaba muy sorprendida pero recordó el extraño papel que en el último minuto recibió de las manos del brujo y lo colocó ante la luz de la lámpara para que nosotros lo leyéramos, pensando que ahí estaba la clave.
En el papel solamente estaba escrito un párrafo que decía así:
Para algunos, la verdad es un camino que les concederá la vida eterna. Para otros, es la búsqueda del sentido de nuestra existencia en la tierra. Para la mayoría, sospecho que se trata sólo de una gran idea... un tesoro glorioso e inalcanzable que, en cierta manera, incluso en nuestro caótico mundo de hoy, nos inspira y para ustedes, tiene que ser la llave del poder.
Era una especie de acertijo arqueológico, era el mensaje cuya solución nos diría cómo destapar el criptex. El antropólogo leyó despacio el texto, porque él sabía que los brujos utilizaban constantemente aquella clase adivinanzas y de mensajes cifrados. De la misma manera en que los habían empleado en la antiguedad.
- Estas letras hacen referencia a nuestro futuro - dijo Dina Luz -. La clave necesariamente debe de guardar relación con lo que nos sucederá más adelante.
- Juan, usted que es el más estudiado - le dije para presionarlo un poco -, tiene que revelar cuál es la clave.
El antropólogo de la Universidad de Antioquia, la mejor de Latinoamérica, se quedó pensativo.
- Está claro que Mefistófeles en este mensaje se refiere a la unidad eterna, pero cómo vamos a saber el significado si aún no comprendemos esa nueva filosofía.
- ... Y para ustedes tiene que ser la llave del poder - dijo Dina Luz leyendo el último renglón del mensaje -. En esta parte final tiene que estar el secreto.
- No hay duda de que en este mensaje está la solución - dije deseando colaborar -, porque los más evolucionados acostumbran esconder los secretos en mensajes que sólo ellos entienden.
Juan estaba muy pálido y callado, y a juzgar por su actitud, la cosa iba a ser más difícil de lo que nos habíamos imaginado. Nos quedamos como unos diez minutos en silencio, hasta que...
- ! Claro! - exclamó el antropólogo después de haberlo pensado bien - Tenemos que leerlos al mismo tiempo.
- ¿Leer qué? - pregunté desorientado.
- Dina luz, ¿Qué era lo que decía en las letras pequeñas del talismán?...
La hermosa rubia cerró los ojos para recordar mejor y con toda precisión dijo lentamente:
“Perdí el oro del de”
- ¿Del demonio o qué? - dije despectivamente. Mis compañeros me miraron furiosos ante mi falta de seriedad. Juan ignoró mi comentario y dijo:
- Ese debe de ser otro de los famosos anagramas que utilizan esos paisas.
- ¿Y qué es un anagrama? - preguntó Dina Luz, sin sentirse avergonzada de su ignorancia.
- Anagrama es un ejercicio en el que se forman unas palabras con las mismas letras de otras - contestó Juan de mala gana, queriéndose concentrar en las letras del primer mensaje. De pronto, sintió que todas esas letras encajaban perfectamente. Como un chorro de luz, todos los conocimientos iluminaron su mente. El mensaje que trató de revelarnos Mefistófeles cobró vida en su interior. Tomó un pedazo de carbón y en un espacio del pergamino tanteó con las letras hasta que...
“perdí el oro del de”
Tiene las mismas letras que...
El poder del dinero
Entonces la clave es el dinero, porque esa es la llave del poder.
Juan experimentó una gran emoción cuando empezó a alinear las seis ruedas del criptex. “Dinero” es la palabra mágica que es el Dios del siglo veintiuno.
- Despacio - le rogué absolutamente nervioso. Todos lo miramos en silencio. Juan tomó el criptex y ordenó las letras de los discos cifrados, hasta que quedó perfectamente alineada la palabra dinero.
- Bueno, que sea lo que la unidad eterna quiera.
Lo apoyó en el suelo y sujetando los dos extremos, haló suavemente y el criptex se abrió. A todos nos palpitaba el corazón aceleradamente, cuando Juan dejó el artefacto en el suelo y extrajo un papiro en el que estaba dibujado el plano de un rancho exactamente igual a ése en el que estábamos. En la pared que quedaba a todo el frente del pozo, estaba dibujada una equis que, para nuestra sorpresa, era el mismo sitio en el que estaban excavando los dos hombres que huyeron despavoridos cuando llegamos. Dina Luz iluminó bien el hueco que los campesinos habían hecho y en la gruesa pared se apreciaban los vértices de lo que parecía ser un cajón de madera. Yo guardé el talismán y tomando una barra continué el trabajo de nuestros desafortunados colegas. ¿Colegas?... Sí, porque aquellos hombres debían ser de los que creen en la magia y piensan que un tesoro los sacará de la pobreza y les traerá la felicidad. Terminé de sacar el cajón y me pareció demasiado pesado para su tamaño. Lo puse en el suelo, lo golpee con la barra y...
- ¡Dios mío! - exclamamos todos en coro.
Se empezó a cumplir el trato con el brujo; aquel cajón estaba repleto de monedas de oro. Los guaqueros habían descubierto un tesoro que nosotros les arrebatamos en un golpe de suerte. No podíamos salir del asombro, sin embargo, yo me quité la chaqueta, vacié parte de las monedas en ella, las envolví de la mejor forma, las levanté del suelo y esperé a que el antropólogo y Dina Luz terminaran de recoger el resto de las monedas y con ellas apretadas contra mi pecho, sin decir nada salimos corriendo a toda prisa.
Llegamos al pueblo cuando ya estaba amaneciendo y nadie se acordó de la misión sagrada que teníamos pendiente. Cada uno se marchó por su lado.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPITULO NÚMERO TRES
 
 
 
A los pocos días de haber iniciado nuestro camino hacia la unidad eterna, compré muebles en “San Diego”, alquilé un apartamento en el parque de Envigado y me di cuenta de que Dina Luz y Juan se habían casado en la sacristía de una iglesia católica.
Mi cerebro estaba como poseído por na fuerza extraña y sólo deseaba emociones fuertes.
Compré caballos, ganado bovino y miles de cosas que no necesitaba. Me lancé a un torbellino de placeres vanos y pecaminosos. Poco a poco fui consiguiendo amigos; debía su afecto a que eran villanos igual que yo. Congenié con la burguesía que para mi sorpresa, tenía los mismos vicios que tienen los sionistas. Me volví un comerciante prestigioso y los grandes hombres de negocios, no viendo en mí a ningún competidor que temer, alabaron mi progreso en el arte de la comercialización ganadera. Empecé a ser un comerciante respetado. Siempre estaba elegantemente vestido y mis nuevos amigos me consideraban un maestro del placer y de la fiesta.
Un día que amanecí muy feliz, alquilé una finca para hacer una fiesta con todas las de la ley. Compré cerdos, novillos, aves de corral y traje cerveza, ron, aguardiente, whisky y toda clase de bebidas. Invité a Dina Luz, a Juan, al dueño de la finca, a mis amigas más cercanas y a todos mis nuevos amigos. Invité a mucha gente importante.
Llegó la hora señalada para la juerga y los invitados, uno a uno, fueron entrando al inmenso salón que resplandecía de colores dorados y luces, donde se juntaron los jóvenes más especiales de la ciudad. No eran ni pintores, ni escritores, ni escultores, ni genios, ni políticos, ni nada; eran hombres comunes y corrientes que me habían resultado agradables a mí, en mis primeras andanzas de hombre rico. Había allí dos o tres sujetos ingeniosos, llamados a manejar los destinos de aquella comunidad en un momento no muy lejano.
Yo, el anfitrión de la fiesta, mostraba una alegría desbordante que no dejaba ver, por ningún lado, la preocupación que debía de tener después de gastarme una buena parte del dinero que teníamos que emplear en nuestra misión de dar a conocer la unidad eterna y la religión de los inteligentes. Mi mirada estaba pendiente de la puerta del salón principal de la finca, como esperando a que sucediera algo.
No tardó en presentarse la espectacular pareja de recién casados que formaban Juan y Dina Luz, que fueron acogidos con un halagüeño runrún de admiración de parte de los otros invitados, por las grandes inversiones que estaban haciendo en el campo económico. Yo salí a su encuentro y los saludé con mi acostumbrada amabilidad. No había duda de que el pacto con el Brujo Antioqueño se estaba cumpliendo. Las alfombras color púrpura tapizaban el suelo. Hermosas lámparas de cristal multiplicaban la luz que se desprendía del techo, como las arañas doradas de la luminosidad del medio día. La abundancia de flores exóticas llenaba el sitio de un colorido paradisíaco y del inconfundible aroma del amor. Todo, hasta las paredes hermosamente decoradas, emanaba una elegancia pretensiosa, cuyo sentido era el de impresionar con las inmensas cantidades de dinero que invertí en la fiesta.
<< Unos cuantos millones son una maravillosa carta de presentación para ingresar al círculo de la alta sociedad. >> Pensé suspirando con nostalgia. << ¡OH, si mi estado natural era el de caminar descalzo, vestirme con pantalones raídos y tener deudas hasta con los vagabundos y ahora estaba al lado de los hombres más adinerados del pueblo!... ¡Ah qué felicidad!... Yo quiero vivir esta vida unos diez meses, o lo que sea, antes de emprender la misión por la dignidad humana y luego ir derecho a la quinta dimensión sin relativos. Por lo menos habré conocido el ambiente en que se mueven los ricos. >>
- ¡OH! - Empezó a decirme Juan que se acercaba - ¡Qué elegancia!... Nunca pensé que te gustaba derrochar dinero de esta manera, y, a propósito, ¿quiénes son esas hermosas chicas que reparten las golosinas como si fueran las dueñas de la casa?
- Ellas son las compañeras de estudio de Elizabeth, una hermosa muchacha que me interesa y que apenas se da por enterada de que existo. Ellas están en una naciente academia de modelos y yo las contraté para que nos acompañen. Así que prepara la lengua y el estomago, para que disfrutes de la vida al lado de esas palomas. ¿Y dónde está tu esposa?
- Se tomó unos brandis antes de venirse para acá y como le hicieron mucho daño, cuando llegamos, inmediatamente, la llevé a dormir en uno de los cuartos del fondo. ¿Quieres un whisky?
Yo acepté lleno de melancolía por lo del feliz matrimonio de ellos. Llamé a un sirviente para que nos trajera los tragos y, después de pedirle que viniera más constantemente por esos lados, nos los tomamos y brindamos por nuestra amistad.
- La decoración que le has hecho a la finca me parece de muy buen estilo - dijo Juan cambiando de tema -, y las lámparas y los cuadros... ¡Qué lujo tan bien planeado!... Si las personas se pusieran a pensar de dónde has sacado tanto dinero para la fiesta, llegarían fácilmente a la conclusión de que le has vendido el alma al diablo. Pero... ¿Podrían hallar sitio en tu elegante personalidad para esa clase de prácticas? ¡Si pareces un burgués natural!... Mira como centellea la vajilla de plata... Si los hombres del pueblo supieran que tenemos en este lugar a sus más hermosas mujeres, correrían hasta aquí, unos cuarenta hombres de talento, para postrarse ante nosotros y después devorar nuestras entrañas. ¡Y nosotros dos, dueños de la fiesta y del dinero, quedaríamos nuevamente como un par de reyes!... Deseos me dan de preguntarles si están dispuestas a ir a la cama con nosotros.
- ¡Pero no ahora! - exclamé un poco preocupado - Sino cuando estén completamente ebrias y nosotros también.
Nos tomamos varios whiskys seguidos. Los dos estábamos muy felices.
Al principio, y con miradas rápidas, cada invitado me rindió tributo de admiración por ser el organizador del banquete, después se dedicaron a comer y a beber.
Los cristales reflejaban los colores del arco iris y las lámparas iluminaban los exquisitos manjares que reposaban en la mesa del centro. Todos hablaban. Corrió con abundancia el whisky y los vinos blancos y tintos se sirvieron para las mujeres. Una vida así, era la que todos se merecían. Pasó el tiempo y al rato... Cada invitado había probado un gran número de licores y se entablaban acaloradas discusiones; algunas frentes enrojecían y los ojos lanzaban chispas de deseo. Estaban en la primera etapa de la embriaguez y todos se comportaban con cortesía. Se sirvió una suculenta comida y todos comían hablando y hablaban comiendo. Corrió el vino con abundancia y fue creciendo la orgía como una orquídea salvaje. Las modelos danzaban dejando ver sus innegables encantos. Se ganaron la admiración de todos los invitados y sus cuerpos se fueron descubriendo lentamente. Llegaron los brindis y todos renunciaron a la sabiduría y a la educación, para dedicarse de lleno a los placeres de la carne. Arrebatados por una tempestad de alegría, chocaban como chocan las olas de un mar furioso contra los acantilados. Juan y yo, también bebíamos sin parar. Renunciaban todos a vanagloriarse de su capacidad intelectual, para reivindicar su capacidad en los tragos dobles que los hacían menos resistentes.
Las horas pasaban sin detenerse y los licores y las conversaciones ingeniosas se cruzaban constantemente.
La gran cantidad de licor que se consumía aceleraba el final de la fiesta. Algunas personas se dejaron vencer tempranamente, por una embriagues a la que no estaban acostumbradas.
- ¡Mira..., Mira! - exclamé sacando el talismán de la billetera, completamente cansado por las actividades de aquel día, y totalmente borracho por la exageración con el whisky - ¡Abajo la muerte! - grité apretando el hueso maléfico - ¡Ahora quiero vivir! Soy rico y poseo todas las mujeres que quiera. ¿Quién no es el más hermoso poseyéndolo todo?... Soy rico y le voy a encomendar a mi amigo la misión de crear una nueva religión. Puedo comprarlos a todos, incluso al dueño de esta miserable finca, que es ese señor gordo que está durmiendo en la mesa del comedor. Ustedes son los canallas de la alta sociedad, adórenme que soy el rey.
Todos escucharon mis amenazas, mis insultos y maldijeron mi jumera porque estaba completamente borracho.
- ¡Cállense! - grité completamente ofuscado - Que yo tengo muchos tesoros y se los voy a regalar a ustedes.
- ¡Ah!... Sí te diste cuenta de que estás dañando la fiesta, hipócrita.
- ¡Despierta que el borracho eres tú! - exclamé golpeando el antropólogo en la cabeza.
- ¡Qué aburridor te has vuelto! - dijo Juan tomándome en sus brazos - Ven que yo no te voy a dejar aquí entre estas mujeres de la mala vida.
- Soy rico.
No sé si serás rico - dijo Juan -, pero un mal borracho sí eres.
- Estoy embriagado de poder. ¡Puedo matarte y quitarte a tu mujer! ¿Por qué te la llevaste de la fiesta? ¿Te dan celos de mí, o qué?
- Pero, amigo, ¿qué dirá la gente?... - protestó Juan.
- Que digan lo que les dé la gana. Toda la vida tuve que guardar silencio ante sus vulgaridades y ahora, como soy millonario, son ellos los que se tienen que soportar las mías. Puedo poseer todas las mujeres del mundo, pero no lo deseo. Puedo comprar y matar a todos los que están aquí. Soy rico y muy poderoso. Soy el santo padre. Soy el sionista mayor. Soy un templario. Soy el presidente.
- Si sigues gritando te encierro en tu cuarto.
- ¿Ves este talismán?... Este es el poder sionista y hemos llegado al derroche inmoral que ellos quieren. ¡Soy el dueño de Medellín, de Antioquia, de Colombia!... El universo es mío. Tu mujer es mía, si yo lo quiero. Eso es si yo lo quiero.
En ese momento me llevó Juan para una de las habitaciones, mientras en el salón continuaba la fiesta, y me dijo:
- ¡Nunca te había visto tan necio!
- Necio, amigo mío, nunca jamás, lo que estoy es resentido contigo por abandonar nuestra misión sagrada.
- Bueno, mañana hablamos de eso, pero ahora duérmete, ¿Quieres que me acueste a tu lado? ¿Sí quedas cómodo de esa manera?
- Sí, mi querido amigo. El amigo de tu miseria y de tu pobreza, es justo que sea el amigo de tu poder. ¿Dónde está Dina Luz?...
- Ella está encerrada en un cuarto del fondo, porque está muy enferma... Bueno, millonario, sueña con tu oro hasta mañana.
No tardamos en unir nuestros ronquidos a la música que resonaba a todo volumen. ¡Fiesta de una abundancia desagradable!
Se fueron apagando, una a una, las luces y la noche envolvió a los cuerpos cansados por el derroche. Todos nos quedamos dormidos. Nos venció el cansancio y el exceso de licor.
Llegó el nuevo día y nos encontró dormidos.
Permanecimos acostados hasta muy tarde. Juan estaba muy inquieto y, sin embargo, no se atrevía a decir nada. El sol empezó a calentar el mediodía de una hermosa mañana de verano y nosotros seguíamos en la cama, como si toda la fuerza se nos hubiera ido en la juerga. Dina Luz se levantó bostezando, cansada y con unas profundas ojeras. Juan la siguió con la mirada y se asustó al observar la marcada lividez que la hacía ver como un cadáver. Perezosamente fueron levantándose los invitados, que lanzaban quejas por el profundo malestar que les causó el exceso de licor. Las mujeres que con sus atrevidos bailes habían despertado el interés de los hombres, ahora estaban despeinadas y feas. El maquillaje se corrió, los vestidos se arrugaron, las sonrisas se tornaron en la languidez del cansancio. Esos rubores de brillantes estrellitas nacaradas, habían desaparecido para dejar paso a las caras blancas y manchadas; los labios que fueron carnosos y rojos como la grana, estaban resecos y rajados por los vergonzosos efectos de la exageración. Renegamos todos los hombres, con miradas inteligentes, de nuestras bondadosas invitadas, al verlas más marchitas y despeinadas que las palmeras de una playa cuando pasa un huracán. Claro que los hombres no estábamos mostrando nuestra mejor imagen; nuestros familiares se hubieran asustado ante las mejillas rojas y los ojos irritados que revelaban con claridad un alto porcentaje de alcohol en la sangre. Aquellos rostros arruinados y sinceros, nos estaban mostrando lo que verdaderamente éramos. Aquel despertar a una vida real, aquel mundo frío y libre de las fantasías que se inventaban nuestras almas, nos asustó a nosotros, los curiosos aventureros que desafiábamos los goces del placer inmediato. Antropólogos, chicas modernas y aprendices de templarios, guardamos un mudo silencio, reconociendo la fragilidad de unos cuerpos débiles. Un grito satánico llenó el salón cuando Juan, dominado por una embriaguez que aún no podía controlar, invitó a todos para que continuara la fiesta. Unos ojos dilatados y un vozarrón que emergía como si lo estuviera lanzando un extraño, hizo estremecer hasta al más valiente de los presentes. La sorpresa fue total. Era el drama descarnado de un lujo mal manejado, era una mezcolanza improvisada de las pompas y miserias humanas que nos estaban sacudiendo en nuestras nuevas vidas, era como intentar un baile con los cadáveres que quedaron regados después de una batalla de placeres. Todos estábamos hastiados. No más ideas brillantes, no más filosofías baratas, no más sonrisas falsas, no más mentiras calculadoras, no más luces fuertes, no más alegrías a medias, no más deseos carnales, no más embriagues de falsedad, no más misiones olvidadas, no más sexo, no más drogas y alcohol. Sólo deseábamos un refresco que calmara un poco la terrible deshidratación.
El sol entraba radiante por las ventanas. El cielo estaba muy azul y la brisa golpeaba en nuestros cuerpos que se fueron animando lentamente. La orgía había pasado y nuestros cerebros se llenaron con ideas diferentes. Pensamos en las vidas tranquilas de nuestra niñez y sentimos nostalgia por la paz que reinaba en nuestros corazones, cuando el diablo no se había apoderado de nuestros cuerpos. Otros, seguramente, estarían pensando en los paisajes coloridos de sus pueblos, en los rosales en flor que se dejaban adornar por el rocío de un amanecer de verano; también podrían estar pensando en los compromisos urgentes que exigían su presencia. La mayoría de nosotros nos sentíamos avergonzados de nuestras actitudes. En ese momento se levantó Juan, como un ángel malo, y con una sonrisa forzada empezó a decir:
- Esta es la vida que nos merecemos. Comer, beber y amar sin trabajar. ¿Qué les parece si hacemos un asado?
Nadie se tomó el trabajo de contestar, pero todos nos empezamos a preparar sociológicamente. Juan les ordenó a los sirvientes que mataran un becerro y que trajeran frutas frescas. Todos nos levantamos. La cerveza corrió con abundancia y los espíritus se animaron completamente renovados. Recogimos las copas y las botellas que estaban tiradas en el suelo. Pusimos los cojines de los muebles en su lugar y en un santiamén todo quedó en orden. Las mujeres se arreglaron con esmero y los perfumes suaves empezaron a refrescar la atmósfera. Las máscaras volvieron a su lugar y cada una de ellas revivió el papel que le correspondía en la farsa que fundamentaba sus vidas. En la cocina se preparaban las viandas a toda prisa y Dina Luz, en una original actitud de agradecimiento, le regaló una brillante moneda de oro al señor que me alquiló la finca. El hombre se quedó como hechizado ante la hermosa y pesada moneda; dejó escapar una exclamación de asombro y como buen capitalista que era, le dijo a nuestra amiga que le compraba todas las monedas que tuviera. Era el clásico negociante que presentía la existencia de un tesoro grande.
- ¡Ah..., OH! - exclamó Juan sin poder contener la alegría que le producía la propuesta.
- ¡Un momento! - dije intentando apagar el brillo de ambición que iluminó los ojos de mis emotivos amigos - Recuerden que nosotros tenemos un compromiso pendiente con nosotros mismos. Estamos en unas pequeñas vacaciones, pero tranquilos que todo se hará a su debido tiempo. Por el momento no necesitamos más dinero, ¿o sí?
- Por doscientas monedas como ésa, cambiaría esta finca con las reses, las aves, los cultivos y hasta los muebles en que están sentados.
- Trato hecho - se apresuró a decir Juan.
Yo me levanté bruscamente, al darme cuenta de los errores que empezaban a cometer mis inexpertos amigos. Quise controlarlos para que guardaran discreción, pero Dina Luz abrió la boca para iniciar el camino de nuestro triunfo o de nuestra desgracia.
- Nosotros poseemos más de dos mil monedas de esas.
- Í Cómo! - exclamó el viejo terrateniente - Esa es una fortuna incalculable.
Yo me senté lleno de furia, con la resignación del que no puede hacer nada ante la desgracia. Todos hablaban al tiempo y fijaron sus miradas en nosotros, con una inocultable envidia. Después todos empezaron a reír y las felicitaciones y las palmadas en el hombro no se hicieron esperar. Todos estaban felices con nuestra fortuna, mientras yo sentía el calor que brotaba de mi talismán que se calentó repentinamente para recordarme el compromiso sagrado.
- Bueno... ¿Pero qué les pasa? - 
Preguntaban nuestros felices amigos al notar la palidez y la incertidumbre que cubrió nuestros rostros. Por primera vez nos dimos cuenta de la magnitud del trato que habíamos hecho con Mefistófeles y que todavía no habíamos comprendido. La fortuna llegó acompañada del anuncio de una muerte terrible. Estábamos rodeados de la falsedad de los amigos interesados, de la mentira de las mujeres calculadoras y de la soledad que ya reinaba en nuestros corazones. La vida nos pertenecía con todos sus encantos, pero el repentino calentamiento del talismán nos dejó sin deseos de nada. El mundo nos pertenecía. Teníamos muchos amigos a nuestros pies y no deseábamos nada de ellos.
- ÍOhhh, amado mío, y, ¿de dónde sacaron esa fortuna?
Me preguntó Elizabeth, la hermosa mujer que jugaba tenis de campo, que  siempre desee y que por primera vez estaba siendo amable conmigo. Yo me hice el que no había escuchado la pregunta y seguí disfrutando de mi repentina popularidad.
- ¿Por qué no te compras un campero rojo?... Yo estaría encantada de pasear contigo en él. - Me dijo la hermosa y coqueta chiquilla, que acercó su cuerpo muy cerca del mío. El ambiente se llenó con su aroma y mis ojos se perdieron en el brillo y la hermosura de los suyos. Elizabeth era una mujer de unos diecinueve años de edad, pero demasiado precoz para su juventud. La abundancia de sus carnes, la generosidad de la naturaleza que la dotó con una figura escultural y la suavidad de una bronceada piel azucarada, me hicieron olvidar la prevención que me causó la cercanía de la muerte. En los brazos de aquel ángel divino se me olvidaba el compromiso eterno y moriría por ella con toda tranquilidad. Me refugié en el calor tibio de su cuerpo y, apartándome de todos, me fui a un cuarto de los de atrás y empecé a disfrutar de su figura excepcional. Era coqueta al extremo y la perversidad de su mente la hacía una amante espectacular. Ella pensaba en sexo, hablaba sexo y vivía el sexo con ardor. Recorrí, centímetro a centímetro, todo su cuerpo y saboreé el dulce sabor de los lugares más escondidos de su humanidad. La conquisté, la seduje y la gocé hasta la saciedad desde el primer momento en que se me acercó al enterarse de mi fortuna.
- ¡OH! ¡Qué lindo es vivir cuando todos los placeres están satisfechos! - grité sin darme cuenta que estábamos completamente apresados en las garras de nuestra ignorancia - Algún día podré decir que tuve una amante de diecinueve años, que era la envidia y admiración de todos los hombres que la observaban al pasar conmigo.
Elizabeth me contó todos los secretos que guardaba en su pequeña cabeza y fue mi amiga, mi novia, mi amante y mi mujer. Tuvimos mil aventuras y desde ese día, hicimos el amor en los lugares más inimaginables porque a ella la excitaba el riesgo. Nos amamos en su casa, al lado de sus padres y hermanos que dormían con tranquilidad y que la consideraban una virgen sin pecado. En esos días hicimos el amor en el campo, en las piscinas, en la iglesia católica, en el cementerio, en hoteles baratos, en hoteles caros, en las fincas de los amigos y hasta en los bares. Nuestras emociones siempre llegaban al límite; convertíamos la dependencia en rechazo, la pasión en angustia, el amor en dolor y los celos en algo cotidiano, pero siempre seguíamos juntos.
Nunca la amé realmente, porque mi gran amor seguía siendo Dina Luz, pero cuando presentía que otro macho se le acercaba con interés, yo saltaba con la agresividad de un león para defender lo que consideraba mío. Ella era pura nobleza y me enseñó que el dinero, en nuestra relación, era lo que menos importaba. Los regalos, las cuentas en los bares y los hoteles, los pagaba ella como para demostrar que mi fortuna era lo que menos le interesaba. Yo cogí la fea costumbre de observarla como un objeto. Aquella joven de ciento setenta y dos centímetros de estatura y de cincuenta y cuatro kilos de peso, era la máquina más perfecta para hacer el amor que yo había gozado. Su piel bronceada por completo, sus dientes blancos y sin caries, sus noventa, sesenta, noventa y su cadera espectacular, la convertían en una modelo de incalculable valor y estaba a mí lado por el placer de tenerme. Todos mis amigos la miraban con lujuria, mientras yo hacía grandes esfuerzos por satisfacer su pasión desmedida. Ella siempre estaba caliente y dispuesta para hacer el amor. Se desnudaba con una facilidad asombrosa en cualquier parte, y la proximidad de las personas no la acobardaba para nada.
En cuestiones de placer siempre me creí un profesional, pero esa chiquilla me demostró que apenas era un principiante. Pasábamos muchos tiempos juntos y el mundo desapareció a nuestro alrededor, cuando de querernos se trataba. Desde que la conocí, su originalidad me trastornó, pero era tan grande su fuerza que yo me sentía absorbido en un mundo de curvas finas, que me arrancaban hasta la última gota de semen y de sangre. Elizabeth era aterradora cuando estaba a mi lado, pero cuando dejábamos de vernos tres o cuatro días, el aterrador era yo, porque llegaba como un león caliente y violentaba todo lo que había a mi paso, llenándolo con mi romanticismo convincente y con mi fuerza de gladiador consumado. Estábamos envueltos en una relación violenta y hermosa a la vez. Ella se llevaba todas las fuerzas que habían dentro de mí ser, mientras yo pensaba en Dina Luz que era mi verdadero amor y que se hallaba enredada en su trabajo de gerencias económicas, en sus paseos de burguesa aburridora y en sus cenas de mujer recién casada con el hombre equivocado. Elizabeth era ardiente, inocente y atrevida; mientras que Dina Luz era inteligente, madura y esquiva. Definitivamente, los hombres no podemos ser fieles porque todas ellas son muy bellas. Yo sería feliz si las pudiera tener a las dos en el mismo lugar y en completa armonía, pero eso era como tener una pantera y una leona enjauladas.
Me estaba dando una vida de rey, después del trato con el brujo de "El Capiro", y no sabía si era por mi forma de ser o por la protección que me estaba brindando Mefistófeles. Dormía hasta tarde, desayunaba con jugo de naranja, café, chuletas de cerdo, huevos y queso. Tenía a mi disposición a las dos mujeres más hermosas de la ciudad, aunque a Dina Luz sólo la poseía en la imaginación. La una era adorada y ajena y la otra sensual y libre... Hacía ejercicios físicos todos los días y leí libros de superación, para tratar de librarme del posible embrujo y de la posible trampa que nos había tendido aquel brujo en el monte.
Estaba luchando contra un raro fenómeno que era superior a mi razón y que me envolvía en la incertidumbre de un trato que nunca entendí. Nunca supe si le vendí el alma al diablo o si el brujo nos había dado todos esos poderes de forma gratuita.
Luché una y otra vez contra mi locura y siempre caí vencido ante un poder extraño que me inundaba por dentro.
De lo único que me daba cuenta era que Elizabeth estaba realmente enamorada de mí, porque pasó el tiempo y ella seguía a mi lado con absoluta fidelidad. Nos encontrábamos todos los días y nos amábamos hasta que las energías se consumían y quedábamos en graves estados de postración y cansancio. Era un deseo físico incomparable. Sí, esa era la verdad, porque nuestras almas y nuestras curiosidades intelectuales estaban separadas por un abismo de años, de intereses y de circunstancias incontrolables. En esos días yo me estaba moviendo en los círculos de clase social alta y mi positivismo y mi forma de ser empezaron a marcarme un camino de derroche y alegría. Sentí que me estaba alejando de mis compromisos sagrados, de mi sueño adorado y cansado del deseo físico que sentía por Elizabeth, volví mis ojos hacia la dulzura y la inteligencia de Dina Luz y una tarde de fiesta, en la que estábamos completamente endemoniados, le hice una propuesta indecente a su esposo. Juan y yo siempre fuimos muy amigos; él era muy ambicioso después de que le vendió su alma al diablo y yo, esa tarde, le toqué el alma con una atrevida propuesta.
- Si tú me colaboras para que Dina Luz haga el amor conmigo, yo te regalo una de las monedas de oro que tanto te han gustado. 
Juan no pensó ni un segundo mi tentadora propuesta y contestó, con la firme convicción de los que se creen insensibles en cuestiones de amor.
- ¡Listo!... Si tú me das dos monedas del oro de la misión, yo te colaboro para que te acuestes con mi mujer.
- Es más - empecé a decir con descaro -, si tú logras que ella haga el amor conmigo, no te regalo dos monedas si no tres, que son las últimas que puedo derrochar antes de que nos marchemos en busca de nuestra eternidad.
- ¡Bueno! ¡Trato hecho! - exclamó Juan con mucha seguridad.
- Pero... ¿Cómo va a ser la cosa? - pregunté desconfiando del poder de convicción de mi amigo.
- Tranquilo que yo me encargo de todo. ¿Cuándo quieres estar con ella? ¿Hoy o mañana?
- Mañana - contesté un poco asustado -. Yo me tengo que preparar física y psicológicamente para ese acontecimiento tan especial.
Éramos un par de locos atrapados en el humo azufrado del infierno, que nos permitía compartir el amor de la princesa con boca de fresa, como si fuera un juego inofensivo. Estábamos completamente metidos en el cuento sionista de disfrutar el placer de los sentidos al máximo. Después de analizar la situación trazamos una estrategia que no podía fallar.
- Ella, después de que le vendió el alma a Mefistófeles, quiere probar de todo - explicó Juan, haciendo gala del conocimiento que tenía de su amada - y ese es su punto débil. Mañana nos vamos a pasear a la finca y llevamos licor, cocaína, marihuana y pastillas de éxtasis. Yo sé que ella va a querer probar todas esas drogas, y, cuando esté bien drogada, será completamente tuya. - dijo Juan muy convencido de su plan.
Toda la tarde estuvimos hablando con mucho entusiasmo sobre el tema. Se montaron las trampas y al día siguiente la invitamos a pasear. Ella aceptó gustosa como siempre. Yo fui y saqué de la nevera de mi casa dos botellas de vino de manzanas, también saqué una botella de ron que tenía guardada en los cajones de los víveres. Compré marihuana, cincuenta gramos de cocina, cuatro pastillas estimulantes y, a las doce y cuarto del día, Juan la llamó por teléfono y la invitó para que fuéramos a la finca donde tenían el ganado. Ella aceptó gustosa y a los veinticinco minutos aproximadamente, estaba de pie al lado de, nosotros, los nuevos e ignorantes ángeles de la ignorancia.
Salimos de mi casa y sin percibir el paso del tiempo, nos fuimos caminando y charlando alegremente. Destapamos el vino y tomamos grandes cantidades, como si se tratara de un refresco de frutas. Le ofrecíamos a Dina Luz repetidamente y ella tomaba sin percatarse que nosotros deseábamos que ella se embriagara con rapidez. Juan le ofreció una pastilla estimulante y ella se la tomó sin preguntar nada; desde ese momento todo fue más sencillo porque ella estaba completamente feliz con la sensación que le producían los estimulantes. Ella siempre dijo que lo quería probar todo al mismo tiempo y lo estaba probando. Armamos dos cigarrillos de marihuana y Dina Luz y Juan se fueron fumando uno cada uno, hasta que llegamos a las verdes colinas donde pastaban las reses. Pasamos sin dificultad los alambrados y sin mirar nada más, nos fuimos directamente al riachuelo. Juan armó otros dos cigarrillos con cocaina y se los fumaron antes de que él propusiera que nos bañáramos desnudos en el pequeño riachuelo. Dina Luz aceptó la atrevida propuesta y Juan, sin perder la oportunidad, le hizo tomar una pastilla de éxtasis. Mi amigo, confiando en el efecto que habían producido las drogas en nuestra hermosa mujer, le dijo con tranquilidad:
- Desnúdate tú primero, y métete en el agua que nosotros vamos después.
Ella acataba con alegría todas las propuestas. Empezó a desnudarse; se quitó el “blue jeans” y yo me quedé pasmado ante la hermosura de aquel monumental cuerpo. ¡Qué mujer tan espectacular!... Yo nunca me imaginé que sus caderas fueran tan jugosas y tan provocativas. Aquella mujer podía ser una reina o una modelo internacional. Ella era la mujer más hermosa que yo había visto en mi vida. Caí de rodillas a su lado y abrazándola con emoción, empecé a lamerle las piernas y el trasero, mientras ella se quitaba el sostén que liberó dos senos más hermosos que yo había visto en mi vida. A mí se me hizo agua la boca y Juan nos empujaba hacia el arroyo mientras que yo luchaba por quitarme la ropa. Me desnudé completamente y al agua fui a dar detrás de Dina Luz. Yo la abrazaba y la besaba en mitad de la algarabía del baño. Juan permaneció observándonos desde la orilla, ante la timidez de que observáramos el atletico cuerpo que nunca enseñó. Todo fue un carnaval adornado por las gotas de agua que hacíamos saltar. Juan la miraba con el deseo y con toda la seguridad del que posee las cosas. La tomó por el brazo, la ayudó a salir del riachuelo y fue y la acostó sobre el musgo que crecía debajo de los árboles. Bajó el cierre de su bragueta, le arrancó las pantaletas de un tirón y dando la espalda intentó a hacerle el amor pero no pudo, porque mi presencia lo incomodaba. Yo estaba completamente excitado mientras los miraba con deseo. La escena sólo duró unos pocos segundos, Juan se levantó y guardando su miembro flácido me dijo:
- Sigues tú.
Yo lo dudé un momento, pensé en una enfermedad venérea al no tener protección e invocando al brujo dije para mí: <<Libérame, poderoso Mefistófeles, de todo peligro y permíteme disfrutar de esta dicha tan grande>>
El talismán se calentó en mi mano derecha. Pero... ¿Qué ha pasado aquí?... ¿Porqué estaba el huesito en mi mano? ¿Cuándo saqué el talismán de mi billetera?... Todo fue mágico. ¿Será qué verdaderamente estamos poseídos por el demonio?... En eso estaba pensando cuando ella reafirmó la invitación.
- Venga pues, mi amor, que sigue usted.
Aquello fue delicioso, me acosté sobre ella, la abracé con fuerza, la bese y acomodando mi miembro erecto la penetré lentamente. Una sensación única inundó mi cerebro. Era como tocar el cielo con el alma. Sus quejidos de placer excitaban aún más mis sentidos y yo la penetraba con fuerza una y otra vez más. Juan nos observaba con una risa nerviosa y me pareció que estaba como pálido de la furia. Haciendo gala de mis actitudes de buen amante, controlé las sensaciones fuertes para evitar la eyaculación, y dosificando mis fuerzas hice que Dina Luz gozara de orgasmos continuos durante unos treinta minutos. Mis penetraciones violentas arrancaban gritos de inmenso placer del fondo de su pecho, mientras que Juan miraba con el rostro contraído por los celos. Mi posición era un poco incomoda, porque había quedado como en subida, y entonces hice que giráramos ciento ochenta grados sobre nuestros cuerpos, sin separarnos ni un solo segundo, mientras Juan miraba y se reía sin comprender a qué se debían aquellos giros tan raros. Nos besamos con locura y en aquella boca deliciosa encontré una dulzura especial. Estaba poseyendo la mujer que siempre quise y la disfruté con sutileza. Dina Luz apretaba mis caderas y me obligaba a que la penetrara pidiendo que la golpeara más duro. Llegó el momento en que la agitación de su cuerpo y la presión de sus piernas sobre mi espalda, se hicieron incontrolables y, sumergiéndonos en un mar de gozos y de gritos emocionados, llegamos a un orgasmo tan violento que a mí me quedó doliendo hasta el corazón. Permanecimos abrazados en un beso tan delicioso que nos robó las pocas fuerzas que nos quedaban y nos sumergió en un estado de inconsciencia parcial. La tensión desapareció y Dina Luz, en medio de su placer, gritaba sin importarle la presencia del furioso Juan.
- Te amo Mateoo. Amor mío, te amo. Yo nunca había sentido algo semejante. Tú eres el hombre que yo necesito.
Nuestro amigo escuchaba esas palabras y sin poder resistir la ofensa se acercó y, cogiéndome del brazo, me obligó a que soltara su chica, a ella la miró con desprecio y le dijo:
- Vístase, perra hija de prostituta, que nos vamos para la casa.
El ambiente cambió completamente. Todo se llenó de tensión y Juan, sin poder resistir nuestras risas de burla, se marchó y nos dejó solos en la mitad del campo. Dina Luz fue hasta mi lado y me besó con deseo, nos abrazamos y empezó una nueva película en la que sólo había dos protagonistas. Nos amamos toda la tarde y estuvimos abrazados hasta que llegó la noche. Estábamos viviendo un poema de amor y las sombras de la noche enmarcaron la sinfonía de felicidad, que entonaron los sapos de los estanques. Nos fuimos caminando en medio de la oscuridad maravillosa, pensando en el placer disfrutado. Llegamos al pueblo y nos metimos en una cantina y acabamos de embriagarnos de besos y de licor. Fuimos completamente felices hasta que me dio por preguntarle:
- ¿Dina Luz, tú recuerdas cuál fue el trato que hicimos con ese brujo en la montaña, porque yo no recuerdo que hayamos mencionado al diablo ni la venta de nuestras almas en ningún momento?...
- ! Claro que sí! ¿Cómo no voy a recordar algo tan importante, pero Juan dijo que tenemos que esperar unos días, porque ni siquiera sabemos dónde nos van a cobrar por todos estos placeres? ¿Y es que tú te quieres ir para dónde?.., A buscar lo que no se te ha perdido, porque yo estoy muy a gusto por acá y no me gustaría viajar a ningún lado... Ya tienes dinero y me tienes a mí, ¿qué más deseas?...
- ¿Cómo así? - pregunté completamente furioso, no me vayas a decir que van a faltar a su palabra.
- ¿Cuál palabra, si Juan dijo que tú estás completamente loco con ese tema de los brujos?...
- Dime una cosa Dina Luz, ¿qué sientes tú por dentro?... ¿Te sientes bien o te sientes como endiablada?...
- Me siento completamente perdida y estoy tan loca que hice el amor contigo delante de mi marido.
! No! - grité completamente asustado, presintiendo que mis amigos se habían quedado atrapados en la magia del brujo de la montaña.
- Mentiras - dijo ella para calmarme -, no te angusties que todos estamos completamente bien, y sólo estamos disfrutando de unas pequeñas vacaciones antes de marchar en busca de la sabiduría o de la muerte.
Yo respiré tranquilo y ella a los pocos minutos se marchó en un taxi, dejándome con la esperanza de volver a verla.
Desde aquel día nos engolosinamos con el placer. Dina Luz me llamaba por teléfono en todo momento, pero especialmente en las horas de la noche cuando su compañero ya estaba dormido. Hablábamos de cosas muy lindas, pero al final siempre terminábamos hablando de lo mismo. El sexo nos enloqueció y aquella relación más que sentimental era carnal.
- Yo no sé qué me está pasando contigo - me decía Dina Luz en susurros -, pero cada vez que escucho tu voz o percibo tu presencia, mi cuerpo reacciona y se me humedece la entrepierna que desea que tú la golpees con esa barra caliente que me quiere enloquecer. Todo mi ser se acostumbró a tus penetraciones lentas y ahora no puedo vivir sin sentir mis entrañas llenas de tu sexo. Juan es un idiota que se la pasa durmiendo. Anoche, cuando me llamaste y me contaste que te estabas masturbando por mi culpa, yo no pude resistir la tentación y también acaricié mi clítoris con desesperación mientras escuchaba tu voz. Mi concha, que estaba ardiendo de deseo, se llenó de jugos deliciosos y mis dedos la penetraban buscando el placer que tú derrochabas al otro lado de la línea con tu verga inflamada. Te marchaste demasiado pronto y colgaste el teléfono a toda prisa, dejándome en un estado de excitación infernal. Yo no sabía qué hacer y abrazando a Juan lo acaricié, lo besé y quise que él calmara la hoguera que tú habías encendido, pero todo fue inútil. El atorrante ése, no entendía ni qué le estaba pasando y tenía esa cosa más arrugada que una uva pasa. Después de que te conocí y sentí la fortaleza de tus piernas y de tu cuerpo atlético, ya no me gusta la calma afeminada de este compañero ridículo y flaco, con el que me comprometí. Amor mío, ya no puedo vivir sin ti, y prefiero morir en manos del psicópata del Juan, antes que seguir aguantando este fuego que quema mis entrañas y que me obliga a seguirte. No sé cómo va a terminar todo esto, pero lo que sí sé, es que ningún hombre me había hecho sentir tanta pasión. A mí me encanta tu cola, me encanta tu sonrisa, me encantan los músculos de tu pecho y no voy a renunciar a ti por nada del mundo, es más, voy a hacer un nuevo trato con Mefistófeles para que me dé la muerte si es que no te puedo tener por toda la eternidad.
La voz de Dina Luz se entrecortaba por la emoción y me asusté ante la petición que ella le hacía al misterioso brujo, porque yo en mi interior sabía que eso no podía ser; ella tenía un compromiso sagrado con Juan y ni él ni la sociedad estaban dispuestos a que ella se saliera con la suya. En mi pecho se agitaba una contradicción muy grande. En primer lugar nos estábamos olvidando del objetivo de la misión inicial y estábamos dejando que la locura nos atrapara entre sus garras con el sucio dinero que la vida nos había regalado, en segundo lugar sentía el deseo de poseer esa mujer hermosa y, finalmente, no quería traicionar la confianza de mi amigo que en una tarde maravillosa, por ambición, dejó que yo probara las delicias de su mujer.
Fue culpa de los tres, que el triángulo que nos unía se cerrara hasta la intimidad. Dina Luz y Juan, eran muy ricos después del trato con Mefistófeles, pero las comodidades y el dinero que poseían no les alcanzaba para saber manejar su paz interior. Nadie me hablaba de la misión por la dignidad humana y hasta yo me estaba sintiendo atrapado en el pecado de la lujuria y el desenfreno total. Soñaba constantemente con los Dioses paganos y el azufrado Belcebú me adoctrinaba en la legión de los sionistas que sólo viven para satisfacer sus instintos. Yo me debatía en profundas angustias mientras que, Dina Luz y Juan, trabajaban en el fortalecimiento de la empresa constructora que recién habían fundado.
Empecé a caminar por el campo florecido en pleno mes de agosto, cuando el cielo es infinitamente azul y los vientos sacuden los árboles del campo, llenándolo todo de luz, poesía y color, y a mi lado cruzaban las bandadas de gaviotas que con sus alegres cantos suavizaban las corrientes intensas que se agitaban en mi corazón y en mi mente.
<< Todo es cuestión de gustos. Para ellos son más importante el dinero y la posición social, mientras que para mí son más importantes el conocimiento y el amor al ser humano>> pensaba angustiado al darme cuenta que yo también estaba equivocado, porque me sentía muy pesado y todos mis pensamientos los vivía como en cámara lenta cuando no estaba pensando en ella, porque cuando se trataba de viajar por el camino del amor, todo lo vivía con mucha intensidad.
El día en que el mundo entienda que la vida es una unidad eterna, ese día podemos habitar con felicidad las inmensidades de nuestras galaxias, porque afortunadamente todo el universo es nuestro.
Dina Luz se obsesionó con las sensaciones que mi cuerpo le hizo sentir y me llamaba por teléfono a toda hora. Me llamaba por la mañana, al medio día, por la tarde y en la noche cuando Juan estaba durmiendo a su lado. Me pedía que yo le dijera vulgaridades por el auricular y se excitaba tanto que empezaba a masturbarse al lado de su ingenuo esposo que no se daba ni por enterado, mientras ella me narraba lo que sentía.
- Estoy mojada de una forma impresionante. Yo quiero que me hagas el amor. Dime que me lo estás metiendo duro, que yo mientras tanto me estoy acariciando esta cosa golosa que no deja de vibrar por ti. Yo no puedo dejar de pensar en esa barra caliente y en esa cola tan grande y tan jugosa que tú tienes. Este tonto de mi marido no me hace el amor y a mí me da una rabia tan grande, que un día de estos lo voy a mandar al infierno para que cierre el trato con el renegado y me deje en paz de una vez. Claro que ya descubrí una técnica que me está haciendo la situación más llevadera, imagínate que cuando él me está acariciando yo cierro los ojos y pienso en ti. Es terrible y desconcertante estar en este lugar, mientras mi alma desea estar a tu lado y en tus brazos.
- Bueno. Entonces sepárate de él y te casas conmigo - propuse con atrevimiento.
- No puedo. Nosotros tenemos proyectos muy avanzados que necesitan especial cuidado y, además, qué dirían en nuestras familias y en la sociedad con una repentina separación. Mejor dicho, yo te amo pero no me quiero separar de mi esposo. ¿Entiendes?...
- No. Yo no entiendo eso. Para mí lo único importante es mi felicidad y por eso es que estoy acostumbrado a volar en las montañas inmensas de la libertad absoluta. Yo no comprendo ninguna de las leyes de las falsas apariencias que ustedes viven en el corral de los mediocres. Para mí, la vida es libertad. Para mí, la vida es amor intenso.
Permanecíamos horas y horas hablando por teléfono. Estábamos completamente enviciados el uno del otro. Nos encontrábamos en lugares inverosímiles y nos besábamos en la pista atlética de un estadio de fútbol repleto de gente, en una discoteca donde casi todas las personas que iban nos conocían y en las piscinas donde casi todo el pueblo acudía en las tardes de ardiente verano.
- Amor mío, ya no puedo hablar contigo, porque el solo susurro de tu voz me hace humedecer la entre piernas. Sí, se humedece toda mi concha y quiero que me hagas el amor con fuerza. Quiero que me lo metas duro, muy duro. Hoy por la mañana amanecí pensando en ti, me emocioné demasiado y tuve que buscar a Juan; él estaba muy cansado y casi no hago que se interesara en el asunto. Mientras el acariciaba mi cuerpo, yo pensaba en ti y me daba rabia conmigo misma, porque yo sabía que contigo es distinto. Pensé en tus caderas grandes y jugosas y sentí a mi esposo como un esqueleto. Es terrible estar alejada de ti, pero esta empresa en la que estamos embarcados no me deja un minuto de tiempo libre.
- ¿Sí? ¿Y para qué te está sirviendo el poder que te da Mefistófeles?
- ¿Cuál poder? - contestó ofuscada - Tú lo que quieres es que yo esté siempre a tu lado y que descuide mis obligaciones.
- ¿Obligaciones?... ¿Con quién tienes obligaciones?... - investigué tratando de romper la ridícula moral que se imponía para alejarse de mí. Qué falso era yo, teníamos un compromiso sagrado con nuestro pueblo y ni siquiera me atrevía a mencionárselo a esa hermosa mujer que me tenía atrapado, a pesar de que yo estuve muy atento hasta el momento en que se terminó la orgía en la que, supuestamente, le vendimos el alma y el futuro a Mefistófeles.
Mi vida la llevaba por un buen camino, pero cuando se trataba de sentir el cuerpo exquisito de esa mujer voluptuosa, todo dejaba de existir y me perdía en las locuras de un deseo sin sosiego. Mefistófeles sabía que ese era mi punto débil y me atrapó en la carne de Dina Luz, para acelerar el camino en la evolución de mi conciencia eterna.
Esa mujer me enloquecía y todos los días me tendía trampas dulces y discretas que me llevaban a disfrutar de su pasión, para que yo me perdiera en las delicias del amor incondicional.
La rutina de los días comunes y corrientes la envolvía en sus obligaciones, para contradecir el poder que le podían ofrecer sus incontables millones de pesos. El poder del dinero es relativo y los compromisos que adquieren las personas, los sumerge en un estado de apariencias, mentiras y falsedades, que ningún ser realmente inteligente sería capaz de soportar.
¡Qué ironía! Juan y mí adorada ilusión querían vivir bien, y ahora estaban viviendo en un infierno peor que el de antes. A mi amigo le llegaron con el cuento de que ella y yo nos estábamos encontrando a escondidas y él, en medio de su calma afeminada, tuvo el valor de hacerle el reclamo y de quedarse dos días completamente enojado. Ella me llamó y con una profunda depresión, me comentó el incidente y fue ahí cuando me di cuenta de que ella también amaba a Juan. No sé si era por la influencia de nuestro aprendizaje, no sé si conmigo era una relación completamente carnal, pero lo que sí sé, es que a mí me estaba afectando la situación y me propuse forzar las cosas para viajar de una vez en busca de la sabiduría absoluta.
Empecé a salir con Elizabeth y pasé por los lugares que Dina Luz frecuentaba. Me vio unas dos o tres veces, hasta que una tarde me llamó y me dijo completamente ofuscada:
- Hola, querido amigo, tú tienes muy buen gusto.
- Sí, gracias.
- Yo te vi con tu novia y me pareció muy atrevida; Tiene un estilo de prostituta incomparable, pero qué más se va a esperar de un ser tan despreciable como tú y que, además, está completamente poseído por el demonio como nosotros, que no sabemos ni lo que hacemos. Pero qué se le va a hacer, son tal para cual; porque tú eres de los que sólo piensan en sexo y a esa vagabunda desde lejos se le nota lo que es.
- Ay, pero qué pasa. ¿Está celosa mi princesa endiablada?... Mira, mi amor, yo salí con esa muchacha para ver tú cómo reaccionabas cuando nos vieras, pero no vayas a pensar que yo te he dejado de querer.
- No, tranquilo - dijo con voz firme al otro lado de la línea -, no vayas a pensar que por esa insignificancia yo voy a cambiar contigo. A mí me hace falta escuchar tu voz, a mí me hace falta que me hagas el amor y yo siempre te voy a llamar cuando desee escucharte, y tú también me puedes llamar cuando lo desees.
Aquella era una mujer impresionante; su increíble inteligencia le permitía convertir las sensaciones más violentas del corazón en pensamientos. Ella era capaz de coger la mariposa del más tierno y colorido amor, para sumergirla en el pozo helado y frío de la razón. Yo no sé si me fingía, pero nada parecía afectarla, ¿O sería qué el hechizo del farsante era verdadero y nos estábamos perdiendo por los abismos y las tinieblas de los paganos?
La ausencia de Dina Luz me desesperaba al extremo.
Me deprimí y me dejé arrastrar por el vino, las mujeres y los placeres sin límites.
Pasaron los días sin iniciar nuestra misión de dar a conocer la religión de los inteligentes que todavía no habíamos ni leído.
Vagué pel placer desordenado.
Empezaron las fiestas que soñé desde que quisimos descubrir los secretos de los brujos.
Una a una fueron llegando las mujeres que siempre deseé. De la indiferencia hacia mí, que nunca se empeñaron en ocultar, con la influencia del dinero que me daba seguridad, pasaron a una amabilidad tan grande que casi rallaba con la admiración. Todo empezó a ser sencillo; de las sonrisas coquetas y de los movimientos insinuantes pasamos directamente a la acción, que fue precisamente lo que le pedimos a Mefistófeles. Me deleité con el sabor dulce de unas bocas soñadas. Conseguí nuevos placeres con Elizabeth y mientras que Dina Luz permanecía en su casa, mi cuerpo chocó contra la perfección de la joven Elizabeth. De vez en cuando, me encontraba con Dina Luz en los hoteles y con Elizabeth permanecía en mí propia casa. Había para todos los gustos. Una de ellas era la chica atrevida, alegre, endiablada y juguetona; la otra era dulce, tranquila e insaciable. Yo estaba perdidamente enamorado de Dina Luz, pero eso no mermaba la inocente y deliciosa atracción que ejercía sobre mí la menor de las dos que era Elizabeth. Las tuve a todas al mismo tiempo y ellas lo sabían. Mi cuerpo respondía con la fuerza de un Hércules en la cumbre de su vigor. Estaba totalmente engolosinado. Disfruté de lo mejor que cada una me pudo brindar y me integré a las danzas que ellas me propusieron. Para la una fui violento y para la otra fui romántico, soñador y más sagaz que un zorro viejo. Tendí las trampas y coseché todo lo que realmente quise. Pasó una temporada del intenso carnaval en el que yo estaba sumergido, y, al final de éste, ellas empezaron a mostrar sus virtudes y sus innumerables defectos. Ellas eran unas mujeres hermosas que sin pensarlo, habían sido educadas para el placer de los sentidos. Nunca dejaron de ser excitantes, pero la razón empezó a chocar con los peligros en que me sumergían el deseo de constantes aventuras y los atrevimientos que estaba cometiendo con la mujer de Juan. No me cansé del delicioso calor de sus cuerpos, pero mi alma se fue resintiendo de la total ausencia de valores. Era extraño que yo, después de haber hecho un trato con Mefistófeles, en el que me negaba a seguir todos los caminos de la luz, siguiera añorando las buenas maneras del respeto y de la decencia. Estaba completamente confundido ante la dualidad que se habría ante mis ojos; el placer era húmedo y delicioso, pero más me encantaba la paz y la seguridad que me proporcionaba la lectura de la filosofía de Nietzsche que, según los sacerdotes católicos, yo debía de odiar con todas las fuerzas de mi alma. El mundo era ancho y estaba rendido ante mis pies, para que yo fuera feliz en la forma en que quisiera. Todo era válido. La verdad, la felicidad y la paz de una reconciliación con mi alma y con mi cuerpo que deshidraté regularmente. Empecé a descubrir el verdadero camino hacia la felicidad y, sin atropellar a nadie, me lancé a vagar en la libertad del mundo que los necios se empeñaban en dividir en lo bueno y lo malo, lo blanco y lo negro, la luz y la oscuridad, el pecado y la santidad, el sacerdocio y el libertinaje. El mundo fue para mí uno solo, y, sin quebrantar las leyes de lo razonable, me dediqué a contemplar el nacimiento de las flores bajo la intensidad de un sol que brillaba cada vez más. Reboté en las burbujas del champaña y me sacié con la contemplación de las más lindas caderas. Acompañé la intensidad de mis abrazos con el tibio palpitar de los senos firmes de mis adoradoras de turno. Me sumergí en fugaces aventuras y nunca alcancé a imaginar el placer exquisito que me proporcionaba la pausa y el descanso. Yo que, supuestamente, estaba bajo el dominio del mítico Satanás según mis dos queridos amigos que nunca entendieron el trato con el sabio del monte y, sin embargo, la vida se habría como se abre una rosa en una mañana, acariciada por la escarcha diamantina de un amanecer en las montañas de Antioquia.
En la mañana de un jueves maravilloso, sonó el teléfono cuando yo todavía estaba acostado. Me dio mucha pereza levantarme y dejé que sonara el auricular hasta que se cortó la comunicación. Pasaron unos segundos en silencio y cuando me estaba durmiendo nuevamente, el teléfono empezó a repicar otra vez. No sé por qué motivo pensé en Dina Luz y me levanté a toda velocidad. Corrí por el pasillo de toda la casa, porque mi habitación quedaba en un de las piezas del fondo, llegué hasta la sala, esquivé los muebles que siempre se atravesaban en mi camino, me arrimé a la mesa del centro y descolgué el auricular.
- ¡Hola! - dije con amabilidad.
- ¿Qué hubo, mi amor, te desperté? - preguntó Dina Luz al otro lado de la línea.
- No. Yo estaba despierto, pero todavía en la cama - aclaré con la vergüenza de que ya fueran como las nueve de la mañana.
- Te llamé porque hoy he despertado con unos deseos inmensos de verte y, además, porque tengo que comunicarte algo muy importante. ¿Qué dices? ¿Puedes venir?
- ¿Ir a tu casa? - pregunté alarmado ante la atrevida propuesta.
- Sí. ¿Qué tiene de malo?
- No, nada, pero me parece un tanto arriesgado porque los vecinos me pueden ver.
- No importa - dijo ella, para calmar mi agitación -, tú has venido varias veces a esta casa y no creo que se les haga raro, además, ellos qué van a saber si mi esposo se encuentra o no.
Yo me quedé meditando unos segundos, sin poder dejar de pensar en el movimiento de sus anchas caderas que cargaban el ambiente de sensualidad; su meneo esparcía olas de aire por todos lados y el sólo hecho de pensar en esa carne deliciosa hacía que se hinchara mi virilidad angustiada.
- Bueno - dije para aceptar la propuesta -, déjame la puerta ajustada, que dentro de veinte minutos estoy allá.
No hablamos más. Nos despedimos y yo me fui a tomar una ducha. Me vestí a toda prisa y me fui corriendo a la cita.
Por el camino pensé en Juan y en el compromiso que desde hacía tiempo tenía él con la mujer de mis sueños, y no me importó.
Definitivamente, estaba atrapado en las garras del placer sin límites.
El amor por esa hermosa dama era como una droga que no podía abandonar.
Llegué hasta el frente de la casa, miré a todos lados y como no había nadie, caminé a toda prisa por el jardín.
Mi cuerpo temblaba de pies a cabeza; presentía que ese encuentro iba a tener una gran influencia en nuestras existencias.
Me embriagaba una emoción tan grande, que no se podía comparar con nada.
Llegué hasta la puerta y como lo habíamos acordado, estaba abierta y apenas ajustada. El corazón me latía con violencia y mis pasos se hacían lentos y torpes cuando entré.
Al escuchar mi llegada, Dina Luz se acercó saludándome con amabilidad, y pude apreciar cómo se sonrojaba su rostro y se cubría con el imperceptible sudor que brotaba de su pasión.
- ¡Hola! ¿Cómo has estado? - me dijo con nerviosismo - ¿Por qué te has demorado tanto?
- Estuve pensándolo largo rato y casi no me decido a venir - Dije con honestidad.
La miré de pies a cabeza y mientras más la miraba, más me encantaba. Su belleza extasiaba. La hermosura de sus finas manos era impresionante. Su cabello rubio, la perfección de su rostro y la sonrisa en que mostraba sus hermosos y parejos dientes, me hacían pensar en la más bella de las reinas y me sumergían en un estado contemplativo. Sentí la luz, el brillo y la fuerza arrolladora que emanaba de su cuerpo... Los ojos grandes de un brillante color miel, denotaban una de esas naturalezas ardientes que esparcen su voluptuosa alegría a su alrededor; como esos joyeros que esparcen su música antes de dejarnos contemplar los más brillantes tesoros.
Mi deliciosa amiga tenía una especie de candor que contradecía los chispazos de deseo que se escapaban de sus ojos. Me quedé en silencio unos segundos. No dije nada. Mi alma estaba dedicada a la contemplación de aquella maravillosa mujer.
- Tu visita me va a costar la vida - dijo como sintiéndose triste.
¿Sí? ¿Por qué? - pregunté impresionado ante su estado de ánimo.
- Estar en tus brazos y sentirme amada por ti, en mi propio hogar y en mi cama, fue el deseo que le pedí mentalmente a Mefistófeles el día en que comprometí mi vida en la búsqueda de la verdad. Yo sé que después de sentir este inmenso placer, que ya he sentido aún sin consumarse totalmente nuestro amor, voy a morir irremediablemente, porque mis sentimientos estarán tocando el cielo de la completa realización, del amor absoluto y de la paz celestial que sólo nos puede brindar el verdadero amor.
Fui y cerré la puerta con llave. Me quedé observándola y sin poder aguantar nos unimos en un abrazo desesperado. Mi boca buscó su boca y pudimos disfrutar de la suave dulzura de los besos más cálidos y excitantes de la vida. Nos abrazamos con una desesperación que rayaba en la violencia.
- Te amo, amor mío - me dijo hablando en susurros, como para que nadie escuchara -, y detesto a ese asqueroso del Juan. No me explico, cómo puedo vivir al lado de ese mequetrefe, afeminado y con mal aliento. Al principio yo lo quería, pero es que ahora se me ha vuelto insoportable.
Mi hermosa ilusión bajó los ojos y guardó silencio al comprender que estaba arruinando la cita. Yo me quedé pensando en lo despiadadas que son las mujeres con los hombres o las personas que no son de su agrado. Hasta que una ocurrencia suya me volvió a la realidad.
- ¿Por qué no te quitas la camisa?... Es que deseo acariciar la fortaleza de tu pecho y sentir el palpitar de tu corazón cercano.
Yo obedecí y fui soltando los botones de la camisa lentamente. Mi piel bronceada ejercía sobre ella una poderosa atracción. Me besó nuevamente y luego empezó a recorrer con su lengua mi cuello. Bajo lentamente y con suaves mordiscos descendió hasta que se puso de rodillas ante mi humanidad. Yo estaba muy excitado pero no movía un solo músculo de mi cuerpo. Ella aflojó la correa de mi pantalón y con atrevimiento sumergió su mano en mi ropa interior para buscar la dulzura de sus deseos. Sentí el contacto húmedo y tibio de su boca en mi pene, y con emoción la sujeté del cabello y la atraje repetidamente hacia mí. Aquella chica era fenomenal. Mi cuerpo se agitaba de emoción y abandonando la posición ventajosa que tenía, la hice poner de pie y avancé con dificultad hasta el cuarto. La arrojé sobre la cama y levantando su vestido, pude observar las diminutas pantaletas rojas que multiplicaban su sensualidad. Aparté su ropa interior e introduje mis dedos en su concha extremadamente húmeda y caliente. Mis dedos penetraron una y otra vez, hasta que ella empezó a gritar de emoción. La acaricié con violencia unos minutos y sin poder soportar por más tiempo el fuego que me consumía, rasgué su ropa interior y acomodando mi barra caliente en la suavidad de su raja ardiente, la penetré con fuerza una y otra vez. En mitad del violento acto me acordé de sus hermosos senos y apartándome unos segundos, me levanté y le ayudé a que se librara del vestido. Mi lengua lamió con suavidad los hermosos y ardientes pezones. Contemplé con embeleso aquellos postres deliciosos y los estrujé para ahuyentar el deseo que tenía de morderlos. Dina Luz se acomodó en la cama y haciendo gala de su atrevimiento insospechado, me sujetó por el cuello e hizo que diera una vuelta completa sobre mi cuerpo, para quedar montada sobre mí acelerada humanidad. Yo sentí que mi frente se llenó de sudor cuando ella cogió mi potra caliente, la acomodó y dejó caer el peso de su cuerpo sobre ella. La sensación fue incomparable, sentí que sus carnes calientes se apartaban para cobijarme en el más delicioso abrazo. Dina Luz cerró los ojos y tirando su cuerpo hacia atrás, se agitó y se agitó hasta que su pecho y su cuerpo se desgranaron en un grito de placer y de jugos que inundaron mi humanidad, que ya no pudo resistir más; la penetré con furia y levantándola de la cama con la fortaleza de mis piernas, la llené con el semen abundante de mi virilidad excitada. Mi cuerpo se convulsionó y el corazón se me quiso estallar de emoción. Ella me apretó con la fuerza de su alocada cabalgata y yo, sin poder resistir aquella sensación tan intensa, de un empujón la desmonté y girando sobre su cuerpo la abracé y le di un beso delicioso. Permanecimos abrazados en la humedad de nuestro sudor abundante; estábamos completamente empapados y enamorados. Mi mente estaba en blanco y mi cuerpo vació y en paz. ¡Qué deliciosa es la vida durante y después de una eyaculación!
- ¡Gracias, amor mío, por dejarme sentir esto! - le dije sin despegar mi boca de su boca. Acaricié todo su cuerpo y con delicia me di cuenta de que estaba toda mojada. Permanecimos allí tirados como quince minutos, hasta que a ella se le ocurrió darme la inesperada noticia.
- Amor mío, yo estoy esperando un hijo tuyo.
- ¿Cómo? - exclamé asustado. Pero si yo...
- ¡Tranquilo que yo no te estoy exigiendo nada!
- ¿Y tú porqué sabes que es mío?
- Porque Juan sufre de una terrible enfermedad...
<< ¿Cómo?... >> Pensé totalmente sorprendido con las palabras de Dina Luz. Yo tenía la boca abierta por la sorpresa y ella continuó.
- El tiene una enfermedad en los testículos que no le permite eyacular.
- ¿Cómo así?... Explícame despacio por favor - investigué sin querer entender nada.
- El me engañó desde el principio de nuestra relación. Siempre estuvo enfermo y nunca podrá tener hijos, porque de sus testículos no sale nada. El hace el amor conmigo y las cosas no funcionan bien, porque nunca eyacula. Eso es todo.
- Y tú vas a tener un hijo mío - dije mientras mi corazón se agitaba con desesperación.
- Sí, pero tranquilo, que él ya lo sabe y lo aceptó como suyo, con toda normalidad.
- ¡Cómo! - aquello fue demasiado para mí. Me vestí a toda prisa y sin hacer caso de sus ruegos, salí como un sonámbulo a ver si en la calle podía pensar mejor. Iba a tener un hijo y Juan tenía una extraña enfermedad que lo hacía estéril. Esa era una locura que sólo ella se podía inventar.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPITULO NÚMERO CUATRO
 
 
 
Había pasado el tiempo y nosotros olvidamos por completo el pacto con el brujo.
Traté de sumergirme en las delicias de un mundo abierto y delicioso como una granadilla madura. Mis negocios eran florecientes y mis amantes seguían siendo dulces y sensuales. Mi vida marchaba en un inmenso carrusel de incertidumbre y arrepentimiento. Por unos días disfruté del placer del licor en exageración y nuevamente me dejé tentar por Elizabeth, la adolescente de caderas anchas que aún me seguía amando y que todavía lo quería probar todo. En medio de mi desesperación conocí el efecto alucinante de la marihuana y salté de un solo brinco hasta el éxtasis y la fortaleza artificial que me produjo la cocaína. Eran fiestas interminables de uno o dos días, hasta que un día en que estaba tomando cerveza, después de una fiesta prolongada, sentí el terrible dolor de cabeza que parecía me estaba anunciando un derrame cerebral. Me asusté mucho al sentir que algo se rompía en mi cerebro para sumergirme en la preocupación que me duró dos o tres días, en los que no fui capaz de dormir y en los que replanteé mi situación.
Todo fue como el despertar de un horroroso sueño. Mi cuerpo estaba casi destruido por el alcohol y el sexo exagerado. Estaba rendido y deseoso de encontrar la paz y la tranquilidad que poseía antes de entrar en la aventura de encontrar las verdades eternas.
Empecé a reorganizar mi vida y, primero que todo, desintoxiqué mi cuerpo y mi alma. Permanecí, horas y horas, leyendo libros de superación personal; pensando en el verdadero sentido de mi vida y escribiendo y replanteando cada uno de los principales sentimientos y actividades como el amor, la libertad, la razón que habíamos perdido y la venganza que teníamos con los sionistas. Leí, comprendí y practique la religión de los inteligentes y noté, con toda claridad, los cambios que lograba con mi nueva actitud. Todo iba muy bien, pero no pude renunciar a la agitación y el deseo que me producía Dina Luz en las pocas veces que hablábamos o nos encontrábamos. Juan y ella estaban hechizados ante la magnitud de la fortuna económica que estaban amasando. Por las tardes me sentaba a pensar en una estrategia para que mi sueño de estar al lado de mi futuro hijo y de esa espectacular mujer, se hiciera realidad por completo. Me sentí tentado a usar el talismán que me había proporcionado Mefistófeles, pero después pensé que era más meritorio si llegaba a un acuerdo amigable con ella y su esposo.
Una tarde en que estaba solo en mi casa y completamente pensativo, llamé a Dina Luz con la intención de que viniera a hacerme compañía, ya que yo no podía ir hasta donde estaba ella, después de que su esposo se enterara de lo del bebé. Marqué el número del teléfono de su almacén y una vendedora me dejó esperando largo rato en la línea, porque ella estaba muy ocupada. Esperé largos minutos hasta que...
- Hola, ¿Qué hubo?
- ¿Cómo estás, preciosa? - contesté al otro lado de la línea, olvidando la incomodidad de la espera anterior.
- ¡Ah!... Eres tú - dijo ella mientras dejaba escapar un suspiro que aliviaba su alma.
- ¿Qué sucede?... Te escucho como preocupada.
- Hemos tenido muchos problemas en estos días. La cosecha de papas se perdió y al ganado le han caído todas las pestes que tú te quieras imaginar, y, para acabar de ajustar, compré un cargamento de tejas que ante la primera lluvia se han quedado desechas en los tejados y no aguanto a los clientes reclamando. Juan está furioso y nada lo puede calmar. El piensa que el diablo ya nos está pasando la cuenta de cobro.
- Pásamelo, por favor - dije completamente preocupado.
- El no está. Se ha refugiado en el alcohol y las drogas, y ahora está consiguiendo unos sacerdotes católicos para que nos hagan un exorcismo.
- ¿Cómo?... Dile que deje de hacer tantas locuras, que es normal que en los negocios nuevos se cometan errores mientras aprenden a manejarlos; que todo es un proceso lento en la vida.
- Por qué no vienes y hablas personalmente con él.
Ante mí, cayó el peso de la conciencia culpable. Después de todas las traiciones que le había hecho con su mujer, yo no tenía el valor de mirarlo a los ojos.
- No. Mejor yo le voy a mandar una nota de apoyo. Es que en estos días estoy muy ocupado y, además, no es prudente estar en tu casa porque él, de pronto, se siente celoso.
- Bueno. Mándala que yo voy a estar muy agradecida y ahora discúlpame, pero es que estoy muy ocupada viendo a ver qué salvo de esta catástrofe. Hasta luego. ¡Que estés bien!... ¡Adiós!
Ella colgó el auricular del teléfono y yo me quedé pensando. Al final me decidí y le mandé la siguiente carta.
 
                                               
                                                       
 
                    
 
Estimado amigo:
 
Perdóname lo que ha sucedido con Dina Luz, aun que yo sé que tú lo sabías desde el principio y que siempre estuviste de acuerdo. No puedes negar que yo era la mejor opción para satisfacer las necesidades de tu esposa, por la profunda amistad que siempre nos ha unido. Toma la situación con calma y entiende que así tenía que suceder. Te he escrito esta carta porque me he dado cuenta de la forma en que estás viviendo en los últimos días y me da una profunda tristeza al saber que tu estructura moral se está desintegrando totalmente. No me explico por qué no tratas de vivir en la calma que nos proporciona el goce de compartir con nuestros semejantes. Perdona a las personas que según tu mente enferma, siempre tratan de hacerte daño. No le eches la culpa de tu desgracia al trato que hicimos con Mefistófeles, que sólo es un sabio que quiso compartir sus más valiosos secretos. Ese hombre lo único que hizo fue señalarnos el camino que sus palabras no hubieran sido capaz de explicarnos. Comprende que la mente es el universo e intenta pensar y soñar con cosas buenas, para que te contagies de esa energía positiva y se puedan cumplir tus sueños. Canaliza tu optimismo y descubre que en esta vida todo es bueno. Si has tenido problemas en la finca, eso te indica que la vida de los campesinos también guarda sus secretos. Acumula todas las experiencias que te han proporcionado todos tus errores y aplícalas, para que en el futuro puedas satisfacer todas tus necesidades. Si tienes buenas intenciones proyectarás una gran cantidad de energía que, necesariamente, te tiene que librar de la oscuridad y la postración que tú te empeñas en vivir.
Ponle un poco de amor a la vida y trata de ser feliz por todos los medios, sin recurrir mucho al talismán que nos dio el brujo. Piensa que eres completamente feliz. Sonríe, regocíjate y piensa:
 <<Y si yo no me muriera, y si yo nunca desapareciera, y si yo fuera muy feliz en el universo.  >>
Allá donde la vida es eterna, allá donde no hay tiempo, ni espacio, ni límites; allá iremos nosotros.
Todos los objetos contienen una verdad más allá de lo que alcanzamos a percibir. Poseen una energía propia, que no se ve, sólo se siente y no es muy diferente a la del hueso aquel que una noche nos regalaron, así que no te tomes las cosas tan en serio y olvida esas locuras de juventud.
Cuídate mucho y recuerda que en la vida tienes un amigo que te adora.                                                                                         Mateo.                                                                                            
 
 
 
 
Así marchaban las cosas.
Entre amores y desengaños se desenvolvían con normalidad nuestras vidas, hasta que recibí una carta desesperada de Juan, en la que me relataba su lento pero paulatino derrumbe económico.
 
 
                          
 
 
Querido Mateo:
 
Gracias por la carta. Quédate tranquilo por lo de mi mujer, porque tú y yo sabemos que ella vale más que tres monedas de oro. También muchas gracias por las palabras de aliento, pero de nada me han servido porque me ha sucedido algo increíble. La mala suerte se generalizó y nada funciona bien; los golpes de Belcebú se repiten y se repiten, hasta desmoronar mi seguridad personal y, así, obscurecer mi alma. He tratado de visualizar un futuro esperanzador y libre de los problemas que me estaba trayendo el pacto que hicimos con el diablo, pero no puedo; la fuerza sobre natural del poder negro me tira contra los muros de mi conciencia culpable, como si fuera una débil y frágil pelota. Empleando tu teoría, que me trata de convencer de que todo está sucediendo dentro de mi mente, quise ignorar los fracasos que me alejan de mi mujer y que hacen desaparecer mi fortuna material, pensando que todo es un auto castigo y que los primeros incidentes fueron producto de mi descuido y de la casualidad natural, pero todo se convirtió en un remolino de oscuridad y desesperación en el que se perdieron mis fuerzas, mi mujer, mi dinero, mi ganado, mi seguridad, mi paz, mi salud y mi cordura. Estoy completamente loco y me he dejado derrumbar con un placer morboso que me alegra. El poco humanismo que quedaba en mi alma, lo has acabado tú con las visitas traicioneras que le hacías a mi esposa cuando yo estaba trabajando. Soy un pobre miserable al servicio del diablo. Torturo a los que se me acercan encandilados por el brillo de una fortuna que ya no existe, asesino las ilusiones de los pobres hombres que trabajan sin cesar, profano los hogares de gente muy humilde y con indolencia me gozo todo lo que hay por gozar en el mundo material. La cocaína, la marihuana, la heroína y todo lo que distorsioné la realidad dolorosa de mi pasado, fueron y son mis compañeros en las orgías a las que someto mi cansado cuerpo. Los vicios exagerados empiezan a lacerar mis órganos y mi cerebro alucinado empieza a desbaratarse como un estropajo viejo. Yo siento que los paquetes de neuronas se desgarran y un terrible dolor invade mi cabeza como anunciando un derrame mortal. Mi conciencia viaja en la destartalada barcaza de la locura. Asesino el amor y después quiero llenar el mundo de mentiras, falsedad y maldad. Yo sé que algún día tendré que pagar por todos los errores cometidos y me resigno ante la idea de ver a Mefistófeles friendo mi alma en un sartén con aceite de automotor. Yo, ya no soy un ser humano, soy un pedazo de hígado duro y mal oliente, que se retuerce en la paila mocha de mi desmedida ambición. Cambié la paz y la dulzura de una vida sencilla, por la velocidad, la rumba y el lujo del pecado bañado en whisky y montado en los autos veloces de prostitutas hermosas. Convertí la vida en una trampa y estoy empezando a pagar, lentamente, los crímenes terribles que cometí, que estoy cometiendo y que voy a cometer. Dios está en lo más alto del raciocinio perfecto y desde allá, y sin mover un solo dedo, me castiga con una fuerza y una precisión inusitada... << ¿Dios mío, por qué me castigas si tú mismo fuiste testigo de que estábamos tratando de defender nuestras creencias. Sueños que nos llevaron al desafortunado trato con el diablo?! >> << ¿Me querías ver de tu lado?... ¿Por qué no me defendiste de los templarios?... >> << Unidad eterna, no  voy a pedir perdón, porque yo no hice nada malo, simplemente estábamos tratando de ingresar a un culto nuevo, y sus horrorosos métodos nos absorbieron y nos vaciaron todo lo que teníamos en la mente y en el corazón>>
Si vez, amigo mío, qué ridículo me veo al reclamarle a LA ETERNIDAD que no tiene la culpa de que hubiéramos sido tan ingenuos...
<< Amigo mío, sálvame por favor, que estoy sintiendo que Satanás me llena por dentro! >>
Estimado Mateo, yo no estoy enojado contigo por lo de mi mujer, estoy enojado conmigo mismo por haber cometido la brutalidad de vender nuestras almas al diablo, estoy enojado por haber olvidado completamente nuestra misión de comprender la unidad eterna. Todo iba maravillosamente bien hasta que decidimos hacer tratos con esos brujos que son más poderosos de lo que me imaginé. Hasta luego y no trates de rescatarme de este remolino en el que ya estoy perdido. Gracias.
                                                                                        Juan.
 
Leí, una y otra vez, esa carta, y me quedé muy angustiado al comprobar mi responsabilidad en su desesperación. Me quedé en silencio, totalmente arrepentido.
Pasaron los días en una calma desacostumbrada.
Dina Luz no me volvió a llamar por teléfono.
No tuve noticias de la conflictiva pareja hasta que, en la tarde de un día cualquiera, llegó hasta mi casa una singular mensajera.
Preguntó por el señor a los sirvientes y encaminó sus pasos hacia mí, que desde hacía rato la estaba observando. Traía la respiración agitada y en su rostro corría con abundancia el sudor. Me entregó un sobre después de explicarme que leyera la nota de prisa, porque su patrón era muy celoso y no debía percibir su ausencia.
Inmediatamente rasgué el sobre, extraje el papel y... 
 
 
                    
 
Amor mío: 
Estoy desesperada con esta situación. Este hogar parece el infierno, pero no importa porque a pesar de los maltratos de ese demonio, siempre estoy pensando en ti. Escríbeme unas palabras que sean como un bálsamo refrescante, para las heridas que ha abierto este monstruo en mi cuerpo y en mi alma, desde el día en que supo de mi estado fecundo.
Perdona que no te haya llamado, pero es que me tiene completamente aislada del mundo. Amor mío, no creas que me estoy aguantando todas estas humillaciones por cobardía; lo estoy haciendo por el adorado fruto de nuestro amor, porque yo sé que si me separo de él, inmediatamente le pedirá al diablo mi muerte y la de nuestro futuro hijo. Hasta luego y olvida esa maldita aventura que nos metió en este lío y que nunca podremos finalizar.
¡Cuídate mucho y mándame unos besos con el corazón!
 
                                                       Dina Luz
 
 
Leí esa nota y la mente se me puso en blanco. No supe qué hacer ante la prisa que manifestó la mensajera. Fui al jardín, corté una docena de rosas y mientras tanto pensé en las reflexiones que yo había escrito sobre la vida y quise enviárselas para que las leyera y replanteara su vida. Después entré en la casa, cogí papel y lápiz y empecé a escribir.
 
Querida Dina Luz:
 
Yo también estoy desesperado por la actitud pasiva que tú muestras ante nuestra relación. Yo sé que no es falta de interés, porque siento que tu corazón vibra de amor en los pocos momentos que has podido estar a mi lado. No comprendo tu continua manía de decir: “no puedo”, “no me deja” ¿Acaso no tienes tu propia personalidad para decidir lo que más te conviene?... No me explico cómo, una mujer joven, bonita y adinerada, se deja limitar por la jaula de oro que le ha construido su marido. Es incomprensible la fidelidad ridícula que albergas en tu corazón, cuando te empeñas en quedarte en los lugares en que no deseas estar. ¿Y sabes qué es lo más triste?... Que tú misma reconoces tu bobada. Fue la educación que recibiste en el colegio de María Auxiliadora, lo que te ha lanzado a esa vida de esclavitud disimulada; porque yo he pasado por el frente del almacén y te he visto detrás del mostrador, en un oscuro rincón, sumergida en un cerro de facturas cuando la vida sigue en la calle con toda su vitalidad. También me tiene asustado la brutalidad de tu esposo que sólo emplea su inteligencia para retenerte en unas condiciones desventajosas, mientras que, según él y unos amigos míos, se refugia en el paraíso ficticio de las drogas.
Quisiera poder inyectar un poco de sensibilidad en tu corazón, para que vueles con las hojas doradas de otoño y para que tiembles con el invierno profundo de mi ausencia prolongada. Quisiera tenerte en mis brazos por toda la eternidad, para disfrutar de la dulzura de tu boca deliciosa y para penetrar por la caliente humedad de tu cuerpo encantador.
Me voy a tomar el atrevimiento de mandarte unas notas que escribí para visualizar de mejor forma mis pensamientos y para replantear mi comportamiento y mi futuro, empezando en el amor y terminando en la eternidad que algún día tendremos. Yo quisiera arrastrarte al mundo inimaginable de las águilas reales, donde vamos a tener la libertad y el gozo de poder amarnos sin la mirada acusadora de ese retrasado acomodado que tienes a tu lado. Porque yo sí te digo que, un hombre de verdad, jamás entrega a su esposa y jamás acepta una traición; a no ser que el impotente ése esté cansado de tenerte y de no poder descubrir los verdaderos encantos que guardan tu alma y tu corazón. Dina Luz, espero que reacciones con las palabras que te escribo y, por favor, vuelve a recordar cuál era el proyecto que teníamos cuando nos dirigimos a la montaña, en la que nos revelaron verdades que ustedes dos aún no han podido comprender y que nos tiene luchando contra nosotros mismos.
Últimamente, tu amor me ha llenado el corazón de dolor y eso no lo puedo seguir soportando; o cambias tu forma de pensar y tu extraña manera de comportarte, o tendré que sacarte de mi corazón, así me cueste la vida.
Adiós princesa linda. No dejes que tu vida se acabe mientras cuidas los tesoros de ese monstruo, que es tu perdición. Llena tu corazón de valor, olvida las historias de ese supuesto diablo que sólo existe en la imaginación de los equivocados y ven a mi lado para que cumplamos la difícil misión de recuperar la dignidad de la humanidad. Nos vamos a librar de los dioses y de los diablos y vamos a reivindicar al ser humano que es lo más grande y lo más importante de  lo todo lo que existe en el universo y así poder encontrar la libertad, la alegría y el climax de la felicidad de vivir eternamente.

Con mucho amor, Mateo.

Busqué un sobre a toda prisa, cogí las notas que había escrito sobre la vida y que eran un análisis para tratar de librarme y de librar a mis amigos de la confusión que nos había generado el hechizo en el que, supuestamente, le habíamos vendido el alma al diablo que, según ellos, nos tenía atrapados en una cantidad de vicios y de comportamientos que no eran normales a nosotros. Las introduje en el sobre con la esperanza de que las leyeran, para que se les pasara el hechizo que supuestamente les había hecho Mefistófeles y que los tenía viajando por el mundo de la demencia. Sellé el sobre y junto con el ramo de rosas, los mandé con la humilde muchacha.

Me quedé pensando en cuál sería la reacción de Dina Luz cuando abriera el sobre y se encontrara con la carta y con las notas que decían así:

 
El amor.
Dios es amor.
El amor es eterno.
El amor lo es todo.
El amor es creador.
El amor te purifica.
El amor te lanza a la acción.
El amor es brindarse sin medidas.
El amor es el camino para tu realización total.
El amor orienta tus pensamientos y sustenta tus actitudes.
El amor es la flor de la vida y, por lo tanto, debemos cultivarlo y tratarlo con mucha ternura.
El amor te ayuda a comprender la grandiosidad de tu alma. Busca en él la paz, el placer y todo lo que tú quieras, porque él es fuente inagotable de eternidad.
Si el amor ha llegado hasta ti, síguelo, que los caminos por los que él transita, están llenos de dulzura, de paz y de felicidad. Déjate envolver en el calor de los besos y de los abrazos, porque el amor es delicioso aunque no sea correspondido. Cree en mis palabras porque ellas las dicta el amor y a él hay que creerle. Si tratas bien el amor, él nunca te castigará, ni te llenará de dolor porque él está hecho de la eternidad que tú has compartido desde siempre.
Si estás viviendo un amor conflictivo y desesperado, respira profundamente y piensa en cuál es la culpa que tienes para que las cosas no funcionen. Si no has sido completamente honesta, si no has sido sincera, no te quejes de la espinas de tu rosal porque, con toda seguridad, si tratas bien a tu pareja no habrán lanzas de dolor y desesperación.
Nunca vayas en contra del amor, porque serás completamente infeliz por toda la eternidad, tratando acallar un amor que es inmortal.
Libérate de tus penas, corrige tus errores y lucha por ese amor aunque parezca imposible.
Perdona y pide perdón, oriéntate y trata de corregir las equivocaciones que has cometido y que han golpeado los pétalos de un amor que se reciente, pero que se niega a morir.
Dios es el amor de tu corazón que te purifica y engrandece.
El amor no tiene puñales escondidos debajo de sus alas; lo que te hiere son los errores que has cometido, voluntaria o involuntariamente, y que tienes que corregir para ser completamente libre y así poder amar con todo el corazón.
El amor es verdadero y puro. No variable. En él no existen estaciones como el verano o el invierno. En él no hay colores fríos y colores cálidos. El amor es como el viento y el mar, que son fuente de vida permanente.
Despierta cada día en las mañanas, sonríe y canta en señal de agradecimiento por la gran cantidad de amor que reposa en tu alma.
El amor te salvará.
 
 
La libertad.
 
La libertad es el perfume de las montañas, es el murmullo del viento que sacude las ramas de los árboles milenarios.
La libertad es el canto de los riachuelos que van en busca del inmenso mar que también es libertad.
Libertad es el vuelo de las águilas y de las nubes en el cielo.
Libertad es la fuerza con que golpean las cascadas en los espumosos ríos.
Libertad son los sueños y las ilusiones de las gentes limpias de corazón.
Libertad es la fuerza del toro que se enfurece cuando molestan sus hembras.
La libertad es el viento.
La libertad es una meta o un triunfo.
La libertad es algo inherente a ti, y que ha estado unida a tu ser desde siempre; siéntela y disfrútala.
Ser libres es trabajar con amor.
Ser libres es poder escoger la religión que deseemos.
Ser libres es luchar por vivir felices.
Ser libres es comprometernos con nuestros seres queridos.
Ser libres es estar conscientes de nuestras responsabilidades. Para ser libres debemos buscar la mejor solución a nuestros problemas cotidianos.
La libertad es la sensación de paz que produce el campo, cuando las plantas empiezan a crecer para premiar nuestro trabajo.
Libertad es aprender para que crezcan nuestros conocimientos.
La libertad está en tu corazón, disfrútala.
 
 
El conocimiento.
 
El conocimiento no se puede medir con un metro ni pesar en una balanza; el conocimiento es la colección de experiencias propias o extrañas, que puedes guardar en tu mente como un sol que orientará tu búsqueda del amor.
El conocimiento libera tus cadenas y te llena de amor, de libertad y del placer de vivir.
El conocimiento nos libera de las dependencias que, tradicionalmente, han sujetado a los hombres que en la antigüedad no entendían el por qué de los truenos y los rayos, el por qué de las tempestades y los terremotos, el por qué de la oscuridad y el fuego desbastador; esos hombres ignorantes de hace más de dos mil años, tuvieron que inventarse becerros de oro, imágenes de barro y dioses paganos. La evolución de tu conciencia es el único camino para llegar a la luz del conocimiento y de la verdad.
Cuando conozcas la teoría cuántica, cuando sepas que somos paquetes de energía dentro de un universo de una energía que no se crea ni se destruye, cuando te des cuenta de que el universo es Dios, cuando sepas que todo lo que te pasa es porque tú mismo lo has elegido, ese día tu corazón rebosará de alegría y marcharás por caminos de felicidad hacia la eternidad.
 
 
El placer.
 
El placer es el fruto de la libertad y está ahí para que lo goces con entusiasmo y medida.
La búsqueda del placer te llevará a la sabiduría.
Ningún placer, por exagerado que te parezca, puede mancillar el alma porque, ¿podrán unos vasos de whisky contaminar el mar? ¿Podrá el humo de unos cigarrillos contaminar todo el aire? ¿Podrá el ruido de la música estridente turbar el silencio de la noche? ¿Podrán los placeres desequilibrar la perfecta armonía del universo?... ¿Podrá un sionista capturar nuestras almas?..
Seguramente te estarás preguntando: ¿cuáles son los placeres buenos y cuáles son los malos?... Y yo te digo: disfruta de la vida y de los placeres, sin que tus derechos atropellen o disminuyan los derechos de las demás personas, porque cuando esto suceda ya no tendrás placeres sino amarguras.
Es triste escuchar a las personas cuando me dicen que la vida y el mundo, son una prisión en la que vinimos a sufrir. ¿Por qué ese pensamiento tan negativo? ¿Será qué ellos no han visto las gaviotas que vuelan en mitad del firmamento azul? ¿Será qué ellos no se han sentado a pensar debajo de los frescos sauces? ¿Será qué la dulzura de sus madres no los han llenado de esperanzas? ¿Será qué la tibia humedad de los cuerpos de sus compañeros no los han hecho vibrar? ¿Será qué los árboles generosos han escondido los mejores frutos a sus ojos?... No me explico por qué se empeñan en desconocer el paraíso que se abre a su alrededor. La vida a diario nos grita que disfrutemos del sol y de la lluvia; disfruten del pan nuevo y de la sonrisa de los niños, disfruten de la energía de sus parejas hechizadas y del exquisito sabor del vino que embriaga los sentidos, disfruten del trabajo y de las responsabilidades que ustedes eligen con sabiduría. El mundo es un globo mágico que está lleno de incontables placeres. Disfruta de todo y sonríe con felicidad, porque el mundo de los placeres y de las exageraciones, es el camino que te conducirá con alegría hacia la sabiduría.
 
 
La felicidad.
 
La felicidad es la meta.
Vive intensamente y trata de ser feliz. Regocíjate en la vida. Disfruta de las cosas sencillas y deja que tu alma se llene con la luz del amanecer, con la suave brisa del monte, con el canto de los pájaros, con el aroma de las flores y con la frescura de los alegres riachuelos que bajan cantando una balada de amor. El universo es vida y vida buena. Las tempestades son hermosas. Los problemas cotidianos son desafíos encantadores y el hambre, el frío, el dolor y la desesperanza, harán más sabroso el pan, más acogedor el calor tibio de tu hogar, más vigoroso tu espíritu y más deliciosas tus ilusiones.
Práctica la religión de los inteligentes y tu vida se llenará de amor.
 
 
El tiempo
 
Albert Einstein, uno de los científicos más grande que ha dado la humanidad en toda la historia y uno de los responsables de habernos introducido en la era atómica, demostró experimentalmente que el tiempo es relativo. El tiempo es una concepción mental que podemos manejar a nuestro antojo. Así como los ríos son el mismo río en su nacimiento, en la mitad y en la desembocadura, los hombres somos conciencia al principio, en la mitad y en todo momento; sin dejar de ser la misma conciencia en el infinito. El tiempo es una creación mental del hombre, lo único que se mueve y acciona es tu pensamiento sagrado. Cultiva el pensamiento y él te dará amor, libertad, placer, felicidad y abundancia. Tú eres hijo de Dios. Tu mente es el universo. Tu mente lo es todo.
La eternidad que hay dentro de nosotros, sabe que la vida rebasa los límites que le han impuesto con la denominación de tiempo. Toda la gente desea acomodar su conducta y dirigir la marcha del espíritu de acuerdo a los años, las horas, los minutos y los segundos, sin percibir que el tiempo es relativo. Es por eso que nos tenemos que hacer a la idea de que el pasado es la acumulación de las experiencias del hoy, y el futuro son las ilusiones y los sueños de ese mismo hoy.
Lo que se agita en nuestras almas para generar el pensamiento y la acción, estuvo y está siempre presente, como la energía eterna que te forma y forma los astros y el universo.
El tiempo es ilimitado.
El espacio es ilimitado.
La libertad es ilimitada.
La felicidad es ilimitada
 La unidad eterna es ilimitada.
 
Concientízate de la unidad del universo.
 
 
El trabajo.
 
El trabajo es estar en armonía con la tierra, con el universo, contigo y con todos. De una u otra forma, trabajamos y estamos en acción, en esa acción que marcha majestuosa en el infinito.
Manteniéndonos en el trabajo estamos llenando de amor la vida, porque nos encontramos con nosotros mismos y, unos con otros, en la eternidad.
Siembra las semillas de la ternura y recoge las cosechas de la alegría, para que las consumas con placer y vivas en la dimensión eterna del amor.
Todos los trabajos son lindos. Esculpe las piedras y de ellas brotarán monumentos a la libertad. Toma los colores y riégalos sobre el lienzo para que se levante el arco iris de la felicidad.
El trabajo es el amor hecho, sandalias, pan y abrigo.
Trabaja con amor para que el pan tenga el sabor de tus pueblos queridos, para que tus cometas soñadoras coqueteen con el azul intenso del firmamento y para que tus motores rujan como rugen los leones en las selvas de tu pensamiento.
Trabaja con tenacidad para que en la vida quede tu huella de amor.
El trabajo materializa tus sueños y fortalece tu espíritu.
El trabajo no es un castigo como siempre lo quisieron hacer ver los mediocres pedófilos.
El trabajo dignifica, el trabajo es salud y bienestar.
 
 
La belleza
 
La belleza es éxtasis.
La belleza es la vida.
La belleza es la eternidad.
La belleza eres tú.
La belleza es el paisaje que a ti te gusta.
La belleza es el atardecer que te pareció maravilloso y la belleza es tu aurora, tu medio día y tu atardecer en el eterno amor del universo.
Todo es bonito. Todo está perfectamente diseñado. ¿Qué hicieran los sapos sin sus extremidades palmípedas y sin su inmensa lengua que les permite atrapar su alimento?... La naturaleza te ofrece lo que tú quieras ver. Los atardeceres soleados son hermosos para unos y los atardeceres lluviosos son encantadores para otros. Las jirafas son exóticamente hermosas y los caballos son clásicamente bellos. Son elegantes los rubios y son muy fuertes los negros, son calmados los amarillos y son muy sagaces los indios. Todo es cuestión de gustos, porque toda la vida está hecha con el mismo material. Es un paquete de energía la paloma inmaculada, el cocodrilo feroz, el cedro rojo y el eucalipto oloroso. El universo es energía y el pensamiento es el motor que acciona esa energía. El pensamiento es conciencia y la conciencia es la eternidad ilimitada. Somos parte activa de la eternidad absoluta y le damos belleza a nuestro mundo consciente.
Alguien dijo: “La belleza es la vida, cuando la vida levanta el velo de su rostro sagrado, pero nosotros somos la vida y somos el velo. La belleza es la eternidad contemplándose amorosamente en un espejo, pero nosotros somos la eternidad y somos el espejo”.
 
 
La amistad.
 
La amistad es el amor que le puedes brindar a tus amigos y a todos los seres de la naturaleza.
La amistad es el principal medio que puedes utilizar para que tus amigos avancen en la conciencia de eternidad. Todos somos amor, amigos y eternidad.
La amistad es un sentimiento en el que los pensamientos, las ilusiones y los deseos nacen y se comparten con amor y felicidad.
Con tus amigos, comparte los instantes difíciles y los instantes felices, para que haya risas y placeres comunes.
Cuando te separes de tus amigos no te pongas triste, porque siempre tendrás su amor y su fuerza a tu alrededor, porque ellos son tu energía, porque ellos son tu alma, porque ellos son tú mismo.
Y recuerda siempre esto: Hay que dar lo mejor en señal de amistad, porque con toda seguridad, de eso mismo recibirás, ya que es tu alma la que da y recibe en la unidad de lo eterno.
 
 
La enseñanza.
 
La sabiduría no se transmite.
Se enseñan las teorías, se explican la tesis y se relatan las experiencias personales, orientadas por nuestro juicio; pero no se puede decir cuál fue el camino que nos llevó a encontrarlas. Se puede leer el pensamiento que han sintetizado los grandes hombres en los libros, pero no se puede señalar el camino hacia la sabiduría.
El buen profesor no es el que nos enseña lo que pensó, sino el que nos enseña a pensar.
Dicta los mandamientos, las leyes o las pautas de comportamiento, y deja que la paloma de la inteligencia revoletee y tome el conocimiento que la hará libre. Los sabios nos enseñarán sus obras y podremos disfrutar de su madurez, pero nunca nos podrán mostrar la intensidad y el motivo razonable que permitió crear esa hermosa criatura. Acumula conocimientos, abona el campo de tu solidez mental y, con toda seguridad, en el mundo de tus pensamientos nacerán flores exóticas y maravillosas. Todos somos sabios conscientes y eternos, pero la realización total, donde el pensamiento brilla claro como un sol matinal, sólo se puede lograr en tu corazón. No creas en fórmulas mágicas, ni en pócimas encantadoras que te meten un diablo imaginario por dentro, porque todo lo que te pasa y todo lo que te rodea está ahí, porque la unidad eterna lo quiere, porque tu mente y sólo tu mente, lo creó y lo aceptó.
 
 
La caridad.
 
El mundo es fuente inagotable de cosas buenas y de amor. Regala a tus semejantes con el perdón, con la amistad y con tus conocimientos. También les puedes ofrecer cosas materiales que calmen su hambre, su sed y su frío. Protege a los ancianos, a los niños, y procura que obtengan la conciencia de su eternidad que les va a hacer mucha falta en el camino de su felicidad absoluta.
¿Amigo sionista qué significa tu acumulación desesperada de riquezas? ¿Será qué le tienes miedo a la sed de eternidad, al hambre de sabiduría y a la ausencia de instantes bellos?
En el camino elevado de la felicidad no es necesario transitar con la pesada caja fuerte de la ambición, con los collares compactos del rencor, con las manillas y los ropajes dorados de la traición y la envidia. Para participar en la felicidad de esta misión terrenal, sólo hay que llevar el pan del amor, los jugos de la caridad y el vino de la amistad, para que se embriague nuestro corazón de libertad y rompa las plateadas cadenas del egoísmo.
¿Cuánto dinero te cuesta un día para que salgas a pasear con tus seres queridos? ¿Con cuánto dinero puedes comprar la sonrisa de los niños y de los ancianos desvalidos?... Amigo, no te esclavices del lujo que te pueden brindar los autos, los palacios y las joyas. Libérate de lo que te sobra y comparte la amistad y la caridad sin límites.
Los árboles nos dan sus frutos, el aire nos refresca y la tierra nos acoge en su seno, sin ningún interés. Todo lo que hemos acumulado algún día será dado. Comparte algo de tus tesoros y experimenta el placer de dar y la alegría que brota, como una rosa, en la boca del que tiene el coraje de recibirte algo.
Cree en la vida, en la unidad eterna y alégrate de ser un testigo en la distribución de los tesoros que administraste con devoción y que ahora compartirás con todos los necesitados, porque tu acto de amor a concluido que ellos tienen los mismos derechos.
Los que creen en la eternidad y en la bondad de la vida, nunca tendrán sus arcas vacías, porque en ellas abundan monedas de amor y relucientes joyas de paz y felicidad.
 
 
La religión
 
Religión es trabajar, religión es estudiar, religión es pensar, religión es amar y construir una familia.
¿Cómo vamos a desligar nuestros sueños de la grandeza de su completa realización? ¿Cómo vamos a olvidar los frutos de nuestra labor?... Tenemos que creer en nuestra inmensa capacidad de amar.
Nunca debemos decir que el hombre nace, vive, trabaja, estudia, sueña, se sacrifica, muere y desaparece. ¿Qué sentido tendría todo eso?... Tampoco debemos creer en la teoría del eterno retorno que propuso Nietzsche, porque... ¿qué sentido tendría el regresar una y otra vez a la escuela llamada tierra, para después desaparecer también? No, señores, el objetivo de nuestras vidas es desarrollar la conciencia de eternidad que existe en nuestra alma y descubrir que somos parte activa y vital del universo desde siempre y para siempre.
El tiempo es relativo y las experiencias ajenas de Dioses paganos, son cuestionables en nuestra época y por eso, hoy, en el principio del siglo veintiuno nace una filosofía nueva llamada "La religión de los inteligentes” que es una forma de vida que irá creciendo como una ofrenda de amor.
No se empeñen en ser virtuosos mojigatos, porque los cantos más sonoros vienen de las aves libres. Trabajen, estudien, sueñen, amen a la gente y sean felices; eso es todo.
Usted mismo trace sus caminos en la llanura de la honestidad y la justicia.
Sintámonos orgullosos del arado, de la empresa, mejor dicho, sintámonos orgullosos de las cosas comunes y corrientes, que son nuestra vida y nuestra eternidad.
Tus alas te llevarán hasta la altura de tus sueños o hasta la profundidad de un pesimismo que te puede arrastrar al pozo de los fracasados que se pierden del camino.
Invitemos a todos los hombres para que marchen en un viaje hacia la felicidad eterna.
¿Quieres ser feliz?... Observa a los niños jugando en el parque, observa a las nubes, a la lluvia, a los relámpagos, a la tierra, a las flores, a los árboles, a las estrellas y todo ese universo te irá cantando un himno de eternidad.
 
 
Los vicios.
 
“Por el camino de las exageraciones, en las que están incluidos los vicios, se llega al castillo de la sabiduría”
¿Quién no ha tenido ambiciones desmedidas? ¿Quién no ha ambicionado el poder? ¿Quién no se ha abandona en la pereza del conformismo? ¿Quién no se ha embriagado con el licor o las drogas? ¿Quién no se ha sobrepasado en la gula de tentaciones deliciosas? ¿Quién no se ha dejado seducir por las emociones del juego?... Todos, de una u otra forma, nos hemos sentido tentados por los diferentes vicios que nos van trazando el camino correcto para llegar a la paz que nos brinda el ser hijos de la unidad eterna.
Como el mundo es un espectáculo de contrastes, para volar en las alturas de la paz, el amor y la felicidad, es muy probable que antes se haya tenido que navegar en las corrientes de los vicios que nos atraen. El juego con pasión y con furia creciente, la ambición, la pereza y el éxtasis que producen la glotonería, el licor y las drogas; son las gotas de descontento, de dolor, de malhumor y de desidia, que nos torturan y nos hacen ver que todo lo que hacemos por fuera del amor desinteresado es inútil; que la acumulación de tesoros es una inquietante ridiculez alejada del humanismo, que el derroche y las fiestas nos deshidratan sin poder alcanzar la paz del corazón, porque los niños de África y de Latinoamérica se mueren de hambre, al mismo tiempo que nosotros nos divertimos, sin que hagamos nada por ayudarlos. 
En el momento en que lleguemos a la desesperación y no le encontremos sentido a la vida, después de haberlo probado todo; es el instante perfecto para volver a ser como unos niños en el amor hacia nuestros semejantes, en la alegría de compartir y en la inmensa felicidad que nos brinda el perdón que damos a nuestros cuerpos y a nuestros corazones por los errores cometidos. Es necesario observar con atención el camino sionista que invita a la codicia, a la ambición, a la pereza, al juego y al éxtasis de las drogas y el alcohol, para tratar de fortalecernos y ser mejores en el camino eterno de la evolución de nuestras conciencias.
 
 
El crimen.
 
Todos los delitos que cometas contra tus semejantes, los estás cometiendo contra ti mismo; porque eso acabará tu paz espiritual, porque la voz de tu conciencia será un constante látigo de flagelación, porque vivimos en un universo de perfecto equilibrio y todas las acciones tendrán sus reacciones contra ti, porque tú eres vida y ellos son parte de esa misma vida tuya, porque tú eres parte de lo eterno y ellos también.
Como el mar, es tu yo eterno.
El universo es tu pensamiento y si te sientes culpable de una actitud, ese sentimiento será tu castigo.
Tu yo eterno no solamente es tu alma; lo forman también tus padres, tus amigos, tu tierra, tus preferencias, tu religión, tu universo. El universo.
Mucho de lo que hay en ti seguirá siendo humano hasta el día en que leas esas palabras que han dictado los paisas en la religión de los inteligentes, porque esas palabras sabias han originado la conciencia de eternidad que será tu despertar; porque ese ser humano que hay dentro de nosotros, el que comete crímenes antes de tener la conciencia de eternidad, se debatió atrapado en las garras de la evolución y ahora es completamente libre.
Todos somos el sueño y al mismo tiempo los soñadores. En nuestros semejantes tendremos, uno a uno, los ejemplos que nos fortalecerán en el camino de la eternidad.
No podemos separar al justo del pecador, al bueno del malo, al homicida del juez, porque muchas veces fuimos lo uno o lo otro. Todos estamos en la misma aventura de evolucionar nuestras conciencias. Somos conciencia y eternidad, somos estrellas, mar y hombres al mismo tiempo. Somos parte de una unidad indivisible. No podemos eliminar los frutos malos del árbol, no podemos aplicar el hacha al tronco, porque todos somos raíces, flores, cortezas y frutos. Además, no hay frutos malos ni árboles estériles, porque todo sirve en la hermosa conciencia de eternidad.
Y ustedes, jueces, que deben de ser justos, ¿cuál es el castigo para ese ser humano que no ha tenido la oportunidad y no ha podido avanzar por los caminos del amor?... ¿De qué manera lo vamos a castigar si ya, su remordimiento es más grande que su delito, y eso lo lanza, sin más oportunidades, al abismo de la tristeza y la melancolía?
Los calumniadores, los ladrones, los déspotas y los asesinos, irán desapareciendo en mitad de sus propias culpas y se convertirán en semilla, árbol, viento, río, mar y eternidad consciente. Mientras que el tiempo y el espacio continúan en su relatividad, el mundo seguirá girando como un cubo mágico que nos muestra el orden que impone el pensamiento y la acción universal.
 
 
Las leyes
 
Todos somos felices construyendo las leyes, pero somos más felices aún cuando las incumplimos.
Para los que viajamos conscientes de nuestra eternidad, sólo hay una pauta de comportamiento, y esa es el amor. El que ama no mata, el que ama no violenta a sus semejantes, el que ama no arrebata el pan de las otras criaturas. En la vida sólo debemos imitar la ley que nos dicta la naturaleza a diario, cuando el árbol nos brinda sus frutos con amor, cuando el río baja entonando himnos de amor que nos llenan de frescura y de deliciosos peces, cuando la brisa nos besa y nos regala el aroma de sus campos en flor. Marchemos con la sabiduría de los animales que sólo cazan para comer y con el valor de las águilas que se levantan en las corrientes cálidas de la libertad sin límites. Cumple la ley del amor y todo lo otro se te dará por añadidura. Ama a tus semejantes como a ti mismo, porque ellos son parte integral de la eternidad.
 
 
La razón.
 
La razón es el pensamiento calmado que analiza lo que nos conviene y lo que no nos conviene. La razón es el freno que limita el océano de nuestras pasiones, cuando estas crecen con tanta fuerza que empiezan a desconocer los derechos de nuestros semejantes, cuando marchamos como raudas flechas disparadas por el arco de la libertad. Dentro de nuestras almas llevamos el perfecto equilibrio que se genera en la unidad eterna.
Cuando nuestros vicios y nuestras pasiones empiezan a crecer sin medida, entonces llega la razón y las sumerge en el estanque de ideas inteligentes y constructivas. La razón convierte el odio, la venganza y la envidia, en unas suaves melodías de amor.
Cuando se desencadene tu pasión y avance como el río furioso que golpea las rocas y lleva en su seno los árboles y el ganado, medita y adéntrate en las praderas del pensamiento razonable, y bajo la sombra de los sauces y la suave brisa del amor, calma tus impulsos y piensa que tu pensamiento es razonable y que en tu pensamiento se origina la filosofía de amor que ha nacido en Antioquia la grande.
Y sabiendo que somos parte de la eternidad e importantes criaturas del universo, dejémonos impulsar por nuestras deliciosas pasiones, sin traspasar los serenos límites de la razón.
 
 
La conciencia.
 
Tú eres la flor de la conciencia en la eternidad del universo.
El mundo no tendría razón de ser si fuéramos efímeros. Si nos tocara aparecer y desaparecer como flores inútiles, sin conciencia, nada tendría sentido. Todo lo que existe es la unidad eterna y en ella somos océanos, estrellas, viento, flores, amor y conciencia divina; por eso es que nuestras almas conocen los secretos del silencio, de los días, de las noches y de las melodías de la vida, porque el hombre es un mar fecundo, infinito e inmensurable.
El manantial arrollador de la paz, brotará del conocimiento, brotará del pensamiento y rodará por las duras rocas de la razón; cantará en la garganta de los pájaros y en el murmullo esperanzador del río, y rugirá dentro del león y en el mar de nuestros sueños e ilusiones, y se balanceará en el perfecto equilibrio de la unidad eterna. 
 
 
La muerte.
 
La muerte es el paso a la quinta dimensión de la vida eterna, porque la vida y la muerte son una sola unidad, como lo son el río y el mar.
Con la muerte nos libramos de las limitaciones materiales del tiempo y del espacio, y empezamos a viajar en la dimensión de las estrellas, en la dimensión de los sueños y de la felicidad eterna.
Morirnos es integrarnos a la danza eterna de la energía universal.
La muerte es el resumen y la colección de las experiencias que nos permitió acumular la vida. Estando muertos pasamos a ser aves, reptiles, arco iris, mariposas, sueños, ilusiones, estrellas, soles y ángeles en el mismo momento. Nuestra esencia es universal y eterna.
En la grandiosidad de nuestras esperanzas y de nuestros deseos, continuamente hemos traspasado el delicado celofán que marca la diferencia entre la vida y la muerte, y con "La religión de los inteligentes" ayudados por unos sencillos ejercicios, podemos traspasar conscientemente la barrera entre la dimensión en la que evolucionamos y la quinta dimensión en la que somos eternos.
El temor a la muerte es el mismo temor que sentimos cuando luchamos por conseguir cualquiera de nuestras metas, sin embargo, ¿no está detrás de ese susto la alegría de la realización?
Sólo cuando alcancemos un determinado punto en el proceso de nuestra evolución, llegará la muerte que nos va a integrar en la danza eterna de la verdad.
No tengas miedo de morir, porque que ese día, y sólo ese día, comprenderás lo que es vivir eternamente.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPITULO NÚMERO CINCO
 
                                                               
 
 
Querido Mateo:
He recibido tus hermosas flores y tus notas, y le doy gracias a la vida por tu atrevimiento. Sí, amor mío, estuve toda la semana pensando en ti y sentí una profunda ansiedad en todo mi cuerpo, porque mi esposo no me deja llamar por teléfono. Me encanta que todavía estés interesado en mí, aunque yo sé que no nos podremos volver a ver. No te veré nunca más porque Juan lo cambia todo y, además, las desafortunadas circunstancias que nos separan, son aún más grandes hoy. Tú eres mi único, prohibido y grandioso amor... La mujer de tus sueños está muy acabada por culpa del maldito talismán que le ha ido robando la energía de su cuerpo. Ya no soy ni la sombra de lo que era hace algunos días. Mi figura escultural se ha escondido debajo de la grasa que me puso encima el gran sentimiento de culpabilidad que siento al pensar en mi ambición, en mi egoísmo y en mi frialdad ante la miseria de la gente. Me extraña el cambio repentino que has tenido para conmigo y te perdono de todo corazón, amante mío, porque fueron incontables los maravillosos momentos que viví a tu lado. Desde hace algunos días me encuentro muy mal. Al idiota del Juan no me lo soporto, porque me somete a los vejámenes más asquerosos que se puede inventar la mente de un machista impotente y desequilibrado mental como él. Me hace poner de rodillas y me obliga a que le pida perdón por cosas en las que yo no tuve la culpa. Él lo hace para sumergirme más, en la asquerosa resignación de mi mediocridad.
Querido Mateo, si tu amor por mí, tuvo siquiera un poquito de sinceridad, ven de inmediato para que me salves de una situación en la que hasta el mismo diablo me ha dado la espalda. El maldito Mefistófeles, ya no obedece mis deseos y ha dejado completamente frío a mi inservible talismán. Juan me tortura, día a día, y a jurado en nombre de su pacto con el brujo, que muy pronto me asesinará. Todos los días discutimos por tu culpa y yo también he terminado maldiciendo tu forma de ser.
En caso de que no me encuentres con vida, encárgate de que ese miserable pague por lo que me haya hecho a mí y a nuestro futuro bebe. No me agradezcas el maravilloso milagro de haber perpetuado tu insensible código genético en mis entrañas perfectas... Solamente recuerda con cariño mi increíble dedicación en esta misión por la dignidad, que nos va llevar a una muerte segura. Ahora sólo me sigue atando a este mundo ingrato, el inmenso amor que siento por esta criatura que se agita en mi vientre y que es lo único real que pude percibir en esta vida miserable.
La concepción, por tu sagrada intervención, de esta adorable criatura, significó todo para mí. Han sido los únicos momentos verdaderamente felices de mi vida. Me procuraron una satisfacción enorme y me hicieron olvidar en muchos momentos el confuso trato que hicimos con ese brujo ridículo.
Con la concepción de este pequeño ser, encontré la paz que había perdido después del pacto que firmamos con ese señor. Me siento muy feliz y esto me servirá de consuelo cuando esté ardiendo en la mitad de las llamas del dolor, lágrimas y penas que me tiene reservadas la vida. Quiero estar a tu lado el día que nazca nuestro pequeño hijo, para sentir la seguridad que nos da tu sabiduría y tu valor. Ahora, lo más importante es mi hijo, porque él es mi espíritu, es mi imagen y mi esencia. Mi hijo eres tú y soy yo, libre del error que nuestra curiosidad juvenil nos obligó a cometer. Gasté mi vida en derroches, vicios, lujos innecesarios y ahora me están haciendo falta esas fuerzas que gasté mal gastadas, para criar bien a mi hijo que es carne de mi carne, y que el diablo también me quiere arrebatar. Yo sé que con tu increíble poder mental, has logrado superar la relatividad de las cosas, para abandonar el camino de los dioses paganos que asesinan sin sentimientos... Nunca pude entender tus teorías y ahora no es el momento de ingresar en esas dimensiones de amor que ni tú mismo sabes lo que significan.
Algo en el fondo de mi alma esperanzada, me dice que tú tienes la verdad y eso me consuela, porque siempre estaré a tu lado con mi hijo.
¿No comprendo, amor mío, cómo te has librado de un hechizo que te debía tener cogido del cuello como a mi esposo y a mí?... Un hechizo que no nos deja tener ni un solo momento de paz y sosiego. Nosotros sentimos el palpitar del diablo en nuestra mansión. Los alimentos despiden el olor azufrado de su aliento y sus pasos retumban en nuestros pasillos y en nuestros cerebros. Hasta el niño percibe la presencia del maldito y se revuelca en mi interior como queriendo escapar de él. Mateo, tú has sido un desconsiderado al dejarnos abandonados, sin decirnos ni una palabra que nos indicara el camino, pero tranquilo que no es hora de reclamos y mortificaciones, sólo es tiempo de perdón y olvido.
Pues bien, eterno amor, ven rápido a mi hogar para que salves a tu hijo, que será el único ser libre de las manchas que recibimos en el juego de la irresponsabilidad.
¡Qué triste es la vida que me correspondió!...
Espero volver a verte antes de que me llegue la muerte que ya me gané en las contradictorias apuestas que le hice a la falsedad y al engaño. Nunca comprendí el significado de la humildad, de la paz del hogar, de la seriedad del trabajo honesto y del perdón.
Adiós, amor mío, perdóname por abandonar la misión que iba a reorientar a la humanidad, perdóname por no tener tus mismas convicciones, perdona mi resignación obstinada y perdona el feo camino que yo misma tracé para ti. Siempre me gustaste y no tuve el valor de tomar la iniciativa y construir el amor que los dos nos merecíamos. Juan ha censurado mi amistad contigo, y por eso no voy a hacer nada para salvar nuestro amor. Siempre te amaré. Ven pronto porque estoy completamente poseída por el diablo. Dina Luz.
 
Quedé muy conmovido con aquellas palabras. Contemplé durante algunos instantes aquella carta y terminé llevándola a mis labios para besarla con locura.  
Me volví completamente loco por la desesperación. Mis ojos se llenaron con las lágrimas de la impotencia y pataleando como un niño, me sentí acorralado por la terrible realidad. Mi futuro hijo y mi adorada mujer, estaban atrapados legalmente en las garras de un loco monstruoso. ¿Qué hacer?... Le di golpes a las paredes y con las manos dolidas al fin me decidí, cogí el teléfono, marqué el número telefónico de Dina Luz con el pulso tembloroso por la angustia y...
- ¡Hola! - contestó con su cálida voz al otro lado de la línea. 
- ¿Qué sucede? - pregunté con la voz entrecortada por la desesperación.
- Nada, ¿por qué? - contestó mi ridícula amante.
- ¡Cómo que nada! - exclamé furioso ante la inesperada respuesta - ¿Entonces qué significa esta carta que tengo en mis manos?... En la que dices que ese hijo de prostituta no te deja hablar por teléfono y que te va a matar.
- Lo que pasa es que ayer discutí con Juan en las horas de la mañana y, por la tarde, dominada por unos nervios terribles, escribí esa carta un poco exagerada, pero que en realidad no tiene nada que ver con lo que está sucediendo aquí... Por la noche Juan me trajo un ramo de rosas rojas y una deliciosa caja de chocolates importados y ahora estamos mejor. No te preocupes por mí y disculpa el mal rato que te hice pasar. Aunque esto me da mucha alegría, porque me doy cuenta de que sí me quieres de verdad.
- Dina Luz, por favor - supliqué con dolor a través de la línea telefónica -, ven a vivir a mi lado. Abandona a ese loco que sólo llena tu vida de amargura y de tristeza. No te quedes con él que, tarde o temprano, va a cumplir sus amenazas como el buen cobarde que es.
- Yo no puedo renunciar a mi obligación. Aquí tengo un compromiso y, además, me da mucho pesar dejarlo solo en medio de la miseria que nos ha traído Satanás.
Yo me quedé anonadado ante esas palabras. No supe qué decir ante el argumento que evidenciaba el gran amor que le tenía Dina Luz a Juan. Respiré profundamente y controlando mis emociones empecé a decir:
- Tú eres dueña de tu futuro. Escoge la vida que más te convenga pero, por favor, trata de tener mentalidad positiva. Imagínate un hogar feliz, una libertad absoluta en lo del trato que crees tener con Satanás y que en realidad no existe. Marcha por los senderos de la energía creadora de tu pensamiento y moldea una vida feliz para ti, para tu esposo y para tu futuro hijo. Práctica las enseñanzas de "La religión de los inteligentes" que nos dio Mefistófeles y por favor no me alarmes con tus cartas desesperadas. ¿Bueno?...
- Sí, claro. Perdóname y gracias por tu ayuda - contestó con humildad -. Voy a tratar de hacer lo que dices. Hasta luego.
- Hasta luego - dije y colgué el auricular sin lograr la paz en el alma. Esa pareja me preocupaba demasiado, pero yo tenía que permanecer al margen de sus problemas.                               
Al parecer yo fui el único que fui consciente del mensaje que nos transmitió Mefistófeles; él quiso ofrecernos una ideología nueva de la vida y en mitad de la fortaleza de su mente y de su peculiar estilo de comportarse, nos brindó el resumen de los conocimientos de las matronas Antioqueñas, que descubrieron la manera de modificar la realidad material de nuestro entorno. Conocimientos que son el resumen o la síntesis de su pensamiento filosófico. Trataré de salvar a mis dos amigos, porque eso es lo mínimo que puedo hacer por Juan y Dina Luz. Quiero orientarlos por los caminos claros y transparentes de la religión de los inteligentes que nos une y nos hace mejores. En estos momentos en que están desesperados y que me envían cartas en las que presienten una muerte que sólo está dentro de su imaginación y su locura. Mis teorías van a ser el camino que los llevará a encontrar el sentido de sus vidas y que, al final del cuento, es todo lo contrario de lo que están pensando.
Las probabilidades físicas y metafísicas que disponemos, para la construcción del pensamiento y de los senderos de la vida, son ilimitadas, pero mis amigos se empeñan en encontrar confusión en las teorías y los argumentos que Mefistófeles trató de explicarnos, y que para mí están completamente claros y bien fundamentados. Ellos siguen avanzando en la línea recta de las sugestiones, de los sueños de grandezas materiales, pero no conciben que todo ese bienestar material se origine en el poder de sus mentes y se sienten culpables porque piensan que todo es obra de una fuerza demoniaca que los está devorando. ¿Por qué no pueden entender que Mefistófeles es un ser muy evolucionado que trató de compartir, con nosotros, todos sus conocimientos?...
Cuando todos comprendamos que no hay demonios paganos, que somos eternos en la conciencia del pensamiento y del universo, ese día ya no viajaremos en la línea recta de las metas satánicas, sino en el círculo amable del conocimiento, del hogar cálido, de la familia amorosa, del perdón sin relativos, de la caridad desinteresada y del amor fecundo. Estamos en el paraíso terrenal y es mentira que el universo nos haya castigado dejándonos en manos de ese ser diabólico, que creó la imaginación de mis desesperados amigos. Vivimos en un mundo que desde siempre es nuestro y que será de nuestros hijos por toda la eternidad, sin que lo afecten las mentes criminales que vienen programando una guerra santa.
Nunca pensé que el oficio de profesor o guía espiritual fuera tan agradable, lo estoy haciendo y lo voy a seguir haciendo por el profundo amor que siento por mis entrañables amigos.
Pasaron los días y yo me dejé envolver en una calma desesperante.
No podía dejar de pensar en mi adorada Dina Luz y un día, lleno de furia, le mandé una carta que me dolió hasta en el fondo del alma.
 
 
Dina Luz:
 
Estoy empezando a renunciar a ti. Me extrañan tus acciones y tu pasividad ante el monstruo que desea destruir el inmenso amor que hemos construido. Me estás decepcionando y te lo digo para que te alegres, si eso era lo que querías.
Con desesperación y algo de ingenuidad, traté de corregir el rumbo que seguías en la vida, aconsejándote que vinieras a mi lado, pero todo fue inútil. Tu vida es como un seriado de televisión en el que ya están escogidos los personajes que actúan en los papeles más importantes. Todo está milimétricamente calculado en tu mente enferma y no hay razón ni motivo que te hagan cambiar. Es casi una tontería mi pretensión de querer llenar tu alma y tu corazón con el amor desinteresado que siento por ti. Quisiera cambiar tus pensamientos diabólicos por ilusiones brillantez y maravillosas, de locas aventuras de libertad, cuando en tus sentidos y en tu alma predomina por herencia, en la educación que te debe de haber dictado tu familia, el deseo de vivir en el pecado y la necesidad orgánica del sufrimiento. Ustedes viven en la pasión egoísta que los lleva a la satisfacción maquinal de todos sus deseos materiales, sin importar el mundo de miseria que crece a vuestro alrededor. El licor, las drogas, el cigarrillo y la gula, son hábitos comunes en tu dieta diaria, sin importar las lecciones que sufren tu organismo y las demás personas que te rodean. Una de tus trabajadoras me contó de una frase que estas empleando en los últimos días en la que dices: << Los demás son los demás>>, pero estás equivocada tristemente, porque los demás son tú misma, los demás son tus familiares, amigos y vecinos; los demás son tu vida, son parte del pensamiento y del universo que has creado a tu alrededor. No sé si me estoy cansando de tanto repetirte las teorías de la religión de los inteligentes, que por lo que sospecho ni siquiera has leído, porque tú las vez como simples teorías de un romántico soñador. No, Dina Luz, estas teorías que aparentemente son tan sencillas, son el camino seguro hacia la libertad absoluta en el amor, de la reconciliación y de la paz. Libérate un poco de la carga del materialismo y serás completamente feliz.
Claro que si estás buscando la muerte y tu estado natural es el dolor, te dejo en la absoluta libertad de morir como a ti te dé la gana. Porque no pienso mover ni un dedo más por tu salvación.
Dina Luz, ya no sé si siento odio o amor por ti. Cuídate si quieres.                                                                                                              Mateo
                                                                                         
 
 
 
 
 
 
                        
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
    CAPITULO NÚMERO SEIS
 
 
Pasaron los días y Elizabeth, la otra chica con la que compartía de vez en cuando, se marchó en los paseos que unos extraños le propusieron muy a tiempo. Mientras tanto, yo me fui sumergiendo en el silencio que nació al tratar de hallar el verdadero significado de las cosas. Me lancé al efervescente mundo de las preguntas y mi cuerpo, azotado por las tormentas interiores, por unos momentos olvidó el significado de la palabra tentación. Busqué mi evolución, busqué el orden, busqué la superación y obtuve muchos éxitos en todos los proyectos que inicié, sin hacer uso del talismán que me proporcionaría todas estas mismas cosas, pero con menos esfuerzo. Lentamente fui comprendiendo lo que significaba la palabra trabajo. Con mucha paciencia acumulé los tesoros que me proporcionaba la rutina de una vida sencilla y adoré la calma natural de los árboles centenarios, siempre guiado por la sabiduría de los brujos Antioqueños.
Me dolía en lo profundo de mi alma, que Dina Luz perteneciera a otro hombre. Todas las noches mi pecho se llenaba de melancolía y eso se convirtió en algo insoportable hasta que decidí romper aquella tormentosa relación, para acabar con el dolor y la incertidumbre de un romance corto, interrumpido, con altibajos y desesperante. Nos amábamos con locura pero ella estaba atrapada en las garras de sus antiguas creencias religiosas y estaba más pendiente de sus reuniones sociales y de su esposo que de mí. Creo que estaba siendo un poco injusto al exigir los derechos que no me correspondían, pero mi espíritu machista y rebelde de antioqueño, no pudo soportar más la situación. Traté de educarla en una concepción más humana de la vida. Traté de llevarla por el camino que nos señaló aquel brujo maravilloso en medio de la montaña, pero ella nunca lo aceptó. Se ciñó al protocolo, a la etiqueta y a las costumbres diabólicas que le dictaba su esposo y que sólo lograron insensibilizar su alma y arruinar su corazón.
La noche en que di por terminado nuestro amor, pensé muchas cosas y con furia escribí la carta que le pondrá fin a nuestra relación.
Dina Luz: a mí me da mucha pena contigo, porque cada dos o tres días salgo con un mensaje diferente, pero hoy quiero terminar con todo y esta vez sí es verdadera y definitiva mi renuncia, a un romance en el que ni nos amamos, ni nos somos fieles, ni nos queremos, ni nada; y en el que no sirvieron ni las súplicas al diablo, ni a la unidad eterna, ni a nadie. Yo no tengo vocación, ni de mártir ni de amante de segunda y, por lo tanto, no te quiero volver a ver, ni a saber nada de ti. Me espantan tu mediocridad y las mentiras que dices cuando me quieres extorsionar con un hijo que, incluso, dudo que sea mío. Has matado el amor que sentía por ti, con la avaricia que has demostrado en tu loca carrera de acumular los tesoros y tesoros, que no podrás disfrutar cuando estés a merced de los enviados del demonio que sólo existen en tu imaginación. Con toda seguridad vas a tratar de ignorar estas notas que ahora estoy escribiendo y que lo hago para desahogar mi corazón, que se quiere estallar de furia, por tu mediocridad y tu lentitud. Siempre te amé, pero tú sólo deseabas las comodidades de las que siempre hiciste gala en tu sociedad de niña adinerada e irreverente. ¿No sé a dónde se ha ido tu inteligencia? Estoy harto de tu maldita calma que tanto me desespera y me preocupo por ese hijo soñado que ahora no me deja dormir en paz. Ya no quiero nada de ti. Ni tu cuerpo, ni tu gracia de satánica amañada, ni tu ambición de burguesa acorralada. No quiero nada de ti. No quiero compartir tu resignación en el infierno. Ya no quiero penetrar en tu trasero suculento, caliente y húmedo. No quiero lamer tus senos grandes y excitables. No quiero recorrer tus entrañas asombrosas y no quiero recorrer los senderos de tu genitalidad ninfómana. Deseo que saques todo el dolor que se acumula en mi interior, cuando mi machismo apasionado sólo encuentra las frías paredes de un cuarto solitario y vacío de ti. He invocado treinta mil veces a Mefistófeles, para que te traiga en cuerpo y alma hasta mi lado, pero al poderoso brujo se le olvidó que yo también soy parte de interesante trato. El oro fue una casualidad, como también son casualidades las herencias que reciben otras personas que, en realidad, son más perversas que nosotros mismos. A la hora de trabajar y de acumular capital, te has mostrado infatigable y segura, pero cuando de querer se trata, fluye una timidez y una lentitud que sólo es comprensible cuando sospecho que nunca me has amado. Todo fue una atracción física. Todo fue una farsa que no tuvo en cuenta la hermosura de los sentimientos y del pensamiento; porque la belleza del pensamiento ejerce aun más encanto que la belleza de las formas. Estoy desconcertado y me siento terriblemente mal, cuando me doy cuenta de que en esta traición que le hicimos a nuestro amigo, estuvimos buscando la aurora en un atardecer más oscuro que nuestros sentimientos.
Estoy vacío y muerto por dentro, y no quiero seguir sintiendo el dolor extraño que sentí hace algunos días cuando me diste la noticia de mi paternidad mentirosa. Te invito para que estés a mi lado por toda la eternidad y tú siempre te niegas; es ahí cuando me enloquezco y ciento deseos de escribir notas como ésta. Dina Luz, te odio y no quiero volverte a ver. ¡Qué ironía, hace algunos días escribí que de ti no sobraba ni un gesto, ni una actitud, ni un pensamiento, ni una mirada; que eras la mujer más tranquila, hermosa e inteligente del mundo y que eras la princesa con la que siempre soñé, y ahora te maldigo como a la peor de mis enemigas! ¡Dina Luz: me haces tanta falta que prefiero alejarte de mi corazón, antes que seguirte soportando!... Atentamente, Mateo.
Le envié esa aterradora carta y me refugié en mi silencio.
Pasaron los días, uno a uno, y mi adorada princesa seguía sumergida en ese silencio largo y desesperante que tanto me molestaba.
La amé y la odié.
Después pensé en ella con ternura y estaba odiando su ausencia nuevamente, cuando llegó una tarjeta que decía así:                                                                
 
 
 
Estimado/a amigo/a:
 
Queda usted cordialmente invitado/a a la fiesta que celebraremos en la finca “La capuchina de Medellín” el día 20 de septiembre del presente año, a las 8 p.m., para darle gracias al todo poderoso por la concepción de nuestro primogénito. Esperamos que usted no falte.                                                          
Atentamente: Juan, Dina Luz y Mateo.         
 
Aquel trinomio que invitaba me dejó estupefacto. Definitivamente, mis amigos eran muy originales y me seguían llevando en todos los proyectos que realizaban. Leí nuevamente la nota, cómo tratando de ver qué de extraño le podría encontrar una persona que no supiera lo de nuestro pacto con el brujo y lo de nuestra paternidad compartida, y la encontré absolutamente normal y discreta.
Me regocijé con emoción y me quedé pensando en esa noche especial, de duendes y brujas, en la que íbamos a celebrar la fecundidad de nuestra amiga. Todos nuestros actos llevaban el sello de la magia y el encanto de las sombras y la genialidad. La noche de la celebración sería una noche de calabazas y duendes.
Mis amigos daban un baile en su nueva finca y yo, para no quedarme atrás, invité a una joven dulce y hermosa. Dina luz me llamó por teléfono y acordamos que yo llevaría a mi pareja y a otras dos amigas de Juan, hasta la fiesta.
El día señalado recogí en mi auto a las mujeres y ellas se fueron conversando por el camino y dijeron algo que me puso furioso.
- Imagínense que Juan va a celebrar la preñez de su esposa. ¡Qué risa! ¡Pobre idiota!... ¿Quién sería el que le colaboró haciéndole el favor?... Porque a mí me consta que él es completamente impotente.
- ¡Cómo! - exclamó mi curiosa y mal educada acompañante - ¿Es que tú...?
- Claro, querida, a mí siempre me gustaron sus ojos verdes y con mayor razón desde que se volvió multimillonario. Yo me lo llevé a la cama varias veces, pero la cosa no funcionó como yo esperaba. El me acariciaba con deseo y se mostraba muy entusiasmado pero, cuando llegaba el momento cumbre se ponía muy nervioso y lo único que hacía era sudar.
- A mí me parece muy mal hecho de su parte, que esté comentando en público lo que ha vivido en su intimidad - protesté furioso ante el desagradable comentario que había hecho la muchacha.
- Ese señor no me dijo que le guardara el secreto y, además, yo nunca pensé que a usted le iba a chocar una conversación tan inocente. ¡Qué pena!...
El ambiente se puso tenso dentro del vehículo, cuando mi temperamento cambió de una forma notable. <<Eso le pasa a Juan por perseguir mujeres sin clase>> Pensé totalmente furioso.
El viaje transcurrió en completo silencio y ya el sol se estaba ocultando detrás de las montañas, cuando llegamos a la portería de la finca. El vigilante inclinó su cabeza para observar a los que íbamos dentro del vehículo y con un gesto afirmativo nos dio licencia para seguir adelante. El aire estaba pesado y sofocante, a pesar de que la luna y las estrellas enmarcaban el cielo en un hermoso anochecer. Las jóvenes comentaron la hermosura de la inmensa luna y dijeron que así era que las preferían los coyotes cuando iban a atacar. 
<< ¡Qué par de aves de mal agüero, eran las jóvenes amigas de Juan!>> Pensé nuevamente.
Avanzamos los últimos ciento cincuenta metros, soportando la atmósfera negativa que emanaba de sus estrepitosas sonrisas de mal gusto.
Estacioné el auto a todo el frente de la exótica finca, me bajé del automotor antes de que llegara el criado para abrir la puerta de las dos inaguantables cotorras. No sé qué fue lo que me afectó tanto, si el tono burlón y ordinario que le ponían a sus chismes, o la información que me verificaba la impotencia de Juan. El hijo que llevaba Dina Luz en su vientre era mío y ya me quedaba muy difícil seguir negándolo. Pero, ¿qué pretendía Juan, al programar esta fiesta mentirosa en la que iba a sufrir como un perro?... Yo conocía su carácter explosivo y me negaba a creer que aquella farsa fuera de su agrado.
Atravesé el jardín, subí las escalas que conducían a la puerta principal de la hermosa mansión y cuando estaba cruzando el vestíbulo me encontré con la mirada de los ojos más lindos del mundo. Allí estaba Dina Luz, sentada en un sofá de color café oscuro, que resaltaba la inmaculada blancura de su rostro. Mi adorada princesa parecía la más fina y delicada de las porcelanas.
En su mano de reina noble reposaba un vaso que, por el color, parecía contener un jugo natural de maracuyá o algo así. Tenía puesto un vestido blanco que realzaba la exquisitez de su hermosura, al dejar descubierta su espalda y sus finos hombros de princesa. A su lado estaba una humilde compañera, que fue su mensajera desde que estaba incomunicada. Yo me acerqué hasta ellas con decisión y, ante las miradas de los otros invitados que no conocía, las saludé con un beso en la mejilla.
- Hola, hermosas, ¿cómo han estado?
- Bien. Gracias - se apresuró a decir su modesta e inseparable amiga. Las dos estaban muy sonrientes. Dina Luz me miraba intensamente y empezó a decir en voz alta, para que escucharan los invitados que estaban cerca a nosotros.
- Señoras y señores, queridos amigos, les presento a Mateo el socio y casi hermano de mi esposo. Gracias a él, ustedes y nosotros, vamos a poder disfrutar de una fiesta tan prolongada como la deseen. Pueden comer y beber todo lo que quieran, y recuerden que la única regla es que no hay reglas. Siéntanse muy cómodos y sepan que esta humilde vivienda es de ustedes.
Mientras Dina Luz hacía los bondadosos comentarios sobre mi persona, que me hicieron poner tímido, llegó Juan hasta mi lado y en silencio me saludó con un apretón de mano y una mirada profunda, que no sé si era de odio o de amistad.
- Bienvenidos todos, y ya que está mi compadre aquí, que se empiece la fiesta. Música maestro - ordenó mi genial amigo y el salón se llenó de una música deliciosa.
Los invitados continuaban llegando a la mansión y Juan trajo a su esposa cogida de la mano hasta mi lado y me dijo:
- Baila con ella para que no se deprima, mientras yo saludo a los invitados que están llegando.
Yo acepté con un suave movimiento de cabeza y sentí que mi alma se llenaba de amor por aquella espectacular mujer. Me encantaba su figura delicada, su tono, su expresión y sus maneras. La apreté contra mi pecho y sentí su vientre abultado y una alegría celestial.
- ¿Y por qué lo de casi hermano? - pregunté, para realzar el buen detalle que ella había tenido conmigo, ante los demás invitados.
- Claro - me dijo suavemente al oído -, porque no te podía presentar como el gran amor de mi vida y como al directo responsable de la maternidad que hoy estamos celebrando.
Sus palabras me dejaron de una pieza. El calor se subió a mi rostro y la incomodidad me hizo sudar copiosamente.
- ¿Es verdad...?
- ¡Claro! - exclamó ella con toda seguridad - Y no lo dudes porque él es completamente impotente, ¿o acaso no te diste cuenta el día que me lanzó en tus brazos, allá en el riachuelo del paseillo aquel?
- ¿Entonces qué haces a su lado?
- Yo también lo amo a él y aunque tu machismo no te lo deje comprender, en la vida existen cosas más importantes que el sexo. Tú naciste para ser el reproductor y él nació para ser el tonto que se soporta todos mis caprichos, todas mis debilidades y mis vergüenzas, porque no creas que la vida es el paraíso continuo que tú quieres vivir y que te empeñas en que otros vivan. En la vida hay que trabajar, día a día, para conseguir el pan, para construir un hogar decente, para tener educación y poder descansar en una vejez tranquila.
Mi amada estaba hablando como si hubiera olvidado el trato con Mefistófeles y eso me gustó. Aunque no sabía si algún día podíamos llegar hasta esa vejez que ella predecía.
Gracias por las palabras que me has escrito, aunque la última carta no me agradó mucho que digamos. Las notas entre la vida y la muerte me han ayudado de gran forma y ahora me siento más segura.
Se terminó la melodía que estábamos bailando y nos quedamos mirándonos en silencio.
Esa mujer era un encanto. Su mirada tierna me conmovía profundamente y mi corazón se quería estallar de felicidad. Sentí la garganta reseca y miré a todos lados en busca de un sirviente salvador. Dina Luz adivinó mis pensamientos y me preguntó.
- ¿Quieres que te sirva un whisky?
- Sirve uno para mí y otro para ti.
- No, no puedo tomar bebidas alcohólicas, porque hace poco leí un recorte de periódico en el que se explicaba el daño inmenso que produce el licor en los bebes que están en proceso de gestación. Yo mejor me tomo un jugo de “borojó”, para que me dé la fuerza necesaria para hacerte feliz toda la noche.
- ¡Cómo! ¿Y tú esposo qué? - pregunté ante las palabras que me sonaron atrevidas.
- Tranquilo que yo ya hablé con él, cómo es que van a ser nuestras relaciones.
- ¡Cómo! - esas palabras hicieron estremecer mi humanidad completa - No me vas a decir que le has contado todo lo que pasa entre nosotros.
- ¡Claro! - murmuró con tranquilidad - Yo le conté todo desde el principio. Es más, un día él nos espió desde la otra habitación cuando hacíamos el amor.
- ¿Cómo? - eso era inconcebible - Caí en una trampa cobarde, en la que el único pecador era yo. Pasó un sirviente, cogí dos vasos con whisky, me los tomé uno detrás del otro y ni así me pude aliviar de la angustia que me embargaba. Quise reclamarle a mi tonta amiga, pero no tuve fuerzas para hacerlo. Yo era el único responsable de lo que estaba pasando. Me sentí muy mal y, para agravar la situación, Juan se acercó hasta nosotros lentamente, y como adivinando el tema de nuestra conversación, me dijo mientras palmoteaba mi espalda con una sonrisa irónica.
- No te sientas mal, que lo mío también es tuyo. Yo fui el que te la regalé, porque no vayas a pensar que una mujer como Dina Luz se puede comprar con las tres sucias monedas que pagaste por ella, y que cuando quieras te las devuelvo. Ven, marchemos mejor para el kiosco y allá nos tomamos unos tragos.
Salimos por la parte trasera de la finca y nos fuimos para el confortable kiosco de paja, donde las mujeres del servicio asaban la carne en parrillas de carbón. Todos los invitados andaban detrás de nosotros como en una procesión. El ambiente se llenó de alegría y Juan, con una orden, hizo que “El mariachi de Guadalajara” empezara a tocar. El licor corría en abundancia y yo empecé a abusar de él. Quise embriagar mis sentidos para no soportar la mirada acusadora de mi amigo. Los rostros de los invitados se fueron llenando de color y comían, hablaban y cantaban las canciones de dolor que interpretaban los mejicanos. Esa serenata era como para mí. Juan no perdía la oportunidad de ridiculizarme ante los invitados y yo, ya muy desorientado por los efectos del licor, silencie a todos los invitados y en un acto de machismo bárbaro, les pedí que me cantaran esa melodía que dice: “Lastima que seas ajena” Todos cantaban reían y aplaudían, y hasta Juan se mostró feliz con mi ocurrencia.
- Así es que me gusta a mí - me dijo al oído -, que me den donde más me duele.
Yo no entendí lo que significaban sus palabras y mejor me dediqué a buscar mi abandonada compañera que, ante mi descortesía, se fue a charlar con los músicos. Ella estaba furiosa y no quiso venir a mi lado. Eso me importó muy poco y más bien me tomé otro whisky.
El anfitrión tenía el rostro crispado por una furia inexplicable, que nadie notaba en medio de la algarabía general. Sus ojos miraban con furia a Dina Luz, cuando ésta se quedaba mirándome porque yo estaba visiblemente embriagado. Los sirvientes impecablemente vestidos iban de un lugar para otro, sirviendo el licor que encendía las emociones. Yo tomaba y tomaba licor sin parar. Dina Luz visiblemente preocupada se acercó y me dijo:
- ¿Tú es que te piensas matar o qué?
- ¿Cómo me voy a morir en dos veces, si tú ya me mataste con tu ignorancia? - contesté groseramente.
- ¿Y, ahora, qué hice? - se preguntó la inocente mujer que no entendía mis palabras de borracho.
- Le contaste nuestros secretos a Juan y eso nos puede llevar a una sola cosa, a la muerte.
- Deja de ser tan misterioso y tranquilízate, que a Juan no lo preocupó eso. ¿No te has dado cuenta de lo bien que te ha tratado?
- ¡Claro!... Primero me está dando el dulce, para después darme el garrote.
- ¡Qué bien! ¡Qué bien se ve mi linda esposa con mi mejor amigo!... Ustedes dos hacen una linda pareja, ¿ya lo sabían?...
Nadie contestó la irónica pregunta y Dina Luz, por primera vez, captó la furia reprimida que guardaba su marido en el pecho. El ambiente estaba demasiado tenso y yo, en medio de mi embriaguez, empecé a decir:
- Yo no sé qué pretendes con este juego, pero si es que Dina Luz te queda grande y ya no te la soportas, yo con mucho gusto me encargo de cuidarla, porque ella es una gran mujer que tú no te la mereces. Y si tienes un dolor por allá en el fondo del alma, me avisas que yo te lo curo cuando quieras; porque todo lo que a ti te pasa, es porque te da la gana, ¿o no?
Juan no contestó. Todos los invitados se quedaron mirando en silencio al escuchar mis palabras. Después, con torpeza, me fui en busca de otro whisky.
- ¿Y este hijo de prostituta es que se cree muy macho, o qué?... Pero deje y verá que esta noche le voy a dar donde más le duele - dijo Juan completamente loco. Después se fue para la barra y también se tomó un whisky. La pelea estaba casada. Dina Luz se acercó y le dijo llena de furia a su esposo:
- No trates mal a tu amigo, que si alguien tiene la culpa de todo, esa soy yo. Hoy quiero ser libre y me das la muerte o me voy con él.
Juan estaba extraordinariamente alterado.
- Claro, discusiones y deseos semejantes tienen que aparecer cuando la garra del Diablo intercede - Balbuceó el anfitrión con rabia. - ¿Por qué tiene que ser la misma Dina Luz la que pida la muerte? ¿Por qué, en esta noche en que yo lo deseo hacer?...
A Juan siempre le iba a parecer extraña aquella coincidencia. La acalorada discusión tenida con su mujer, ejerció en él una increíble influencia a medida que avanzaba la noche, como si hubiera una determinación anticipada, como si hubiera una orden de Satanás.
El esposo de Dina Luz se fue para el jardín de la casa y se dejó caer en la grama. Se quedó acostado, inmóvil, durante unos treinta minutos. Nunca pudo recordar lo que había pensado en ese rato. Se dio cuenta de que una intensa fiebre se estaba apoderando de él, sintió escalofríos y pensó que era mejor acostarse en la cama, pero no tuvo fuerza para levantarse y allí se quedó dormido
- ¡Qué vergüenza que estés ahí tirado! - exclamó con furia la desesperada esposa - ¿No puedes controlar el maldito licor, o qué?
Juan se levantó tambaleando. La cabeza se le quería reventar. Entró en la casa a toda prisa y fue a dar de bruces a su cama de matrimonio.
- ¿Qué es lo que te pasa? - preguntó la ofuscada esposa, nuevamente - ¿Estás enfermo, o qué?
Juan no respondió nada.
- ¿Qué te hizo daño?
- Tu traición - balbuceó Juan con rabia, cerrando los ojos y golpeando su frente contra la pared.
La mujer continuaba mirándolo.
- Te tiene cogido el Diablo - dijo, ella, como burlándose. Después dio media vuelta y salió del cuarto. Regresó a los diez minutos con una navaja en la mano. El seguía tirado de bruces. Dina Luz estaba furiosa y lo levantó del cabello y le entregó la navaja.
- ¿Qué estás esperando para degollarme? - preguntó mirándolo con desesperación. El se levantó sin decir nada, tiró la navaja en la cama y se quedó observando al techo.
- ¿Eres un marica, o qué? - preguntó la mujer, que se quedó sin respuesta otra vez.
- Por lo menos, que no se te note tanto - le dijo con sincera vergüenza - ¿Me vas a matar, o me vas a dejar ir?
- Ahora, más tarde te mato - contestó él, casi sin fuerzas -... ¡Lárgate!
Ella se quedó mirándolo con asco y después salió del cuarto.
A los pocos minutos, Juan cogió la navaja, extrajo la afilada hoja y se quedó observándola largo rato.
El no quería cometer un crimen. Se le quitó el dolor de cabeza y se tiró nuevamente en la cama, pero no pudo dormirse. Pensó en Dina Luz y se levantó como un rayo. La casa estaba llena de ebrios por todas partes, y en las camas dormían de a tres y de a cuatro personas. Buscó a Mateo en el cuarto de los huéspedes y allí lo encontró completamente ebrio. Lo sujetó del cabello y contempló sus ojos perdidos en el efecto del alcohol. Cogió la navaja y se la puso en la yugular. Su cuerpo se estremeció y le entró un inmenso deseo de matarlo. Lo puso boca abajo en la cama y le tapó el cuerpo con una cobija. Escogió el punto preciso donde iba a romper la vena y empezó a temblar enloquecido... No fue capaz de matarlo. Definitivamente él era muy poco hombre. Mateo, aún estando en estado de inconsciencia, lo atemorizaba profundamente y no veía en él a su amigo, sino al mismo Mefistófeles. Salió de esa habitación y corrió en busca de su cama matrimonial. Se tiró de espaldas en ella y se quedó descansando. Soñaba despierto y sus sueños no podían ser más raros: Le cortaba los dedos a Mateo y los dedos adquirían vida propia. Le cortó la cabeza y la cabeza protestaba sacándole la lengua y gritándole cosas obscenas. Descuartizó a su amigo a toda prisa y regó los pedazos de su carne por toda la habitación y ellos, envueltos en un gran ventarrón, se juntaron para formar el aterrador Mateo que se levantaba lleno de fuerza para castigar su asesinato. Sintió que sonaban las tres de la madrugaba en el reloj y se dio cuenta de que él y su esposa eran los únicos que quedaban despiertos en la casa. Mateo se convertía en un monstruo cada vez que él deseaba asesinarlo y sólo le quedó una alternativa para calmar su sed de venganza; tendría que asesinar a su esposa. Antes, cuando se imaginaba eso, se figuraba que tendría mucho miedo, pero ahora tenía poco, casi nada. En aquellos momentos corrían por su mente imágenes distintas a sus objetivos. Se imaginó el cuarto lleno de luces como una discoteca y con pista de baile y todo. Quería una casa llena de música, luces y licor. Después se quedó pensando en otra cosa...
- ¿Por qué el hombre se deja arrastrar por el vacío de la perdición, como si se tratara de un imán que lo atrajera inevitablemente? ¿Será qué todos queremos caer al vacío voluntariamente? - meditó en voz alta.
Recordó su trato con Mefistófeles y por un instante volvió en sí.
- Qué brutalidad - gritó - ¡No!... ¡Es mejor no pensar en eso!... Cuando uno está perdido todas las cosas lo empujan para que caiga ligero.
Un deseo se cruzó por su mente un solo instante, veloz como un rayo, y él se apresuró a desvanecerlo... Tenía suerte de que todos estaban ebrios y nadie se percataría del hecho. Tomó aire y se tocó el corazón que le latía con fuerza, después de abrir la navaja y colocarla abierta en el bolsillo derecho de su chaqueta. Se quedó esperando en silencio a que llegara su escandalosa mujer. En aquel momento, sin embargo, estaba todo en silencio como si llegara la muerte. No se escuchaba nada. Juan se sofocaba. Por un instante pensó que ella se había escapado y su pecho se llenó de furia, pero se quedó esperando en silencio. Salió hasta la puerta y aguzando el oído se puso a escuchar. Silencio sepulcral. Miró a su alrededor por última vez, para comprobar que estaba completamente solo, y revisó el bolsillo de su chaqueta para comprobar que la navaja estuviera allí.
<< ¿Tendré las fuerzas suficientes? - pensó - ¿Estaré enfermo?... Dina Luz es fuerte y está sobria. Voy a esperar a que mi corazón se calme. >>
Pero el corazón no dejaba de martillarle. Cada vez estaba más agitado. No pudo controlarse. Abrió con cuidado la puerta y llamó:
- Dina Luz, ven acá.
No respondió nadie. No tenía necesidad de armar un escándalo. Su mujer estaba en cualquiera de las habitaciones y no era sino ir por ella, o esperar a que regresara. Aplicó el oído a la puerta y se quedó escuchando. Sintió que la puerta del baño se movió con suavidad y supo que su mujer se le estaba escondiendo. El conocía su forma de actuar. Juan hizo ruido en su cuarto y cantó con naturalidad, para que su esposa percibiera la normalidad y regresara confiada, pero no fue así. Sin poderse controlar por más tiempo, salió de su cuarto y se fue para el baño.
La puerta estaba abierta formando una estrecha rendija y, de nuevo, los ojos curiosos trataron de ver en la oscuridad. En aquel momento Juan se aceleró y dio un paso adelante, Dina Luz se apartó asustada y se quedó mirando a su esposo sin decir nada.
- ¿Qué hubo linda? - preguntó, Juan, tratando de fingir la mayor naturalidad posible, pero no lo logró, porque la voz sonó muy irónica - Ven que te voy a decir una cosa, pero será mejor que enciendas la luz.
Empujó la puerta y sin esperar a que ella lo invitara, entró y encendió la luz. La mujer corrió hasta el fondo y dijo:
- ¡Juan! ¿Pero qué te pasa? ¿Me quieres asesinar, o qué?
- Perdona que interrumpa tus meditaciones, pero me parece ridículo que estés aquí donde hace tanto frío. Ven, vamos para el cuarto, que aquí te vas a enfermar - dijo el hombre como queriendo protegerla.
Dina Luz clavó la mirada en los ojos de su esposo. Lo miraba atentamente, con miedo y desconfianza. Transcurrieron uno o dos minutos y Juan vio en los ojos de su esposa un brillo de resignación, como si lo hubiera adivinado todo. Tenía la sensación de que había perdido toda la fuerza, de que el miedo se apoderaba de él; un miedo terrible.
- ¿Qué pasa? ¿Por qué me miras así? - preguntó con furia - Si quieres vienes y si no te quedas ahí como lo que eres, una perra.
Nunca pensó decir esas palabras. Esas ofensas le salieron como dictadas por Satanás. Dina Luz recobró la compostura y dijo:
- ¿Por qué me tratas de esa manera, Juan? ¿Qué quieres? - dijo llegando hasta su lado.
- ¿Qué estás haciendo en este cuarto frío, si la cama tibia te espera?
- ¿Qué te pasa que estás tan pálido? ¿Estás enfermo, o qué?
- Tengo fiebre por culpa de ese maldito licor.
Las fuerzas ya le abandonaban, pero la mujer creyó la respuesta y pasando a su lado le dijo:
Vamos a dormir, pues.
Juan sacó la navaja y cuando ella le dio la espalda, la sujetó del cabello y en fracciones de segundo se la pasó por el cuello y sintió la sensación de que había cortado una gran cantidad de tallos de cebolla. Su mano se llenó con la sangre caliente que empezó a brotar a borbotones. Dina Luz se agitó con tanta fuerza que lo arrastró al suelo detrás de ella y al momento empezó a convulsionar al lado de él, haciendo un ruido infernal. Fueron unos minutos que parecían eternos y como ella seguía brincando, sin querer morir, él la chuzaba en el pecho con la navaja como queriéndole buscar el corazón.
Quedó completamente empapado de sangre caliente. Desde la cabeza hasta los pies. Ella por fin se quedó quieta y él se levantó para observar la macabra escena. Juan retrocedió unos pasos, dejó caer la navaja y se lanzó nuevamente sobre su mujer para besarla con llanto desconsolado. 
- ¡Maldito, Diablo! ¿Qué me has obligado a cometer?...
Dina Luz estaba muerta. Tenía los ojos abiertos y la cara muy pálida por la pérdida de la sangre.
Juan estaba en plena posesión de sus facultades mentales. Había desaparecido el miedo y la fiebre, pero todavía temblaba de pies a cabeza. Sin perder tiempo fue a la cocina por un cuchillo y por unas bolsas plásticas de esas en que se echa la basura. Regresó y con toda la frialdad del mundo empezó a descuartizar a su amada. Le cortó las manos a la altura de la articulación del codo y, una a una, las empacó en una bolsa. Después los brazos a la altura del hombro y también los empacó. Después cortó los pies a la altura de las rodillas y los metió en la bolsa que ya estaba casi llena. Fue hasta la cocina y trajo un trapo para ir limpiando la sangre que voló a las paredes, luego introdujo el cuerpo en otras dos bolsas. El cuerpo se deslizó con precisión en las bolsas y Juan, embarrado de sangre de los pies a la cabeza, se lo echó al hombro con mucho esfuerzo y salió tambaleando en busca de la caja del auto. Con mucha dificultad puso el cuerpo al lado del coche, abrió la caja y sacando fuerzas de donde no tenía, subió el pesado cuerpo y lo lanzó en el espacio que quedaba al lado de la herramienta. Después se fue corriendo hasta el baño y trajo el paquete que contenía los brazos y las piernas, y también lo tiró ahí. Se quedó mirando unos segundos y después cerró la tapa.
Regresó hasta la casa, fue al baño, se despojó de la ropa sucia y se duchó. Cogió el jabón y empezó a lavar la sangre de las paredes. Limpió todo. Salió desnudo y fue hasta su cuarto en busca de una toalla y de la última ropa limpia que le quedaba. Se secó y se vistió. Fue hasta el auto, se subió y salió a toda prisa para la colina del mausoleo que quedaba a todo el frente de la finca. En el auto se fue pensando en las gotas de sangre que el cuerpo debía ir regando por todo el camino, pero no le importó.
El miedo se apoderó de él cada vez más y más. Llegó hasta la colina e introdujo el cuerpo en el mausoleo que tenía preparado; se ensució nuevamente la ropa y las manos, y lleno de furia regresó hasta la casa. Tomó una trapera, limpió todos los rastros de sangre de la caja del auto y se acostó completamente exhausto.
El universo siguió marchando en su tranquilidad inmutable y Mateo seguía durmiendo tranquilamente, sin saber lo que había sucedido.
Juan permaneció acostado toda la mañana. Estaba medio dormido y pensaba en cosas ridículas, pero no se atrevía a levantarse. Por la ventana entraban los radiantes rayos del sol de un nuevo día.
El asesino continuaba tirado en la cama con un fuerte dolor de cabeza y una terrible sed que lo obligaba a estar pensando en un refresco. La música inundó el ambiente con las mismas melodías que habían escuchado la noche anterior. << ¡Ah! Qué resistencia la que tienen esos sinvergüenzas - pensó - bebieron toda la noche y van a continuar con la fiesta, Qué cosa tan horrible! >> De repente, se levantó como un rayo.
- ¡Cómo! ¡Dios mío! ¿Cómo he podido asesinar a mi gran amor? - Creyó volverse loco. Sintió deseos de vomitar y todo su cuerpo se agitó como la hoja de un árbol. Una fiebre terrible se adueñó de él y empezó a sudar a chorros. Apoyó la cabeza contra la pared y lleno de pánico se puso a contemplar la sangre reseca que manchaba sus manos y su ropa. No se explicaba cómo, después de haber cometido un crimen tan horrendo, había regresado en medio de la noche. - ¿Si me hubiera encontrado con alguien qué explicación le hubiera dado, y si ?... 
Corrió hacia la puerta y a pesar de que la música retumbaba como por arte de magia, todos estaban durmiendo la borrachera de la noche anterior. Eran las diez de la mañana, aproximadamente, y en la finca nadie recobraba el conocimiento. Examinó el piso y empezó a borrar las huellas que había dejado en su irrupción nocturna. << ¿Quién notaria nuestra ausencia?... ¿Quién habrá encendido el equipo de sonido? >> pensó completamente angustiado. Era inútil, todos sabían que Dina Luz era su compañera inseparable. Un escalofrío terrible se apoderó de él; le castañetearon los dientes y se le erizó el pelo de sólo pensar en la situación. Planeó una disculpa y se la repitió como cien veces, hasta que se la supo de memoria con detalles y todo. El plan era perfecto. Sólo tendría que convencer a Mateo, porque los otros invitados eran prácticamente unos desconocidos. De pronto recordó que en la chaqueta tenía la navaja con la que sacrificó a la pobre mujer. ¡No pensó arrojarla en el monte! ¿Qué le estaba sucediendo? ¿Por qué no le funcionaba el cerebro?... Miró la navaja con estupor y no creyó que esos escasos siete centímetros de ensangrentado acero, hubieran sido suficientes para haber asesinado a su amada. Se subió en la cama y en el espacio que formaban las vigas con el techo, escondió la peligrosa arma. << Estoy completamente salvado. En este país de Colombia, si a uno no lo cogen en el momento mismo del crimen, después todo se pierde en el papeleo de una fiscalía deficiente. >> pensó, sintiéndose más tranquilo. Luego sonrió sin sentirse del todo bien.
<< ¡Dios mío! - exclamó al no poder borrar todos los acontecimientos de su mente - ¿Cómo puedo pensar en Dios, después de todo lo que he hecho? ¿Cómo voy a suplicar clemencia, si por pura ambición le vendí mi alma a Mefistófeles? ¿Cómo puede un asesino, como yo, suplicar favores del cielo? >> Nunca había pensado en eso. Todo lo creyó imposible y ahora no sabía qué hacer. << ¿De qué me estoy quejando si yo escogí este camino?... Cuando elegí lo sobrenatural, lo elegí con todas sus ventajas y todas sus locuras - pensó envalentonado - ¿Será qué me estoy enloqueciendo? >> Se tiró en la cama completamente agotado. La fiebre lo hacía temblar de pies a cabeza y el pánico lo obligó a refugiarse debajo de las cobijas. Al poco tiempo se quedó dormido. Soñó que Dina Luz le hablaba con una pequeña criatura en sus brazos y se levantó completamente bañado en sudor. << ¿Porqué no escapo sin que nadie me vea?... ¿No me he cambiado esta ropa manchada de sangre?... ¿Qué me pasa?>> Se desvistió a toda prisa y cuando estaba completamente desnudo, se dio cuenta de que no tenía ropa para cambiarse. Se concentró mentalmente hasta sentir dolor en el cerebro, apretó el talismán y rogó: << Querido Mefistófeles, mándame ropa para cambiarme. >> Se quedó mirando para todos lados y nada apareció. Empezó a buscar por toda la habitación y cuando se fijó debajo de la cama, preciso, ahí había una caja de cartón con ropa más o menos a su medida. << Yo no sé si es coincidencia, pero todo se cumple tarde o temprano. >> Pensó completamente tranquilo. El trato se estaba cumpliendo y eso le daba mucha satisfacción. << ¡Qué nadie se percate de la ausencia de Dina Luz!>> Rogó nuevamente, mientras se echaba la bendición. Se estremeció aterrado por su maldad.
- ¡Dios mío! - balbuceó con angustia - ¿Qué fue lo que hice?... ¡Sinceramente, el juicio me abandona!
Se tiró en la cama completamente agotado y un escalofrío recorrió todo su cuerpo. Se metió debajo de las cobijas. El sueño y el desvarío se apoderaron de él y se quedó dormido.
Despertó alarmado, miró el reloj; había transcurrido más de una hora desde que se acostó. Se lanzó sobre la caja de cartón, escogió la ropa y empezó a vestirse. << ¡Cómo he podido perder tanto tiempo sin escapar!... ¡Todavía no he tapado el cadáver!... ¡He olvidado borrar las huellas! ¡Lo he olvidado todo!...>>
Cogió la ropa sucia y la metió en el fondo de la caja
- Nadie va a buscar lo que no sabe que existe. ¡Afortunadamente la vida es así! - concluyó parado en medio del cuarto. Trató de concentrarse y en medio de su desesperación se trazó un pequeño plan: << Entierro el cadáver, borro las huellas y me hago el loco. Afortunadamente nadie pregunta por ella. ¿Qué más es lo que tengo que hacer?... ¿Será qué me estoy enloqueciendo? ¿Será qué Dios me está castigando?... ¿Será qué ya estoy yendo derecho al infierno?... ¿Qué estoy pensando? >> - se preguntó furioso.
En ese momento empezó a pensar en Dina Luz y en la enorme herida que le abrió en el cuello, y que le dejó ver pedazos de carne blanca como nervios. << Con una herida de esas se muere hasta el diablo>> Metió la caja debajo de la cama, miró a su alrededor y no encontró nada sospechoso. << ¡Qué bien, todavía conservo la claridad mental y eso significa que la locura fue pasajera >> Pensó con mucha satisfacción, sintió deseos de sonreír pero se contuvo. <<No me puedo dejar dominar por el sentimiento de culpa, que me administra la voz de una conciencia ridícula que no existe. Es mejor eliminar todas las pruebas. >> Se arrodilló en el piso, sacó la caja y extrajo la ropa sucia. << ¿Qué voy a hacer con esto? ¿En qué guardo toda esta porquería?...>>
Estaba de pie, en medio del cuarto, sin saber qué hacer con toda esa ropa.
- ¿Y si la quemo?... No, el humo alertaría a los que están durmiendo. Lo mejor es que Mefistófeles me proteja nuevamente.
Se sentó en la cama, extrajo el amuleto de su bolsillo y empezó a decir:
- En nombre del brujo todo poderoso, y haciendo huso del trato que tenemos, que se borren todas las huellas del crimen y que nadie se entere de que esta ropa existe, manchada con la sangre de un amor traicionero.
Quedó como cansado y se estiró en la cama por completo, dejando que los escalofríos recorrieran su desalentado cuerpo. No se durmió. Estuvo pensando en el asunto y por más vueltas y vueltas que le daba, no hallaba la solución que tampoco estaba buscando en medio de su inconsciencia. Allí permaneció largo rato.
- ¿Quién está ahí?... ¿Cuál es el vicio de encerrarse y no contestar cuando uno les habla? - gritaba la amiga anónima de Mateo, mientras golpeaba la puerta - Qué listos son, la traen a una para esta finca, se la disfrutan y apenas es hora de regresar, todos se hacen los borrachos para evadir la responsabilidad.
- ¿Qué desearán?... - Se preguntó Juan al escuchar unas voces femeninas - ¿Abro la puerta o me hago el dormido?...
El anfitrión levantó la cabeza, miró con pereza hacia la puerta y concentrando todas sus fuerzas preguntó:
- ¿Qué necesitas?
- ¿Cómo?... ¿Qué necesito?... Si oyes a este idiota - exclamó la mujer como dirigiéndose a otra persona -. Yo soy la amiga de Mateo y me tengo que ir para la casa.
- Dígale que la lleve, que él fue el que la trajo - contestó Juan, ofuscado por la grosería de la chica que reconoció inmediatamente por su voz.
- ¡Juan! ¡Por favor! - rogó la muchacha al otro lado -, lléveme que él todavía está borracho.
<<Así está mejor - pensó con satisfacción -, yo creo que ya es hora de enfrentarme al mundo con mi nuevo rostro de asesino. >>
Se levantó tambaleándose como si estuviera mareado, quitó el seguro de la puerta y giró la perilla. Allí estaban la amiga de Mateo, su antigua amante y otra mujer muy robusta y con el pelo ensortijado y alborotado como un pajonal.
Las mujeres lo miraron de manera extraña. Juan las contempló con desprecio, pero se serenó cuando pudo apreciar el cuchillo que llevaba la gorda en la mano derecha.
- ¿Y para qué es ese aparato? - preguntó alarmado.
- Era por si algún atrevido me faltaba al respeto a media noche.
Juan respiró con desaliento, al reforzar su vieja teoría que decía que todas las mujeres feas son acomplejadas y violentas.
Díganle a Mateo que las lleve, que él fue el que las trajo.
- No, ese está inconsciente desde las dos de la mañana y aún no ha podido despertar.
<< ¡Cómo! - aquellas palabras fueron música para sus oídos - Estoy completamente salvado. El único que me puede reclamar por el incidente estaba aletargado y embrutecido por el alcohol. ¡Qué bien!>> Pensó con alegría y envalentonado dijo:
- Bueno, mis lindas amigas, ya que ustedes han estado conmigo prácticamente toda la noche, merecen que las acompañe por ese largo y tortuoso camino de mi salvación.
Ellas no entendieron esas palabras, pero les dio gusto de que alguien las llevara hasta sus casas.
Juan llevó las mujeres hasta el pueblo y cuando regresó, por la tarde, la finca estaba completamente solitaria. Todos se habían marchado y nadie preguntó por Dina Luz.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPITULO NÚMERO SIETE
 
 
Pasaban los días, uno detrás del otro, con una lentitud pasmosa.
Yo estaba muy preocupado desde aquella mañana en que me levanté completamente embriagado por los whiskys que me había tomado en la fiesta. Les pregunté a todos los invitados por Juan y Dina Luz y nadie me supo dar razón de ellos. Aquella mañana no tuve la paciencia para esperar su regreso y ahora me hallaba preocupado porque en mi corazón y en mi alma hacía falta algo. << ¿Dónde estás corazón que no oigo tu palpitar?>> Me preguntaba al sentirme solo y abandonado por mí amor, que no me había vuelto a llamar. ¿Qué le estará pasando? ¿Será qué se olvido de mí, así, sin más ni más? ¿O será qué...? ¡Cómo!
Por primera vez se me cruzó en la mente una idea macabra. Dejé todo tirado en la finca y me fui a toda prisa en busca de Juan.
Por el camino se me quería cruzar un feo pensamiento en la cabeza y yo lo rechazaba a toda costa. Después me sentí ridículo al imaginarme esas bobadas y empecé a inventar disculpas para justificar la visita que iba a hacer, pero no encontré ninguna.
<< Yo también tengo derecho a visitar a mis amigos cuando lo desee; es imposible que les parezca raro que yo los quiera. >> Pensé como disculpándome.
Fueron cuarenta y cinco minutos de viaje, en los que luché por no pensar en lo que me estaba imaginando.
Mi corazón se agitaba con violencia y la impotencia se generalizaba con tanto ímpetu en mi cuerpo, que había veces en que sentía que la fuerza abandonaba mis manos. Frenaba el auto, respiraba profundamente, sujetaba con furia el timón y cuando me sentía bien, continuaba la marcha. << El trato que creen tener con su demonio imaginario, equilibra sus fuerzas y es imposible que ella se haya dejado...>> No lo quería pensar. Estaba muy agitado y el sudor me corría a chorros por todo mi cuerpo.
- Ese marica, hijo de perra, me la va a pagar - gritaba con desesperación ante la lentitud de mi carro -. ¿Y si la mató qué hago?... ¿Por qué lo estoy pensando?...
Al admitir la posibilidad de su muerte con mi pensamiento, estoy generando la acción que a su vez me hace reaccionar con violencia y que me tiene al borde de la locura en medio de este carro que es más lento que una tortuga.
Me obligué a pensar en otras cosas y pasee mi mente sobre frases y párrafos que alguna vez me parecieron interesantes.
<< “Habláis cuando dejáis de estar en paz con vuestros pensamientos.” >>
<< “Nunca podrás subir más arriba de tus éxitos, ni descender más abajo de tus fracasos.”>>
Aquel ejercicio era ridículo y lo rechacé más ofuscado que nunca. No podía apartar mi pensamiento de Dina Luz y con mi pensamiento estaba generando la energía negativa que abría la posibilidad de su muerte. Muerte en la que yo tenía un alto porcentaje de culpabilidad por mis actitudes, por las malditas palabras que pronuncié una vez que me tenía desesperado. ¿Y si la mató qué hago? ¿Cómo se puede castigar a una persona que cree tener un pacto con un diablo inexistente?
- ¿Pero qué estoy haciendo? - grité lleno de dolor - ¿Cómo puedo estar pensando en cosas tan horribles?... Tengo que pensar en cosas distintas.
<< “Ningún hombre puede revelarnos nada distinto de lo que, a medio dormir, reposa en el aura de nuestro conocimiento.”>>
- Yo soy un hombre inteligente y tengo que manejar esta situación con la calma que la manejaría un genio - me dije como si fuera otra persona.
<< ¿Genio? - pensé - ¿Y cómo es un genio?... El genio es aquél que explora las profundidades y se mueve en las alturas, para volver de unas y de otras, con la imagen del hombre perfecto y la de su supremo ideal, o sea la imagen de una vida que no está subordinada a las leyes de la muerte, ni sometida a las cadenas de la carne y de la sangre, ni aprisionada dentro de los límites del tiempo y del lugar. >>
Estaba completamente loco.
El camino se hizo muy largo y yo, mientras tanto, pensé en un mar de barbaridades.
Llegué a la finca. Me detuve furioso. Bajé del carro, toqué el timbre de la puerta principal y nadie contestó.
- Juan, abre la puerta maldito. - Grité con toda la fuerza de mis pulmones, pero el silencio fue la única respuesta. Mi perverso amigo no estaba. Di la vuelta al rededor de la casa y en la colina del frente observé la figura de mi inconfundible rival. Desde que salí de mi casa, nunca pude pensar en la posibilidad de que Dina Luz estuviera viva. Estaba lleno de desesperación y, sin seguir el camino, me fui corriendo por la grama en busca de mi repudiado amigo. Subí a toda prisa y llegué sin aliento. Estaba pálido por la furia, aún sin comprobar lo que me estaba imaginando.
- ¿Dónde está Dina Luz? - fue lo primero que le pregunté completamente agitado por el veloz ascenso.
- La palabra que se dice, el documento que se firma y todo lo que hacemos es responsabilidad absoluta de nuestros seres... Tú predicas mucho lo que son las acciones y las reacciones, y, por lo que veo, te falta mucho en tu camino hacia la evolución de tu conciencia, porque deberías suponer que tus violentos actos de traición te traerían inmensos mensajes de un dolor que va a desgarrar tú alma. ¿Por qué has llegado hasta aquí? ¿Por qué vienes en ese estado de agitación y desesperanza? ¿Será qué te sientes culpable de algo?... Yo siempre pensé que tu gran sabiduría te llevaría a concluir que si te manejas mal, traicionando la confianza que te brindan tus...
 - Deja tus explicaciones estúpidas y dime dónde está Dina Luz.
- Allí, en el mausoleo - contestó Juan, con mucha seguridad.
- ¿Cómo así, hombre? - pregunté, completamente desconcertado.
- Acompáñame - dijo con tranquilidad el psicópata.
Aquello fue como un mazazo en todo el centro de mi cabeza, porque no sabía qué hacer.
Caminamos por el jardín, dándole un rodeo a una pequeña casa que yo no conocía, para después alejarnos lentamente de ella.
La grama estaba muy bien cuidada y la total ausencia de hojarasca, hacía pensar en un esmerado trabajo del jardinero.
La tarde era muy hermosa y soleada. El viento agitaba los eucaliptos y los guadales que se elevaban formando un círculo cerrado en el que entramos por un pequeño espacio. Aquello parecía un templo natural. La paz y el silencio que reinaban en el recinto, parecían rendirle un homenaje a las sombras y a los rayos del sol que penetraban juguetones por los pocos intersticios que dejaban las ramas.
Juan estaba más pálido que de costumbre y sus movimientos nerviosos hacían percibir en la atmósfera, que estaba sucediendo algo extraño.
- ¿Qué está pasando aquí? - pregunté negándome a comprender una verdad que flotaba en el ambiente.
- ¡Estás a punto de encontrarte con la verdad de nuestras vidas! - exclamó Juan con inusitada fuerza y tomándome por el brazo, me llevó hasta el centro del misterioso santuario. Allí casi pierdo el sentido ante la fuerza de la aterradora realidad. En la mitad de un rústico mausoleo de piedras grises y negras, brillaba la inmaculada blancura de una placa de mármol que decía: <<Dina Luz Álvarez, 20 de septiembre del 2017 - >>
- Pero, ¿qué es esto? - grité mientras sujetaba a Juan por el cuello - ¿Qué le has hecho miserable?
- La he matado - contestó tranquilamente el interpelado, sin oponer resistencia.
Yo sentí que el mundo se me derrumbaba. Tenía cogido del cuello al asesino de mi amada y de mi hijo, y sólo tenía dos opciones: o lo mataba o lo perdonaba.
<<No le puedo sumar otro error a la cadena de errores que he cometido, que lo castigue la unidad eterna. >> fue lo que pensé en fracciones de segundo, antes de soltar al asesino.
- ¿Le has dado muerte?... ¿Qué pasó? - interrogué completamente dolido e impotente.
Juan me miró con furia, cuando se sintió libre de las manos que habían atenazado su cuello.
- Era una traicionera de tiempo completo, ¿quieres verla?... Si tú quieres la desenterramos.
A mí se me escapó un sollozó en silencio. Mí rostro se contrajo en una mueca de dolor y de mis ojos brotaron lágrimas con abundancia. Durante unos segundos me quedé mirando sin entender nada. Los latidos del corazón se me hicieron demasiado fuertes y tuve que abrir la boca para buscar el aire que le hacía falta a mis pulmones. Respiré con fuerza y los ojos se me fueron inyectando con la sangre contaminada por el odio. Todo era siniestro. El silencio se rompía con el lamento del viento, en las hojas de los tristes guadales. Sentí deseos de asesinar a mi amigo y con furia inconsciente se mordí el labio inferior hasta que me brotó sangre.
La blanca nitidez de la lápida se arruinaba con el festín que armaban las moscas atraídas por el olor nauseabundo de una tumba mal cerrada, que empezaba a percibirse en el ambiente. Sentí deseos de estrangular a mi desquiciado amigo, pero no hice nada.
- Marchémonos - dijo Juan, dando la espalda y empezando a caminar hacia la salida. Yo parecía una autómata, y los dos abandonamos el extraño templo natural y nos fuimos caminando sobre la suave grama.
La furia que se albergaba en mi corazón era cada vez más grande y me obligaba a estremecerme ante el horror del crimen, pero no pude hacer nada porque yo también me sentía culpable.
- Observo, querido rey de la selva, que estás completamente furioso conmigo. Esa actitud me gusta más que ninguna otra, porque quiero saber cuál es la reacción de un valiente cuando han asesinado cobardemente a su amor platónico. Sí, yo la maté y no me pude contener. En ese instante pude aspirar el perfume mágico de su voluptuosidad traicionera. Pude sentir la suavidad de su piel pecadora y sin pensarlo mucho, extraje la navaja que llevaba en uno de los bolsillos de mi pantalón, la sujeté con fuerza del cabello y empecé a cortarle el cuello. Apreté la navaja y se rompió la piel, hice más fuerza y corté las venas que inundaron mi mano con el torrente de una sangre demasiado caliente. Ella luchaba por soltarse y en mitad de su esfuerzo, el aire y la sangre se le escapaban con el color rosa de su rostro, que se fue cambiando lentamente por la palidez marmórea de la muerte. Yo la sujeté hasta que sus ojos se dilataron y se fue en busca de un alma que voló al infierno que ella misma escogió y que nos obligó a escoger a nosotros. Ese fue el final de nuestra querida e inseparable compañera.
Yo escuchaba sin poderlo creer, esforzándome por no lanzarme sobre el demente y asesinarlo con mis propias manos. Estaba tratando de comprender lo que decía el idiota, con la mirada obstinadamente fija en mí. Aquel idiota que hasta ese día fue mi amigo.
- ¿Estabas consciente de tus actos? - pregunté mirando con tristeza hacia el guadal.
- Sí, y lo he disfrutado mucho, porque tú sabes que las mujeres son fuente inagotable de falsedad y traición... Si tú no posees la estabilidad económica y el círculo social que les garantice la eterna adoración de sus egos inflamados de poder, derroche y fantasía, entonces ellas no escatimarán esfuerzos para hacerte sentir como el pobre miserable que eres. Ellas son unas eternas adoradoras de la humillación. Si tienes dinero te harán sentir las imperfecciones de tu cuerpo. Si tienes una figura espectacular, todos los días estarán renegando de tu educación y de tu clase, y si tienes dinero, educación, físico y clase, ellas fácilmente se inventarán un valioso motivo para hacerte la vida imposible. No te lamentes por la muerte de esa libertina. Ella era una simple y desvergonzada mujer.
- Escucha, Juan, tú has cometido un crimen horroroso y yo te voy a hacer pagar muy caro por él.
- ¿Y es que tú piensas que a mí no me ha dolido?... Desde el momento en que empezó a ser tu amante, desde el momento en que conocí su alma sucia, desde el momento en que me di cuenta de que ella era igual a todas las otras, desde el momento en que perdí todas las esperanzas y comprendí que el amor es la más vulgar mercancía en sus corazones; desde ese momento estoy, más que castigado, muerto en vida. No hay nada limpio y sincero en la terrible realidad de nuestro tiempo. Todo gira en torno a la farsa grotesca de los beneficios.
- ¿Y qué piensas hacer después de esa monstruosidad? - dije renunciando al deseo de matarlo, para que la voz de su conciencia fuera su propio castigo.
- Me tienes aburrido con esa mojigatería. Le vendes el alma al Diablo y ahora estás espantado porque degollé a una vulgar y común mujer. Deja esos estremecimientos ridículos y aprende a reconocer que ellas, sólo te necesitan para que seas la fuente donde puedan saciar sus caprichos exagerados. Ellas se venden como se vende el ganado. Ellas son capaces de fingir toda una vida de amor, por darse el lujo de estar más bien vestidas y mejorar acomodadas que las otras. Ellas son un culto al egoísmo y a la falsedad. Ellas son los seres más perversos que hay sobre la tierra y no pienses que te voy a implicar en esto. Tranquilo que si las autoridades nos preguntan algo, yo confesaré que la he asesinado por el placer de vengarme de sus continuas traiciones. ¿O acaso no sabes que yo observé cuando ustedes dos se acostaban en mi cama?... ¿Si no respetabas nuestra amistad, ahora qué me vas a reclamar?... Ni tú, ni nadie me puede castigar, porque yo poseo el poder sagrado de los sionistas seguidores de Belcebú. Ni las cárceles más seguras del mundo, podrán contener el impulso eterno de mi grandiosa libertad. Soy libre para derrumbar el falso pedestal que armaron las mujeres con sus mentiras, para encumbrarse en él y someter a los pobres esclavos de sus maridos. Aprende una sola cosa, Mateo, las mujeres son y serán eternamente pecadoras. Pero... ¿Qué te sucede?... ¡Estás más pálido que ella misma cuando murió!... ¡Parece que te vas a desmayar!
- Todo lo que has dicho me ha causado un profundo malestar, que ni mi educación ni alma ni mi cuerpo aceptan. Me da miedo. Me da terror estar metido en esta aventura contigo. Ese pacto que hicimos con Mefistófeles y que ustedes nunca entendieron, sólo nos ha traído desgracia... La abundancia, las comodidades y el brillo de las piedras preciosas, no significan nada cuando se poseen y nos encontramos completamente alejados de los más pobres y del amor. La vida era mejor cuando no pertenecíamos al sionismo pagano que le rinde culto al poder del dinero
En mi cerebro se arremolinaban las ideas y los deseos. Pensaba desesperadamente en la fórmula efectiva para acabar con aquella situación, pero no la encontraba. Juan era demasiado amigo mío y, además, yo era el culpable del pacto con ese sabio brujo, que él nunca pudo entender y que le hacía creer que estaba protegido por los inmensos poderes de la grandiosa oscuridad del paganismo.
- Cuéntame, Juan, ¿Cuál fue ese motivo tan poderoso que te llevó a cometer el crimen? - le pregunté con el corazón roto por el desconsuelo.
- Te interesan esas bobadas, ¿O qué?
- Tienes que darme una explicación que justifique la locura que has cometido, de lo contrario me tendrás que responder con tu vida por ese grave error. Tú la amabas desde antes de iniciar la aventura con lo desconocido... ¿Es así o no es así?
- Sí, así es.
- Entonces, ¿qué es lo que ha pasado?
- ¿Qué ha pasado?... Te atreves a preguntar eso, si tú mismo fuiste el que la lanzó a la muerte con tu actitud de semental conquistador.
- ¡yo! - exclamé totalmente sorprendido.
- Nunca pude olvidar los gritos de satisfacción y las muecas de placer que se dibujaron en su rostro el día que yo les permití que hicieran el amor en mi presencia. Fueron los cuarenta y cinco minutos más terribles de mi vida. Me sentí un afeminado impotente ante la violencia y la resistencia con la que la hiciste tuya. Ella tampoco lo pudo olvidar y a cada momento me reclamaba por la ausencia de mis eyaculaciones. No sé por qué me llegaba la terrible impotencia cuando ella soñaba con las caricias y penetraciones que tú le propinaste aquella tarde maldita. El poder y la fama también la afectaron mucho - continuó diciendo Juan con tristeza - ; se sentía superior a todas y a todos. Quería probarlo y conocerlo todo. Abusó del licor, de las drogas y de mi amor.
- ¿De tu amor?
- Sí, de mi amor, porque empezó a calcular y a medir qué tan grande era mi sentimiento hacia ella. Primero se acostó contigo y gozó de esos orgasmos sin importarle mi presencia. Todo me dolió mucho pero no dije nada, después coqueteaba con todos los hombres que se encontraba a su paso y se quedaba observándome con una sonrisa burlona, como viendo qué reacción tomaba yo. Ella era una perra que sabía exactamente lo que le iba a pasar, porque una tarde me dijo: << Í Yo sé que tú me amas con locura y contigo voy a probar a ver si el amor es más fuerte que la voluntad de la persona !>> Yo no entendí bien la cosa y ella me explicó <<Í Te voy a provocar, te voy a desesperar tanto que tu alma optará por la renuncia, por el crimen o por el suicidio, y ojalá que sea una de las dos últimas, porque así podremos estar juntos para siempre en el infierno. Nuestra máxima prueba de amor será la muerte, porque en esta dimensión ya hemos superado lo imaginable!>> Así estaban las cosas. Una tarde de fantasía, después de haber almorzado nos fuimos a jugar billar. Fingíamos estar a gusto pero al ambiente le hacía falta la intensidad de algo raro. El lugar estaba prácticamente vacío. El administrador del negocio miraba la televisión y no se daba cuenta de nuestra existencia. No sé cómo ni cuándo entró en escena un sujeto alto, delgado y con el cabello largo; aquel hombre parecía la muerte disfrazada de vaquero. Se puso a jugar billar a nuestro lado y en los ojos de Dina Luz se encendió el brillo de la pasión y la lujuria. Me miró llena de felicidad y empezó a jugar como nunca. Sus carcajadas llenaron de felicidad el lugar, hasta que el desconocido se interesó por la gran cantidad de energía que liberaba mi chica hermosa. Ella se inclinaba sobre la mesa, levantaba las caderas y dejaba que nuestros ojos contemplaran todos sus encantos. Se soltó el cordón que apretaba su camisa y sus senos se agitaron casi en completa libertad. Se inclinó nuevamente y el extraño apreció, en su totalidad, la combinación perfecta entre la forma, el tamaño y el color de sus hermosos senos. Yo empecé a ser un espectador. Mis turnos se acabaron en la mesa y ella empezó a jugar como extasiada, sus piernas se apartaban con voluptuosidad y las caderas se elevaban con atrevimiento, hasta dejar ver el principio de sus bikinis floridos. El extraño perdió la timidez ante mi resignación y empezó a explicarle una técnica para jugar, que era demasiado atrevida para ser verdadera. La abrazó por la espalda y sus cuerpos se estrecharon con la fuerza incontenible del deseo. Eso no lo pude soportar más. Le dije que nos marcháramos inmediatamente y ella no quiso. Me dijo que si estaba aburrido, ahí tenía las puertas para que me largara. Mi cerebro se nubló con la furia que me causó aquel desprecio y fui a sentarme a la barra del establecimiento, pedí una cerveza y empecé a tomármela mientras observaba a la feliz pareja. El administrador me observaba desconcertado y yo, sin poder resistir la humillación, me marché, porque una cosa era que me traicionara contigo, que para mí eres como un hermano, pero otra cosa era la traición con ese extraño. Ella llegó a nuestro hogar a las cuatro de la madrugada y a todas las preguntas que le hice, contestó con tranquilidad pasmosa e hiriente. Ella sabía que yo no me la soportaba y con su actitud, a cada instante, pedía que la asesinara. Yo estaba controlando la situación con mucha calma, hasta que una noche ella me golpeó con furia en el rostro. La sangre empezó a brotar de mi nariz y ella se encargó de esparcirla por toda mi cara. Todo eso era muy horrible, pero la gota que rebozó la copa llegó cuando me gritó que como hombre yo no servía. El dolor me llenó por completo y de mi cerebro angustiado surgió la idea de hacer una fiesta macabra el día de tu cumpleaños, que fue el día en que la asesiné. Todo estaba calculado, aunque tú simplificaste las cosas cuando empezaste a tomar whisky como loco.
Yo me estremecía violentamente, al sentirme también culpable.
- Claro, claro, lo entiendo - argumenté preso de terrible agitación -, a ustedes dos siempre les gustaron las cosas raras. Fueron los creadores de la curiosidad sin límites. Se dejaron influenciar de los mensajes paganos y en sus mentes estaban muy arraigados los parámetros que impone una sociedad equivocada. Estaban fluctuando entre un Dios y un diablo imaginarios, entre la santidad y el pecado que tanto daño le han hecho a la humanidad y, así, el cuerpo empieza a ser una cárcel de la que hay que escapar. Lo siento, en el fondo de mi corazón, porque ella era mucho más inteligente que tú y yo juntos.
- ¡Silencio! ¿Escuchas?... - dijo Juan, completamente asustado - Son los mismos balbuceos que lanzó cuando yo le estaba partiendo el cuello.
 Yo no escuché nada y tuve que decirle:
- Por favor, Juan, visita un médico para que te dé algo que te cure los nervios.
-¿Tú eres retrasado, o qué?... No ves que nosotros, después de que le vendimos el alma al diablo, estámos por encima de las vulgaridades de la gente común.
- Qué tristeza que ustedes dos, nunca entendieron el mensaje que nos dió ese grandioso brujo en la mitad del monte. Fueron unas enseñanzas de nivel superior que sus conciencias no pudieron asimilar, y empezaron a confundirlas con el diablo y los pecados de la religión católica que aún no han podido superar. - anoté sinceramente abatido.
Todo quedó en silencio durante varios minutos.
- Tengo que taponar bien el sepulcro con cemento puro, porque el olor nauseabundo, tarde o temprano, va a remplazar el olor de las rosas de nuestro tranquilo jardín. Yo quiero regalarte la navaja que le quitó la vida a tu adorable amor - dijo Juan, como distraído, antes de preguntarse -, ¿Dónde fue que dejé la navaja?
- La debes de tener en uno de los bolsillos del pantalón - dije para ayudarle a mi repudiado amigo, en su propia incriminación del horroroso crimen.
- La tengo escondida en las vigas del techo de mi cuarto. Yo después te la regalo y espero que la conserves siempre, para que sea lo único que te recuerde esa terrible aventura en la que nos mezclaste sin que estuviéramos preparados.
Yo acepté con recelo.
Las palabras que pronunciaba aquel monstruo me dejaron pensativo. Yo siempre traté de actuar de la mejor manera y, ahora, Juan, me trataba como si yo fuera el culpable. En aquellos momentos y desde mucho tiempo atrás, todo lo que hacía o decía, era lo que me parecía más conveniente para todos. Ahora me salía ese tonto, con el cuento de que él no estaba preparado para la aventura. Esas palabras no me incomodaron, pero me di cuenta de la terrible enfermedad mental que estaba padeciendo mi amigo, y pensé que sería bueno concretarle una cita con unos médicos, para que lo analizaran sin la pasión de haber participado en la aventura.
- A mí me han sucedido las cosas normales que le suceden a todos los humanos y, con este terrible dolor que me has infringido al degollar a Dina Luz, estoy acabando de pagar los errores exagerados que hasta hace poco cometí y cometimos - le expliqué al asesino con claridad - . He tenido unos problemas muy grandes, de los que me salvó la actitud mental que asumí frente a ellos y que te los voy a contar para que sepas que las tormentas siempre han sido para todos y son normales. En mis fincas sucedían pequeños accidentes, de vez en cuando, y era lo normal para un aprendiz que apenas estaba empezando a comprender los secretos de una nueva profesión. Cualquier persona hubiera pensado que la eternidad me estaba castigando por el trato que hicimos con el brujo de la montaña, pero no, yo sabía con toda certeza, que se trataba de fenómenos naturales, independientes de mis niñerías en mitad del monte. Me encontraba sumamente nervioso y en la mitad de aquel vacío de poder, me aferraba a la esperanza sagrada de la evolución favorable de mi conciencia. Todo se originaba en mi subconsciente y seguía siendo el centro de la vida que se agitaba dentro de mi mente. El camino en el desarrollo evolutivo que guardamos cada uno de nosotros en mitad del alma, estaba en un punto crítico porque mi mente estaba tratando de reemplazar creencias arraigadas en la mente de los humanos desde el principio de su conciencia, pero yo, sin hacerle mucho caso a las pérdidas de objetos materiales, me aislé de todo y seguí con mucho valor hacia adelante. No creo en los castigos del diablo de los pedófilos, no creo en venganzas de los templarios, sólo creo en la buena fe de mis actuaciones y en el buen camino por el que voy a dirigir mis sueños y mis esperanzas, porque, entre otras cosas, he descubierto que todas las cosas materiales que yo poseo son para aliviar mis necesidades y las necesidades de mis semejantes. Yo sé que desde hoy no me puede pasar nada grave, porque siempre voy a ser un hombre justo y respetuoso de la vida, y de mis semejantes. Esa venganza en contra del imperialismo sionista de las religiones que engañan, me llevó a buscar la verdad del objetivo de nuestra vida en la tierra. Hoy no me arrepiento de haber hecho esos ensayos y esos descubrimientos, y aunque mi vida se afectó en la transparencia y en la calma de una vida que siempre quiere marchar dentro de las leyes de la razón. Fueron muchas actividades nuevas, para un hombre que apenas estaba empezando a ordenar sus pensamientos. Cuando apenas estaba cogiendo un compromiso de las alas, ya me estaba hundiendo en la montaña de actividades que tiene un tonto lleno de cosas materiales que no necesita. Saturado de mujeres que no deseaba, que no amaba y que no admiraba; saturado de afanes que no dejan pensar, que no dejan ejercitar un cuerpo que se agota ante el trabajo y la diversión desmedida, no fui capaz de evitar la injusticia de la traición que te hice y que he pagado hoy, con lágrimas de sangre. Yo perdono la ignorancia monstruosa de tu crimen y tú perdóname el atrevimiento al que tú mismo me lanzaste. Yo sabía que la vida me iba a castigar, pero no pude dejar de disfrutar ese amor delicioso. En esos días de incertidumbre creí que iba a enloquecer... En el sionismo pagano todos soñábamos con mucho dinero, con mucho poder, con muchas mujeres, con muchos derroches, con muchas fiestas, con muchos carnavales y en la mitad del camino de esa vida soñada, me di cuenta de que no se necesitaba de tantas cosas para ser felices. La comida, el cariño sincero y el abrigo de un techo amigo, son suficientes para ser felices. Mi cuerpo estaba completamente exhausto. Las fuerzas se me agotaron en el transcurrir de las interminables fiestas que ofrecimos casi todos los días. Los ojos se me cerraban por el cansancio y las mujeres que en otro tiempo hubiera contemplado con un deseo incontrolable, ahora las dejo marchar sin sentir ningún interés por ellas. El gozo y el placer de unos sentidos alucinados, por las cosas que toda la gente llama bellas, empezó a resultarme tortuoso y fastidioso, y, para terminar, tú has matado mi última ilusión. Yo no creo en el poder del diablo inventado por la incapacidad de los católicos, pero, por si acaso, deseo que te castigue a ti, con tu propia destrucción. Desde hoy dejo los vicios y los placeres que gobiernan el mundo de los sionistas y me dedicaré, yo solo, a cumplir con la misión sagrada de señalarle el camino a la humanidad, misión que ustedes han interrumpido con su ignorancia. Hasta luego. Yo sé que tú estás más perdido que yo, y voy a tratar de ayudarte en lo que pueda.
Empecé a caminar preso de indecible agitación. Juan se quedó en silencio y dejó que me marchara para que me olvidara de su crimen y de su existencia.
<<Todo hombre razonable puede hallar compañía en sí mismo, y espero que mi buen amigo lo logre>> Pensé cuando se marché de su lado para siempre. Iba completamente furioso, sin atreverme a desear la muerte de un mal amigo que, mientras tanto, se quedó reflexionando.
                
                         
 
                                          
 
                                
 
 
 
 
 
 
CAPITULO NÚMERO OCHO
 
Cuando yo abandoné la crápula sionista, me alejé sentimentalmente de Juan y sentí como si estuviera mudando de piel. Pensé honestamente y me convencí de que mi vida tenía que sufrir un cambio inmediato. Me di cuenta de que ya no era el chico que me divertía arracándole secretos a la eternidad. ¿Qué conocimientos me quedan de esa terrible aventura?... La unidad eterna me ha revelado la gran verdad, sintetizada en "La religión de los inteligentes" nacida en Antioquia la grande y una vez más cobra validez la antigua frase que dice: “El camino de las exageraciones conduce al palacio de la sabiduría” Espero que el conocimiento que encierra esta hermosa frase también alla funcionado conmigo.
Ese día abrí los ojos y miré a mi alrededor, sintiendo que la vida me señalaba el principio del camino que tendría que seguir para corregir los errores de las religiones inventadas por la soledad y la ignorancia de los hombres, que habían cobrado dos víctimas más, con la vida de mis compañeros de aventura.
Yo estaba parado en la mitad del campo, me sentía lleno de una fuerza celestial que me protegía de todas las adversidades. La palabra soledad dejó de existir en mi vocabulario. Me sentí sólido como una roca y me di cuenta de que todos los seres de la tierra eran mis hermanos y que los necesitaba tanto como ellos a mí. Respiré profundamente y mi cuerpo se llenó de esa energía llamada eternidad, que me hacía estremecer. Nadie era tan feliz como yo, porque hacía parte de ese mundo sin límites llamado unidad eterna. Ya no era un vaquero, ya no era un multimillonario desdichado, ya no era un chico enamorado, ya no era un hombre solitario; ahora era un ciudadano de la eternidad, que hablaba el idioma de los animales, los minerales y los vegetales. Pertenecía a todas las castas de la tierra, compartía la energía de un universo en movimiento constante y hablaba el lenguaje del amor.
A partir de ese día tuve conciencia de mi eternidad y me sentí hermano de las estrellas y del sol. Ya no estaba solo, hacía parte del mundo eterno. Empecé a caminar lentamente, con paciencia, no me dirigía a New York, ni a Londres, ni a París, ni a Roma, en busca de un pobre sionista que comercializa con la espiritualidad de millones y millones de seres humanos, convirtiéndose en ese mercader mentiroso y ladrón que Jesucristo hecho del templo.
Los montes eran mi casa, el aire me acariciaba como me acarició mi padre cuando era un chico y la lluvia apagaba el fuego que circulaba en mis venas y en mi cerebro inquieto. Eran unas ansias locas de vivir para señalar el camino de la verdad a toda la humanidad, para ser inmensamente feliz sin destruir a nadie.
Yo, en cada instante de la vida aprendía cosas nuevas, porque el mundo siempre fue fuente inagotable de experiencias buenas. En las mañanas contemplaba la luz blanquecina del hermoso amanecer en las montañas sembradas de pinos silvestres y en las tardes me quedaba contemplando el sol que descendía lleno de la vida y la energía que contagiaba a las ardillas que brincaban llenas de salud y efusividad. En las noches meditaba ante la bóveda celeste que se llenaba de pequeños puntos diamantinos, hasta formar una colección de lejanas estrellas. Me identificaba con la paciencia milenaria de los árboles, con la gracia ocurrente de los animales y con el silencio vivo de los bosques. El mundo siempre había existido en los millones de formas que llenaban la vida de colores y de felicidad. Las nubes formaban paisajes caprichosos, sin perder la vieja costumbre de sus madres, las olas, que se dejaban calentar por un sol radiante que las ponía volar sobre un cielo más azul que una nueva ilusión.
En otros tiempos alcancé a cometer los errores de una adolescencia desbocada, que me dejó un collar de hermosas experiencias, que ahora no dejan de brillar en mi sabiduría. Ya no tengo que mirar el mar hermoso, los montes frescos y el campo cubierto de maíz dorado, como una fantasía engañosa que me preparaba para volar a Roma, a destruir un pobre hombre que no le quiso escribir al amor y al perdón, porque estaba muy ocupado inventándose historias para ocultar los pecados que le gritaban los ojos de los millones de niños que morían de hambre.
Ya no hay ni cielos ni infiernos alejados, estamos en un paraíso lleno de flores, abejas, riachuelos, mariposas e inmensos eucaliptos que se burlan de la relatividad del tiempo.
Llegó el perdón a mi corazón y todo empezó a ser distinto, las cosas funcionaban maravillosamente bien. El sol estaba más radiante. La sombra del bosque se hizo más acogedora en su combinación perfecta de musgos, helechos y orquídeas. El riachuelo empezó a cantar con más fuerza y sus aguas se tornaron en unicornios cristalinos. El plátano, los frijoles, las arenas de choclo y la mazamorra, adquirieron un sabor especial. Todo se llenó del mismo amor que hacía vibrar mi alma.
El mundo siempre había sido hermoso y yo, en mi afán de venganza contra el jefe de los pedófilos, no me había percatado de que seguía siendo así. Los sionistas no han hecho parte de la fiesta de la vida, porque siempre estuvieron al lado de otros solitarios que, en medio de sus angustias, los llevaron a cometer muchos errores en contra de la humanidad; errores que ahora están pagando en el equilibrio universal de la unidad eterna.
Ahora sí estaba viviendo, realmente, lo que significaba mi conciencia de eternidad. Ante mis ojos pasaban las gaviotas encantadas, los atardeceres rojizos y mi corazón estaba repleto de sol, de luna, de árboles, de ríos, de montañas, de águilas, de paz y de tranquilidad.
Pasó el tiempo y yo me sumergía en mi alegre felicidad del perdón.
Una noche que soñaba con Juan y Dina Luz, que tenían aspectos muy tristes...
- ¿Por qué nos has abandonado? - me preguntaron con tristeza. Yo abracé a Dina Luz y la sentí tan cercana, que cada una de mis células vibró con el delicioso contacto de su piel. Besé aquella boca dulce y mi mano empezó a recorrer el talle suave que me enloquecía, cuando... Me encontré con un par de ojos fríos que brillaban en la más completa oscuridad. Sentí que el corazón me daba un vuelco y me desperté bañado en sudor. Mi nuevo estilo de vida me permitía vivir con tranquilidad y, sin embargo, el pasado trato que hice con mis amigos, cuando fuimos en busca de la verdad de nuestras existencias y que terminó con el asesinato que cometió Juan con Dina Luz, me sujetaba sin dejarme liberar del todo. Seguía pensando en ese terrible crimen que cometió Juan y en la tristeza que lo debía de estar acorralando en medio de su soledad. Fui a visitarlo varias veces y lo convencí para que se dejara ayudar de unos profesionales. Conseguí un médico, un psicólogo, un espiritista y llevé a mi amigo, para que lo sometieran a un análisis y le recetaran algo que lo hiciera salir de la depresión y de la locura que lo estaba matando después del incidente con Dina Luz.
Se programó una tarde de trabajo y los profesionales estuvieron conversando con Juan. Le tomaron el pulso, lo pesaron, lo midieron y le calcularon la capacidad respiratoria.
Aquella cita era la última esperanza que yo tenía para salvar a Juan del sionismo diabólico, ya que no pude convencerlo de que la unidad eterna era la verdad y la vida. Aquellos profesionales iban a decir la última palabra sobre el tema y pidieron que los dejaran en un cuarto completamente solos. Yo acompañé mi amigo hasta uno de los cuartos del fondo y regresé para escuchar las palabras de los respetables doctores, a través de los vidrios de una ventana que permaneció abierta.
- Señores - dijo el médico al empezar la reunión -, permítanme que les dé mi opinión al respecto. Este joven no tiene ninguna enfermedad, simplemente, ha leído mucho la biblia y se ha dejado influenciar por la ridícula, arcaica y fea costumbre que tienen los templarios y en general casi todos los sionistas, de andar creyendo en historias de Dioses paganos, duendes, aparecidos, espantos y todo lo que sus ignorantes mentes alcanzan a concebir en medio de su mediocridad. Los viejos de Israel han influenciado tanto con sus cuentos misteriosos, que he ahí el resultado; un muchacho que ya no distingue entre lo real y lo fantástico, y, que, aunque no esté ni enfermo ni loco ni nada por el estilo, cree firmemente en una sarta de mentiras que han cultivado a través de toda la historia, unos hombres que se han quedado sin poder entender el mensaje amoroso de Jesucristo, hombres que se han quedado sin destino y sin paz interior, hombres que son aún más ingenuos que él. Soy un hombre muy ocupado y por eso me he tomado el atrevimiento de lanzar mis argumentos en primer lugar. ¿Qué recomiendo?... Muy sencillo, hay que buscar un orientador, un profesor o cualquier persona educada que lo acompañe, que le enseñe a tener confianza en sí mismo, que le explique que no existe nada sobrenatural, que le muestre el mundo como es, para que deje de ser tan ingenuo. Sí, señores, porque eso es lo que tiene ese muchacho, pura bobada de hombre latinoamericano. Hay que llevarlo a New York, para que se dé cuenta de que a los que hay que tenerles miedo es a los palestinos que se envuelven en explosivos y nunca a los pobres muertos que se van a descansar y nunca regresan. El que muere, muere y desaparece sin más misterios. Yo no sé porqué los sionistas tienen esa extraña manía de inventar e inventar historias fantásticas y sobrenaturales. Uno puede ser bruto todo lo que quiera, pero eso no justifica que se vuelva mentiroso, con el único objetivo de atemorizar a los demás. No me explico por qué tanta desorientación. ¿En qué trabaja este muchacho?... - investigó el médico como sumergido en un pensamiento esperanzador.
- En nada, porque él es inmensamente rico.
- ¡Claro! ¡Me lo debí suponer! - Exclamó el galeno con ironía - El ocio y la pereza son los padres de todos los desordenes morales, mentales y físicos. Cada persona tiene que tener una profesión que lo distraiga, que lo sujete al mundo y que le dé una razón de ser ante su familia y ante la sociedad establecida. Es muy necesario tener una actividad permanente, que nos ayude a matar el tiempo.
- ¿No te parece que matar el tiempo, es matar la conciencia y por ahí derecho matar la vida? - preguntó con un poco de rabia el psicólogo.
Perdona, pero tú no has entendido lo que yo quería decir - se defendió el médico, tratando de superar el incidente -. Las riquezas degeneran. Los excesos en la comida, los licores y el sexo, nos agotan y nos obligan a utilizar estimulantes de cualquier clase. Exageraciones que nos llevan a un desequilibrio total en el organismo. No es un secreto que tu querido paciente, tiene problemas gástricos, problemas continuos de deshidratación y crisis de neurosis incontrolable. El es un hipocondríaco por excesos. El whisky ha destrozado el hígado de nuestro paciente, y el estomago está completamente lacerado e inflamado por las ulceras que provocó ese mismo licor en las paredes vacías. El intelecto está atrofiado porque el paciente, en medio de sus orgías, cambió la tabla de los valores que rigen su vida y ya no se puede comparar con los demás. La gran cantidad de mujeres que él ha tenido a su disposición, le han enseñado que la mayoría de ellas se venden al mejor postor y por eso, a él, ya no lo estimula el amor. Si el amor no existe, si todo se compra y se vende, si los platos más exquisitos al final terminan cansando, ¿qué le queda por vivir?... Seguramente él se ha hecho esa pregunta más a menudo de lo que nosotros pensamos y a eso se debe el aparente desorden de su cerebro. Este paciente está bajo una idea fija que le obliga a pensar en un talismán que le calienta la mano y lo obliga a matar. Para él, ese pequeño hueso es como las vacas sagradas de la india, como una moneda de la suerte, como una estrella de David, como una penca sábila, como una herradura, como un trébol de cuatro hojas o como cualquier objeto ridículo del que quieran depender psicológicamente... ¿Es así, o no es así, colega?... - le preguntó el médico al psicólogo y sin esperar respuesta continuó - Yo recomiendo una clínica de reposo, donde lo desintoxiquen y le controlen las visitas conyugales que tanto lo debilitan. No más licor, no más drogas, no más sexo, no más comida en exageración, no más paganismo desmedido y, así, la gastritis, la neurosis y el cansancio cerebral desaparecerán lentamente. Cuando él esté completamente aliviado, todos sus males habrán desaparecido porque... “Mente sana en cuerpo sano”
- Bueno, a mí me parece que, usted, está empezando al revés y que está confundiendo la causa con el efecto - dijo el psicólogo con autoridad - No fueron las exageraciones las que debilitaron su cerebro, fue la autosugestión, para la que se programaron estos muchachos, la que los condujo por el camino completamente desconocido de la crápula y de un vacío existencial tempranero. Dina Luz no resistió la angustia después del cambio de vida y provocó la furia de su amigo hasta que él la asesinó. Juan está muy golpeado y al borde de una locura terrible, motivo de nuestra reunión, y de la que lo tenemos que salvar, y Mateo, que también ha transitado por el tortuoso camino de las exageraciones, ha desembocado en las playas de una desacostumbrada sabiduría. Fueron tres reacciones distintas ante un mismo problema. Lo que nos muestra la diferencia entre un ser humano y otro. Hoy tenemos la castigada, el castigador y el triunfador natural que, por muy difíciles que sean las situaciones, las convierte todas en una escuela de aprendizaje integral. Por todo lo antes dicho, yo propongo para este caso, un tratamiento psicológico que eleve la autoestima de nuestro paciente, que lo libre del fetichismo arraigado y que lo haga comprender que sólo existe la voluntad de los hombres.
- No pueden ignorar, ustedes dos - empezó a decir el espiritista ofuscado -, el poder de los seres malignos en el espacio. Ese pobre hombre es apenas un alma y un cuerpo que se disputan los diablos y los dioses. Creadores y manipuladores de la oscuridad y de la luz alternativamente. La mente es un espacio en el que se libra la batalla por la salvación o la perdición total del alma. Existen energías positivas y energías negativas, que pueden influenciar a las personas y, por eso, existe la magia negra y la magia blanca, que se neutralizan la una con la otra. Los seres humanos no se pueden defender cuando han sido cubiertos por una energía superior, por lo tanto, y después de haber conocido con detalle las características del embrujo que tiene en las tinieblas a nuestro paciente, yo recomiendo un exorcismo inmediato, para liberar del diablo a nuestro amigo.
- ¿Por qué le tienes que meter brujerías y cosas sobrenaturales a las enfermedades?... - preguntó el médico con furia - No ves que eso son puras imaginaciones y charlatanerías tuyas. No vayas a pensar que con tus juegos de palabras se va a curar este paciente. Lo que funciona físicamente, se tiene que curar por medios físicos y ya.
- ¡Qué tristeza tan grande! - Exclamé metido en mi escondite - Los médicos, lo único que saben recetar son antibióticos y pastillas para la gripa. A los espiritistas todo se les va en tanteo, oraciones y sahumerios contra la envidia de los vecinos, y a los psicólogos nadie les entiende los enredos que ellos mismos mantienen en sus mentes. La salvación de mi amigo fluctúa entre un laxante que le suavice la gastritis ocasionada por su mal genio, un bisturí que le arranque de un tajo el pedazo de cerebro que Mefistófeles le manchó y un sahumerio de incienso y palo santo. El psicólogo no es capaz de sintetizar en fórmulas lo que predica con sus palabras; él cree que es una cuestión de amor propio, pero, haber, ¿dónde están los ejercicios de autoestima, que le borren de un tajo los problemas que le ocasiona la extraña manía de andar pensando negativamente?... El espiritista, con toda seguridad, le va a recetar alucinógenos para mandarlo en un viaje de inmersiones mentales, donde el paciente se sueñe que está arrojando diablos en pedazos. Invenciones que son las mismas que lo han dejado en ese estado de postración.
 - El muchacho es un psicópata mono maniático - escuché, claramente, cuando empezó a decir el psicólogo sin preocuparse por bajar la voz -, pero es muy rico y nosotros tenemos que recomendar un tratamiento, aunque no sirva para nada, y así poder cobrar nuestros honorarios. No importa si tiene profundas depresiones morales a causa de los narcóticos, no importa si la ulcera gástrica está creciendo por las grandes cantidades de whisky que consume a diario, no importa si está más loco que una cabra, soñando con docenas y docenas de fantasmas. Ese se va a morir muy pronto y nosotros tendremos que seguir respondiendo por nuestros compromisos. Entonces, le vamos a recetar cada uno un poquito, a ver si acertamos y lo logramos salvar.
- Yo recomiendo que tome laxantes, suero para la deshidratación y pastillas tranquilizantes que le calmen la ansiedad que la va a producir la abstinencia de alcohol - dijo el médico con prisa -. También le voy a mandar un complemento alimenticio, que le aporte las vitaminas y los minerales que perdió en las juergas, y que le ayuden a recuperar las fuerzas físicas. Al mismo tiempo le podemos recomendar unas secciones de espiritismo para que le exorcicen el diablo y los pensamientos maléficos, y, para terminar, un tratado de autoestima, valoración y educación en actividades que le estimulen la tenacidad de su personalidad.   ¿Ustedes qué piensan?... - Todos guardaron silencio y el doctor mostrando su liderazgo concluyó.
- Bueno, manos a la obra.
Yo salí rápidamente de mi escondite y me fui a sentar en las inmensas poltronas de la sala de recibo. A los pocos minutos salieron los doctores del salón y el médico tomando la palabra dijo:
- El tratamiento está diseñado y minuciosamente estudiado. Todos hemos concluido, por unanimidad, que debemos curarle las lecciones que le ha provocado la bebida en el estomago y en todo su cuerpo, después vamos a desalojar al aterrador Satanás que se esconde en los intersticios de su mente, y, finalmente, el señor psicólogo con sus terapias va a reconstruir la fortaleza de su personalidad.
Todos aprobaban afirmativamente, cuando se mencionaba la parte de su especialidad.
- Hoy nos hemos comprometido a pasar en blanco los detalles del tratamiento - prosiguió el médico -, que aplicaremos cuidadosamente, cuando usted desee que su amigo recupere la salud. El tratamiento no es fácil pero...
- He ahí el pero... - dije sonriendo con ironía -. Ustedes están más perdidos que nosotros y aquí lo que se necesitan son respuestas claras. Vengan a la oficina, yo les pago los honorarios de su visita para que se larguen.
- Es ilógico que usted pretenda un análisis acertado e inmediato, sobre esa extraña enfermedad - argumentó el médico con impaciencia -. Ese paciente tiene un cuerpo, un alma y una razón, que debemos estudiar con detenimiento. Créame, señor, que nosotros no somos magos para curar inmediatamente. Nosotros ayudamos a curar después de un tanteo prudente.
- Eso está muy bien, pero a mí lo que me molesta es que roben y que me mientan como si yo fuera un niño. Adiós.
Todos se fueron llenos de furia para sus casas.
Pasó un día y otro, y yo, sin atreverme a denunciar al asesino ante la ineficiente policía, le escribí una carta para tratar de aliviar sus penas.
 
 
 
 
Querido Juan:
 
Es muy difícil tratar de enseñar los verdaderos caminos de la vida a una persona culta, y, más difícil aún, tratar de transmitir los abstractos conocimientos que se han recopilado con paciencia y entusiasmo en la desconcertante búsqueda de la felicidad. Yo no me creo un sabio, pero si me considero un afortunado coleccionador de las experiencias que me han llevado a lograr la paz del alma, la paz del corazón y la paz de todos los sentidos. Encontré la dosis exacta de lo que yo mismo exijo y voy a tratar de explicarte en pocas palabras, cuáles son las leyes y los caminos que debes respetar para llegar a conseguir tu equilibrio interior. Después de mucho buscar, me he dado cuenta de que uno puede realizar y hacer cumplir todos sus deseos, cualesquiera que estos sean, incluyendo los materiales, los morales y los espirituales, si los deseas con vehemencia. Lo único que influye es tu pensamiento y tu deseo, sin tener en cuenta lo material. La riqueza no es sino un medio que le permite a los corazones ricos y con estructura, llegar a la realización y satisfacción de sus expectativas. Las personas que realmente saben vivir, no se preocupan tanto por las cosas materiales, como nos preocupamos nosotros al principio de esta desdichada aventura. Estábamos pensando tanto en el dinero, en los autos veloces, en la hermosura de las princesas y en el lujo, que no nos dimos cuenta de que estábamos quedando más pobres y más desorientados que antes. Lo que estaba generando nuestra inconformidad y nuestra miseria, era esa misma ambición que empezamos a sentir nosotros. La verdadera riqueza de la vida, está en entender cuál es la fuente de toda la realidad material; esa fuente de toda la realidad material es el conocimiento puro, es la conciencia total. Podemos conocer todas esas cosas sólo pensando en ellas, ya que por su naturaleza son originadas en el pensamiento, sin embargo, también podemos conocer nuestra paz interior experimentando y recopilando información en cada una de nuestras traumáticas derrotas. Al trascender encontramos el conocimiento directamente, sin la intervención de experiencias ajenas que nos confunden, porque tú puedes ver los modelos de los comerciales en la televisión, con los que te bombardean todos los días, muy sonrientes en sus autos nuevos y aparentemente más sanos que las otras personas, pero nadie te ha hablado de sus dudas, de sus enfermedades, de una cantidad de problemas que ellos en sus mensajes no te van a comentar. Las dificultades que, con toda seguridad, también tienen las otras personas, nos llevan a evaluarnos y a tratar de conocer minuciosamente cada una de las leyes que rigen el mundo. Todo este proceso de reflexión nos lleva a conocer el valor de la meditación trascendental; meditación que nos da la experiencia de liberar nuestra alma de una forma consciente , aunque la experiencia del que trasciende, en sí misma, es una expresión de fe, dicha y felicidad puras. La principal ventaja de alternar la meditación con las actividades cotidianas, es que entre más profundizamos en los caminos de la conciencia pura, más se impregnan nuestras actividades de esas cosas sublimes en que que pensaron Mahoma, Jesucristo, Krisna y Buda. Nuestra vida se va llenando lentamente de las cualidades del ser puro, que es amoroso, bondadoso, ilimitado, infinito e inmortal. La mejor forma de llegar a este conocimiento es la meditación que es nuestra guía de amor en este mundo, sin embargo, conocer las cualidades en forma intelectual es un fin, porque cualesquiera que sean nuestras experiencias, serán el resultado de la calidad de nuestros deseos y de nuestros pensamientos.
El mundo es mágico, ya que toda la creación material, es el ser experimentándose a sí mismo en la unidad eterna, a través de las diferentes cualidades de sus pensamientos hacia las personas y hacia sí mismo. Voy a tratar de explicarte cuál es la composición del mundo físico palpable. Todos los cuerpos que nosotros percibimos, al tenerlos en cuenta, están compuestos por los átomos. El oro está compuesto por átomos, el hierro también está compuesto por átomos. El aire, los árboles, los animales, todos están compuestos por átomos... Pero, ¿Cuál es la diferencia entre un átomo de oro y un átomo de aluminio?... La diferencia está en la distribución de los niveles de energía; el átomo está compuesto de electrones, protones y neutrones, y, a su vez, estas partículas están compuestas por la misma energía universal. El oro es energía, el hierro es energía, el aire es energía, el agua es energía, los animales son energía, nosotros somos energía, el mundo y la vida son un inmenso paquete de energía. Todo lo que nos rodea es un gran campo de energía que obedece las leyes del funcionamiento eterno de Dios. En la mitad de todo ese universo energético, sólo hay un impulso dinámico y autónomo; ese impulso es el pensamiento y nosotros somos los dueños de él, porque la unidad eterna así lo quiso.
El átomo es una parte muy pequeña que compone la materia. Los átomos están compuestos por diferentes niveles de energía en los que avanzan a gran velocidad los electrones, los protones, los neutrones y otras pequeñas partículas de energía, según lo que explica claramente la teoría cuántica. El átomo es como un ladrillo que va a formar los cuerpos materiales que pueden ser tan grandes, comparativamente, como los edificios, los elefantes, los árboles, los mares, las montañas, las mariposas, las ardillas y el hombre. Todo y todos estamos formados por pequeños átomos de energía... ¿Qué es el campo cuántico? ¿Cómo es la teoría cuántica?... Existen partículas atómicas tan pequeñas que no las podemos ver, sólo las podemos fotografiar con un aparato llamado acelerador de partículas, que nos da constancia de su naturaleza y de su existencia.
Existen infinitas probabilidades matemáticas en el ordenamiento de la energía, que son alteradas por nuestras actitudes y comportamientos instantáneos. Si tienes tres compañeras de diferentes razas, tus hijos nacerán negros, blancos o amarillos según la elección que hayas hecho al escoger tu pareja definitiva. Así mismo, podrás elegir el sitio de tu trabajo, tu estilo de vida, la salud y el bienestar que les puedas brindar a los tuyos; formando con tus decisiones una cantidad ilimitada de probabilidades que afectarán tu futuro y que solamente tú abras elegido, porque disfrutas del libre albedrío que nos regala el poder de nuestra eternidad. Puedes estar sano de ese embrujo en el que participaste, porque motivo de ese aprendizaje era el descubrimiento de nuestra eternidad sin relativos.
Somos paquetes de energía en un inmenso e ilimitado universo de energía, así que tu energía pudo ser árbol, piedra, río, águila o lo que el destino y las combinaciones probables de la materia le hayan querido asignar. Lo único que te diferencia de los árboles y de los animales, es tu pensamiento claro y consciente.
En contradicción con la tercera ley de la termodinámica, la vida sigue marchando independiente y autónoma, en la mitad de un campo energético que tiene un ilimitado poder de desorganización y la unidad eterna sigue siendo el impulso primario que nos alienta.
Querido, Juan, yo viví un fenómeno igual al tuyo, cuando Mefistófeles nos reveló esos importantes secretos. Yo me desesperé, lloré y grité, porque tenía que olvidar y desaprender todo lo que me habían enseñado en la vida y desde ese momento debía acostumbrar mi pensamiento a una autonomía y a una suficiencia total. Hubo momento en el que me sentí completamente asustado e indefenso. Pensé que yo sólo era una criatura imperfecta en mitad de un universo perfecto. Busqué la ayuda del Dios al que me tenían acostumbrado y en cada mañana clamé por su perdón y por su clemencia, pero no obtuve respuesta de él. El ganado empezó a morirse con razones. A una res le daba rinitis roja, a otra de daba bronconeumonía, la otra se moría de carbón sintomático y llegó el momento en que en un sólo día se morían dos o tres animales, pero es que yo no sabía nada de ganado cuando me metí en ese negocio. Las deudas se me acumularon y a cada paso los acreedores me arrancaban un poco del dinero que empezó a escasear. Nada funcionaba bien; al carro se le fundió el motor, se le desajustó el carburador y cada rato se le pinchaban las llantas. Una motocicleta que tuve durante algunos días, no volvió a funcionar sin razón alguna. Los mecánicos la arreglaban y más me demoraba en salir con ella del taller, que ella en volverse a dañar; pero es que yo no sabía nada de carros ni de motocicletas cuando los compré. Las mujeres que verdaderamente me gustaban, se le entregaban a hombres tan insignificantes que ni mis sirvientes merecían ser, pero es que a todas mis mujeres las mantuve descuidadas y la única que se aguantó mis desplantes fue Elizabeth que estaba completamente enamorada. Mi vida se convirtió en un laberinto desesperante y no supe qué hacer. No tenía objetivos ni metas. No tenía amores ni ilusiones. No le encontraba sentido a la vida y nada me gustaba. Todo empezó a ser oscuridad y pesadumbre. Todo se fue al suelo como un frágil castillo de naipes. Nada funcionaba bien. Cualquiera hubiera pensado que me estaba castigando la unidad eterna por el derroche natural de la riqueza que encontramos, pero, poco a poco, me fui dando cuenta de que no había nada metafísico y sobrenatural, sino que todo era el producto acumulado de los constantes errores que cometí. Tuve muchos compromisos al mismo tiempo y en medio de mi ignorancia no hice nada bien. Si el ganado no se vacuna lo tienen que atacar las pestes. Si los negocios no se administran, se tienen que arruinar y si no les brindamos amor y fidelidad a nuestras mujeres qué vamos a esperar de ellas. Así, mi querido Juan, que tú eres un ser único y autónomo, y que si te quieres salvar de los abismos en que te sumerges por autosugestión, de esa misma manera tienes que salir de ellos. Si deseas estar sano y no creer en el pacto que hicimos con Mefistófeles, pacto que nunca entendiste, estarás sano y totalmente libre de ese pequeño compromiso que hicimos con ese brujo. Pídele perdón a la unidad eterna por el crimen que cometiste, relájate e ignora todo lo que te afecta para que salgas adelante.
                                                                                                Mateo.
 
Juan leyó la carta casi sin entender nada.
Yo trataba de salvarlo de una muerte segura y él sólo alcanzaba a pensar...                                 
<<No puedo vivir después de lo que hice. Tuve la esperanza de morir en las manos del traicionero Mateo, pero ése no era macho sino con mi mujer. El se comporta como una gallina miedosa y se marcha con el rabo entre las patas, para después mandarme cartas con las leyes de una física que no entendí en el colegio. Estoy delirando. Estoy al borde de la muerte y la vida me parece más insoportable. No quiero ser. No quiero volver a tener conciencia después de las limitaciones traumáticas que me tocaron vivir en este mundo ingrato. ¿Quién quiere ser eterno después de haber vivido con una mujer hermosa, que se consiguió un amante con razón?... Mi eternidad sería una eterna angustia, porque yo, para qué voy a llevar mi impotencia a todo el cosmos. Eso sería una impotencia sin límites y universal. ¿Muy bonito eso, o qué?... >>
Pensaba Juan, mientras que seguía protestando en medio de su desesperación y...
Yo estaba haciendo la siesta después del almuerzo y, tirado en mi cama, soñaba con una carta que me había dejado Dina Luz en otro de los sueños desesperados, que se cruzaban por mi mente después de lo del crimen, y que decía así:
En este día hermoso y especial, por primera vez, sí, por primera vez, abro los ojos del alma para contemplar el azul intenso del firmamento. ¡Ay!... Ya no te volveré a ver. La distancia y las circunstancias te alejan de mí. Hoy estoy muerta a manos del monstruo de mi esposo, pero eso estaba escrito desde el principio y no sé, ahora, por qué me sorprende que lo haya cumplido. ¡Sí! Ponte de luto, amor mío, y despliega una terrible venganza por mi muerte, con la fortaleza de tus brazos y de tu espíritu. ¡Mateo, nuestro amor es un sentimiento sin igual! ¡Qué cosa más semejante a la dicha celestial! ¡Mi amor, por ti iré a la eternidad!... Hoy es el primer día que te amo sin límites, gracias a la brutalidad de mi marido, que me dejó tendida en la tierra, sin vida. ¡Morir! ¿Qué es morir si ahora soy eterna?...
¡Ah!... Nosotros temblábamos cuando hablábamos de la muerte... Yo nunca observé morir a nadie, pero considero normales los límites de la humanidad, aunque el principio y el fin de la existencia son para todos un misterio. En estos momentos yo soy mía y tuya. ¡Tuya, tuya hasta después de la muerte! ¡Oh, amor mío, hoy, mañana y siempre, estaré en tu pensamiento y en tus recuerdos!... Estaremos juntos, por siempre, en la eternidad que me brindó la violenta locura del ignorante Juan.
¿Qué significa la muerte si el universo nos brinda su vida eterna? ¿Cómo podemos dejar de existir?... Nosotros somos y seremos parte activa e importante en la eternidad. Yo creo en todo lo que tú dices, Mateo, pero estaba escrito que esta tragedia tenía que suceder para que se fortaleciera tu espíritu en la misión de llevarle este mensaje a toda la humanidad. Juan era mi esposo, pero eso no era más que para la gente, y, para esa misma gente, solamente es un pecado el que yo hubiera deseado estar en tus brazos y sentir la dulzura de tus besos. ¿Un pecado? ¿Qué significa ese pecado cuando ya mi alma vuela en una eternidad sin límites? Está bien, tenía que recibir un castigo porque había saboreado el pecado en todas sus celestiales delicias; cuando aspiré con avidez todo el jugo y toda la fortaleza de tu cuerpo hermoso. Juan me vendió por un puñado de monedas de oro y desde ese momento soy tuya. ¡Yo soy tuya!... ¡Tuya!... ¡Mateo, yo marché primero, pero voy a estar esperándote aquí en la eternidad!... ¡En tu eternidad!... ¡Y escucharé tus gemidos y observaré tu misión y eso me consolará hasta que vengas a la quinta dimensión! ¡Entonces yo volaré a tu encuentro, te abrazaré con locura y en el eterno e infinito, confundiremos nuestras existencias en un abrazo inmortal!
Desperté y mis ojos se llenaron con las lágrimas de la impotencia. Quise tomar la pistola y marchar por el camino de la venganza y la perdición, en busca de mi repudiado amigo. Deseé intensamente la muerte de Juan y, para mi sorpresa, en ese mismo momento llegó el sirviente de él con una carta que decía:
 
Querido Mateo:
Gracias por las notas que me escribes, pero yo no estoy para esos raciocinios que no he podido entender. Necesito que me hagas el favor de prestarme una pistola para resolver un                                                                                                                                                                                   un problema muy grande que tengo. Deseo que me prestes esa pistola con todo el amor de tu corazón, porque voy a marchar al otro lado del mundo en busca de la paz de mi alma. No me he podido librar del terrible hechizo que me tiene atrapado en las garras del diablo y que me obligó a matar a mi inocente mujer. Y tranquilo que ya perdoné todas tus traiciones y también perdoné el atrevimiento que cometiste al meternos en una aventura para la que no estábamos preparados.
Gracias.
Leí y con una agitación extraña, como si me hubiera caído un rayo, quise levantarme y las piernas no le obedecieron. No me explicaba qué me pasaba, hacía un minuto que deseaba de todo corazón la muerte de mi amigo y ahora quería detenerlo para que no terminara con su vida. Lo dudé pero, al fin, haciendo un esfuerzo muy grande y dejando todo al azar del equilibrio universal, me levanté, fui a la biblioteca, busqué detrás de los libros, saqué una pistola nueve milímetros, le limpié el polvo, se la entregué al sirviente y le dije:
- Hágale saber, al señor, que le deseo un buen viaje y que le deseo toda la suerte del mundo aunque yo sé que ese no es el camino.
El criado se marchó. Cogí los pergaminos que contenían la religión de los inteligentes y me puse a leer para serenar el alma y olvidar el amigo que se estaba perdiendo sin hayar el verdadero camino. No sabía si estaba triste o feliz. Quise insensibilizar mi corazón y respirando profundamente saque el incidente de mi pensamiento.
La tarde siguió su marcha.
Juan esperaba con ansiedad a que llegara el criado con las noticias, mientras tanto se sentó en la mesa y mandó a que le trajeran un pollo asado, una ensalada de frutas y un vaso con agua. Probó de todo un poquito y después apartó las bandejas y empezó a escribir:
“Si, tú, que te has apoderado de la verdad absoluta de la unidad eterna, apruebas la decisión que he tomado de librar al mundo del verdadero anticristo, el 666 del nuevo siglo, marcharé al fondo del infierno con el corazón rebosante de alegría. ¡Qué ironía, amigo mío, me sumerjo en el profundo abismo de la perdición y marcho hacia él, con el corazón rebosante de alegría!... ¡Qué error tan grande el que hemos cometido al venderle nuestras almas a los sionistas despiadados que sólo les importa el dinero!... ¡Ah, querido Mateo, lo que es el poder de la ambición. Teniendo el objetivo claro en la lucha por DIFUNDIR LAS VERDADES DE LA UNIDAD ETERNA; una misión en la que entregamos todo, hasta el alma, y nos dejamos seducir por el brillo encantador de las cosas materiales. Los autos veloces, las mujeres hermosas que se venden al mejor postor, las casas con pisos de mármol y grifería de oro, los apartamentos en edificios lujosos, los yates en alta mar, los viajes y las comidas opíparas, fueron la trampa perfecta para los ingenuos que no nos detuvimos a pensar en el primer y único motivo que estábamos buscando en esta aventura. Debimos renunciar a las tentaciones del diablo y disfrutar del exquisito sabor del pan casero, del delicioso olor del jugo hecho con las frutas silvestres que crecían a la vuelta de nuestras coloridas y pacíficas casas, de la dulzura y la sinceridad de las mujeres que nuestros viejos educaron para amar y respetar, pero no, tuvimos que avanzar por el camino que nos trazó el sionista que siempre conduce a una muerte horrible. No pudimos comprender LA ETERNIDAD DE NUESTROS SERES. El calor del hogar, la paz que nos llena cuando hemos cumplido nuestros deberes, la sonrisa de los pequeños hijos que se quedaron sin nacer y la humilde mujer que iba a llorar por nuestra ausencia, fueron promesas insuficientes para la prepotencia y el orgullo que existía dentro de nuestros rebeldes y vengativos corazones.
El sirviente llegó con mi pistola y Juan sintió mucha felicidad al saber que su amigo del alma, dejaba en sus manos la decisión del autocastigo.
- Tú me has convertido en el ángel vengador de la muerte de Dina Luz. Una autorización que viene de tus manos me hace sentir en paz conmigo y contigo. Tú, amigo leal, me lanzas a una decisión de dignidad sin tiempo, sin espacio, sin métodos. Deber en el que hay que eliminar un hombre, un pensamiento pagano y un estilo de vida. ¡Tú, querido Mateo, estás eligiendo la forma y el tiempo de mi evolución, según tus pensamientos, aunque yo no crea mucho en el funcionamiento de esa energía que tercamente te has empeñado en explicarme!... La muerte, que es tan natural en la vida de los filósofos como tú, me resulta menos horrorosa si es mi mano la que la tiene que infringir por un bien común. No sé si me haces un bien o si te estás desquitando de los traumas que mi locura satánica te pudo causar con el asesinato de Dina Luz, cuando yo estaba sumergido en los embrujos de Mefistófeles y no era responsable de nada. En fin, no voy a especular sobre eso, lo único que me importa es que tú, mi querido y genial amigo, apruebas la firme intención de que yo sea el ángel vengador para castigar los errores que tanto daño le han hecho a nuestra amistad. Hoy me lanzo al abismo de un suicidio consciente, del que nunca me podré librar, porque, para desgracia mia, viajaré con él al infierno, donde continuará mi castigo por los siglos de los siglos amén. ¡Oh, qué tristeza!... ¡No hay salvación para nuestras almas pecadoras!...
Amigo mío, no sé si te amo o si te odio, por haberme metido en esta misión necesaria. Sí... Lo lamento, pero no puedo recordar con agrado al ser que me colaboró en la espeluznante aventura de vender mi alma a Belcebú, rey de los infiernos. ¡Te amo buen amigo, cuídate mucho y por favor no me guardes rencor. Siempre fuiste mi guía espiritual, siempre fuiste mi soporte filosófico y ese día, en el momento que más lo necesité, me mandaste esa carta confusa que no sé cómo escribiste. ¿Quién deseaba estudiar teoría cuántica, cuando ya perdió el alma? ¿Quién se puede creer un Dios, cuando ya el Diablo lo está sujetando por el pescuezo? ¿Quién puede creer en el poder del pensamiento, cuando el destino ya nos tiene asignado el camino de la perdición?”
“Oh, querido amigo, en estos momentos reconozco mi absoluta incapacidad, pero fui capaz de renovar mi cuerpo y mi alma enfermos, creyendo en las acertadas teorías que tú expones. Estuve analizando tus consejos y encontré el camino hacia la quinta dimensión.”
 “Consuela a la gente que extrañe mi presencia, aunque yo sé que no son muchas esas personas. Cuéntale la historia de mi vida al que la quiera escuchar, para que nadie caiga en la traicionera trampa de los sionistas.
El cuerpo de Dina Luz sigue enterrado en el mausoleo que te mostré en la finca del tambo. Como tú ya sabes, allá enterré a nuestro querido amor... ¡Perdóname esa monstruosidad que tú te empeñaste en ignorar!... ¡Hasta siempre! ¡En la unidad eterna nos vemos, después de que haya pagado el precio por la muerte de Dina Luz!
Estuvo pensativo toda la tarde. Organizó todos los documentos que quería dejar y se pegó un tiro que hizo volar la tapa de su cerebro.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
CAPITULO NÚMERO NUEVE                  
 
 
Empezó a llegar la gente desde muy temprano. Cerca de mi casa se estacionaron autobuses de El Peñol, Alejandría y San Rafael. También venían camiones y carros de escalera repletos de campesinos. Los habitantes de mi pueblo se vistieron con la mejor gala, mientras en el fondo de mi pecho crecía el nerviosismo por estar pensando en el encuentro definitivo. La misa del jueves santo, 13 de septiembre del 2116, se iba a celebrar a las dos de la tarde y yo estaba pendiente de lo que iba a suceder. En esta misa se curan los paralíticos, los ciegos, los enfermos de cáncer, los enfermos del corazón y los enfermos del alma como mis amigos que se creyeron poseídos del demonio. Faltaban quince minutos para la hora señalada y la gente se movilizaba a mi lado en busca de un buen lugar en el parque principal. Todos iban en busca de la salud, aunque todos los que yo estaba observando parecían completamente sanos. Sentí deseos de ir hasta el parque principal y me puse en marcha bajo el sol inclemente, que calentaba uno de los días más importantes de mi vida. Unas personas nos dirigíamos hacia el centro del pueblo, mientras las otras trabajaban en sus labores más inmediatas, sin hacer caso de la gran celebración. El chofer y el ayudante de un autobús, le hacían reparaciones mecánicas al vehículo y unos chiquillos recogían los envases que botaban los visitantes en el piso. Detrás de mí venía un niño al que yo distinguía desde hacía mucho tiempo y que tenía un ojo café y el otro azul; sonreí en mi interior y tontamente pensé que su deseo estaba totalmente salido de las manos de la unidad eterna, ¿qué podía hacer un obispo católico contra una tara genética?... En las puertas de las casas, las señoras vendían comestibles en improvisados ventorrillos. Los policías estaban vestidos de gala y controlaban el tráfico de los vehículos y la afluencia de público que cada vez se hacía mayor. Por fin me encontré una persona verdaderamente enferma; era una chica como de unos dieciséis años de edad y caminaba con verdadera dificultad, apoyada en el hombro de la que seguramente era su hermana. Las observé con atención y sentí verdadera pena de que una mujer tan linda estuviera en esas condiciones. Un señor, con un inmenso maletín rojo que me recordó a uno que yo tenía cuando era estudiante, vendía tortas de choclo una cuadra antes de ingresar al parque en el que pedían aplausos para Jesucristo por el altoparlante. Todo era una fiesta generalizada. El parque estaba inundado de bombas multicolores, de vivas a la virgen y de ofertas de limonada, agua cristal y paletas. Me encontré con muchos amigos que me saludaban como extrañados; en ese momento no sé qué reflejaba mi rostro. Por el alto parlante les pedían a las gentes que abrieran espacio para que la procesión pudiera avanzar hasta el altar. Llegué hasta el centro del parque donde sonaba una música celestial y contagiosa, y pude observar a los sacerdotes, a los diáconos y al milagroso monseñor que caminaba majestuoso con su báculo, con impecable vestido blanco y adornado con una capa que llevaba una figura en azul y negro que no pude ver bien. Los sacerdotes se perdieron en la multitud y sólo quedaron los miembros de la defensa civil con sus uniformes anaranjados y los de la cruz roja con inconfundible vocación de servicios. En el lugar donde yo estaba parado, que era a todo el frente de la iglesia, se encontraba un puesto de información y reporte de extraviados. El sol golpeaba de frente en nuestros rostros y la gente avanzaba para refugiarse en las sombras que proyectaban los árboles del parque. Ya eran las dos de la tarde y veinticinco minutos, y aún no se iniciaba la famosa celebración que estaba programada para las dos. Caminé por el sendero que limitaban los lazos por donde habían avanzado los sacerdotes, y en un minuto estuve al frente de la carpa donde los miembros de la iglesia entonaban una moderna y alegre canción. De pronto, todo quedó en silencio y una deliciosa voz, con acento muy paisa, llegó hasta nuestros oídos y se empezó el gran banquete eucarístico. El sacerdote recomendó que hiciéramos un profundo silencio para arrepentirnos de nuestras miserias y de nuestros pecados y la multitud empezó a rezar: “Yo confieso ante Dios todos mis pecados....”
Se rezaron las oraciones de rigor y después se hizo una pausa para cantarle a Jesucristo.
El sol brillaba inclemente en la mitad de un hermoso cielo azul. Por los altoparlantes resonaba la música y la multitud cantaba con los brazos en alto. Las sombrillas se levantaban para calmar los intensos rayos del sol y en un momento me fue imposible observar el altar en donde tenían algunos problemas con el equipo de amplificación del sonido. Por fin se escuchó una voz que me pareció conocida. Me esforcé en observar en medio de la multitud y los paraguas y no lo pude creer, allí estaba Mefistófeles; monseñor “El milagroso” y el brujo de “El capiro” eran la misma persona. Mi corazón se agitó como loco y quise huir a toda prisa, sin embargo, algo me detuvo y seguí escuchando la palabra de Dios que anunciaban los amigos de aquel farsante.
Allí estaba Mefistófeles, impartiendo la paz espiritual que cada uno necesitaba. Mi asombro fue muy grande y en aquel preciso momento entendí que, en la iglesia católica, había un gran número de infiltrados que le podían hacer mucho bien o mucho daño.
Desde que nos presentamos ante ese sabio, con toda seguridad adivinó nuestra futura misión y con todo el poder de su sabiduría, nos regaló sus más importantes secretos para los que no están preparadas la gran mayoría de las personas. Me detuve un instante y recordando el pasado, analicé cada una de las aventuras que vivimos. Los pactos, los hallazgos, las conquistas, el asesinato, los sentimientos de culpabilidad y los triunfos de un aprendizaje acelerado. Todo eso provino del poder insospechado de los nuevos conocimientos  y mis dos amigos fueron unas de las primeras víctimas de una evolución necesaria. Con toda la energía iluminadora de Mefistófeles, nos transmitió un conocimiento grande que no estábamos preparados para manejar y se formó un mundo de dudas en nuestras mentes y el subconsciente nos empujó a las acciones lamentables en las que Dina Luz perdió la vida. Fuimos juntando todo lo necesario para la gran aventura de nuestras vidas y, la verdad arrolladora que descubrimos, superó a mis dos pobres amigos que se perdieron en los innumerables caminos que nos abrió el inmenso poder de nuestras mentes. La construcción de aventuras excitantes se nos convirtió en un hábito y el subconsciente del cerebro se comportó como una cantera inagotable de sueños fantásticos. Nos mentalizamos en el placer y la vitalidad de nuestros deseos jóvenes, nos dictaron todo lo que Mefistófeles deseaba que hiciéramos. Si el tiempo y el espacio eran relativos, lo único que nos quedaba era la fuerza divina de nuestras almas inmortales y, al estar comprometidas en una misión que desconociamos por completo, cometimos todos los errores que se cometen cuando se tiene un poder que no se sabe manejar. Las leyes y el orden material se moldeaba ante nuestros deseos y no lo supimos canalizar. Estábamos invadidos por una energía extraordinaria, que llenaba nuestras almas por dentro y nos permitía viajar en el insospechado mundo de nuestros deseos insatisfechos. Estábamos siendo guiados por el poder de una raza superior que nos iba a fortalecer o a destruir. Fuimos los herederos de los conocimientos más avanzados de toda la humanidad y mis compañeros no los pudieron entender.
 
Empecé a sentir en la profundidad de mí ser, la sabiduría infinita de la unidad eterna, que es la fuente de la paz, la felicidad y la vida, que se origina en nosotros mismos. La inteligencia y la nitidez de mis pensamientos, me dejaron ver el mundo como una sencilla y transparente bola de cristal. Todo fue hermoso y sencillo. No hay tiempo ni espacio para los espíritus malignos, por lo tanto, a donde quieras viajar mentalmente, allí irás con la convicción inquebrantable de tu eternidad, porque tú mismo eres el camino, la verdad y la vida; porque cada uno es un ser mental y espiritual, que utiliza un cuerpo material como referencia, pero que posee otra forma sutil que puede recorrer el mundo entero sin limitaciones de tiempo ni de espacio ni de deseos y esa es el alma.
Sentí la poderosa energía de Mefistófeles y aunque mi cabeza estaba llena de incógnitas, lo analicé y seguí disfrutando de los cánticos que llenaban el ambiente de santidad. El incienso era abundante y la voz de Mefistófeles retumbó con fuerza y dijo:
 - La ciencia no ha podido determinar el porqué envejecemos y el porqué morimos. Las células deberían seguir renovándose indefinidamente y deberíamos vivir para siempre. Es un gran misterio el envejecimiento de las células que nos llevan a una muerte del cuerpo, porque nosotros mismos lo deseamos. El hombre a través de toda la historia, ha añorado la longevidad y ha intentado conseguir la inmortalidad, persiguiendo el santo Grial que es el cáliz de oro macizo, con el que Jesucristo celebró la última cena. Hoy en día, lo que sabe la gran mayoría en el mundo, es que la muerte no es el fin de la existencia y eso es verdad, y por eso estamos aquí en el parque de este hermoso pueblo para tratar de curar nuestras enfermedades en la eternidad de Jesucristo.
Todos los hindúes, budistas, musulmanes y católicos, creemos que después de la muerte existe una vida de dicha celestial. Los conceptos de una vida de inmensa felicidad después de que hayamos dejado de existir, reflejan el anhelo que tenemos casi todos de vivir eternamente... Dice la Biblia que Dios creó al primer hombre y a la primera mujer a su imagen y absoluta semejanza, con la perspectiva de vivir para siempre en el universo. ¿Entonces, porqué morimos?... Esa es una buena pregunta para que piensen en ella antes de escuchar las palabras de Jesucristo y sus santos.”
Empezaron a leer la Biblia y en ella decía: “Pasa una generación y viene otra, pero la tierra permanece para siempre. Levantase el sol, se vuelve y se pone y corre con el afán de llegar a su lugar, de donde vuelve a levantarse. Tira el viento al mediodía, gira al norte, va siempre dando vueltas y retorna a sus giros. Los ríos van todos al mar, y la mar no se llena; allá de donde vinieron tornan de nuevo, para volver a correr.”
“Todo trabaja más de cuanto el hombre puede ponderar, y no se sacia el ojo de ver ni el oído de oír. Lo que fue eso será. Lo que ya se hizo eso es lo que se hará; no se hace nada nuevo bajo el sol. Una cosa de la que dicen << Mira esto, esto es nuevo>>, aún ésa fue ya en los siglos anteriores a nosotros; no hay memoria de lo que precedió, ni de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después.”
“Yo, he sido rey de Israel, en Jerusalén, y me propuse en el corazón hacer sabiamente investigaciones y pesquisas sobre todo cuanto hay bajo los cielos. Es una dura labor dada por Dios a los hijos de los hombres para que en ella se ocupen.”
“Miré todo cuanto se hace bajo el sol, y vi que todo era vanidad y apacentarse de viento. Lo tuerto no puede enderezarse y lo falto no puede completarse.”
“Y dije para mí: (Heme aquí engrandecido y crecido en sabiduría, más que cuantos antes de mí fueron en Jerusalén, y hay en mi mente mucha ciencia y sabiduría).”
“Di, pues, mi mente a conocer la sabiduría y a entender la locura y los desvaríos, y vi que también esto es apacentarse de viento, porque donde hay mucha ciencia hay mucha molestia, y creciendo el saber, crece el dolor.”
“Dije en mi corazón: (probemos la alegría, a gozar los placeres). Dije de la risa: (Es locura); y de la alegría: (¿De qué sirve?)”
“Me propuse regalar mi carne con el vino, mientras daba mi mente a la sabiduría, y me di a la locura, hasta llegar a saber qué fuese para el hombre lo mejor de cuanto acá abajo se hace durante los contados días de su vida.”
“Emprendí grandes obras, me construí palacios, me planté viñas, me hice huertos y jardines, y planté en ellos toda suerte de árboles frutales. Me hice estanques para regar de ellos el bosque donde los árboles crecían. Compré siervos y siervas y tuve muchos nacidos en mi casa; tuve mucho ganado, vacas y ovejas, más que cuantos antes de mí hubo en Jerusalén. Amontoné plata y oro, tesoros de reyes y provincias. Me hice a cantores y cantoras y cuanto es deleite del hombre, princesas sin número. Fui grande, más que cuantos antes de mí fueron en Jerusalén, conservando mi sabiduría. Y de cuanto mis ojos me pedían, nada les negué. No privé a mi corazón de gozo alguno, y mi corazón gozaba de toda mi labor, siendo este el premio de mis afanes. Entonces miré todo cuanto habían hecho mis manos y todos los afanes que al hacerlo tuve, y vi que todo era vanidad y apacentarse del viento y que no hay provecho alguno debajo del sol.”
“Me volví a mirar a la sabiduría, a la estulticia, a la necedad, porque ¿qué hará el hombre que viene en pos del rey? Lo que ya se ha hecho. Y vi que la sabiduría sobrepuja a la ignorancia cuanto la luz a las tinieblas. El sabio tiene ojos en la frente y el necio anda en tinieblas. Vi también que una es la suerte de ambos.”
“Y dije en mi corazón: <<También yo tendré la misma suerte del necio; ¿por qué, pues, hacerme sabio? ¿Qué provecho sacaré de ello?>>“
“Muere, pues, el sabio igual que el necio.”
“Por eso no aborrecí la vida, al ver que cuanto se hace bajo el sol es bueno para mi felicidad. ¿Por qué tendré que dejarlo a quién venga después de mí? ¿Y quién sabe si ése será sabio o será necio? Y, con todo, será dueño del fruto de mis afanes y de mi sabiduría bajo del sol.”
“Y desesperé en mi corazón de todo el trabajo que he hecho debajo del sol, porque quien trabajó con conocimiento, con pericia y buen suceso, tiene después que dejárselo todo a quien nada hizo en ello. Pues, ¿qué le queda al hombre de todo su afanarse y fatigarse con que debajo del sol se afanó? ¿Será qué todos sus días son dolor, y todo su trabajar fatiga, y ni aun de noche descansa su corazón?”
“No hay para el hombre cosa mejor que comer y beber y gozar de su trabajo y vivir por vivir.”
- Todo tiene su momento y todo cuanto se hace debajo del sol está libre del tiempo, porque el tiempo es una ilusión según Einstein - dijo Mefistófeles interrumpiendo la lectura antes de continuar leyendo así:
“Hay oportunidad de nacer y oportunidad de morir; oportunidad de plantar y oportunidad de arrancar lo plantado; oportunidad de matar y oportunidad de curar; oportunidad de destruir y oportunidad de edificar; oportunidad de llorar y oportunidad de reír; oportunidad de lamentarse y oportunidad de danzar; oportunidad de esparcir las piedras y oportunidad de amontonarlas; oportunidad de abrazarse y oportunidad de separarse; oportunidad de buscar y oportunidad de perder; oportunidad de guardar y oportunidad de tirar; oportunidad de rasgar y oportunidad de coser; oportunidad de callar y oportunidad de hablar; oportunidad de amar y oportunidad de aborrecer; oportunidad de guerra y oportunidad de paz.”
“¿Qué provecho saca el que se afana de aquello que hace?... Todo lo hace apropiado a su momento y ha puesto además en su corazón la idea de la duración desde el principio hasta el fin. Conocí que no hay para el hombre otro fin que alegrarse y procurar el bienestar en su vida, pues el que uno coma, beba y goce de su trabajo es lo único que le queda. Lo que es, eso fue ya, y lo que fue eso será.”
“Otra cosa he visto debajo del sol: que en el puesto del derecho está la injusticia, y en el lugar de la justicia está la prevaricación. Por eso me dije: Hay un instante destinado para todo y para toda obra.”
“Una misma es la suerte de los hijos de los hombres y la suerte de las bestias, y la muerte del uno es la muerte de las otras, y no hay sino un hálito para todos, y no tiene el hombre ventaja sobre la bestia, pues todo es igual. Todos van al mismo lugar; todos han salido del mismo polvo, y al polvo vuelven todos.”
“¿Quién sabe si el hálito del hombre sube arriba, y el de la bestia baja a abajo, a la tierra?”
“Y vi que no hay para el hombre nada mejor que gozar de su trabajo, pues ésa es su parte; ¿y quién le hará ver lo que ha de venir después?”
“Me torné, y vi las opresiones que se hacen debajo del sol, y las lágrimas de los oprimidos, sin tener quien los consuele, y la fuerza en la mano de los opresores, sin tener aquellos consolador. Y proclamé dichosos a los muertos que se fueron más dichosos que los vivos que viven todavía, y más dichosos aún los que nunca vivieron y no vieron lo que debajo del sol se hace.”
“Vi también que todo trabajo y cuanto bueno se hace mueve la envidia del hombre contra su prójimo. El necio se cruza de manos y come su carne. Más vale una mano llena en reposo que las dos llenas en trabajo y en vanos afanes. Es muy triste ver a un hombre solo que no tiene sucesor, que no tiene hijo ni hermano, y no cesa de trabajar ni se hartan sus ojos de riquezas. ¿Para quién trabajo yo y me someto a privaciones?”
“Más valen dos que uno solo, porque logran mejor fruto de su trabajo. Si uno cae, el otro le levanta; pero ¡ay del solo, que, si cae, no tiene quien le levante!”
“También si duermen dos juntos, uno a otro se calientan; pero él solo, ¿cómo podrá calentarse? Si uno es agredido, serán dos a defenderse, y la cuerda de tres hilos no es fácil de romper.”
En ese momento pensé que Mefistófeles estaba hablando de nosotros por lo de tres.
“Más vale mozo pobre y sabio que rey viejo y necio, que no sabe escuchar los consejos. Aquél, aun de la cárcel podrá salir para subir al trono, aunque en su reino haya nacido pobre. Vi que todos los que andan y viven bajo el sol se iban con aquél, con el mozo que le quitó su puesto. No tenía fin la muchedumbre que lo seguía; sin embargo, los que vengan detrás tampoco estarán contentos de él.”
Mientras leían las sagradas escrituras miré a mi alrededor y vi gentes muy humildes y muy pobres; se notaba que venían desde muy lejos. Mefistófeles se puso de pie y con su voz deliciosa, le dio la bienvenida a todos los que habían peregrinado hasta el pueblo de La Ceja del Tambo y le dio gracias a Dios por concedernos la sagrada eucaristía.
<< ¿Qué estaba haciendo el sabio de la montaña, metido en las actividades de la iglesia católica?... >> Pensé muy confundido, pero seguí escuchando sin saber qué hacer.
- El sufrimiento nos congrega hoy para buscar la salud. Toda la vida es un camino en la superación del dolor, es una búsqueda en la superación total del dolor. Señor, Jesús - imploró el carismático sabio -, en esta tarde venimos a entregarte nuestras tristezas, dolores y desventuras. Te presentamos, señor, las enfermedades como el cáncer, el SIDA, la drogadicción, el alcoholismo, la sífilis y los males morales que causan reflejos y dolor en el cuerpo. Muchos recursos naturales y materiales son acaparados... Condeno el aborto y todas las formas de muerte presentadas como engañosos servicios a la sociedad. No todo sufrimiento es consecuencia de culpas nuestras... De la cruz que es dolor y muerte, brotaron ríos de salvación y perdón. Cristo fue el precio de nuestra redención. Desde el corazón de todo enfermo se levanta un grito de suplica y perdón; tenemos que escucharlo porque dentro de cada uno de ellos se esconde Dios para equilibrar el poder de la bestia. ¿Cuál bestia?... Acaso no han leído el Apocalipsis que se está cumpliendo en estos tiempos y dice así:
“Vi cómo salía del mar una bestia, que trajo diez coronas y siete cabezas, y sobre los cuernos diez diademas, y sobre las cabezas nombres de blasfemia”.
“Era la bestia que yo vi semejante a una pantera, y sus pies eran como de oso, y su boca como la boca de un león. Le dio el dragón su poder, su trono y una autoridad muy grande. Vi a la primera de sus cabezas como herida de muerte, pero su llaga mortal fue curada. Toda la tierra seguía admirada de la bestia. Adoraron al dragón porque había dado el poder a la bestia, y adoraron a la bestia diciendo: ¿Quién como la bestia? ¿Quién podrá guerrear con ella? Le dio a sí mismo una boca, que profiere palabras llenas de arrogancia y de blasfemia, y le fue concedida autoridad para hacerlo durante cuarenta y dos meses. Abrió su boca en blasfemias contra Dios, blasfemando de su nombre y de su tabernáculo, de los que moran en el cielo. Le fue otorgado hacer la guerra a los santos y vencerlos. Y le fue concedida la autoridad sobre toda tribu, y pueblo, y lengua, y nación. La adoraron todos los moradores de la tierra, cuyo nombre no está escrito, desde el principio del mundo, en el libro de la vida del cordero degollado.”
“Si alguno tiene oídos, que oiga. Si alguno está destinado a la cautividad, a la cautividad irá; si alguno mata por la espada por la espada morirá. En esto está la paciencia y la fe de los santos. Vi otra bestia que subía de la tierra y que tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como un dragón. Ejerció toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella e hizo que la tierra y todos los moradores de ella adorasen a la primera bestia, cuya llaga mortal había sido curada. Hizo grandes señales, hasta hacer bajar fuego del cielo a la tierra delante de los hombres. Extravió a los moradores de la tierra con señales que le fue dado ejecutar delante de la bestia, dividiendo a los moradores de la tierra que hiciesen una imagen en honor de la bestia, que tiene una herida de espada y que ha revivido. Fue dado infundir espíritu en la imagen de la bestia para que hablase la imagen he hiciese morir a cuantos no se postrasen ante la imagen de la bestia, e hizo que a todos, pequeños y grandes, ricos y pobres, libres y siervos, se les imprimiese una marca en la mano derecha y en la frente, y que nadie pudiese comprar o vender sino el que tuviera la marca, el nombre de la bestia o el número de su nombre.”
“Aquí está la sabiduría. El que tenga inteligencia calcule el número de la bestia, porque es número de hombre. Su número es seiscientos sesenta y seis. Y está más cerca de lo que ustedes piensan; está en sus corazones.”
- Ven espíritu santo y llena esos corazones. Ahora, hermanos, dirijamos a Dios nuestras súplicas y oremos porque todos tenemos derecho a saber la verdad, aunque estemos completamente equivocados desde hace dos mil años.
La música inundó el ambiente nuevamente y a nuestro lado, elegantes jóvenes que parecían pagados, cantaban con voces tan hermosas como las de los mismos sacerdotes. Los hombres se postraban con absoluta fe ante las palabras sagradas del omnipotente monseñor. La multitud aplaudía y, a mí, los interrogantes me obligaron a dar la espalda a todas esas personas humildes.  
Mefistófeles manejaba a su antojo las debilidades de un pueblo ignorante. Las mujeres le tomaban fotografías a uno de los representantes de Dios en la tierra; él era un ídolo. La Santa Misa continuó entre las plegarias y los cánticos que me hacían comprender la versatilidad de un hombre atrevido. Mefistófeles levantó la hostia que era el cuerpo de Cristo y perdonó nuestros pecados en el nombre de Dios.
- Señor, yo no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarnos.
Empezaron a repartir la comunión y yo me acerqué hasta el carismático Mefistófeles. Recibí el cuerpo de Dios de sus manos y él me dijo:
- Tú que eres el elegido de la unidad eterna, para recuperar la dignidad perdida de los hombres, trata de no juzgar las religiones existentes, porque todas ellas fueron fundamentadas en el amor y creadas en los momentos en que no existía ni la tecnología ni los conocimientos ni la evolución de las conciencias que sólo ahora se han dado en el 666 de tu historia reciente. Es una misión muy importante para librar la humanidad de la influencia peligrosa de hombres que explotan nuestra terrible soledad, porque 
la luz clara de las verdades irrefutables, es cubierta con las nubes opacas de la ignorancia obligada, ¿obligada?... Sí, obligada, porque desafortunadamente, en el mundo de hoy, unas poderosas organizaciones como ésta, mantienen el poder que les ha sido legado por tradición y que defienden sumergiendo al pueblo en la mediocridad de una planeada insuficiente preparación académica.
- Gracias, amigo. - fue lo único que atiné a decir antes de dar la espalda a esa terrible realidad.
He tratado de ser fuerte ante la dualidad de Mefistófeles, pero la incertidumbre del voluntario compromiso de salvación a la dignidad humana, regresa golpeándome en el pecho con suaves latigazos de frío terror. No es una situación inmanejable, pero no deja de ser una revelación un poco incomoda para mí, que siempre había creído en la pureza y en el sagrado compromiso limpio y transparente.No es presunción, pero si cada persona analizara las grandes ventajas que tiene la religión de los inteligentes, con su filosofía humanista que gira en torno del amor verdadero, para el beneficio individual y colectivo de cualquier sociedad, todos los corazones tendrían que estar dispuestos a cambiar las actuales guerras y las hambrunas en África, por paz, alimentos y felicidad para todo el universo. El día en que cambiemos las armas nucleares del no matarás, por el maíz, el trigo y las frutas que les hacen falta los niños que mueren de hambre en los países del tercer mundo, llegaríamos a la conclusión de que los hombres somos más grandes y reales de lo que creemos y podríamos estar convencidos que el ser humano es lo más grande y lo más importante que existe en el universo. El día en que seamos capaces de manejar el amor como un favorable estado en el camino de la evolución de nuestra conciencia, ese día se iniciará la construcción del paraíso terrenal que tanto hemos añorado.
 
 
Querido amigo:
Todo lo que te he relatado en esta novela tiene una profundidad tan grande que no sé si, realmente, lo hayas podido comprender. Según la teoría cuántica, todos los objetos están formados por átomos y estos átomos, a la vez, están formados por electrones, protones y otras partículas ordenadas en diferentes niveles de energía. El mundo es un ilimitado universo de energía. Los objetos físicos son impulsos de energía e información. Todo el universo está formado por la información de la energía. Si lo comprendemos así, resulta claro que el material esencial de la vida es la energía pensante. ¿Qué es el pensamiento?... Es un impulso de energía e información. Todos creemos que los pensamientos son algo que sucede solamente dentro de nuestra cabeza, pero eso se debe a que los sentimos como pensamientos lingüísticamente formados, es decir, dentro de una estructuración verbal idiomática, pero esos mismos impulsos de energía e información que generamos con nuestro pensamiento, son la materia prima del universo. La única diferencia que hay entre los pensamientos que accionan dentro de mi cabeza y los que accionan fuera, es que los que están dentro de nosotros, los concebimos en términos lingüísticos. Antes de que un pensamiento se convierta en palabras, en algo verbal y sea un lenguaje comunicable, no es más que una intensión, una acción; es un impulso de información y energía, es decir, a nivel pre lingüístico todo en la vida habla el mismo lenguaje de la unidad eterna. Todos somos energía pensante y en acción, en un universo pensante y en acción. 
El pensamiento original viene de la unidad eterna y la naturaleza de nuestros cuerpos es sagrada.
Somos paquetes de energía en un infinito universo de energía y todo ese infinito universo de energía, está en continuo movimiento porque la unidad eterna lo desea y cada uno de nosotros lo desea. Nuestro pensamiento es el motor que impulsa ese mundo que conocemos y que cada uno forma como quiere, porque existen infinitas e infinitas probabilidades para combinar esa energía en el instante que cada uno desee. Estamos sumergidos en el universo de las probabilidades. Si todo es energía y el conocimiento puro revela que tú puedes mover y controlar esa energía, entonces es el momento de acondicionar la vida para hacer lo que se desees. 
Maneja tu comportamiento, maneja tu pensamiento, maneja tus emociones y acondiciona las probabilidades para que seas muy feliz. Ignora el tiempo relativo y sumérgete en una vida de eterno gozo y felicidad.
Gracias.
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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